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sábado, 6 de junio de 2020

Del Mundo Post Covid al nuevo orden Post-Mundo



Por Rafael Bautista S.:
Casi todas las descripciones del más que probable infausto desenlace mundial de la cuarentena global, insisten todavía en certificar una realidad que ya no tiene sentido. Porque es lo que, precisamente, la plan-demia global ha desmoronado definitivamente: un “mundo post-covid” ya no tiene sentido como “mundo”; y menos en los términos que la modernidad se ufanaba de prometer, desde el liberalismo hasta la globalización. Esa idea de “mundo”; que se acuñó en la filosofía con Husserl (lebenswelt) y Heidegger (sein-in-der-welt), ha dejado lugar a un sombrío escenario indeseable que ya no puede ser considerado un “mundo” (al menos ya no, literalmente, para todos).


El fracaso de la modernidad no podía haber sido más fehaciente. Amanece con el genocidio de la Conquista, genocidio que es esencial para dar vida al verdadero virus que porta la expansión europea desde 1492; porque le brinda, parasitariamente, la posibilidad de una “acumulación pre-originaria” (el trabajo impago y jamás reconocido de 100 millones de indios y afros) para financiar toda una forma de vida donde ese virus se pueda realizar en toda su plenitud.

Esa forma de vida es el mundo moderno, como nicho de realización de las expectativas exponenciales de este virus llamado capital-ismo. No en vano decía Marx que el capital nace chorreando sangre por todos los poros, porque es parido en el genocidio del Abya Yala y, desde entonces, para darle vida –que no la tiene– hay que privársela a otros: la humanidad y la naturaleza; por eso concluía lógicamente: “la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre”.

Pregona la modernidad de boca para afuera: “liberté, egalité et fraternité”, y declara que: “todos los hombres son creados iguales”; porque, de boca para adentro, lo que considera humanidad es apenas el recorte racial izado que establece como su propia y más acabada antropología: “todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros”. Aquella observación de Orwell no es imputable a un sistema de gobierno sino a un sistema-mundo; por eso Benjamín Disraeli sentenciaba ya en su tiempo: “a los derechos humanos preferimos los derechos de los ingleses”.

La hegemonía expansiva que logra, bajo el diseño –no sólo geopolítico sino también antropológico– centro-periferia, le otorgó una legitimidad que se fue diluyendo ya en el siglo XX; fue el siglo de las “exposiciones universales” (que comienzan en París, en 1878) que, promoviendo la religiosidad del progreso infinito, desplazaba su ficción civilizatoria a un futuro donde sea posible todo, hasta la vida eterna. Su liberal creencia hasta piadosa en el progreso y el desarrollo, pedía confiar en la ciencia y la tecnología, como los mediadores mesiánicos de un ascenso evolutivo hacia la perfección absoluta (la misma crédula insistencia neoliberal de la fe en el mercado, como la moneda de salvación milenarista).

Esas creencias, como sus dogmas de fe, constituían la base de legitimidad de la sociedad moderna; por eso podía autodenominarse “sociedad del progreso”, como el verdadero “mundo libre”; o “sociedad del futuro”, como la auténtica “tierra prometida”. Pero, ahora, todo eso ha fracasado.

“El mundo ya no volverá a ser el mismo”, dicen los que le hacen el coro a la narrativa imperial; aunque lo que debieran subrayar es que: nunca el mundo había sido literalmente clausurado para el ser humano, y de modo indefinido. La “globalización” ya fue la culminación de una expansión irrestricta del capital y del mercado, y un arrinconamiento coercitivo de la humanidad, vendida al mundo entero como la apoteosis de la libertad y la riqueza para todos.

No hay un “mundo post-covid”, porque después de la cuarentena (que no es sino un Estado de sitio no declarado), lo que se puede vislumbrar es un Estado de excepción global, donde quedarían conculcadas, de facto, todas las libertades y derechos, civiles y políticos en todo el mundo. Esto significa acabar, definitivamente, con la idea de “mundo”. Porque si el mundo es un algo común, un orbe válido y accesible para todos; después de la cuarentena, quedará confirmado que el mundo se deshizo ante nosotros y lo único que nos queda, es un orden impuesto, ajeno a todo lo que podía significar un “mundo”.

La misma etimología del concepto de economía, nos sugería la administración de una casa común; porque en la idea de mundo se compendiaba siempre la posibilidad del cómo del existir plenamente humano; ya sea como facticidad o como historicidad, el mundo constituía el horizonte irrevisable de toda experiencia, incluso como trascendencia. La negación de todo ello era el tan promovido “fin de la historia” (la pueril efusividad de Fukuyama no le permitía advertir que esa idea significaba, en realidad, el fin de la humanidad).

En ese sentido, el fin del mundo no es la destrucción de la vida sino el sinsentido globalizado de la existencia. Si con el lawfare se acabó con la presunción de inocencia, con el health-fare se criminaliza la salud, es decir, si todos somos susceptibles de contagio, el estar sano es motivo de sospecha; para universalizar la vacuna que pretenden instalar como la nueva identidad, nadie puede pretender siquiera creerse sano.

