Por Leandro Albani:
El corresponsal español Ferran Barber realizó el documental Si te dicen que caí en Rojava, sobre la lucha del pueblo kurdo, su resistencia contra el Estado Islámico y el futuro incierto de los pueblos que habitan la región.
“Daesh, fuck you!”, y la voz que grita esa maldición se mezcla
entre las detonaciones y las balaceras que cruzan de edificio a edificio en
Raqqa. Es 2017 y las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), encabezadas por las
Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ), luchan palmo a palmo para liberar
a la ciudad siria en poder del Estado Islámico (ISIS o Daesh), a la cual
declaró la capital de su califato.
La imagen frenética y urgente forma parte del documental Si te dicen que caí en Rojava (2020), realizado por el periodista español Ferran Barber y producido por Rojo y Negro, el espacio comunicacional de la Confederación General del Trabajo (CGT) de España.
Barber, que desde hace más de 20 años realiza
corresponsalías desde Medio Oriente, siguió de cerca las vidas de varios
internacionalistas que llegaron a Rojava (Kurdistán sirio) para sumarse en la
lucha contra ISIS y participar en el proceso político y social que lidera el
pueblo kurdo desde 2012, cuando declararon la autonomía de la región del norte
del país. Autonomía que, con el tiempo, y al fragor de duras batallas contra
Daesh y cientos de acuerdos políticos y diplomáticos –muchos de ellos de una
fragilidad absoluta-, también repercutió a Shengal (Sinjar), la región de
mayoría yezidí del norte de Irak.
El mundo Kurdistán
Si te dicen que caí en Rojava se puede mirar desde varios
planos que se superponen en el mismo trabajo: la experiencia de un puñado de
internacionalistas en la región, el proceso en Rojava, la lucha contra ISIS, la
liberación de territorios por las fuerzas de autodefensa encabezada por los
kurdos, la denuncia del régimen del clan Barzani que administra el Gobierno
Regional de Kurdistán (norte de Irak), la presencia histórica del Partido de
los Trabajadores de Kurdistán (PKK) en la zona y la travesía personal de
Barber, que, en agosto de 2019, fue detenido y encarcelado durante más de 30
días por el GRK, un hecho que fue conocido internacionalmente.
En diálogo con La tinta, el periodista que escribe para
Público y El Mundo, entre otros medios, explicó que el proceso en Rojava es muy
reciente, pero que “la lucha de los kurdos y otras minorías por sobrevivir en
aquellos entornos viene desde hace milenios. Lo de Rojava es como el último
escenario donde se ha concretado esa lucha”. “El documental surgió bastante antes
de que a mí me encarcelaran, porque eso fue un elemento más que irrumpió en
escena en 2019 –señaló-. Sobre ese asunto ya había escrito, de manera que esa
no fue la razón. La razón fue una combinación de cuestiones humanas y
estrictamente periodísticas”.
Al sumergirse en las razones del documental, explicó que
“por un lado, teníamos esa abominación llamada Estado Islámico, que representa
todo lo que yo y mucha gente odia, primero, por el Islam a secas, por todo lo
que representa de superstición, hechicería e ignorancia, y, por otro lado, no
es cualquier Islam, sino que es una visión completamente alucinada y
psicopática de interpretar ese credo, que ya de por sí no me inspira demasiada
confianza”.
Barber recordó que la irrupción de ISIS afectó a todos los
pueblos de Siria e Irak, ya sean kurdos, yezidíes, asirios y a los propios
musulmanes, que fueron sus principales víctimas. “Ese era el punto de partida
–analizó- y, en medio de todo esto, tenemos a esos estados que no han dudado en
intervenir en los últimos 20 o 25 años en Irak o en otros países, en nombre de
las excusas más peregrinas, pero con una voluntad de mantener su hegemonía, con
el poder por un lado y el petróleo por el otro. Esos mismos estados están
ausentes y, cuando aparecen, lo hacen tarde y mal. En el caso de Shengal,
quienes impiden la matanza es el PKK, que la OTAN y la Unión Europea (UE) tiene
como terrorista. Y resulta que ese fue el detonante”.
