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sábado, 4 de julio de 2020

A propósito de las nuevas tecnologías y los medios en la batalla de ideas



Por Ernesto Wong Maestre (*):
El ensayo de Eduardo Shmidt “Nuevas Tecnologías y Medios Alternativos en América Latina” ha resultado un buen recorrido por algunos significados sociales de las nuevas tecnologías y los medios de comunicación, enfatizando el  enfoque estructuralista de naturaleza objetiva que lo anima y lo sostiene a lo largo de todo el ensayo y que de cierta forma limita la comprensión para elaborar  estrategias contra hegemónicas  comunicacionales, algo indispensable para la emancipación, sobre todo después de más de 300 años de dominación y explotación capitalista y más de cien de hegemonía del pensamiento liberal, conservador, neoliberal y neoconservador burgués que ahora gozan de nuevas tecnologías y también de medios alternativos en mayor proporción de potencia, poder  y capacidad de persuadir a grandes segmentos sociales que lo que pueden los pueblos organizados “artesanalmente”, parafraseando a Lenin. 


Si no fuera así, no hubieran podido estar en la cima del poder de los Estados, mediante procesos electorales y votaciones libres y secretas (con toda la diversidad de problemas que conocemos) una diversidad amplia de gobernantes en más del noventa por ciento de los países de ONU (195 en total) que responden a los intereses del capital y una cantidad significativa a EEUU. Muchos de ellos o ellas han sido reelectos, como han sido los casos de los demagogos capitalistas Mariano Rajoy en España,  Sebastián Piñera o Michelle Bachelet en Chile, Alan García en Perú, Andrés Pastrana o Alvaro Uribe en Colombia, todos los presidentes de EEUU  en particular el actor de cine Ronald Reagan, el experto en inteligencia George Bush o el hijo adicto al alcohol, y ahora el criminal de Donald Trump que pretende someter a los pueblos libres al hambre y las penurias, encarcelando niños emigrantes, robando riquezas ajenas y ejerciendo violaciones sistemáticas al derecho internacional.

Todos esos gobernantes y la mayoría de ese 90% ganan elecciones prometiendo y prometiendo sin cumplir o engañando ex profeso –de ahí las altas cifras de fallecidos a causa de la Covid-19- mediante discursos propios o de los medios de comunicación suyos o del imperio,  con argumentos aceptados por las mayorías de electores, y por ello  -junto a operaciones de soborno o chantajes masivos,  y fraudes-   es que ganan, unas veces de forma reñida en los últimas décadas pero en muchas otras ocasiones con mayoría holgada. 

COMPRENDER LOS CONTRASTES
Entonces, de lo que se trata quienes aspiramos a que todos los pueblos sean libres y se emancipen de las garras del capital, es comprender el por qué esos gobernantes que no cumplen con los prometidos en los discursos o que después les importa un poco lo que prometieron y argumentaron, fueron electos y algunos reelectos. Y también el por qué unos candidatos que son pocos conocidos nacionalmente, frente a otros opositores de izquierda de mayor popularidad en las encuestas, como fue el caso de Bolsonaro en Brasil o del propio Trump en EEUU o del corrupto narcotraficante Juan Orlando Hernández en Honduras o de Nayib Bukele en El Salvador, ganan elecciones.  Y sin ir más lejos, comprender profundamente el por qué en las elecciones en Venezuela, de los últimos quince años, a pesar de todo lo transformado y logrado en política social, económica y reforzamiento cultural, los resultados son tan reñidos o no son los esperados por la mayoría que gana y continúa trazando nuevos derroteros y generando nuevas esperanzas para los pueblos del mundo.

