Por la política del gobierno de Macri y los monopolios
El aumento de despidos y avance de la pobreza, con
paritarias que el Estado quiere atar al 15 por ciento, muestra que por culpa de
Macri hay poco o nada para festejar. Históricamente en el país hubo grandes movilizaciones por el
Día Internacional de los Trabajadores. Cuando se acordó mundialmente esa
movilización por los Mártires de Chicago, Argentina y Cuba fueron los dos
países de América Latina que cumplieron la primera vez. En Buenos Aires el
debut juntó a 4 mil proletarios en un acto con oradores de varios idiomas, tal
el origen migratorio de la mayoría de los asistentes. La concurrencia y los
idiomas de los discursos motivaron la burla impiadosa del diario “La Nación”,
vocero de clases latifundistas sin importarle que muchos propietarios fueran
ingleses.
En otros momentos de la historia, bien por logros obtenidos
o avances en leyes aprobadas por gobiernos de la burguesía nacional más afines
a la unidad con los trabajadores aunque privilegiando el capital por el
trabajo, los 1 de Mayo tuvieron un carácter de festejo. No había luto por
Chicago ni por los tantos caídos en décadas de lucha rioplatense o patagónica,
sino fiesta, locro, sorteos, baile y asados. Y esto no es una crítica, pues a
cada momento histórico corresponden respuestas adecuadas del movimiento obrero.
En esos locros también había discursos obreros y no pavadas.
Eran dos circunstancias diferentes. En una primera etapa,
los trabajadores asaltaban el cielo con las manos, como en la Comuna de París,
o bien luchaban por dividir las 24 horas en tres: trabajo, descanso y
recreación. Eso implicaba un desafío casi tan revolucionario como la
insurrección parisina fusilada en los muros de Père-Lachaise.
En la otra fase, del festejo, con sus gremios y personería,
aguinaldos y vacaciones, eran la “columna vertebral” de un movimiento poli
clasista cuya “cabeza dirigente” eran grandes empresarios nacionales, como José
Ber Gelbard y la CGE.
Hoy en Argentina no se es una cosa ni la otra. Pese a los
motivos para rebeldías radicalizadas que viene brindando Mauricio Macri desde
diciembre de 2015, no aparece en el horizonte inmediato una explosión obrera.
Ojo. Hay una clase obrera sindicalizada que no ha perdido toda su conciencia
vital y social. Quizás detrás de las nubes actuales esté aquel sol, sólo que no
está visible y tarda el amanecer.
Este 1 de Mayo de 2018 hay poco para festejar, por los
dolores que tiene la “columna vertebral” y también su “cabeza”, tras el ajuste
en el salario y el empleo practicados sin anestesia por ingenieros que hacen
ejercicio ilegal de la medicina y se comportan como vulgares carniceros, con
perdón de este oficio. Hubo locros y reuniones gremiales, algunos actos
sectoriales, pero sin masividad ni festejo. Fue como si el 1 hubiera caído la
brutal tormenta del sábado 28 y el referí suspendiera el partido. Se hará más
adelante, cuando la movilización social logre eliminar tumores y quitar dolores
del cuerpo y alma. Sólo allí podrán soltarse globos de todos los colores y se
pincharán los amarillos o se los llevará el viento.
Los burócratas
Hay datos duros, como se dice ahora aunque nunca fueron
blandos, sobre la grave situación que padecen los trabajadores y sectores
humildes. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA, tantas veces encomiado
por el macrismo, afirmó que a fines de 2017 la pobreza infantil aumentó al 65
por ciento y hay 8.255.000 niños sufriendo ese flagelo, que los castiga con
hambre y condiciones de vida indignas. ¡Qué lejos quedó el apotegma de que los
únicos privilegiados eran los niños!
Este Día Internacional de los laburantes fue especialmente
duro para los despedidos de los ingenios azucareros de Salta y Jujuy, a los
trabajadores del Posadas y los del ministerio de Agroindustria. Allí hubo 330
telegramas aunque fuentes gremiales prevén que serán casi mil cuando el patrón
de estancia Luis M. Etchevehere, expresidente de la Rural, afile la punta del
cuchillo y decida cortar más “masa militante” (Alfonso Prat-Gay dixit en 2016)
en Senasa y organismos descentralizados.
El tope del 15 por ciento en tres cuotas y sin cláusula
gatillo para encapsular las paritarias es otro instrumento de tortura cuando
hasta el FMI prevé que la inflación anual será del 19. Será mayor por los
tarifazos y devaluaciones que llevaron el dólar a 21 pesos, un breve respiro
hacia precios mayores.
La clase trabajadora es la única que puede liderar una
sociedad igualitaria, según el sueño de los pioneros de la Comuna y Chicago; de
la Semana Trágica, los peones de la Patagonia y la Generación del ‘70. Ella no
puede pensar sólo en salario porque así sólo vendería mejor su hora asalariada
y no buscaría terminar con la explotación capitalista. Por eso además del
sueldo debe importarle el estado general del país y, por qué no, del mundo.
Macri generó una deuda externa de 142.948 millones de dólares según la UMET.
Otro motivo para fruncir el ceño y maldecir, porque la pagaremos nosotros, los
hijos, nietos, bisnietos, choznos y los descendientes de éstos.
Fuera del presidente, ministros y ejecutivos de monopolios,
que son los responsables, los sindicalistas-empresarios entronizados en la CGT
y gremios también tienen que ver.
Este 1 de mayo se cumplen 50 años del Programa de la CGT de
los Argentinos, que fulminaba a los traidores: “las direcciones indignas deben
ser barridas desde las bases. En cada comisión interna, cada gremio, cada
federación, cada regional, los trabajadores deben asumir su responsabilidad
histórica hasta que no quede un vestigio de colaboracionismo”. El mandato antiburocrático
de Raimundo Ongaro, Agustín Tosco y Jorge Di Pascuale mantiene vigencia medio
siglo después: hay que desatarse las manos para poder pelear contra los
monopolios.
ortizserg@gmail.com
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