Por Leandro Albani:
La Tinta entrevistó a Rok Brossa, militante catalán que
integra la Comuna Internacionalista en Rojava. El futuro y los desafíos de una
revolución silenciosa en Medio Oriente.
Brossa, que llegó a Rojava a mediados de 2017 para sumarse a
los internacionalistas que desarrollan trabajos con los civiles, tuvo su
bautismo de fuego en la región de Afrin, que el Estado turco invade desde el 20
de enero pasado. “Cuando estuve en Afrin, bajo las bombas del fascismo turco,
no pude evitar recordar la historia de mi abuela y la entendí mucho mejor”,
reflexiona. “La primera vez que observás caer las bombas hay mucho miedo y
desconcierto, y solo pensás en protegerte y proteger a los seres queridos. Pero
aprendés a vivir con eso y a aceptar que si la bomba te cae encima, hagas lo
que hagas, vas a morir”, describe Brossa con la crudeza inevitable de la
guerra. Como si estuviera hablando de la Guerra Civil Española que su propia
familia vivió, Brossa afirma que, pese a los peligros y dolores, “hay que
seguir resistiendo sin permitir que se rompa la moral, porque ese el principal
objetivo de los bombardeos contra la población civil: crear miedo y hacer perder
la moral”.
Viaje al país prohibido
Rojava es una de las cuatro partes del Kurdistán histórico
que, desde principios de siglo XX, se convirtió en un territorio negado, tanto
por los recién creados estados-nación como también por Gran Bretaña y Francia,
que en aquellos tiempos eran las principales potencias mundiales.
La historia del pueblo kurdo está minada de planes de
asimilación y represión en su contra. Rojava no fue ajena a estos hechos. Con
una frontera de 900 kilómetros con Turquía, el Kurdistán sirio tiene las
principales reservas naturales del país, ya sean hidrocarburos, agua dulce –con
el río Éufrates como principal vertiente- o tierra fértil para la agricultura.
Rojava siempre fue conocida como “el granero de Siria”. Hacia ese lugar se
dirigió Rok Brossa, inspirado por un proceso revolucionario que comenzó en
2012, cuando los gobiernos y regímenes de Medio Oriente y el norte de África
caían como fichas de dominó en medio de la “Primavera Árabe”.
“Fui principalmente por motivos ideológicos –cuenta el
militante catalán-. La revolución de Rojava es una brecha en el sistema
capitalista y la hegemonía de los estados-nación, desafiando el modelo de
civilización patriarcal que sufre la humanidad. Vine a Rojava para aprender del
movimiento revolucionario que ha permitido abrir esta brecha, para brindar mi
apoyo a la revolución que aquí acontece, y para ayudar a organizar la
solidaridad internacional junto a otros movimientos del mundo entero”.
Cuando en Siria se multiplicaron las protestas contra el
gobierno del presidente Bashar Al Assad, buena parte de los dos millones de
kurdos que viven en el país -que contaban con una fuerte tradición política,
influenciada por el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK)- salieron a
manifestarse pero, al mismo tiempo, observaron con desconfianza a los primeros
grupos armados que surgían para enfrentar al Ejército Árabe Sirio (EAS).
Para Brossa, la historia del proceso en Rojava no era ajena.
Sobre la lucha del pueblo kurdo sabía “bastantes cosas”, resume. Luego de la
resistencia en Kobanê en 2014 y 2015, que permitió a las Unidades de Protección
del Pueblo (YPG) y las Unidades de Defensa de las Mujeres (YPJ) liberar esa
ciudad que estuvo bajo control del Estado Islámico (ISIS o Daesh) por 150 días,
Brossa se sumó a grupos de solidaridad, “hasta que formamos Rojava Azadî, un
colectivo de solidaridad con la revolución de Rojava y el pueblo kurdo”.
Por esos días agitados, cuenta, desde Rojava Azadî “hicimos
trabajos de traducción, lo que me llevó a leer mucho sobre el tema. También
realizamos varios viajes a Bakur (Kurdistán del Norte) para conocer de primera
mano el movimiento kurdo bajo la ocupación del Estado turco”.
