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sábado, 25 de abril de 2020

El verdadero tamaño de Estados Unidos y América Latina en el Nuevo Orden.



Por Pltgo. Oswaldo Espinoza:
La mayoría de los análisis y artículos de opinión coinciden en que luego de la pandemia del Covid-19, el mundo será diferente, y entre esos cambios trascendentales se potenciará o acelerará la transición de un orden unipolar neoliberal y globalista, encabezado por los Estados Unidos como súper potencia política, económica y militar con un poder incontestable y cuya voluntad se impone por encima de cualquier soberanía u orden legal alguno en el planeta; sistema que daría paso definitivamente a un nuevo orden pluripolar y multicéntrico, en el que las grandes potencias China, Rusia y Estados Unidos definirían grandes áreas de influencia y sistemas de alianza con potencias menores de carácter regional; un orden que debería estar regulado por un sistema institucional multilateral revisado o sustancialmente transformado. Ante ese escenario surgen dos grandes preguntas de nuestro interés; en primer lugar ¿Cuál es el tamaño real de los Estados Unidos?, o el que adquiriría en el nuevo orden, y ¿Qué papel le corresponde a Latinoamérica en ese nuevo mundo?

Entre los analistas rusos se suele hacer alusión a la necesidad que tiene el mundo de devolver a Estados Unidos a su verdadero tamaño, por cuanto, es obvio que no debe y ya no puede, o quizás nunca pudo abarcar todo el globo, en realidad más que un orden unipolar hay que hablar de un momento unipolar en el que EEUU aprovecho el colapso de la URSS y la juventud incipiente de China como potencia para asumirse como gendarme mundial, pero incluso los propios expertos estadounidenses, incluidos los militares, saben que ese momento ya pasó y que resulta insostenible pretender prolongarlo indefinidamente, precisamente por esta razón el régimen actual ultranacionalista de derecha se enfrenta en una guerra civil  y política subyacente a las elites globalistas para retomar el Estados Unidos gigante industrial de la primera mitad del siglo XX, que vio su cúspide en los 50; esa política de “American First” implica necesariamente una reducción.

No obstante, como ningún imperio retrocede o cede sus dominios con facilidad, la política exterior de esa potencia parece seguir una doble estrategia, por cuanto mientras por un lado se adapta a las nuevas realidades globales de distribución de poder, por el otro se aferra a sus posiciones y hace demostraciones de poder para desafiar, peligrosamente, a sus rivales geopolíticos, aun cuando parezcan contradictorias adquieren sentido si las interpretamos como un retroceso en el que sería muy costoso mostrarse débil, y además bastante comprensibles si entendemos que el imperio que retrocede tratará al máximo de retrasar el avance y consolidación de sus oponentes.

Si el escenario planteado hasta ahora tiene sentido para el lector, resulta pertinente volver sobre la primera pregunta, ¿Cuál entonces es el verdadero tamaño de los Estados Unidos?, hasta donde retrocederá, y que zonas del mundo quedarán bajo su área de influencia. Sí las cosas salen bien para los Estados Unidos, al final ellos pudieran continuar siendo gigantescos y controlando prácticamente la mitad del mundo; es decir que si sus ambiciones se cumplen conservarían control sobre ambas orillas del Atlántico y en ambas latitudes (norte y sur), de la mano de sus aliados (vasallos) europeos, control sobre África y la cuenca del Mediterráneo, con la complicidad de Israel y las monarquías del golfo conservarían una presencia clave en el occidente de Asia garantizando control sobre buena parte del petróleo de la zona; por otro lado con Japón, Corea del Sur, Australia y la India el control sobre el indico y la mayoría del pacifico; en ese caso, para su pesar estarían cediendo el control de las rutas comerciales más importantes del mundo y los recursos minerales que se encuentran en territorio continental asiático y sus rutas marítimas del sur de China y el Ártico ruso.  