En semejante situación, con la infección como el nuevo enemigo invisible, la delación se convierte en la nueva moneda de admisión ciudadana. La lucha contra el terrorismo se legitima por otros medios: el terror se interioriza y todo resto de vida que queda sólo consiste en asegurar una condición aséptica siempre dudosa. La ficción kafkiana nos enseñó que uno podía ser culpable de un crimen inexistente; la narrativa actual nos muestra que el enemigo somos todos, es decir, el pecado original resignificado nos convierte en culpables perpetuos, siendo la desobediencia al aislamiento el nuevo terror que hay que denunciar.

De ese modo, la lucha imperial “del bien contra el mal” alcanza su más plena consagración sacrificial: para que vivas, tenemos que deshacernos de otros. Sólo entonces, la propia humanidad, admitiría como inevitable el fatalismo imperial, legitimando su propia eliminación. En tal caso, ya no hay “mundo” sino un virtual purgatorio y la vida es sólo el reflejo de algo inevitablemente perdido.

Sólo así, el sistema económico, la ciencia y su forma de vida –moderna– se redimen, transfiriendo su fracaso a toda la humanidad como “culpable” y a la naturaleza como “vengativa”. La tesis de la zoonosis como causa del actual virus responde a esa típica “externalización” de responsabilidades que, el neoliberalismo, tiene como dogma de las propias miserias que ha venido provocando; pues, de ese modo, busca siempre transferir obligaciones suyas –nunca admitidas– al resto afectado.

El concepto de “cambio climático” formaba parte de esa estrategia discursiva imperial acorde a esa transferencia de responsabilidades, como el contenido real de la política de “gestión de riesgos” (mi riesgo lo asumen los afectados) que ejecuta sistemáticamente, desde la crisis del 2008, el poder financiero; haciendo aparecer como “natural” una situación que no tiene un origen natural sino de intervención irracional del factor financiero/petrolero en el ecosistema; por ello los poderes fácticos acuñan, para lavarse las manos, el concepto de “resiliencia”, como la adaptación resignada y fatalista de algo que supuestamente no tendría causantes con nombre y apellido.

El actual infierno producido ya no es la lucha de todos contra todos, sino la indolencia e indiferencia del sacrificio global. Y eso ya no constituye “mundo” alguno. Si la vida es sólo posible haciendo imposible vivir “en sociedad”, entonces el “nuevo orden” es, en realidad, un laboratorio aséptico donde todos son condenados a existir en tubos de ensayo, como la única posibilidad de realización confinada de las fantasías individuales.

La cuarentena ya es, como ejercicio militar de disuasión estratégica, el adiestramiento obligado de la “vida virtual”, como única vida posible. Para instalar definitivamente la necesidad de la digitalización de todo y la inminencia de la “inteligencia artificial”, se requería provocar este tipo de ejercicios globales que hagan inevitable la cesión consentida e inevitable de los derechos y las libertades humanas.

Eso ya fue ensayado con el autoatentado a las torres gemelas, el 2001. Aquella conculcación de los derechos y libertades civiles en USA fue justificada por la apoteósica guerra contra el terrorismo, acuñada religiosamente como “la lucha del bien contra el mal”. Para amplificar aquello al resto del planeta, tenían los poderes fácticos que imaginar una situación resignada de aceptación mundial de un Estado de excepción de alcances globales. La pandemia, como plan-demia, era lo más oportuno para imponer la doctrina neoliberal del “there is no alternative”. No les quedaba otra. El neoliberalismo fracasó, porque se hace ya imposible su continuidad por vías democráticas (aunque sean fraudulentas), porque ya ni en el primer mundo creen en la narrativa neoliberal.

Pero el fracaso del neoliberalismo es también fracaso del capitalismo; pero no por acumulación de crisis, pues el capitalismo siempre ha estado en crisis, es más, necesita de la crisis para seguir su espiral acumulativa, es decir, necesita poner en crisis todo, para legitimar su afán exponencial. Lo que hace ahora que este fracaso sea definitivo son los mismos límites finitos de la vida, que se han venido encargado, desde fines del siglo XX, de hacer ya imposible las expectativas exponenciales, es decir, infinitas, del capital.

De los límites naturales pasamos a los límites humanos; el desangramiento de los pobres del planeta ya no era suficiente para el casino financiero, ahora su gula infinita se dirigía contra los propios ahorros en el centro. Después del asalto al sistema global de pensiones, ya no queda casi nada para la voracidad del casino financiero global. La última inyección de “dinero fiat” que la FED está realizando en la economía gringa, sólo hace periclitar aún más el irracional sistema económico mundial. Ya no hay más posibilidades de que el capital siga creciendo. Pero si el capital no crece, muere. Y esta amenaza es lo que se confunde con la muerte de todo, incluso de la vida misma.

Esta su tendencia interna, a crecer indefinidamente, es inobjetable para el sistema económico (y es la base de sustentación del mismo desarrollo), por eso, la imposibilidad del crecimiento económico es la amenaza que obliga a los poderes fácticos a un nuevo sacrificio, esta vez, de características universales. Por eso señalamos que la racionalidad económica moderno-capitalista provoca irracionalidades, y esa es la realidad que yace detrás de la plan-demia.