Desde que el proceso revolucionario en Rojava se profundizó
con la creación de instituciones de autogobierno, la creación de cooperativas y
la resistencia armada contra las fuerzas ocupantes, muchas personas del todo el
mundo se trasladaron a esa porción de tierra para sumarse a una lucha que tiene
como paradigma el Confederalismo Democrático, ideología abrazado por el
Movimiento Kurdo de Liberación y que tiene como principal teórico a Abdullah
Öcalan, fundador del PKK en 1978 y encarcelado desde 1999 en la isla-prisión de
Imrali, en Turquía.
“La forma de integrarse al proceso revolucionario era
básicamente a través de las YPG/YPJ –cuenta Brossa-, pero mi interés estaba más
centrado en el movimiento civil que en el militar. En cuanto se abrió el
espacio para los internacionalistas en el trabajo civil no dudé en participar”.
“Los internacionalistas que quieren contribuir a este
proceso revolucionario son recibidos con los brazos abiertos –afirma Brossa-.
Estamos trabajando en base a nuestras experiencias para identificar las
dificultades que hemos vivido, y poder así mejorar y facilitar la integración a
internacionales que vienen y vendrán. Lo principal es conocer la cultura y la
sociedad, no solo de Rojava sino de Kurdistán y de Medio Oriente en general,
para comprender mejor las necesidades y lo que podemos aportar como
internacionalistas”.
Una comuna plurinacional
La Comuna Internacionalista que funciona en Rojava se fundó
a principios de 2017 como un espacio de formación, producción y coordinación
del trabajo solidario que se desarrolla en el norte de Siria. La comuna no
tiene un espacio físico, por sus integrantes se mueven por todo Rojava para
llevar asistencia a los civiles, pero también participando en la construcción
de las nuevas herramientas democráticas que se aplican en el territorio. Al
mismo tiempo, desde la comuna se constituyó una Academia, ubicada en el cantón
de Cizîre, con la finalidad de “abrir un espacio donde aprender no sólo el
idioma y la cultura, sino también donde poder debatir sobre nuestro papel en la
revolución y lo que puede significar el internacionalismo en nuestros tiempos”,
describe Brossa.
En los cursos impartidos en la Academia se estudia la
filosofía del Movimiento Kurdo de Liberación, a su vez que se aprende sobre
otros procesos revolucionarios a lo largo de la historia.
¿Pero qué es puntalmente la Comuna Internacionalista? Rok
Brossa lo resumen en algunas palabras: “Es el marco organizativo en el que
trabajamos varios internacionales integrados en los trabajos civiles en Rojava.
Aparte de contribuir en diversas tareas en la sociedad, decidimos centrar
nuestra atención en temas de ecología, uno de los pilares ideológicos del
Confederalismo Democrático, con grandes similitudes con las ideas de ecología
social desarrolladas por el anarquista Murray Bookchin”.
Con el ecologismo como pilar, desde la comuna lanzaron la
campaña “Make Rojava Green Again”, para contribuir a la reforestación de Rojava
y a la recuperación de una agricultura sostenible. El norte de Siria,
históricamente fue una región relegada del mapa del país. Como sucede en las
otras partes de Kurdistán, los gobiernos siempre mantuvieron una política de
desinversión hacia esas regiones. En Rojava ahora se intenta contrarrestar “el
modelo agroeconómico de monocultivo de trigo, desarrollado por el régimen del
partido Ba’ath, que ha causado un gran empobrecimiento del suelo fértil –describe
Brossa-. El uso de fertilizantes químicos ha creado una gran dependencia, y no
se están desarrollando soluciones sostenibles a la altura de la emergencia de
la situación”.
En la comuna también se encargan de efectuar
investigaciones, producir trabajos de difusión, traducciones y diplomacia,
recibiendo a delegaciones internacionales. “Pero sin duda, lo más importante es
la experiencia de desarrollar nuestras personalidades como militantes –remarca
Brossa-, en base a la vida comunal y al crecimiento colectivo como
revolucionarios y revolucionarias del mundo entero. Reflexionamos y ponemos en
común nuestras experiencias en Rojava y los conflictos en nuestros países de
origen, buscando desarrollar soluciones colectivas para solucionar los
problemas que el sistema genera en nuestras sociedades”.