También, de lo que se trata es de comprender e interpretar emancipatoria mente en qué consiste ese total desequilibrio estructural objetivo  (algo a lo cual se refiere Shmidt)  en su interacción con un desequilibrio evidente estructural subjetivo (discursos de los diversos actores en el campo político como lo define Dussel, con direccionalidades, argumentaciones, condicionamientos y autorregulaciones, interactuando con los segmentos sociales formados en una cultura individualista de naturaleza capitalista) que al fundirse ambos en las campañas electorales  sobre la base de los intereses de las clases antagónicas, agónicas y no antagónicas han dado por resultado que por más de cien años de la democracia participativa burguesa más del 90% de los países hayan elegido gobernantes defensores o exaltadores del capitalismo que en esencia es depredador , tal y como lo comprendieron los líderes transformadores victoriosos, Vladimir Lenin, Mao Tse Tung, Fidel Castro y Hugo Chávez, o el propio genio de la física nuclear, Albert Einstein y lo expuso así públicamente desde 1947 en un medio de comunicación que no era hegemónico global  y por ello fue enterrado por años, hasta que en los 80 fue desenterrado por las revoluciones victoriosas y así y todo las grandes mayorías siguen sin conocerlo y por ello sin aplicarlo en sus batallas de ideas.

Precisamente Shmidt se refiere a las Batallas de Ideas y es interesante recordar que es un término que popularizó en Cuba y mundialmente Fidel en el movimiento revolucionario desde la década de los 80 donde ya advertía el sentido de los significados y del simbolismo en los imaginarios revolucionarios del pueblo cubano y después de estudiar profundamente el por qué fue derrotada la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y la Revolución Sandinista en los noventa pero también la Revolución de Granada en 1983 y la incipiente revolución allendista diez años atrás, advertida la amenaza por él mismo Fidel en su discurso de 1971 en el estadio Nacional, repleto con más de ocho mil chilenas y chilenos que lo escuchaban y a quien les preguntó: ¿Quién ustedes creen que en estos meses en el gobierno de Allende ha aprendido más?. Y del público le gritaban “el pueblo”, “los movimientos sociales”, “la Unidad Popular”, y Fidel les dijo claro y preciso: “la burguesía” y seguidamente les argumentó el por qué él apreciaba que era así ante un imperio que a diario intentaba derrocar a Allende.  Pero como esa argumentación no es replicada consciente y masivamente –por diversas razones también políticas, psicosociales u organizativas del movimiento popular en el poder- entonces no se hace lo extensivamente necesaria para la actuación colectiva según el momento y la coyuntura de fuerzas.

En ese sentido, no es casual entonces que, en su definición de Revolución, Fidel en el año 2000 –después de las largas horas de intercambio con el comandante Chávez y con todo el caudal de experiencias revolucionarias en el mundo- haya dicho que “Revolución es sentido del momento histórico” y que es “cambiar todo lo que debe ser cambiado” entre otros elementos de su definición.  Y tanto el “sentido” como el acto de “cambiar” están mediados por el discurso y por su compleja estructura de direccionalidad, argumentación, condicionamiento y autorregulación que he mencionado en mi libro editado por el UBV “El discurso socialista del líder. Macroestructura y razón transformadora”, así como he hecho nuevas reflexiones en mi ponencia en COMSOTIL 2020, la cual estará próximamente a la disposición en mi blog https://profewong.blogspot.com, donde coloco a tres tipos de “intelectuales orgánicos” de la Revolución que tienen un significado especial en la batalla de ideas como son los dirigentes civiles y militares, los docentes y todos los tipos de los comunicadores sociales a todos los niveles, desde el sector parroquial hasta el nacional, actuando comunicacionalmente –en el sentido que da Buen Abad a la comunicación- en  todos los componentes de la Red de Articulación y Acción Sociopolítica (RAAS) que con tanto esmero ha dirigido en su creación y desarrollo el camarada Presidente Nicolás Maduro. Para ampliar sobre la RAAS puede ver el video https://youtu.be/73RZUNp1woU.

UNA RELACIÓN NECESARIA A CONSIDERAR
A la luz de esta reflexión, casualmente cuando hoy se cumplen setenta y dos años de la decisión de separar al gobierno yugoslavo de Joseph Broz Tito del llamado Kominform, donde se reunían los líderes de los gobiernos de las llamadas democracias populares socialistas, considero como necesario reto investigativo, estudiar esa problemática que conllevó a tal decisión, liderada por el jefe de Estado de la URSS, Joseph Stalin, quien urgido por las circunstancias (nacionales de la postguerra, las nuevas amenazas del gobierno de EEUU que ya acababa de formar el TIAR con todos los países del continente americano y se aprestaba a formar la OTAN)  tuvo que consolidar la unidad del incipiente campo socialista, en lo que las posiciones del gobierno de Tito (un poder basado en el consenso entre varias nacionalidades y por ello de subjetividades, aprovechadas algunas por fuerzas conservadoras) no contribuyeron a esa unión necesaria entre esos recién gobiernos populares en el poder y la URSS. 