Para que el capital no muera, el sistema económico mundial –llamado por eso capital-ismo– debe, como siempre ha hecho, sacrificar nuevos chivos expiatorios sobre los cuales transferir su crisis y sus fracasos. Lo novedoso de la situación actual y del neomaltusianismo que promueven los poderes fácticos con nuevos eufemismos, es la arrogante administración etaria que están imponiendo. El robo al sistema global de pensiones es la instauración fatídica de la política de eutanasia amplificada como solución del crónico decrecimiento económico: reducimos ya no sólo la población sino la esperanza de vida, para que el capital siga viviendo. Bajo el mismo tenor que se colige del aborto promovido como bandera de liberación femenina, esta política de reducción de la esperanza de vida, pone en evidencia la cancelación y abolición de todo futuro posible: la humanidad ya no tiene derecho a vivir más de lo que el capital exige.

Este fracaso desmiente las promesas iluministas, del Renacimiento y la Ilustración (la mitología moderna del autodenominado “mundo libre”), a su vez que desencubre la lógica suicida del capital, arrinconando a la humanidad en la falsa disyuntiva maltusiana. El problema no son los pobres o los viejos. Sin vida no hay ser humano y sin trabajo humano no hay riqueza alguna; el capital es posible porque hay trabajo y hay vida, en consecuencia, jamás el capital es lo primero sino la vida, es decir, el capital no puede ser criterio de la vida sino al revés. El fetichismo económico es el que ha puesto al mundo de cabeza y ahora pretende “racionalizar” hasta la esperanza de vida.

La política de eutanasia implícita hace colapsar los cimientos mismos de la “sociedad del progreso”. Porque matando a los viejos no se mata al pasado. Se mata al futuro. Si el mensaje es: vive ahora porque mañana te eliminamos; el mañana deja de existir. El mundo ya no se recorta sólo en su espacialidad, como sucede con la globalización, donde sólo posee carta de tránsito el dólar y sus portadores; sino ahora en su temporalidad: ya no hay lugar para los viejos.

Si todo lo que se espera humanamente como deseable, se lo transfiere al futuro (por eso, por ejemplo, se ahorra); ahora esa última esperanza, de quienes todavía encuentran algún sentido en el sacrificio presente, ha sido hecho trizas. Interpretar a los viejos como una “carga para la economía”, es amputarse los supuestos históricos reales de la economía, pue sin el trabajo precedente no hay riqueza presente. Entonces, deshacerse de los viejos es poner a todo el sistema económico en el campo de la pura ficción. Por eso no es raro que los estrategas tecnocráticos de los organismos internacionales sean, curiosamente, jóvenes (como los nuevos astros del futbol). Mientras más jóvenes, más fáciles de manipular y de usar, pero, además, más proclives a imaginar un mundo sin pasado y sin historia. Con el mundo de la posverdad se exaltó definitivamente el instante como criterio de toda experiencia posible, dejando a la experiencia misma sin sentido.

El futuro no es la niñez sino la vejez, porque dejamos atrás la infancia y siempre nos proyectamos, vía experiencia, hacia la madurez. Todo lo que se puede lograr en la vida, sólo se lo puede gozar en la vejez. Pero el capitalismo, como un auténtico parásito, le extrae a uno no sólo fuerza física sino fuerza vital, de modo que uno llega a viejo ya no para acopiar lo logrado sino para ser escupido y despreciado por una sociedad que no acepta a los “inútiles”.

Desde el colapso de la Unión Soviética (provocado también por la geopolítica imperial), el capitalismo ya no necesitó mostrarse “humano”; por ello también el neoliberalismo ha sido concebido como “capitalismo salvaje”. El posmodernismo (surgido en Francia bajo auspicio de la CIA, como ya se sabe actualmente), constituyó su ideología, filtrándose hasta en los movimientos de resistencia anarquista y socialista, para desarmar al bloque popular unificado y minar, a su vez, toda posibilidad de la creación del poder popular. El mundo de la posverdad es la apoteosis de toda esa estrategia geopolítica de cooptación ideológica que desubicó completamente a la izquierda mundial, llegando a la situación actual, donde hasta los supuestos críticos no hacen sino confirmar su consciencia periférica-satelital, haciendo eco de la narrativa imperial.

Cuando el Imperio actúa, crea su propia realidad. Para eso diseña todo un sistema académico que piensa las necesidades imperiales como necesidades humanas y planetarias. La intelectualidad periférica sólo se dedica a estudiar, o sea, a “interpretar” esa realidad. Como sólo “interpretan” (hasta “de colonialmente”) y nunca “transforman” esa narrativa, el Imperio y sus mandarines actúan y crean nuevas realidades, para el consumo comedido de la consciencia periférica-satelital. Así suceden las cosas, como en la actual plan-demia; mientras el Imperio actúa, la izquierda global sólo se dedica a “interpretar” la escenografía que el Imperio dispone para naturalizar su nuevo embuste.

Lo cual se evidencia en la repentina lucidez que adquieren incluso sectores conservadores, a la hora de verificar que, detrás de la cuarentena global, se encubre una planificada política de imposición de un “nuevo orden”. Para aclarar a los despistados izquierdistas, que se han creído la ficción sobredimensionada de una epidemia que, hasta numéricamente, no alcanza mundialmente los niveles tangibles para provocar semejante zozobra global; ésta es una nueva lucha de capitales que la patrocina el capital financiero, en contra hasta del capital productivo, donde, curiosamente, se recluyen sectores conservadores que en plena globalización, vieron su desplazamiento definitivo del liderazgo capitalista, nacional y global. Por eso no es de extrañar la aparición de personajes como Trump que, en plena carrera electoral, prorrumpía con una demagógica retórica anti Estado profundo. Son los capitales nacionales, desplazados por el financiero –que ahora son el poder detrás del trono– los que tratan infructuosamente de sobrevivir en esta nueva recomposición del proceso de acumulación capitalista.