El sueño kurdo
La revolución en Rojava es, en la historia reciente, la
primera vez que el Movimiento Kurdo de Liberación pudo poner en práctica el
Confederalismo Democrático. Frente a la guerra despiadada, a los cientos de
miles de muertos de un conflicto que parece no tener fin, la ideología que
propuso Öcalan a mediados de la década de 1990 se basa en el poder de las
mujeres, el cooperativismo, la organización comunal de la sociedad, la
ecología, la inclusión de todas las religiones y minorías étnicas, y la
conformación de entidades y organizaciones de autogobierno y autodefensa. Y
Rojava es la síntesis de ese sueño. “El más importante logro sin duda es la
mera existencia de un espacio como Rojava dice Brossa. La autoadministración
desarrollada en base al Confederalismo Democrático en el norte de Siria, capaz
de poner freno al terror y la barbarie del Daesh, a la vez que se desarrolla un
proceso de revolución social, es una esperanza por quienes soñamos con un mundo
mejor”.
En un territorio cruzado por la puja de los poderes
internacionales y regionales, los pobladores de Rojava saben que “la lucha por
la liberación de la mujer como elemento principal en la lucha por la liberación
de la sociedad, es uno de los más claros ejemplos de la madurez y la
profundidad de este movimiento”, asevera el militante catalán. “La
determinación a la hora de desarrollar estructuras de autodefensa ha sido clave
para defender a la sociedad de las amenazas externas. La habilidad de desarrollar
un cuerpo diplomático, capaz de dialogar y negociar democráticamente soluciones
para problemas y conflictos a todos los niveles, ha sido también un factor
clave enumera Brossa. Pero ha sido la integración de la sociedad en la
revolución, basando el sistema social en un modelo plural y democrático de
comunas populares, ha sido el factor determinante a la hora de construir un
movimiento fuerte capaz de prevalecer hasta al día de hoy, tras más de cinco
años de proceso revolucionario en medio de la guerra en Siria”.
Si los habitantes de Rojava encuentran en su revolución un
proceso de crecimiento de las libertades y de democratización, también conocen
los riesgos que enfrentan. Los internacionalistas no son ajenos a esta
situación de tensión permanente. Brossa remarca “las extremas condiciones en
que se encuentra Rojava, no solo por la guerra sino también por el embargo que
sufre. Otro gran problema es, sin duda, las relaciones diplomáticas militares a
las que se ha visto abocada Rojava. Al borde de la aniquilación en la guerra
contra el Daesh, tuvo que recurrir al imperialismo de los Estados Unidos para
lograr hacer frente a la amenaza del fanatismo islamista”.
La alianza táctica, como la denominan los kurdos, entre la
Coalición Internacional –encabeza por Estados Unidos y Europa- y las YPG/YPJ,
despertó desconfianzas en varios sectores de la izquierda mundial. En Siria,
convertida un tablero de ajedrez en que el pragmatismo y los acuerdos fugaces
son algo cotidiano, la decisión de las autoridades de Rojava se explica por la
necesidad de derrotar por completo a los grupos terroristas, pero también por
conseguir un reconocimiento internacional que hasta ahora les es negado.
“Si hubiera habido un movimiento internacionalista
revolucionario capaz de asistir la revolución, como sucedió en España con las
brigadas internacionales en 1936, o en las luchas de liberación nacional de
países africanos como Angola con el apoyo cubano, quizás esa alianza con
Estados Unidos no habría sido necesaria –reflexiona Brossa-. Pero ante la
ausencia de tales movimientos internacionalistas capaces de brindar apoyo a la
revolución, la necesidad de hacer frente al Daesh y el complejo equilibrio de
poderes en Medio Oriente, ha forjado extrañas alianzas que suponen un enorme
riesgo para este proyecto revolucionario”.
En América Latina, la revolución de Rojava despertó grandes
simpatías por parte de los movimientos sociales. Las prácticas similares de
organización social, el anticapitalismo como bandera y el poder femenino como
pulsión de la lucha se encuentran pese a que existe un océano de distancia.
