La elección presidencial será el 20 de mayo, con cinco
candidatos diferentes. Trump y gobiernos afines desconocieron el comicios, que
en sí mismo será un éxito chavista. La elección iba a ser el 22 de abril pero por acuerdo de dos
de los candidatos, Nicolás Maduro, y el opositor Henri Falcón, la Comisión
Nacional Electoral los postergó para el 20 de mayo. La voluntad popular
expresada en las urnas, mediante “el mejor sistema electoral del mundo”, según
reconocimiento del expresidente norteamericano James Carter, decidirá quién
ocupará el Palacio de Miraflores los próximos seis años (2019-2025).
El candidato oficialista es Maduro, ganador de las
elecciones de 2013 tras la muerte de Hugo Chávez. Hay diez partidos que lo
apoyan, agrupados en el Frente Amplio de la Patria; entre ellos el suyo, PSUV;
el Partido Comunista, PPT y otros.
Otros cuatro son opositores, de derecha explícita, más allá
del maquillaje que suele usarse en estas ocasiones, comenzando por el
exchavista y exgobernador de Lara, Henri Falcón, de Avanzada Progresista unida
al MAS y Copei. También se inscribieron el empresario Luis Alejandro Ratti, el
ex pastor evangélico Javier Bertucci, de Esperanza para el Cambio; y Reinaldo
Quijada, de la Unidad Política Popular 89, de izquierda, de boca para afuera.
Esta oferta opositora supone un primer fracaso para la plana
mayor de la Mesa de Unidad Democrática: Acción Democrática, Primero Justicia y
Voluntad Popular decidieron el boicot con acusaciones de “fraude” nunca
probadas en 25 elecciones desde 1999.
Los principales dirigentes de la MUD, Julio Borges y Henry
Ramos Allup, aceptaron en mayo de 2016 una mesa de negociación con Maduro en
República Dominicana, con tres expresidentes: el español José Luis Rodríguez
Zapatero, el panameño Martín Torrijos y el dueño de casa Leonel Fernández. Los
representantes del gobierno fueron los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, el
primero ministro de Comunicación y exsecretario general de Unasur, y la segunda
ex canciller y titular de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
Las dos partes habían concluido en enero de 2018 las
negociaciones y acordado un texto que hacía posible las elecciones
presidenciales y de Consejos Legislativos y Municipales, pero cuando llegó el
momento de firmarlo Borges se ausentó y no lo hizo. Rodríguez Zapatero le hizo
una exhortación pública, amable pero firme, tipo intimación a firmar, pero no
dio resultado. ¿Qué había pasado para que la MUD diera el portazo?
Hubo dos razones de mucho peso. Una, fundamental, después de
la dura derrota de las elecciones a la ANC, la estimación opositora fue que iba
a otro doloroso fracaso.
Y dos, tan importante como la primera, Donald Trump usó una
brutal intervención contra Caracas, con sanciones económicas y financieras sin
descartar una agresión militar. Formó el “Grupo de Lima” en la OEA, con 12
gobiernos que al unísono repetían la muletilla “Maduro dictador”, y el 23 de
febrero esa cloaca neocolonial desconoció los comicios venezolanos. La MUD
terminó plegándose a esa táctica de Trump y Mauricio Macri. Le iba a resultar
muy contradictorio acusar a Maduro de ser un dictador y al mismo tiempo
participar del comicios, encima con la perspectiva de otro traspié.
Eso abrió una división en la MUD, porque Falcón -ex jefe de
campaña en 2013 del opositor Henrique Capriles Radonsky– decidió intervenir
igual en las elecciones, repudiado por el resto de los confabulados.
¿Quién gana?
El cronista no cometerá la tontería de pronosticar el
resultado porque la situación económica del país es muy difícil, sobre todo por
una inflación galopante que puede trepar hasta el 13.000 por ciento. Y sus
consecuencias en la vida de la gente son muy negativas, lo que puede influir en
el voto castigo, a lo que apuesta un Falcón entusiasmado porque Datanálisis le
da un empate técnico con el presidente.
Además no se puede descartar que a último momento tres de
los opositores terminen declinando sus candidaturas en favor del mejor
posicionado, Falcón, con lo que las chances de éste aumentarían.
Para el exgobernador de Lara la peor astilla puede ser la
del mismo palo. Si la MUD convence a una parte opositora que lo mejor es no ir
a votar, le haría un favor a Maduro, cuya apoyatura social sí irá a votar,
llueve o truene, como en la Constituyente.
La elección en sí misma será una victoria chavista porque se
habría podido votar, como en julio pasado en la ANC, superando el irracional
boicot de la MUD, el imperio y su encargado de negocios en la embajada en
Caracas, Todd Robinson, quien violó la neutralidad de diplomáticos prevista en
la Convención de Viena de 1961.
Entre marzo y julio de 2017 la oposición impulsó la
violencia callejera con fines golpistas que dejó 142 muertos y 800 heridos de
gravedad. De ese incendio hasta hoy hay una evidente consolidación del gobierno
de Maduro y un mayor apoyo social.
Es cierto que continúan graves problemas económicos y que
eso determinó que casi 900 mil venezolanos se fueran a vivir a otros países.
Pero esos dramas no fueron causados por Miraflores sino por las sanciones de
Obama y Trump, más el desabastecimiento, especulación financiera y fuga de
divisas del empresariado privado, latifundistas y bancos.
Estuvo bien el fiscal general, Tarek William Saab, al
disponer la prisión de 11 banqueros del banco Banesco, acusados de operaciones
con dólar al precio del mercado paralelo (un dólar a 600.000 bolívares en vez
de uno a 70.000). Maduro también lanzó una cripto moneda, el Petro, respaldada
en las reservas de crudo, con apoyo iraní, ruso y chino, para no depender del
dólar en todas las transacciones.
Pueden ser señales de que el presidente pasará a la ofensiva
si consigue el voto popular para un nuevo mandato.
ortizserg@gmail.com
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