Este nuevo diseño global ya fue descrito por Kissinger y, sobre todo, por Brzezinski. La cuarentena tiene, como uno de sus objetivos, hundir la economía de la gran mayoría de los Estados, incluso del primer mundo. Siguiendo la lógica de la mafia, para el casino financiero, los Estados se han ido reduciendo a meras empresas fantasma, cuyo fin ya nunca ha sido generar nada, sino “lavar” el origen espurio del verdadero capital que tiene a un Estado particular como garante de todos sus movimientos; es decir, son creados para la quiebra, mientras las verdaderas ganancias se canalizan por otros medios. La quiebra multiplicada de los Estados, sobre todo periféricos, es lo que se viene; por eso no es raro el comedimiento del FMI y su “flexibilización” crediticia. Ya no queda más para robar, por eso el capital financiero apuesta por robar el futuro, colapsando toda la economía mundial.

Pero, poco a poco, se va develando esta política profunda, y los planes del 1% de billonarios mundiales –que también compiten, como buitres hambrientos– se van desenmascarando por las propias filtraciones de información que jamás podrían denunciarse en los más-media mundiales, comprados por el dinero del 1%. Una vez más, le toca al pueblo, extendido ahora como humanidad desplazada de lo que podía considerar su mundo, resistir y transformar el diseño financiero de un “nuevo orden” exclusivo para la locura suicida del capitalismo.

En Chile perdieron los ojos para que abras los tuyos. En Ecuador, las muertes sólo serán muertes si los vivos no despiertan. En Bolivia lo que se está quebrando no es el pueblo, sino la derecha antinacional que promovió el racismo golpista. En España e Italia ya no se habla del covid sino del cómo recuperar lo que se ha perdido. En Francia e Inglaterra vuelven las protestas. En Alemania y Rusia ya se asevera que la epidemia viral fue sobredimensionada. En USA, “black lives matter”. Si es así, entonces, “indigenous lives matter”, “humanity matters”. “PachaMama matters”, “capital doesn´t matter”.

Si el capitalismo muere no ha de ser por una crisis interna, aunque sea terminal, porque en la crisis está en su elemento (por eso enferma todo y a todos, para seguir viviendo). Como el cáncer, sólo muere dando fin al espacio vital que lo ha hecho posible. Si muere el capitalismo, ha de ser por una decisión humana; cuando la propia humanidad despierte y adquiera consciencia de que no es ella la que le debe su vida al capital sino al revés. Entonces el mundo se pondrá de pie y será verdaderamente mundo, como una Casa Grande, hogar natural de toda la humanidad; “donde todos quepan”, “donde todos vayamos juntos y nadie se quede atrás” y, donde “los que manden, manden obedeciendo”.

rafaelbautistas@gmail.com

sábado, 15 de diciembre de 2018

Los viajes de Cristóbal Colon y la categorización del Continente ABYA Yala


Por Gregorio Chávez Romero:

La Lucha de Clases entre el Proletariado y el Pueblo en su Conjunto Versus la Burguesía se da en todas las áreas y terrenos, además de la lucha principal, como lo es la lucha por la Apropiación del Plus trabajo, producido por el Proletariado, se da en el plano Ideológico histórico, en la interpretación de los hechos y/o eventos, que marcan o definen, las épocas y eras históricas.

Por ejemplo los Viajes de Cristóbal Colón, entre 1.492 a 1.504, han sido conceptualizado y categorizados por la Burguesía Europea, el Clero/Pastores, así como por la Burguesía Cipaya y Lacaya de las Repúblicas Bananeras de ABYA YALA, como el Descubrimiento de América, que la visión de los Colonizadores, de los Conquistadores, de los Agresores, de los Genocidas, que realizaron el mayor genocidio de la historia de la Humanidad, tanto por el número de personas asesinadas, (más de 100 millones de personas asesinadas, en nombre de su DIOS y de la Religión Católica, Apostólica, Pederasta y Romana), como por su aniquilación cultural de todos los pueblos y naciones de ABYA YALA.

La versión del Proletariado y del Pueblo en su conjunto, que es la de los pueblo y naciones nativas o aborígenes de ABYA YALA, como el inicio de la RESISTENCIA INDÍGENA, de la lucha contra el agresor, contra el genocida, contra los asesinos de millones de personas, para robarles sus tierras, riqueza y cultura.

También existe otras versiones, como la de los Reformistas o Socialdemócratas, de "los NO Descubiertos"; la de la Pequeña Burguesía, "El Encuentro de 2 mundo".
El genocidio Cultural de las Civilizaciones de ABYA YALA, llego a tal extremo, que los nativos tuvieron que aceptar que los categorizaran como INDIOS, que sus tierras las llamaran Nuevo Mundo o América; que las clases dominantes de la Repúblicas Bananeras, se pelearan el nombre de "América", con los Ingleses que conformaron los USA, al llamarlos Estados Unidos de Norteamérica, en vez de Estados Unidos de América, como es su nombre Oficial, al igual que aceptan con gusto y agrado, la categorización peyorativa y racista Francesa de América Latina, para referirse a las repúblicas bananeras, no Anglosajonas o Holandesas. La categorización de Américalatina, es aceptada por las clases dominantes de las repúblicas colonizadas por España, Portugal y Francia, hasta se siente orgullo de ella, debido a que la Ideología Burguesa Dominante los induce a aceptar que son Cipayos, Lacayos y Colonias Gringas.