“Existe un gran interés, sobre todo por el potencial
revolucionario de América Latina y su historia y movimientos anticoloniales y
revolucionarios –destaca Brossa-. El movimiento de liberación de los pueblos de
Kurdistán está entrando en una etapa de internacionalización y la solidaridad
de los pueblos de América Latina se contempla con gran esperanza. El número de
internacionalistas de América Latina en Rojava todavía es pequeño, pero está
empezando a cambiar en los últimos años. Como ejemplo, Brossa recuerda a la
médica argentina Alina Sánchez (Legerîn Ciya), que falleció el pasado 17 de
marzo por un accidente automovilístico mientras se trasladaba a la ciudad de
Hasake. La historia de Sánchez es “una gran inspiración para los
internacionalistas que nos encontramos en Rojava. Su enorme labor como médica y
como militante fue una gran inspiración para quienes tuvimos el placer de
conocerla. También haber conocido a su familia, que vino para asistir al
funeral que se organizó en la ciudad de Derik y al acto de conmemoración que
tuvo lugar en la ciudad de Girkê Legê (Rimelan), fue muy emotivo para mí”,
comenta Brossa.
La amenaza turca
El Estado turco, bajo el mando del presidente Recep Tayyip Erdogan,
está cometiendo una masacre en Afrin, el cantón kurdo invadido en enero pasado.
En estos años de guerra en Siria, Afrin se había convertido en un páramo. En su
tierra se seguía con la producción de olivos, la convivencia entre diferentes
pueblos era pacífica, el recibimiento de al menos 500 mil desplazados internos
se desarrollaba de una manera armónica, dentro de las limitaciones económicas y
logísticas.
Desde que el ejército y sus aliados, como el Ejército Libre
Sirio y Al Qaeda, tomaron la ciudad de Afrin se desató una ola de saqueos a
propiedades, secuestros de mujeres, encarcelamiento de pobladores y la muerte
de por lo menos 300 civiles por los masivos bombardeos de la aviación turca.
“La ocupación del cantón de Afrin ha supuesto un duro golpe
a muchos niveles analiza Brossa-. Tras lograr poner fin al terror del Daesh, ha
habido un exceso de confianza en la comunidad internacional, que a la hora de
la verdad no ha movido ni un dedo para poner fin a la invasión. El conflicto
con Turquía, país miembro de la OTAN y heredero directo del Imperio Otomano que
luchó en el eje fascista en la Segunda Guerra Mundial, no es nuevo”.
Para el miembro de la Comuna Internacionalista, “la lucha de
liberación del pueblo kurdo ha vivido sus más sangrientos episodios dentro de
las fronteras turcas, con conflictos como el genocidio de Dersim a finales de
1930, o las brutales guerras de los años del plomo en la década de 1990 contra
la ocupación turca, donde el ejército arrasó cientos de pueblos y aldeas
kurdas. La invasión de Afrin es un nuevo capítulo en la guerra contra el
fascismo turco, y ha supuesto un giro estremecedor en los acontecimientos en la
guerra de Siria”.
Ante la invasión del territorio, “las fuerzas de autodefensa
continúan la resistencia en forma de guerrilla contra la ocupación, pero ver un
miembro de la OTAN ocupando territorio sirio sin duda significa que la guerra
está lejos de acabar. Los cientos de miles de personas desplazadas por la
agresión del ejército turco han tenido que buscar refugio tras ver cómo sus
hogares eran bombardeados y sus casas ocupadas”.
La decisión de Erdogan de destruir Afrin no fue caprichosa.
Ese territorio, según Brossa, “aportaba diversidad al equilibrio diplomático de
la Federación Democrática del Norte de Siria, con mejores relaciones con el
Ejército Árabe Sirio y el régimen de Bashar Al Assad que los otros cantones de
la federación. Era también un territorio con presencia militar y diplomática
rusa, hasta el momento de la traición en que Moscú abrió el espacio aéreo a la
aviación turca que bombardeó sin cesar la población de Afrin durante todo el
proceso de ocupación. Sin duda, esta invasión ilustra claramente el dicho kurdo
que dice que ‘los únicos amigos de los kurdos son las montañas’”.
