Por: Manuel José Montañez Lanza (*)
Prefacio. El presente trabajo tiene como propósito realizar
aportes conceptuales y teoréticos a los fines de la mejor comprensión del tema
que nos ocupa; valga decir, los procesos de integración en suramérica en el
marco de la unidad de las naciones y de los pueblos que los constituyen y sus
gobiernos, con el objeto de fortalecer la doctrina de seguridad y defensa
integral que les ampara, su soberanía y autodeterminación, frente a fenómenos
sociopolíticos extraterritoriales que pongan en peligro su existencia.
Histórico. La integración en suramérica tiene sus orígenes
desde el mismo momento en que ocurrió el nacimiento del Estado Nación en
nuestro Continente siendo su primer intento formal el impulsado por el Padre
Libertador, Simón Bolívar, quien en el marco del Congreso Anfictiónico de
Panamá tenía previsto (una vez concretada la independencia de Cuba y Puerto
Rico), lograr la independencia de esos hermanos insulares a lo cual giró
instrucciones al Gral. Santander para que reuniera una flota naval y recursos
militares que permitieran apoyarlas para una vez liberadas incorporarles al
conjunto de los países ya existentes de cara a las acciones programadas y
estimadas por él. Como conocemos, dicha iniciativa instruida al prócer
colombiano fue abortada por descaro extranjero; injerencistas quienes por una
parte torpedeaban al imperio español pero a la vez bloqueaban también, las
pretensiones solapadas del imperio británico de mantener su posicionamiento en
la Región y en paralelo, desarticulaban cualquier iniciativa contraria a los
designios plasmados por los Estados Unidos en la Tesis Doctrinaria del
monroísmo: “América para los Americanos”…
Para ello, involucraron en sus iniciativas a sectores de los
denominados “blancos de orilla” (ciudadanos de origen español pero nacidos en
“Tierra de Gracia”), que se oponían en cierta medida a la Corona como también a
la propuesta emancipadora que realmente encarnaba Simón Bolívar. Desde las
nóveles repúblicas (la naciente Venezuela y la Patria de Santander), surgían
grupos perturbadores a tales fines. En el caso Colombia, Santander, pese a ser
instruido para concertar una poderosa fuerza militar para liberar a Puerto Rico
y continuar la gesta libertaria en Cuba, dilató las acciones -que nunca
finalmente llegaron a concretarse- a instancia del representante norteamericano
con quien se había reunido para sabotear la propuesta Gran Colombiana de
Integración. Más adelante, el Gral. Páez haría lo propio.
Tras suyo, actuaba la ‘Cosiata’ organización política
valenciana a cuyo mando se encontraba lo más granado de la rancia oligarquía
carabobeña quienes sostenían cofradías en favor de los derechos monárquicos de
Fernando VII.
De allí en adelante y con posterioridad al asesinato del
“Abel de América”, Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre; el
repliegue táctico de otros próceres acá y allá; el fallecimiento del Padre
Libertador, la dispersión sumada a la traición política y económica (dentro y
fuera de Venezuela), se posesionó del territorio nacional y continental ocasionando
una virtual desintegración -en términos del Proyecto Bolivariano- haciendo que
las clases dominantes en cada uno de los países emergentes y junto a éstas, las
burguesías criollas, comenzaran a impulsar sus propias iniciativas apegadas a
intereses neo coloniales -primero europeos luego norteamericanos- que
mantuvieron por mucho tiempo subsumidos los Pueblos y gobiernos de la Región a
planes asociados a intereses extranjeros de dominación.
“Patio Trasero”; “Repúblicas Bananeras” entre otros, fueron
y son preceptos nacidos producto de la usurpación que como tal es negadora de
libertad e independencia, soberanía y autodeterminación de nuestros países.
Desarrollo. A la luz de lo anterior, en el siglo pasado
surgieron en consecuencia, modalidades de integración (en toda Suramérica,
Centro América y el Caribe), que permitió apuntalar proyectos inscritos dentro
de la “Tesis de las Relaciones Centro Periferia” (valga decir de dependencia),
que asociados fundamentalmente a la actividad económica, se encontraban subordinados
a principios foráneos de corte imperialista, siendo ellos realmente los que
determinaban por medio de sus servidores internos, el devenir histórico de la
Patria Grande.