La Categorización o nombre del continente, siempre la han impuesto los países Imperialistas y Colonialistas Europeos, además de América y Latinoamérica, también utilizan Iberoamérica, para referirse a los países colonizado por España y Portugal, o Hispanoamérica para los que fueron colonias españolas.

Tanto, América, Latinoamérica, Hispanoamérica, Iberoamérica, son categorías o nombres impuestos primero por los Imperialismo Europeos y actualmente por Imperialismo Yanqui, la Burguesía Financiera Especulativa de Wall Street y de la City de Londres, para adecúalas a sus conceptualizaciones de dominación, que nos imponen a través de los medios de comunicación dominantes, su aparato de propaganda, que nos impone como nuestro pensamiento, la Ideología Burguesa Dominante.

En nuestro continente, existían civilizaciones que tenían un Modo de Producción Social, diferente al Esclavismo y al Feudalismo Europeo, Africano o del Medio Oriente, al igual que el Modo de Producción Asiático, (de la India  y China), que fue poco estudiado por Carlos Marx y Federico Engels.

El Modo de Producción Social de ABYA YALA, estaba basado en un régimen de propiedad sobre los medios de producción era colectivo comunitario, es decir, que la tierra, base de la producción era propiedad de toda la comunidad, donde el reparto de los excedentes, se repartían entre los miembros de la comunidad.

La versión sobre las comunidades existentes en ABYA YALA, anteriores a 1.492, especialmente, españoles, portugueses, franceses, ingleses, y holandés, son adaptaciones a la forma de ver y pensar de los europeos, que fueron edulcoradas por la Iglesia Católica, Apostólica, Pederasta y Romana, para justificar la invasión, agresión, exterminio y genocidio europeo, e Invisibilizar las cultura y civilizaciones, como los Mexica, Olmecas, Tolmeca, Aztecas, Maya, Timote Cuica, Chicha, Incas, etc.

La Descripciones de los Europeos y de la Iglesia Católica, Apostólica, Pederasta y Romana, se enmarcaba en los patrones y modelos, que le permitió justificar la agresión, la invasión, el saqueo de las riquezas, la violación de las mujeres, niños y niñas, del despojo de sus tierras, de la esclavitud  y la servidumbre  del nativo de ABYA YALA, así como del secuestro, traslado y esclavitud de los Nativos de África Occidental.

A partir de los procesos de independencia de finales de siglo XVIII y principio del siglo XIX, de las zonas españolas y portuguesa, así como Haití y los USA, porque las colonias holandesas, francesas e inglesas en el Caribe obtuvieron su independencia en los años 60 del siglo XX, aunque aún existen enclaves coloniales  en ABYA YALA, se inicio un proceso de revisión de la versión de las potencias imperialista europeas y de los USA, de los Viajes de Cristóbal Colon y sus consecuencias.

La revisión de la versión de las potencias imperialistas europeas, sobre los viajes de Cristóbal Colon, antes las evidencias arqueológicas e histórica, de los relatos de los primeros europeos, principalmente del Clero de la iglesia Católica, el mismo que bendecía las masacres y el genocidios, la iniciaron en el siglo XIX, después del proceso de independencia de España, Francia, Portugal y Gran Bretaña, las propias oligarquías terratenientes, como forma para justificarse, en el caso de Venezuela, a la Oligarquía Terrateniente, se le conocía como Mantuano, empezaron a hablar del encuentros de las dos razas, o de tres razas, las indígenas nativas, los africanos secuestrados, trasladados y esclavizados, en África Sub Sahariana Occidental, y los Invasores Europeos, sin hacer ninguna referencia sobre las atrocidades de los Españoles, Portugueses, Franceses, Ingleses y Holandeses, ya que ellos eran sus herederos.

Hasta 1.917, cuando se produjo la Revolución Rusa, la Revolución de Octubre, la Revolución Bolchevique, la Revolución Socialista, cuando la Ideología Proletaria, el Marxismo Leninismo, se difundió entre la pequeña Burguesía (Estudiantil), en el Campesinado y en los Sectores más avanzado del Proletariado, se inicio un proceso de cuestionamiento a la versión colonialista e imperialistas, sostenida por los Europeos y edulcorada por las Oligarquías Terratenientes del Continentes, sobre los viajes de Cristóbal Colon, donde se empieza a hablar del Encuentro de Dos Mundo, que es un avance, ya que se reconocía, que en el Continente existían Civilizaciones, al mismo nivel que en Europa.
Después de la Victoria del Ejército Rojo y de la URSS en la II Guerra Imperialista Mundial, (1.939-1.945) y sobre todo después de la Revolución Cubana (1.959), se inició un proceso real  de cuestionamiento y revisión de la versión sobre los viajes de Cristóbal Colon (1.492-1.504), con la Revolución Bolivariana Socialista (1.999), se profundizó el proceso, de revisión de la categorización del nombre del Continente, aunque con algunos obstáculos y retrocesos, principalmente porque en los sectores más Avanzados del Proletariado y del Pueblo en su conjunto, aún impera la Ideología Burguesa, que los lleva a pelear por el nombre de América, con el Imperialismo Yanqui, al llamarlo, Estados Unidos de Norteamérica.