No es nada casual que el gobierno de Reagan y después el de Bush padre se hayan aprovechado de la diversidad étnico-social de Yugoslavia (seis estados con cierta autonomía) para irla desestructurando objetiva y también en las estructuras subjetivas, a raíz de la muerte de Tito en 1980, y aplicando después la acción bélica de la OTAN bajo el principio de “divide y vencerás” para darle el golpe de muerte a la unidad de los Balcanes y dar paso a la formación de seis nuevos países y Kosovo en disputa  (Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia). Hoy, la mayoría de esos países, están sometidos por el imperio. 

Si se identifica claramente el significado de esta alusión a Yugoslavia para la batalla emancipatoria que hoy lleva cabo la mayoría del pueblo venezolano, se debe elevar el respaldo tecnológico y formativo en comunicación para el debate de ideas transformadoras por los “intelectuales orgánicos” antes citados, con mayor fuerza, y desde sus diferentes instancias institucionales del poder popular, de  las filiales y aldeas universitarias y de los medios de comunicación, los proyectos de desarrollo fronterizo, tanto en el frente amazónico como en el andino y el caribeño. 

REDUCIR LOS DESEQUILIBRIOS
En la fusión o macro estructuración de las estructuras objetivas y subjetivas, en todas sus magnitudes y tipos,  con las nuevas tecnologías y medios de comunicación referidos por Shmidt,  se ha avanzado bastante, de lo contrario no hubiera Revolución Bolivariana en el poder y enfocada al socialismo, pero es necesario seguir avanzando en su total estructuración viable y pertinente, para poder sostenerla con mayor respaldo popular,  ya que el adversario imperialista con todo su poder objetivo y subjetivo también actúa a diario para desestructurar esa fusión o compleja estructuración necesaria, en que el tipo de discurso transformador resulta decisivo para los resultados esperados en la construcción del socialismo.

Profesor, Analista Político, Asesor y Consultor
wongmaestre@gmail.com


sábado, 7 de octubre de 2017

Che. Un hombre de otra época*

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:

Hablar del Comandante Ernesto Che Guevara entraña una gran responsabilidad y un inmenso honor. Pocas personalidades de la historia contemporánea han copado la multitud de opiniones y comentarios de índole tan disímil, que su figura ha transitado por las inconmensurables facetas de leyenda o aventurero y “Quijote” del siglo XX, con la misma intensidad.



El problema de fondo es que el Che no fue un hombre de su época, como todas las grandes personalidades de la historia, se antecedió a ella, su visión de mundo transcurría mucho después de los acontecimientos cotidianos que le tocó vivir, y como aquellos adalides extraordinarios, podía otear los sucesos del futuro, adelantándose a su época. Como Bolívar y Fidel, como Einstein y Galileo, como Newton, Darwin y Copérnico, el Che fue un incomprendido, alguien que con su práctica trazó un camino señero en el comportamiento del hombre del futuro, a partir de una práctica y de una cotidianeidad basada en el realce de los mejores valores de la condición humana para ponerlos al servicio de la construcción de una nueva sociedad en la que la humanidad pueda, en plenitud de condiciones, desatar su espíritu constructor de un mundo mejor.

El aniversario de la caída del Che que hoy conmemoramos en su quincuagésimo aniversario nos trae el recuerdo de un hombre que incluso después de su muerte ha resistido en el tiempo, las falsas imágenes que se pretendieron erigir en torno a él. Mucho se ha hablado del Che como un estereotipo, como un mito mediante el cual el movimiento revolucionario y especialmente Cuba intentaban edificar una falsa “deidad” que sirviera para desatar el ímpetu de la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, es decir como si fuera un “Superman” comunista que permitía desbrozar el camino de la revolución.