En el peor de los escenarios para Estados Unidos y el mejor para Rusia, China y otras potencias emergentes, los EEUU se restringiría hasta la llamada anglo esfera, una zona del planeta que comprende básicamente el Atlántico norte con Canadá y México como escuderos continentales de este lado y el Reino Unido como aliado incondicional y estratégico del otro lado, teniendo al resto de Europa en una relación más tensa y distante; mientras del lado del Pacifico la anglo esfera se refiere a Australia, Nueva Zelanda y los territorios extra continentales de los estadounidenses, siempre en sociedad con Japón y Coreo del Sur que por razones históricas de rivalidad no girarían geopolíticamente. Esta reconfiguración implicaría que Rusia además de reinar en el Ártico recuperaría buena parte de su área de influencia en la Europa oriental (a pesar de los altos niveles de rusofobia de hoy el giro como recurso de adaptación es posible); lo mismo ocurriría en el Oeste de Asia y el norte de África en alianza con Irán, aunque con la notable excepción de Israel, y por su parte en el océano Indico con la India, que en este planteamiento abandonaría su postura ambivalente y terminaría de alinearse.

Por su parte China recuperaría Taiwán y consolidaría sus dominios en el mar de China con control sobre la primera y la segunda cadena de islas en un tenso equilibrio con los aliados de los estadounidenses Japón y Coreo del Sur, África, o al menos su mayor parte estarían en la zona de influencia de China. Ambas potencias tendrían además relaciones estratégicas que permitirían la consolidación del cinturón y la ruta y la ruta ártica, controlando de esta forma el centro de la economía global.

Es tiempo de ver la segunda cuestión, pues como notarán no he mencionado el papel de Latinoamérica en cualquiera de esos planteamientos posibles de reconfiguración del poder mundial; entonces ¿Cómo queda América Latina en el nuevo orden? Para ello hay que plantear también dos posibilidades: En la primera, es decir en la más favorable para Estados Unidos, simplemente seguiríamos siendo su patio trasero, condenados todos a las relaciones de dependencia económica y sumisión política y social.

Por otra parte es el segundo planteamiento el que resulta más que interesante; del lado del pacifico, sinceramente veo muy probable que continúen como aliados sumisos e incondicionales de EEUU contribuyendo a su dominio sobre el pacífico sur de la mano la mayoría de Centroamérica, Colombia, Perú y Chile con la posible excepción de Ecuador y Bolivia con el regreso de la revolución; no quiero descartar aquí toda esperanza, los pueblos de Chile y Colombia luchan, se levantan y un milagro es posible.

Del otro lado del continente es donde reside la mayor esperanza de una Latinoamérica con un rol más importante en el nuevo orden, pero eso depende, en primera instancia de salvar, consolidar y recuperar el progresismo en Cuba, Nicaragua, Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina; en segundo lugar, de avanzar hacia una verdadera integración total, social, política, económica y militar, que permita crear y controlar una zona de influencia que cubra el Caribe con el triángulo Cuba, Nicaragua, Venezuela y el Atlántico central y sur con el eje Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina, esto además requerirá de la integración extra continental sur-sur con los pueblos africanos para asegurar ambas orillas de esta parte del océano, aun considerando la mancha de las Malvinas en posesión británica.

Finalmente mantener una influencia real y disuasoria sobre esta área exigirá alianzas globales con Rusia y China, cuya forma de relacionarse con sus socios ha demostrado, hasta ahora, ser sustancialmente diferente a la de los Estados Unidos, en el sentido de ser más respetuosa de la soberanía, la identidad y la libre determinación, brindando oportunidades reales de desarrollo de la producción e  industrialización nacional, con transferencia tecnológica y sin injerencia en los asuntos internos: si bien nada garantiza que esto no cambie a futuro, actualmente representa una mejor oportunidad para ir construyendo la patria grande, mejor que la ya conocida relación con los estadounidenses, una oportunidad para alcanzar nuestro merecido lugar en la historia.

