Por Homar Garcés:
La historia humana de los dos últimos siglos tiene como
rasgo característico el antagonismo y las contradicciones existentes entre el
capital y el trabajo asalariado. Esto generó concepciones políticas e
ideológicas (algunas con intenciones conciliadoras) que defienden o justifican
a uno u otro elemento en pugna. Otro tanto hay que decir de la diversidad de
derechos socioeconómicos que conquistaran los trabajadores, a costa de sus
vidas, luego de librar múltiples luchas en diferentes épocas, las cuales no
son, por consiguiente, concesiones generosas y espontáneas de quienes conforman
la clase capitalista dominante. En contrapartida, la clase capitalista
dominante -como siempre- busca expandir sus ganancias a expensas de la fuerza
de trabajo asalariada, juntamente con los recursos existentes en toda la naturaleza,
en un proceso de explotación y depredación que amenaza seriamente con destruir
todo vestigio de vida sobre la Tierra; cuestión ésta que se ha acelerado
gracias a la globalización neoliberal y a la oferta engañosa sostenida de un
progreso compartido armoniosamente entre todos (que nunca deja de ser desigual
y excluyente, pero que aún motiva a muchos a creer que sí es posible).
«Cuando las fuerzas conservadoras toman la ofensiva, quien
paga el precio más caro es el trabajador. Él ve amenazado su empleo, sus
derechos, su salario, su educación, su salud. Este primero de mayo -día del
trabajador y no del trabajo, como algunos insisten en decir- encuentra a la
gran mayoría de los trabajadores del mundo en situación penosa. Perdiendo
derechos y con muchas dificultades para defenderlos», explica Emir Sader en su
artículo «El día y la noche del trabajador». Amparados en su poder económico y,
ahora, político, los dueños del capital globalizado (junto a sus asociados
nacionales) han conseguido «socializar las pérdidas» y «privatizar las
ganancias», imponiendo sus intereses por encima de las mayorías. Esto hace que
la lucha proletaria se disperse, se desmovilice y se reduzca a conquistas
laborales parciales, favoreciendo en muchos casos la posición del sector privado
de la economía, en la confianza absurda de que éste compartirá sus dividendos
con todos.
La confrontación entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción (propiedad, dominación), fuerza de trabajo, medios de
trabajo y medios de producción materiales trasciende los marcos de
entendimiento y de lucha del pasado. Asimismo, aun cuando algunos insistan en
su simplificación, la realidad creada por el capitalismo neoliberal en el mundo
contemporáneo traspasa los límites nacionales, convirtiéndose en una realidad
global, cuyos tentáculos abarcan ya no solamente lo económico, sino que se
desparraman abiertamente hacia lo político y su rama militar, como en los casos
de Estados Unidos, Brasil y Argentina.
«No es necesario leer El Capital de Marx -nos asegura
Octavio Alberola, histórico teórico y militante anarquista de origen español-
para comprender que la apropiación de la plusvalía, producida por la
explotación del trabajo, es la única razón de ser del capitalista y que esta
ambición de apropiación no tiene límites para él, salvo lo que en ciertos
momentos históricos le ha impuesto la lucha de clases. Así ha sido hasta ahora
y, por el momento, nada indica que los capitalistas estén dispuestos a
renunciar a la acumulación sin límites, pues ni siquiera les parece suficiente
una justa retribución entre el trabajo y el capital». A pesar del tiempo
transcurrido y de las diferentes mutaciones que ha podido sufrir el capitalismo
desde que Marx la revelara al mundo, esta es una verdad incuestionable; máxime
ahora cuando el capitalismo global apunta a controlar enclaves productivos de
exportación en diferentes puntos del orbe que gozarían de una excepcionalidad
jurídica y arancelaria, sin que se vea perjudicado o sometido por las
legislaciones locales o nacionales donde éstos funcionen, en una especie de
nuevas regiones coloniales.
Ello enmarca la lucha proletaria en la actualidad, lo que
impone como reto adoptar una serie de objetivos por obtener como lo son la
democracia económica, la sostenibilidad ecológica, la justicia ambiental, el
desarrollo de las economías locales, la libre determinación y la soberanía de
los pueblos, la defensa de las tierras comunitarias, la cooperación mutua y
equitativa, además de otros bienes comunes que resultan inconvenientes e incompatibles
en el nuevo contexto capitalista. -
mandingarebelde@gmail.com
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