Desde el momento de su muerte, la propaganda imperialista pretendió asociar al Che con la idea de fracaso, de derrota, de fin de una época. Así, su ausencia física y el fin del proyecto que inició en Bolivia se podía exponer como la liquidación de una idea y de la posibilidad de construir un mundo distinto. Aunque no existía la posverdad y los medios de comunicación no eran tan tenebrosamente poderosos como ahora, la falsificación de la historia pretendía eliminar la mejor imagen de lucha inclaudicable y desinteresada que un hombre podía emprender en contra de los explotadores, incluso al precio de sacrificar su propia vida. Se equivocaron, con su sangre, el Che sembró un camino que no se ha dejado de transitar ni un solo día de la historia de Nuestra América.

La amplitud del pensamiento político y las facetas que transitó en su fructífera vida, nos permite tener una visión sino acabada, bastante aproximada de la impronta del Comandante Ernesto Guevara. El Che dedicó parte de su vida a teorizar sobre la estrategia y la táctica para la toma del poder en América Latina. Muy comúnmente se le ha adjudicado una supuesta visión dogmática respecto del papel de la lucha armada y la guerra de guerrillas como única opción para la toma del poder, acusándolo además de intentar extrapolar la experiencia de la revolución cubana. Sin embargo, la realidad es que, como lo reflejan sus escritos, siempre concibió la lucha guerrillera, como lucha de masas, como lucha popular.

Muy pocos analistas de la época (y él no era un a analista sino un luchador social) tuvieron la capacidad del Che para esbozar una interpretación tan acabada de la forma como se manifestaba la acción imperialista en América Latina, también en África y Asia, así mismo estudió y expuso acertadas ideas respecto de la situación económica de la región, la lucha de clases, el papel del Estado y el carácter de la revolución. Así mismo, su conocimiento de la historia latinoamericana, su capacidad para tener una visión totalizante de la problemática global y su influencia en los países subdesarrollados, le permitió construir un sólido paradigma que aportaba sustancialmente al camino de la liberación.

Vale decir, que, como es conocido, no se quedó en la confección teórica, su obra es sobre todo práctica, la llevo a cabo en su quehacer como estadista, como dirigente político, edificador de instituciones en la Cuba de los primeros años de revolución, también en la lucha en la Sierra Maestra y en las misiones internacionalistas en diferentes latitudes y longitudes del planeta.

La lucha ideológica cobró fuerza en estas condiciones, no sólo en el proceso de construcción socialista en Cuba, también en los debates que se generaban por la influencia de la revolución en los luchadores y en las organizaciones políticas de la región. Esto es primordial para alejarlo del dogma y ubicarlo responsablemente en su condición de pensador dialéctico y de ejecutor práctico de los procesos de transformación de la sociedad. Afirmó que “La Revolución Cubana ha mostrado una experiencia que no quiere ser única en América Latina” y reprochó a quienes trataron de “implantar la experiencia cubana sin ponerse a razonar mucho si es o no el lugar adecuado “. Pareciera que estaba “mirando” el futuro más inmediato cuando solo tres años después de su muerte habría de fructificar esta idea en Chile de la mano del presidente Salvador Allende, en la Revolución Sandinista un poco más de una década posterior a su partida y en los recientes procesos populares que el devenir del siglo XXI trajeron para América Latina y el Caribe.

Así mismo, contrario a lo que se suele pensar, jamás hizo de la lucha armada una condición obligada del camino revolucionario, opinaba que  ello dependía de encontrar el momento adecuado en que existieran las circunstancias que la hicieran posible, para lo cual eran necesario dos factores que deben complementarse  en lo subjetivo, “…la conciencia de la necesidad del cambio y la certeza de la posibilidad de este cambio revolucionario”, a lo cual agregaba como imprescindible, la existencia de condiciones objetivas, la firmeza en la voluntad de lograrlo y una correlación de fuerzas favorable en el mundo, entendiendo si, que era responsabilidad de los luchadores revolucionarios, trabajar por crear esas condiciones, y no sentarse a esperar que ellas maduraran por sí mismas. Pensaba que las fuerzas progresistas debían “utilizar hasta el último minuto la posibilidad de la lucha legal dentro de las condiciones burguesas” como lo expuso con determinación en su obra “Táctica y Estrategia de la Revolución Latinoamericana”, sin embargo no dejó de alertar acerca de que una victoria electoral del movimiento popular, que diera paso a la aplicación de un programa de gobierno orientado a  grandes transformaciones sociales en un país, traería necesariamente la resistencia de los instrumentos de dominación de clase, en particular de las fuerzas armadas a fin de impedir la ejecución de tal programa, afirmando premonitoriamente que esa ejecutoria podría devenir en golpes de Estado como lamentablemente ocurrió en varios países de nuestra región muy pocos años después de la muerte del Che.