De allí que sin temor a equívocos, podemos afirmar que todas
las formas de integración suramericana ocurridas en el siglo XX -no obstante
que alguien pudiera indicar ingenuamente que se encontraban preñadas de buenas
intensiones-, ésas, hasta la aparición de La Alba y Unasur, fueron y son
enunciados de un modelo de integración vinculado, básicamente, a la tesis
económica según la cual, solo el capitalismo en su expresión más radical, el
globalismo neoliberal, sería finalmente la vía para remediar los problemas de
la humanidad. La crisis nacida en los
Estados Unidos cuyo impacto y desarrollo también se reprodujo en toda la Unión
Europea (burbuja financiera e inmobiliaria), nos demuestra cuán incierta es
esta perspectiva.
No en balde, la vigente crisis que como segundo crack
germina nuevamente en USA, con pivote en todas las naciones y países que a
nivel planetario se mantenían subordinadas al modelo económico hegemónico, nos
indica la imperiosa necesidad de revisar y reflexionar en cuanto a lo táctico y
estratégico; geopolítica y geoeconomía, de quienes desde otras latitudes
intentan modificar las estructuras supra nacionales existentes con el propósito
de imponer (a la luz de una nueva división internacional del trabajo y el
capital), en la Región constructos que les garanticen consolidar la fase neo
imperial del capital que procura imponer un gobierno global trasnacional
corporativo en sustitución del estado moderno. A la par y sin comprender el
escenario emergente, en su justa dimensión, aun persisten intentos moderados
por parte de dirigentes nacionales para transformar sus realidades en forma
individual cuya actuación no responde a la idea de impulsar propuestas de
integración y unidad de los pueblos y sus gobiernos para la emancipación y
autonomía total.
De allí la importancia de consolidar las nacientes nuevas
estructuras, tanto para poder presentarnos en las mesas de negociación
internacionales como para ser tratados en términos de iguales y con respeto,
con los pares internacionales; lo que permitirá indefectiblemente, resolver a
partir de los pactos y acuerdos que se suscriban, los entuertos que como tales,
entraban los procesos nacionales.
La realidad mundial y la geopolítica que se dibuja como
consecuencia de las nuevas expresiones de lucha social, indica que si realmente
queremos forjar una Patria Grande con unidades sólidas a su interior, debemos
impulsar voluntariamente preceptos y nuevos constructos politológicos que
aparten definitivamente del glosario vigente, visiones egoístas (enmarcadas
dentro de las corrientes positivista y
funcionalista del pensamiento sociológico democrático burgués), que solo
permiten afianzar estándares infiltrados por quienes controlan el poder
mundial, a través de aquellos que como parías, se han convertido en sus enlaces
nacionales; el fin último sería, no solo asegurarse como proyectos sino fundamentalmente,
desarticular toda propuesta e iniciativas que ponga en peligro su visión
hegemónica y elitista. De lo que se trataría es de coartar toda actuación que
permita la liberación plena y la construcción de un modelo societal de unidad,
integrado e integrador y no excluyente como así lo sostiene la propuesta que
los EE.UU. y la UE, plantean hacia toda América del Sur, Centro América y El
Caribe.
Visto lo anterior y no obstante algunos logros parciales en
el pasado reciente, instituciones supra nacionales como: CAN; MERCOSUR;
CARICOM; MERCADO COMÚN CENTRO AMERICANO “MCCA”; GRUPO DE LOS TRES “G-3”; PACTO
DE SAN JOSÉ; CONTADORA; GRUPO DE RÍO; ALCA O TLC; TIAR; OTAS; OEA; CONVENIO
ANDRÉS BELLO entre otros, visto su impacto e implicaciones, necesario es su
revisión para evaluar su vigencia según el nuevo derrotero histórico que en lo
político-económico pero también desde lo social-cultural, hay por construir.
No cabe la menor duda en afirmar que después de la oferta de
Integración concebida en el ‘Congreso Anfictiónico de Panamá’, solo con
posterioridad y después de un largo transitar, hoy por hoy, podemos afirmar que
emergen distintas y novedosas promesas de unidad de los pueblos (La Alba,
Unasur, Celac, BRICS, ASA), surgidas como iniciativas en cuyos textos -no
contemplados en anteriores propuestas- se expresan verdaderos compromisos
políticos, culturales, militares, económicos pero fundamentalmente sociales,
para propulsar una tesis de unidad para la liberación y así poder afirmar a
futuro, que realmente se puede ser democrático, socialistas y exitosos, con
base a la idea de la participación y el protagonismo popular estimulando de
manera firme y contundente la tesis de la autodeterminación, la soberanía
nacional y la Justicia Social Internacional en el cuadro de un esquema
Multipolar y Pluripolar.
