Esta
prisión viola sistemáticamente los derechos humanos
Por Emilio Marín
A
poco de asumir su primer mandato, Barack Obama prometió que cerraría la cárcel
de Guantánamo. No cumplió. Y de devolver a Cuba esa zona usurpada, ni hablar.
Perlas del neocolonialismo y de una potencia que se ufana de defender derechos
humanos.
Su
primera promesa fue el 20 de enero de 2009, a poco más de dos semanas de
haberse instalado en la Casa Blanca con la aureola del “Sí Podemos”. El primer
presidente afroamericano de la historia norteamericana dijo que en el curso de
2009 cerraría la cárcel de Guantánamo donde estaban secuestrados, torturados y
en un limbo judicial 242 prisioneros de la “guerra antiterrorista” de su
predecesor, George W. Bush.
Los
presos habían sido capturados por Estados Unidos en Afganistán, Yemen, Pakistán
y otros “oscuros rincones del planeta”, diría el texano bruto, a partir de
2002, cuando había lanzado su guerra tras los atentados del 11 de setiembre de
2001 en las Torres Gemelas.
Esos
presos llegaron a ser 780 en el momento de más capturas. ¿Qué hace el imperio
estadounidense cuando tiene presos a los que no respetará sus derechos legales,
no digamos humanos? Obviamente no los lleva a su territorio sino que usa
dependencias en otros países, por ejemplo la cárcel de Guantánamo, enclavada en
el oriente de Cuba, arrebatada con la Enmienda Platt de 1903, refrendada por
los presidentes Tomás Estrada
Palma y Theodore Roosevelt. Luego el Tratado
de 1934 dio continuidad a la usurpación.
Allí
había una base militar naval norteamericana y le adosaron la cárcel de Campo
Delta, para contener esa carga humana no deseada en el territorio propio. Antes
de recalar allí, esos presos fueron capturados en los países mencionados y
torturados en prisiones diversas, antes de ser fletados hacia Guantánamo en
vuelos ilegales que hicieron escalas y se aprovisionaron en aeropuertos
europeos. La culta Europa miró para otro lado, conciente de que la estaban
usando de socia en actos reñidos con la ley.
Muchos
de esos gobiernos son los que levantan su índice acusador contra Cuba por no
respetar supuestamente los derechos humanos, contra Venezuela, Irán, Siria,
Rusia y China. Además de que tales acusaciones carecen de fundamentos, son
formuladas por autoridades sin ninguna autoridad moral pues fueron parte
imprescindible del acto violatorio de los derechos humanos cometido por
Washington.
Segunda
promesa
La
primera promesa le valió al norteamericano el Premio Nobel de la Paz, otorgado
por la academia sueca en 2009, cuando no había hecho ningún mérito. Después
tampoco, vale la pena remarcarlo.
La
segunda vez que juró que cerraría la cárcel ilegal fue en abril de 2013 y enero
de 2014, avanzando ya su segundo mandato. Por entonces quedaban sufriendo con
el mameluco color naranja unos 150 presos en el centro de detención ilegal
estadounidense.
Las
razones esgrimidas para demorar el cierre fueron dos. Una, básica, de índole
política: los republicanos, que iban ganando la mayoría de ambas cámaras del
Capitolio, eran hostiles al cierre. En parte para no darle una chance a Obama
de mejorar su reputación política y ensanchar sus márgenes de maniobra hacia
las presidenciales de noviembre de 2016. Los republicanos, en particular sus lobbies
anticastristas de La Florida, como el senador Marco Rubio, no iban a votar
ninguna ley que implicara una cierta concesión a La Habana. En rigor lo que
Cuba siempre reclamó, hasta el día de hoy, es la devolución de Guantánamo y no
tanto o no principalmente la cárcel, que es parte del paquete mayor.
A
la luz de los hechos puede conjeturarse que el partido demócrata no tuvo
interés de lidiar con los republicanos sobre este tópico. No quisieron un
enfrentamiento que podía implicarles una pérdida de votos por derecha con los
rivales.
El
otro motivo para la postergación del mentado cierre, fue de índole financiera.
La administración Obama, que no se fija en gastos cuando se trata de
recompensar a sus bancos o financiar sus guerras, consideró excesivas las partidas
para cerrar la cárcel y crear otras nuevas o remodelarlas en territorio
norteamericano.
Se
sabe que Guantánamo cuesta unos 450 millones de dólares anuales; reforzar
algunas cárceles de máxima seguridad en EE UU implicaría un ahorro, al menos en
la amortización a pocos años. Poner por delante un gasto menor, cuando hay un
presupuesto de Defensa (léase Ataque) de 600.000 millones de dólares anuales,
suena a excusa. En el fondo no quieren forzar a sus aliados a recibir parte de
los presos actuales y sobre todo no quieren polémicas en casa por llevar lo que
un sector yanqui considera terroristas y criminales aunque no se les haya
probado esos cargos. Poner esa carga en su territorio, así sea a cárceles de
máxima seguridad, podría dar argumentos al xenófobo Donald Trump, de que se
está comprometiendo la seguridad norteamericana.