Obviamente no se trata de hacer futurología, por eso se plantean algunas posibilidades para un nuevo orden que se avizora y que a la larga nos puede dar más de una sorpresa; sin embargo creo que sólo podría asegurarse que un nuevo orden es inevitables, que será pluripolar y multicéntrico, que como bien dijo el Presidente China Estados Unidos tendrá que aprender a ser una potencia responsable, que como dicen los rusos el nuevo orden implicará una reducción del tamaño de la gran área de influencia de EEUU, y finalmente que nuestro papel en ese nuevo orden emergente dependerá ahora más que nunca de la capacidad de lucha de nuestros pueblos para conquistar sus espacios, convertirse en sujetos de su propia historia y ganarse el derecho de escribir y construir su futuro, un futuro para el vivir bien con la mayor suma de felicidad posible.

Docente UBV
Investigador CEPEC-UBV
oswaldoespin@gmail.com


martes, 1 de mayo de 2018

El imperio pende de un Hilo, de un voto la Paz

Por Jesús Rafael Gamarra Luna*: 
Elecciones en Colombia, México y Venezuela definen geopolítica Regional 
Asistimos a un momento estelar de grandes posibilidades de cambios de la realidad económica y política en el concierto de las naciones del mundo y particularmente en Latinoamérica y el Caribe; factibilidad de nuevos realineamientos que posibilitan continuar con la construcción de un mundo pluripolar y multicéntrico. La imposición de los intereses globales imperiales, a la cabeza de EE.UU, y respuestas de potencias emergentes, como Rusia y China, indican que el mundo está interconectado y los movimientos de unos y otros impactan en cada región, pero igualmente las decisiones soberanas de naciones independientes inciden en la geopolítica.


La agenda imperial norteamericana ha estado cruzada por la decisión de crear y desarrollar guerras en diversas regiones del globo intentando mantenerse como la fuerza militar hegemónica en el mundo y recuperar posiciones políticas y económicas perdidas por errores estratégicos y tácticos que priorizaron la guerra para acelerar el extractivismo y la diplomacia de la fuerza, el garrote, el chantaje y las armas, para mitigar la crisis interna y la crisis del capitalismo imperial. En nuestra región ha sido evidente y reiterado su fracaso político por frenar el avance del proceso bolivariano que en un corto período de tiempo echó raíces profundas.

El fracaso Militar del golpe de abril de 2002 en Venezuela conducido por EE.UU le llevó a buscar otras formas de debilitar y frenar el proceso conducido por Hugo Chávez, involucrando a numerosos países de la región, desarrollando todas las estrategias de guerra en Venezuela y en los países que comparten procesos democráticos. En sus movimientos hay varios objetivos, primero, aniquilar la revolución bolivariana y su modelo político; segundo, frenar el avance democrático popular en los países de la región; tercero, aniquilar la nueva arquitectura organizativa geopolítica regional y reimplantar la OEA. No ha podido concretar ninguna de estas decisiones. Más aún, lo que ha obtenido son nuevos reveces y derrotas, pasando por el fracaso militar en los bombardeos recientes a Siria, el estruendoso fracaso político y diplomático en la VIII Cumbre de las Américas y lo que es peor realización de la reciente cumbre de los mandatarios de Corea del Norte y Sur, que terminó acercando a estos países más a Rusia y a China que a EE.UU.

En la región avanzó un movimiento democrático con Venezuela como cabeza, muy conectado con los movimientos sociales y populares, producto de ello es UNASUR, CELAC, ALBA, pero no logró ser monolítico, afianzarse. Esto le permitió a EE.UU su paulatina recuperación e intervención, robusteciendo su posición en Colombia, recuperando Honduras (2009), Paraguay (2012), Argentina (2015) y Brasil (2016) y, promoviendo ahora en Nicaragua la contrarrevolución, postergándose de esta manera lo que veíamos como serios indicios de cambio de época desde la región. El movimiento democrático de naciones latinoamericanas y caribeñas no lograron consolidar el nuevo modelo político-económico, pero Norteamérica, con todo su poderío concretado en estrategias de muerte, tampoco ha podido consolidar sus propósitos, lo que indica que es posible revertir en la región la arremetida imperial, neoconservadora fascista y de derecha y pasar a un período de ofensiva democrática y popular que consolide la paz y la estabilidad en la región.