Aduciendo que América, somos todos, el nombre oficial del Imperialismo Yanqui, es Estados Unidos de América; igualmente se siente muy orgullosos y aceptan la categoría colonial, impuesta por el ministerio de colonia de Francia, de llamar los países y regiones, colonizadas, invadidas y agredidas por Francia, España y Portugal, como Américalatina; lo mismo sucede con el nombre de "Colombia", propuesto por Francisco de Miranda, en Honor al Genocida de Cristóbal Colon, que fue rescatado por el Libertador Simón Bolívar, en el proceso de la lucha por la independencia, para contraponerla al nombre colonial de América.

Existe una discusión estéril, entre la Socialdemocracia y los reformistas, en la cual algunos cuadros y militantes Marxistas, Leninistas, bolivarianos, Socialistas, sobre la categoría de Colombia, para diferenciarla de la actual Colombia, neoliberal, oligárquica, narcotraficante, cipaya, Lacaya y república bananeras, de la Colombia Bolivariana (conformada por Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Panamá, parte del actual Perú, parte de Brasil, parte de Costa Rica), utilizan la Categoría o Nombre de Gran Colombia, para la de 1.819 a 1.830, cuando en ningún documento de la época, se le llamaba así.

¿EL MÉTODO MARXISTA LENINISTA Y LOS VIAJES DE CRISTÓBAL COLON?
Con la Aparición del "Manifiesto del partido Comunista" de Marx y Engels (1.848), con la Revolución Socialista Rusa (1.917), con el Triunfo del Ejército Rojo y de la URSS sobre el Fascismo, el Nazismo, y el Imperialismo Europeo en la II Guerra Imperialista (1.939-1.945), la Revolución China (1.949), la Revolución Cubana (1.959), la derrota del Imperialismo Yanqui en Vietnam (1.954-1.974), la Revolución Islámica de Irán (1.979), la Revolución Sandinista (1.979), la Revolución Bolivariana Socialista (1.999), la Revolución Indígena de Bolivia (2.006), que permitió resquebrajar el dominio hegemónico de la Ideología Burguesa y de la Dictadura de la Burguesía en especial, la Burguesía Financiera Especulativa de Wall Street y de la City de Londres, sobre el Proletariado y el Pueblo en su Conjunto, que han permitido visualizar que "Otro Mundo es Posible".
Con la Insurgencia de los Gobierno dirigidos por el Proletariado y el Pueblo en su Conjunto, organizados en partidos Marxistas Leninistas, ha permitido abrir el proceso de discusión e interpretación de los hechos históricos, con la opinión del Proletariado, y no sólo la de las clases dominantes.

LOS VIAJES DE CRISTÓBAL COLON
Los Viajes de Cristóbal Colon (1.492-1.504), no fueron los primeros viajes de los europeos a este continente ya para el Siglo X, aproximadamente en el año 982 DC, Erick El Rojos, que habían llegado a Groenlandia y a Terranova en Canadá, viajes que fueron documentados por Noruega y Dinamarca, y por la Iglesia Católica, Apostólica, Pederasta y Romana, que eran del conocimiento del mundo Científico y del Clero, de la existencia más allá del mar de los Sargazos o Océano Atlántico.
Existen varias teorías e hipótesis sobre la llegada a ABYA YALA (o América según los Europeos y el Imperialismo Yanqui), las cuales son descartada por la comunidad científica de Europa y de los USA, que ellos sólo reconocen el poblamiento realizado hace más de 30 mil años, procedente de Asia, el cual se realizo a través del estrecho de Bering, el de los Vikingos entre el siglo X y XV, desconociendo las evidencias que existe sobre el poblamiento de los Polinesios en el actual Chile, Perú y Bolivia; así como la evidencia histórica en documentos que los Egipcios, los Fenicios, los Cartagineses, los Sumerios y el Pueblo de Malí, habían llegada a Brasil y que habían establecidos colonia, que hasta había trazados mapas, de los cuales tenían conocimientos tantos los navegantes portugueses, españoles, italiano y el propio genocida de Cristóbal Colon.

El genocida de Cristóbal Colon cuando emprendió su viaje el 2 de agosto de 1.492, el sabían que no iba a llegar a la India, ni China, sino a otras tierras, de las que hablan los portugueses y los archivos de la Iglesia Católica Apostólica Pederasta y Romana.

Los Viajes de Cristóbal Colon (1.492-1.504), a ABYA YALA (o América según los Europeos y el Imperialismo Yanqui), fueron el inicio del mayor genocidio conocido de la historia de la humanidad, donde los Europeos, especialmente Españoles, Ingleses, Portugueses, Franceses, y Holandeses, aniquilaron a millones de personas, para apoderarse de sus tierras y riquezas, en nombre de Dios y santificados por la Iglesia Católica Apostólica Pederasta y Romana, el exterminio no sólo se quedo en el asesinatos de millones de personas, sino cultural, que invisibilizaron a las civilizaciones de a ABYA YALA (o América según los Europeos y el Imperialismo Yanqui), por siglos, que hasta sus descendiente le da pena y vergüenza asumirse como nativos de ABYA YALA (o América según los Europeos y el Imperialismo Yanqui).