Por
eso también la segunda promesa de Obama fue una hoja que llevó el viento, pese
a que fue hecha en 2013 en medio de una larga huelga de hambre de gran parte de
los reclusos, que desenmascaró aún más la imagen de su administración a nivel
mundial.
Por
la puerta de atrás
En
1903, cuando el mal vecino impuso la Enmienda Platt, el lugar donde obtuvo una
base naval y carbonera podía tener alto valor estratégico. Además era para el
naciente imperio una forma de cobrarse el haber arrebatado a España esa perla
de la corona de su majestad. José Martí y los suyos habían luchado por esa
independencia de la corona española, como última colonia en el continente. Y
cuando esa pelea estaba cerca de la emancipación, apareció EE UU para que
robarse el fruto ajeno. De allí que los cubanos no gozaron de una primera
independencia como el resto de la región; pasaron sin solución de continuidad
de la colonia española a la semi colonia estadounidense.
También
quizás por eso mismo la tercera oleada independentista, con Fidel Castro a la
cabeza, puede haber sido más potente que en toda América, cuando bajó como una
lengua de fuego de la Sierra Maestra. Y Cuba sigue demandando el fin del
bloqueo de USA y la devolución de Guantánamo.
Obama
no quiere darse por enterado de lo segundo. Sobre el bloqueo, dice que está de
acuerdo en que debe ser levantado, pero adjudica al Congreso la falta de
avances reales tras su gesto de viajar a La Habana en marzo de este año. Tendrá
que dar explicaciones en la 71° Asamblea General de la ONU a partir de
setiembre próximo.
Sobre
Guantánamo, el afroamericano ha reiterado ahora que querría terminar su mandato
en enero de 2017 con el cierre, pero todo indica que no será así. No tiene correlación
de fuerzas en el Capitolio y no quiere desafiar a los republicanos en este
punto, como no lo hizo en ocho años. Apostará a que en todo caso Hillary
Clinton pueda hacerlo.
A
lo sumo, ha vuelto a recomendar la clausura diciendo algo cierto, que Guantánamo
significa un aplazo al gobierno norteamericano a nivel internacional. Y a falta
de cierre lo que viene haciendo este año es disminuir la cantidad de presos
mediante el traslado de pequeños grupos a otros países.
Los
saca, como la basura, por la puerta de atrás. Esta semana fletó a 12 yemeníes y
tres afganos a los Emiratos Árabes Unidos. En abril pasado transfirió 9 a Arabia Saudita y
en enero otros 10 fueron a Yemen, que podría recibir más cantidad pero está
sufriendo una agresión militar de la dinastía Al Saud, de Arabia Saudita.
Antes, 600 fueron transferidos a 57 países y 9 murieron en el lugar de
detención. Seis fueron a Uruguay, 5 a España, 2 a El Salvador y 2 a Portugal.
Aún
quedan 61 presos en Guantánamo, de los cuales un tercio tampoco tiene
acusaciones en su contra por parte de los tribunales militares norteamericanos.
Quiere decir que en el mejor de los casos, por cuarenta presos supuestamente
“terroristas”, cuyos cargos no fueron probados en sede judicial, el imperio ha
mantenido activa una cárcel ilegal durante los últimos doce años.
Lejos
de pontificar sobre los derechos humanos, esa potencia debería comenzar a
recibir instrucción básica sobre esos derechos, “desde la a hasta la zeta”. Con
su prontuario es muy improbable que reciba un aprobado en esa materia porque el
mundo seguiría reprochándole las terribles violaciones a los derechos humanos
en Abu Ghraib (Irak), Bagram (Afganistán) y otras cárceles que fueron cerradas
recién en 2014. Guantánamo sigue ofendiendo a la humanidad, dentro de esa
trilogía. 4.085
dólares al año
Obama
reduce la plantilla de presos y tratar que la nueva administración -si es
demócrata- clausure la cárcel. Eso puede ser valorado positivamente por el
gobierno de Raúl Castro, pero no hace a lo fundamental de su reclamo, que es la
devolución de toda la zona oriental usurpada.
Guantánamo,
como Puerto Rico y las Malvinas, son tres de las dolorosas reminiscencias del
colonialismo en nuestra América. Será por eso que los cubanos siempre
consideraron a Puerto Rico como su hermano (“Cuba y Puerto Rico son de un
pájaro las dos alas”, cantó Pablo Milanés) y que fuera tan generosa su
solidaridad con Argentina por las islas.
Por
el territorio de 116 kilómetros cuadrados, EE UU pagaba a la isla un arriendo
anual de 2.000 dólares, aumentada en 1973 a 4.085. Desde la revolución de 1959
ese cheque no se cobra, por indigno. Aunque fuera de 4.085 millones, tampoco lo
habrían aceptado Fidel y Raúl Castro. Cuba quiere a Guantánamo y tiene mucha
dignidad.
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