Alberto Fernández finca muchas esperanzas en un Pacto Social
del Estado con la UIA y la CGT para salir de la crisis. La UIA es parte del
problema, no de una solución.
El candidato presidencial del Frente de Todos se reunió el
10/9 con el presidente de la Unión Industrial Argentina, Miguel Acevedo, en sus
oficinas de la calle México. Quería hacerle saber el interés político de contar
con la participación de la entidad industrial en un nuevo Pacto Social entre el
Estado, los empresarios y la CGT.
Hubo acuerdo, porque al día siguiente los dos personajes se
volvieron a juntar en Tucumán para festejar los 50 años de la Unión Industrial
de esa provincia. En el Salón Blanco de la gobernación hubo una reunión con
auspicio del gobernador Juan Manzur, el adelantado de lo que Horacio Verbitsky
llamaba antaño «peronismo» en jugar sus fichas a AF. De ese cónclave participó
el titular de la entidad industrial tucumana, Jorge Rocchia Ferro, un dueño de
ingenios, hoteles y estaciones de servicio al que no le tembló la mano para
despedir a 350 trabajadores del ingenio San Isidro en Salta, al tomar su
control en julio de 2018. Los cegetistas Héctor Daer y Gerardo Martínez
completaron el decorado.
Esa reunión y luego la cena en el Sheraton tenía un doble
objetivo. Uno, avanzar en el diseño del Pacto, como si fuera la solución a los
dramas argentinos mediante un acuerdo de precios y salarios durante los 180
días de la futura administración. Otro, asegurar proselitismo y votos para que
ese nuevo gobierno gane las elecciones del 27 de octubre.
Ese pactismo ya se intentó muchas veces en la Argentina y
terminó en fracaso. Entre 1973 y 1975 rigió el Pacto Social con el gobierno de
Cámpora y continuado por Perón e Isabel Perón, más José Ber Gelbard en
Economía, por la parte estatal; Julio Broner por la CGE y José Rucci por
Azopardo 802. Todo se fue al diablo en 1975, con crisis, renuncia forzada de
Gelbard, inflación, Rodrigazo, Triple A y golpe de Estado. La burocracia
sindical se borró, como aclaró cínicamente Casildo Herreras.
¿Y ahora vuelven con la misma receta? El presidenciable está
lejos de ser Cámpora y Perón. Ministro de Economía todavía no tiene, pero si es
del tipo de Guillermo Nielsen queda atrás varios kilómetros de Gelbard. Daer
pierde con Rucci y podría empatar con el burrero que se borró.
Historia de la UIA.
La razón principal de aquellos fracasos radica en la
naturaleza monopolista de las centrales industriales como la que hoy corteja el
profesor de Derecho Penal. La UIA es un nido de víboras, con perdón de estos
bichos que forman parte de la naturaleza.
Hay un intento de embellecimiento de ese mundo monopolista,
no ya del macrismo, que aprovechó de ese vínculo estos casi cuatro años de
gobierno, sino del peronismo (retomo la definición que su creador ya no usa). Y
hay que refrescar algunas memorias.
Primero, lo último. El 7/5 pasado «la UIA y la Sociedad
Rural respaldaron los diez puntos del Gobierno. Dirigentes de esas entidades
que representan los intereses del establishment hicieron declaraciones en favor
de la convocatoria oficial».
O sea, fueron parte de la maniobra macrista de un seudo
diálogo para la «unidad nacional» para disimular su fracaso y buscar compartir
responsabilidades con la oposición, incluso del súper endeudamiento. Daniel
Funes de Rioja, vicepresidente de la UIA, señaló que «es altamente positivo el
llamado a un Acuerdo Nacional por parte del gobierno. El acuerdo generará
certezas y previsibilidad de cara a los mercados». Esa maniobra de Macri y la
UIA fracasó. Vino la derrota electoral y el presidente tuvo que absorberla. La
UIA, obvio, se hizo la otaria.
Repasando sus autoridades se advierte que son grandes
capitalistas nada interesados en atender las problemáticas laborales, sociales
ni nacionales.
Acevedo, de Aceitera General Deheza, está transitando su
segundo mandato como capo máximo. Ese monopolio cultiva 200.000 hectáreas,
procesa 20.000 toneladas por día de semillas. Tiene puertos en Rosario y el
ferrocarril Nuevo Central Argentino privatizado por Carlos Menem. Factura 3.000
millones de dólares anuales y está dentro de las cinco mayores exportadoras de
granos. ¿Este pulpo va a dar soluciones al país?
Un vicepresidente de la UIA es Miguel Betnaza, de Techint,
el mayor grupo «nacional» (comillas porque su sede está en Avenue John F.
Kennedy #46 Luxemburgo). Y el otro vice es Funes de Rioja, de la COPAL, el
sector de alimentos que nuclea a ingenios, molinos y otras ramas industriales
donde la vieja oligarquía terrateniente y vacuna reinvirtió parte de su renta
agraria. La UIA nació en 1887 en un salón prestado por su hermana mayor, la
Suciedad Rural, mal parida en 1866.
Funes de Rioja es el impulsor de la reforma laboral anti
obrera y un macrista acérrimo; Macri lo premió como «chair» o jefe de la cumbre
empresarial internacional B-20 en Argentina en 2018. En COPAL es un digno
continuador de Jorge Zorreguieta, ex secretario de Agricultura con José A.
Martínez de Hoz y el dictador Jorge R. Videla.
Otro vicepresidente sectorial es el también macrista
cristiano Rattazzi, de Fiat y representante allí de las 13 terminales
automotrices. Como vocal está Martín Cabrales, tan interesado en vender café
como despedir personal y lograr la reforma laboral.
Es gente con mucho poder económico, mediático y político. En
septiembre y noviembre de 2015 Diputados y el Senado, respectivamente,
aprobaron crear una Comisión Bicameral para investigar la complicidad
empresaria con la dictadura. Nunca funcionó, por el boicot de la UIA en alianza
con el PRO, parte de la UCR y la CC de Carrió. El autor del proyecto, Héctor
Recalde, enumeraba las firmas a investigar: Ledesma, La Nueva Provincia,
Acindar, Papel Prensa, Loma Negra, Mercedes Benz, Molinos, Bunge y Born,
Editorial Atlántida, La Veloz del Norte, Celulosa, Grafa, Sociedad Rural de
Junín, Lozadur, astilleros Mestrina y Astarsa.
Los asociados en UIA súper explotan mano de obra, fugan
divisas, evaden impuestos, apoyan a gobiernos de derecha como el que termina y
aún a dictaduras genocidas. Con gobiernos peronistas ponen cara de buenos para
que los sienten a la mesa del poder. Y de paso sacan buenos créditos, como
Rattazzi con el Bicentenario en 2012, con Cristina, por 565 millones de pesos.
Si con ese prontuario Fernández la pone como segunda pata
del acuerdo entonces esa mesa servirá a monopolios y después caerá. Es obvio
quién va a pagar los platos rotos.
ortizserg@gmail.com
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