Las elecciones presidenciales en Venezuela y Colombia son la última gran batalla que enfrenta el imperio por terminar de consolidar la correlación de fuerzas a su favor y de esa manera ocupar todas las posiciones en la región, este asalto final culmina con la contienda electoral en México. Los resultados de las encuestas electorales son favorables a los cambios democráticos y populares, a los sectores progresistas, pero para frenar este avance incontrovertible Norteamérica y la burguesía de derecha y ultraderecha nacionales ha desatado, en esta coyuntura electoral como estrategia, la guerra en Colombia y Venezuela de la manera más descarada y despiadada dejando al descubierto su Agenda Neocolonial de Muerte, Despojo y Exclusión con una campaña de estigmatización, terror y miedo bajo la mirada cómplice de la OEA y ONU.

La flagrante violación de los Derechos Humanos en Colombia que arroja en plena campaña electoral, en el último trimestre, con 56 asesinatos, 140 amenazados y 2500 desplazados indica que los diálogos de paz en Colombia han tenido un propósito único, desarmar, desmovilizar y aniquilar la insurgencia y al movimiento social, estos diálogos han estado inscritos en la estrategia de guerra imperial. Santos planificó con Uribe el plebiscito del NO y también se comprometió, en compensación por el triunfo del NO, en NO presentar candidato presidencial por el partido de gobierno para sumarse al candidato del uribismo, que  hoy es Iván Duque, para que éste dé la estocada final a los acuerdos de la Habana y cierre el proceso con la insurgencia del ELN. Cómo explicar que un novel de paz, presidente de la república, con un sólido partido de gobierno, no presente un candidato presidencial que recoja, concrete y continúe su programa de gobierno.

Este momento estelar de nuestra historia requiere de hombres y mujeres comprometidos y audaces que, sin abandonar sus postulados ideo políticos, sean capaces de sumar para frenar el inmediato escenario de muerte y desolación que sobrevendrá, no solo en Colombia sino en toda la región, en el evento que el uribismo asuma la presidencia. Hay que ser pragmáticos, realizar un profundo esfuerzo de renunciar a prejuicios y preferencias naturales en aras de causas superiores, la nación. Los resultados de las encuestadoras nos pueden ayudar a tomar decisiones en este momento clave para el presente y el futuro de nuestro país y la región. Las estadísticas no son adversas, son anti hegemónicas y anti imperiales, indican que Nicolás Maduro es la Alternativa el 20 de mayo próximo en Venezuela (Primer asalto), que Gustavo Petro está repuntando para el 27 de mayo en Colombia (Segundo asalto) y López Obrador el 1 de julio en México (asalto final). Esta es la vía para concretar un nuevo período para la paz, la lucha contra la corrupción y por la autodeterminación de los pueblos, que contribuya a ir consolidando un mundo multipolar y pluricentrico que asegure una Latinoamérica humana, en paz, en prosperidad.

Invito a la migración colombiana en Venezuela y en el mundo a apostar a los cambios democráticos y populares que están en ciernes e invito a los inmigrantes del mundo a solidarizarse con los cambios en México, Colombia y Venezuela. Nuestra condición de inmigrantes, refugiad@s y exiliad@s obedece a políticas nefastas imperialistas y esto nos ubica de un lado en esta contradicción. No podemos dar la espalda en este momento clave; permitir que el imperio y sus aliados avancen en la región es aceptar nuestra situación y la guerra total en Colombia, la invasión a Venezuela, la agudización de la crisis humanitaria en México; es negarnos las posibilidades de paz y de retorno con dignidad. Construyamos un Frente Amplio Democrático y Popular con los que y alrededor de los que repuntan en las estadísticas, que están comprometidos con la paz, la lucha contra la corrupción, la autodeterminación de los pueblos y un mundo multipolar y pluricentrico. No estoy insinuando que estamos en el fin de la historia, la lucha de clases y la ideología (Fukuyama), NO ¡Estoy afirmando que en este período hay que asegurar una alianza interclasista, amplia, ganar, que nos asegure la estabilidad, la gobernabilidad y nuevas condiciones para procesos de acumulación y construcción de alternativas. Aseguremos el triunfo, el presente es nuestro.

٭ Vocero Corriente Bolivariana Guevarista
cc.rafaelgamarra@gmail.com