En su rol de estadista, el Comandante Guevara dejó una estela de dignidad y principios. En julio de 1960, durante un congreso latinoamericano de juventudes, expresó incluso, comprensión hacia aquellos gobiernos latinoamericanos que se prestaban para confabularse al lado de Estados Unidos en su agresión contra Cuba y se manifestó respetuoso de la soberanía de esos países, pero precisamente aquí en Uruguay, en Punta del Este en agosto de 1961, solo unos meses después de la derrota de la invasión mercenaria en Playa Girón, el Che advirtió que Cuba no podría ser separada del corazón de las naciones latinoamericanas, y que lucharía por no ser apartada de la organización que los agrupaba, aceptando incluso que la Alianza para el Progreso, podría llevar una mejoría de las condiciones de vida de decenas de miles de habitantes de la región. No es la opinión del guerrero desalmado que el imperialismo y sus voceros han querido mostrar, sino de un líder, un estadista que ante todo tenía la capacidad de entregar una gran cuota de amor y solidaridad a la humanidad, poseedor de una inconmensurable flexibilidad táctica en el análisis, mente fría y pasión revolucionaria en el tratamiento de asuntos sumamente complejos.

Ese sentir humanista del Che, lo llevó a una vida de sacrificios en pro de dar el ejemplo sin proponérselo, sino como actitud cotidiana de vida, a diseñar y seguir caminos, estuvo totalmente alejado de la vanagloria personal. Percibió como nadie la necesidad de un hombre nuevo que debería estar motivado por valores que superaran la visión mercantilista del trabajo, lo cual se manifestó en los hechos, en la promoción de un gran movimiento de trabajo voluntario que encaraba la construcción de la obra humana alejada de la búsqueda del beneficio personal, que para el Che era parte sustancial de la edificación del socialismo en Cuba, creando preceptos que no se han sido mellados por las necesarias transformaciones que se deben hacer para enfrentar los retos de una economía mucho más interdependiente en el marco de un sistema capitalista cada vez más agresivo e intervencionista.

La consumación de la obra del Che vino dada por su convicción internacionalista que lo llevó a una prédica de la cual no quiso estar apartado en la práctica. Esta semana estamos recordando precisamente, los primeros cincuenta años desde que aquel 8 de octubre diera un paso a la inmortalidad, entregando su vida en las selvas de Bolivia, dando con ello al internacionalismo, el horizonte más alto de desprendimiento en favor de la humanidad, sin importar en qué rincón de la geografía del planeta se lucha y se está dispuesto a la victoria o la muerte.

El Che, se entregó al internacionalismo como expresión de solidaridad activa en su proyecto de luchar por una sociedad mejor, de manera leal, auténtica y aherrojado de un soporte ético que le hacía ponerse al frente de cualquier tarea que enfrentara, incluso la postrera hace ya cincuenta años, lo hizo como siempre, como un soldado más, alejado de las glorias de su pasado como comandante de la revolución cubana o como dirigente del más alto nivel del gobierno de la Cuba revolucionaria. Lo encaró con el mismo desprendimiento con que se incorporó al Granma, entusiasmado por el inicio de la epopeya que Fidel le había propuesto, lo hizo con la misma entereza que le permitió resistir los brutales ataques de asma en la humedad de la selva tropical de la Sierra Maestra, lo asumió con el mismo fervor con que resolvió las responsabilidades gubernamentales de una gestión que se inició casi de inmediato bajo el asedio imperial.
¡Y cuando cayó, llegó a la muerte, con la misma convicción que vivió, para estar junto a nosotros, encabezando las nuevas batallas que se libran y se habrán de librar hasta la victoria, siempre!!!!

*Palabras en la conmemoración del Quincuagésimo aniversario de la caída del Che en el acto organizado por el Sindicato Único de la Construcción y Anexos (SUNCA) de Uruguay el 4 de octubre de 2017.    

sergioro07@hotmail.com