EL NOMBRE O CATEGORÍA DEL CONTINENTE
El continente limitado por los Océanos Atlántico y el Pacifico, desde el Polo Norte hasta el Polo Sur, es conocido por la categorización o el nombre que les dios los imperialistas europeos, (Españoles, Ingleses, Holandeses, Franceses, Italianos, Portugueses, etc.) y la Iglesia Católica Apostólica Pederasta y Romana, de AMÉRICA.
Los Diferentes pueblos y naciones aborígenes le daban nombre al continente en sus respectivos idiomas, de acuerdo con sus propias visiones culturales, específicas del concepto de continente o de territorio, los Mayas de la Península de Yucatán, le decían MAYAB;
Un Pueblo de la Actual Panamá y Colombia, los KUNAS, nombraban al Continente como ABYA YALA, que en la lengua Kuna, significa "Tierra en Plena Madurez" o "Tierra en Florecimiento", o "Tierra Madura".
El líder del pueblo Aimara, Takir Mamani, defiende el uso del término "ABYA YALA" en las declaraciones oficiales de los organismos de gobierno de los pueblos indígenas, declarando que "Colocar nombres foráneos a nuestras villas, ciudades y continentes es equivalente a someter nuestra identidad a la voluntad de nuestros invasores y sus herederos". Luego, el uso del término ABYA YALA, en lugar de Nuevo Mundo o América podría tener implicaciones ideológicas indicando apoyo a los derechos de los pueblos originarios.

¿QUÉ HACER?
El Proletariado y el Pueblo en su Conjunto, al igual que la vanguardia Marxista Leninista, de Izquierda, Bolivariana, Socialistas, que reivindica "Que otro Mundo es Posible", debe asumir que el Nombre o Categoría del este continente, que limita con los Océanos Atlántico y el Pacifico, desde el Polo Norte hasta el Polo Sur, se llama ABYA YALA.
Que la Categoría América, Latinoamérica, Hispanoamérica, Iberoamérica, Nuevo Mundo son categorías coloniales y que representan a los que están de acuerdo con el genocidio humano y cultural cometido contra los pueblos Nativos, de ABYA YALA, por los imperialistas europeos, (Españoles, Ingleses, Holandeses, Franceses, Italianos, Portugueses, etc.) y bendecidos por la Iglesia Católica Apostólica Pederasta y Romana.
Que los Viajes de Cristóbal Colon (1.492-1.504), dieron el inicio del mayor Genocidio Humano y Cultural de la Humanidad en toda su existencia.

¡¡¡Chávez Vive!!!
¡¡¡Maduro Sigue!!!
¡¡¡El Socialismo Se Conquista Peleando!!!

viernes, 28 de julio de 2017

La lucha popular y el engranaje capitalista global

Por Homar Garcés
Como se sabe, el capitalismo euro-yanqui y, junto con él, todo sentido del modelo de sociedad occidental, se desarrolló a partir de 1492 a costa, principalmente, de la explotación de los ricos yacimientos minerales de nuestra Abya Yala, además de la mano de obra esclavizada y semi esclavizada, tanto de nuestros pueblos originarios como de los africanos secuestrados de su continente.

Este detalle histórico es importante enfatizarlo a la hora de determinar el por qué, pese a su diversidad de riquezas naturales, nuestras naciones acabaron siendo relegadas -luego de un proceso de recolonización que para muchos se hizo imperceptible y, en algunos casos, justificado- a la función de seguros proveedores de materias primas y mercados estables para la colocación de los productos manufacturados, primero en Europa occidental y posteriormente en territorio estadounidense; obteniendo sus empresarios fabulosos dividendos. Esto hizo que nuestras naciones -al conformar la periferia de este engranaje capitalista global- fueran regidas por elites sumisas a la voluntad e intereses de las grandes corporaciones europeas y estadounidenses, tras la fachada de una democracia “representativa”, o “delegaría”, supuestamente al servicio del pueblo, pero que -en la práctica- no escatimaba recurso alguno para aplacar y disolver cualquier intento por cambiar (por nimio que este fuera) el orden establecido y, de no lograrlo, siempre se contaría con una dictadura fascista siempre oportuna y hecha a la medida para lograr resultados más radicales, efectivos y expeditos. En el presente, el poder monopólico del capital es extensivo a toda la Tierra, independientemente de si existen regímenes que se proclamen contrarios a su hegemonía.

Para prolongar su existencia, el sistema capitalista global recurre a tres estrategias exitosas, según sus parámetros y objetivos: 1.- lograr que las personas centren sus vidas en el consumo, sin importar si el mismo es fundamental o no, haciéndolas aceptar sumisamente la realidad que las circunda; 2.- disminuir los salarios y causar desempleo, como reformas esenciales recomendadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, de manera que a los trabajadores asalariados les intimide reclamar mayores beneficios y padezcan la incertidumbre de no disponer de suficientes recursos económicos para subsistir y, menos, de un empleo medianamente remunerado; y 3.- producir crisis, de manera cíclica, que serán solventadas mediante el otorgamiento de ventajas preferenciales de todo tipo a quienes controlan el mercado y la propiedad privada de los diferentes medios de producción.