El pueblo kurdo conoce muy bien que nunca es momento para
bajar los brazos. Y los pueblos de Afrin no son ajenos a esa máxima. “Hemos
visto grandes movilizaciones de solidaridad internacional en países del mundo
entero. La solidaridad con Rojava está entrando en una nueva etapa, y sin duda
América Latina juega un papel importante –finaliza Brossa-. La mayoría de
movimientos de solidaridad se van consolidando en Europa, sobre todo en países
con una fuerte diáspora kurda, pero con Afrin hemos visto a otros países de
Medio Oriente y de las Américas jugando papeles mucho más activos. Desde la
Comuna Internacionalista valoramos muy positivamente estos desarrollos, y
esperamos que esta solidaridad no se quede en un plano simbólico, y que el día
de mañana pueda significar una alianza decisiva a la hora de asegurar el futuro
de la revolución de Rojava”.
El bisabuelo de Rok Brossa era militante de la Confederación
Nacional del Trabajo (CNT) en Barcelona y fue asesinado cuando los franquistas
entraron a la ciudad en plena Guerra Civil Española. La abuela de Rok, huérfana
a los cinco años de edad, creció con la ausencia en el medio de su pecho. Por
esos días, la resistencia republicana defendía metro a metro una Barcelona
libre. Muchas décadas después, Rok escuchó a su abuela relatar cómo la familia se
escondía debajo de los colchones cuando los fascistas desataban los bombardeos.
También oía sobre el sufrimiento de la post-guerra, del hambre y del recuerdo
de los muertos queridos.
“Cuanto más pienso en esa historia más me influye en mi
militancia”, dice ahora Rok Brossa, en diálogo telefónico con La Tinta. “Una de
las cosas más importantes a la hora de desarrollar una personalidad militante
es conocerse a uno mismo –explica este catalán de 28 años-. En Rojava (norte de
Siria) estamos trabajando en ese sentido: comprender la historia de tu sociedad
te ayuda a entenderte mejor. Y esto ayuda a entender mejor la sociedad”.
Brossa, que llegó a Rojava a mediados de 2017 para sumarse a
los internacionalistas que desarrollan trabajos con los civiles, tuvo su bautismo
de fuego en la región de Afrin, que el Estado turco invade desde el 20 de enero
pasado. “Cuando estuve en Afrin, bajo las bombas del fascismo turco, no pude
evitar recordar la historia de mi abuela y la entendí mucho mejor”, reflexiona.
“La primera vez que observás caer las bombas hay mucho miedo y desconcierto, y
solo pensás en protegerte y proteger a los seres queridos. Pero aprendés a
vivir con eso y a aceptar que si la bomba te cae encima, hagas lo que hagas,
vas a morir”, describe Brossa con la crudeza inevitable de la guerra. Como si
estuviera hablando de la Guerra Civil Española que su propia familia vivió,
Brossa afirma que, pese a los peligros y dolores, “hay que seguir resistiendo
sin permitir que se rompa la moral, porque ese el principal objetivo de los
bombardeos contra la población civil: crear miedo y hacer perder la moral”.
Viaje al país prohibido
Rojava es una de las cuatro partes del Kurdistán histórico
que, desde principios de siglo XX, se convirtió en un territorio negado, tanto
por los recién creados estados-nación como también por Gran Bretaña y Francia,
que en aquellos tiempos eran las principales potencias mundiales.
La historia del pueblo kurdo está minada de planes de
asimilación y represión en su contra. Rojava no fue ajena a estos hechos. Con
una frontera de 900 kilómetros con Turquía, el Kurdistán sirio tiene las
principales reservas naturales del país, ya sean hidrocarburos, agua dulce –con
el río Éufrates como principal vertiente- o tierra fértil para la agricultura.
Rojava siempre fue conocida como “el granero de Siria”. Hacia ese lugar se
dirigió Rok Brossa, inspirado por un proceso revolucionario que comenzó en
2012, cuando los gobiernos y regímenes de Medio Oriente y el norte de África
caían como fichas de dominó en medio de la “Primavera Árabe”.
leandroalbani@gmail.com
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