Conclusiones. Difícil es, fuera de una perspectiva
científica, realizar un balance sobre el triunfo de los actuales procesos de
integración suramericanos y especialmente, respecto del mayor éxito de uno de
ellos, pues el análisis responde siempre al basamento o soporte político
ideológico que le sustenta, lo construyó o elaboró.
En otras palabras, el éxito derivará no solo del balance que
se haga de sus pragmáticos resultados sino también, del “cristal” con que se
mida u observe el referido mecanismo de unidad e integración a la luz de la
filosofía que le sustenta.
Es preciso decir que en mayor o menor grado cada uno de
ellos ha tenido logros y desaciertos siendo que los mismos no pueden ser
tabulados aisladamente. Antes por el contrario, deben ser observados en el
cuadro de una perspectiva holística que no deje por fuera las razones reales
que conllevaron a su creación; el momento histórico de su instauración;
factores de poder vinculados a su nacimiento y particularmente, a los sectores
sociales y grupos de interés realmente favorecidos (nacional e
internacionalmente), de estas instancias supra nacionales implementadas.
Visto lo anterior, es beneficioso destacar la importancia
del o los procesos de integración que como tales, son un adelanto a una idea
cuyo fin, mal que bien, responden a la “tesis correcta” de no seguir actuando
de forma aislada frente a la realidad, al entorno más cercano o ante la
Comunidad Internacional pues como tales facilitan el desarrollo y éxito, sin
lugar a dudas, de los procesos económicos, culturales, políticos, militares,
sociales e históricos que estimulan su nacimiento. El problema surge, cuando se
descubre que quienes realmente los patrocinan y promueven, los direccionan en
atención a sus intereses más de las veces adversos a los pueblos y naciones que
los adoptan, pervirtiéndose el fin último de su creación.
El estudio histórico sobre actuales mecanismos de
integración (preferimos indicar Unidad de los Pueblos), permite revelar sobre
sus debilidades cuya frágil existencia -pues no han respondido del todo a lo
esperado de ellos-, atenúa la afirmación de reales y futuros éxitos. Lo anterior, fortalece la posibilidad de presentar nuevas
propuestas e iniciativas, como efectivamente sucede, más acorde con la nueva
realidad que se conduce y porque no, cabalgamos en los actuales momentos. Se
forza obligatoriamente el nacimiento de novedosas estructuras que garanticen la
concreción del escenario que prorrumpe para que se perpetúe correctamente en el
tiempo y en el espacio.
Sostenemos que las organizaciones supranacionales hasta
ahora existentes, por su carga etiológica y el origen socio-económico-político
de quienes las promueven, geopolíticamente hablando (sea desde lo nacional o
internacional), manejan y sostienen una carga ideológica positivistas que se
inscribe dentro de las teoría elitista y excluyente de la filosofía burguesa
vinculada al estructural funcionalismo; en tanto que las que se suscitan a
contra corriente, pretenden ser inclusivas y holísticas desde la perspectiva
social. La primera estimula la visión maltusiana que propone básicamente, que
el fuerte se impone sobre el débil, en tanto que la otra, expresa la
autodeterminación con base a la complementariedad e imbricación para soportarse
unos con otros.
En definitiva y para culminar, no obstante que dejamos los
espacios abiertos para continuar la sana discusión e investigación sobre el
particular, la propuesta de Unidad e Integración más exitosa, a nuestro juicio,
será aquella que permita desde su interior, resolver e incluso satisfacer la
disyuntiva existencial (libertaria), de los Pueblos y Naciones a través de
quienes como Líderes (mandando quien debe obedecer), gerencian u orientan los
respectivos gobiernos; siempre y cuando, éstos sean realmente expresión de la
voluntad popular mayoritaria lo que se revertiría en garantía para las futuras
generaciones, hacia la consolidación de un camino verdadero y efectivamente
preclaro, que lo resumimos en las palabras y pensamiento del Padre Libertador
quien sostuvo alguna vez, que el mejor gobierno (subrayado nuestro), es aquel
capaz de otorgar la mayor suma de felicidad posible.
monlan2001@gmail.com
(*) Politólogo e Internacionalista Venezolano
Magíster en
Seguridad y Defensa
Excelente análisis académico; histórico, internacional, politológico, y epistemológico. En esa diversidad cultural y política-económica mucho menos por cierto; socialismo y capitalismo se esconde la canalla de la traición a favor de un sistema depredador, explotador y excluyente como lo es el Capitalismo que tiene ahora defensores en el Gobierno de Argentina y Brasil en el MERCOSUR y por la parte del PACTO ANDINO a Colombia y Perú.
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