A todo lo anterior, habrá que agregar la guerra como la forma más eficaz utilizada para ejercer control sobre territorios ricos en recursos naturales de interés estratégico. Esta última -ante los roces entre las grandes potencias, o entre éstas y algunas naciones consideradas de la periferia, pudiera desencadenarse en cualquier instante, repitiéndose la desastrosa experiencia de las dos Guerras Mundiales del siglo pasado. Algo que pocos, aún aquellos desprovistos de una experiencia y unos conocimientos militares mínimos, no descartan del todo.

Todo esto apunta, en una perspectiva que algunos calificarán, sin duda, exagerada, a la eventual conformación de una nueva modalidad de Estado supranacional bajo la égida directa de Estados Unidos (cuyos antecedentes podrían representarlos Puerto Rico y, en alguna proporción, el ALCA); lo que podrá alcanzarse tras cooptar, derrotar y/o neutralizar a movimientos de liberación nacional (revolucionarios y socialistas), o de gobiernos nacionalistas, progresistas y/o populistas en cada país objeto de la atención del poder monopólico capitalista.

Según revela Ladislau Dowbor, economista brasileño, en una de sus obras- «el poder mundial realmente existente está en gran parte en manos de gigantes que nadie eligió, y sobre los cuales cada vez hay menos control. Son billones de dólares en manos de grupos privados cuyo campo de acción es el planeta, mientras que las capacidades de regulación global van a gatas. Investigaciones recientes muestran que 147 grupos controlan el 40% del sistema corporativo mundial, siendo el 75% de ellos, bancos. Cada uno de los 29 gigantes financieros genera un promedio de 1,8 billones de dólares, más que el PIB de Brasil, octava potencia económica mundial. El poder ahora se ha desplazado radicalmente». Esto es algo serio que debiera preocupar sobremanera a quienes, desde los diferentes movimientos políticos y populares, cuestionan y combaten la lógica capitalista, en vista que su sola factibilidad supone una verdadera amenaza para la vigencia de los derechos democráticos de todos los pueblos e individuos.

En la circunstancia definitoria por la que atraviesa gran parte del planeta -frente a un aparentemente irrefrenable capitalismo global neoliberal, el cual ha subyugado (y busca subyugar) en mayores niveles y modalidades la soberanía de nuestros pueblos, independientemente de las garantías establecidas en sus constituciones y el derecho internacional, es imperativo que los diversos movimientos sociales y políticos revolucionarios que lo confrontan, activa y conceptualmente, lleguen a comprender que ya no basta con proclamar una unidad que, muchas veces, nunca pasa de ser un elemento meramente retórico o simbólico.
Hará falta apelar a la construcción orgánica y sostenida -desde abajo y en todos los frentes de lucha posibles- de una estructura de coordinación colectiva, basada en procedimientos y actuaciones de carácter consejista que conlleven al logro efectivo de tal unidad, la cual tendría, asimismo, un carácter vinculante para cada gobierno que se sume a esta lucha. En función de ello, habrá que comprenderse, además, que bajo la lógica perversa del capitalismo, la estructura social -muy distinta a la observada hace más de cien años y, más recientemente, hace unos treinta años- tiende a una amplia diversificación, a tal punto que no resulta ninguna novedad «descubrir» categorías y subcategorías sociales existentes en el mundo contemporáneo. Esto, ya de por sí, representa un alto desafío.

Desconocer dicha realidad será continuar manejando los esquemas simplistas y legitimadores que moldearon el actual modelo civilizatorio, o sistema-mundo heredado de Europa, el cual -por su origen «universalista» o, mejor expresado, eurocentrista- desconoce la existencia de pueblos, comunidades y culturas autónomos, sometiéndolos, subliminal o forzadamente, al rigor de unas mismas leyes y a un único patrón de conducta; incluso al margen de éstas.

De ahí que adquiera un relieve especial la transformación estructural del Estado liberal burgués, vigente, con escasas variaciones, en gran parte del planeta, determinándose con ella un importante porcentaje de la lucha emprendida desde diversos ángulos por sectores políticos y populares, pero todos convergiendo en un mismo objetivo: alcanzar un mejor nivel de vida (o lo que llamamos Buen Vivir en nuestra Abya Yala). El otro porcentaje está relacionado con el ámbito espiritual y/o cultural donde la lucha será más profunda, prolongada y nada fácil, dado que la ideología de los sectores dominantes fueron moldeando -con diversos instrumentos a su entera disposición- la conciencia de nuestros pueblos, a tal punto de lograr que éstos llegaran a justificar su hegemonía y a confrontar a quienes se atrevieron a desafiarla, pretendiendo alterar el orden establecido en beneficio de los sectores populares.

La lucha tendrá entonces que orientarse en dos direcciones, ambas íntimamente conectadas aunque pocos lo crean y lo planteen de este modo. Una, la más generalmente admitida, en lo político y en lo económico. En el segundo caso, habrá que admitir que ésta se extiende más allá de cualquier manifestación artística-cultural e incluye lo religioso, en vista que gran parte de su vigencia se debe, primordialmente, al hecho de aliarse al poder constituido y ser un elemento altamente alienante, causando que muchos seres humanos se resignen a su suerte mientras se prodigan bendiciones a sus esquilmado res.-
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