Internacionalismo siglo XXI
El acierto más grande del documental es sumergirse en el
amplio y desconocido mundo de los y las voluntarias que llegaron a Rojava para
sumarse a la resistencia. En este caso, existen referencias a procesos
internacionalistas anteriores, como la Guerra Civil Española, pero con un nuevo
condimento que muchas veces es difícil de digerir: entre los miles de hombres y
mujeres que se trasladaron a la región, no sólo hay personas de izquierda, sino
que también ex marines y ex militares europeos, cruzados católicos y gente que
no vacila en considerarse de derecha.
“Hay gente con todas las sensibilidades: de derechas y
profundamente cristiana, anarquistas, comunistas o sin ningún tipo de ideología
política –detalló al respecto-. De pronto, es la gente la que, algunos con un
background militar y otro no, deciden ir allí a arriesgar sus vidas, dejarlo
todo, incluso arriesgarse que a su retorno a sus países de origen les pudieran
procesar por terrorismo. En el caso de España, cualquier ciudadano español
tiene prohibido participar en un conflicto extranjero, salvo que sea parte de la
franquicia del propio Estado español”.
Para Barber, “aquello me pareció singular y apasionante.
Probablemente, a los grandes medios no les pareció tan singular y tan
apasionante. A mí, me parecía, y no por una cuestión política, sino por una
cuestión humana, que era algo verdaderamente digno de ser interpretado y, al
mismo tiempo, penetrar en la esencia profunda de todo eso: las motivaciones
psicológicas de la gente para ir mucho más que por cuestiones estrictamente
políticas.
Esta es mi principal razón, porque me pareció absolutamente fascinante que, en nuestros tiempos, caracterizados especialmente del lado occidental por el egoísmo más absoluto, donde ciertas formas de fascismo están cobrando fuerzas y donde la frustración de la gente, a menudo, se proyecta en el odio al otro, al extranjero, al inmigrante, de pronto, surgen unas personas que, al margen de los estados y arriesgando su propia situación personal, deciden ir allá. Ni siquiera me interesó juzgar lo que los había motivado. Seguramente, simpatizo más con uno que con otros, con sus ideas, pero, humanamente, simpatizo con todos, porque, de alguna manera, el mero hecho de haber ido allí, y en el caso de los que han dado la vida está mucho más claro, les da una autoridad moral de la que carece la gente que se ha atrevido a juzgarlos desde sus sofás en Occidente”.
La cárcel
Desde la década de 1990, en el Kurdistán iraquí (Bashur), se fue consolidando un gobierno autónomo, apoyado por Estados Unidos y liderado por Masud Barzani, dirigente máximo del Partido Democrático de Kurdistán (PDK). Esa administración se consolidó en 2003, luego de la invasión estadounidense y el derrocamiento de Sadam Husein. A partir de ese momento, el poder de Barzani y el PDK creció al compás de sus alianzas con Washington, Tel Aviv y Ankara. Pese a que Bashur es una región rica en petróleo, el GRK se convirtió en un representante de la burguesía kurda, aliada a los estados regionales que reprimen a su propio pueblo. Todo esto, sostenido con una represión sistemática. Y en esas garras fue atrapado Barber cuando intentaba abandonar la región.
“El régimen de los Barzani es una dictadura sanguinaria y,
cuando digo esto, no estoy exagerando –aseguró-. Es una dictadura que asesina,
que encarcela a opositores políticos, sus cárceles están llenas de presos
políticos kurdos. Este régimen trabaja a las órdenes del presidente turco Erdogan
y se mueve por su propia codicia y por los intereses de una gran familia. Todo
se basa en el nepotismo y en el reparto de bienes, y en ese modelo tribal de
gobierno que conecta un poco con los caudillos tribales de la antigüedad. Se
basa en el reparto de favores clientelares. Tanto más alto estás dentro del
organigrama de esa estructura, tanto más robas, y roba desde el primero hasta
el último. De hecho, se sostiene sobre esa red de favores, porque los altos
funcionarios roban en la medida de sus posibilidades, pero es una gran
industria dedicada al saqueo del petróleo, de los recursos de los que dispone
Kurdistán. El padre de Masud Barzani, Mustafá (importante líder guerrillero),
probablemente representó otra cosa, pero su hijo no continuó con ese ideal
liberador del pueblo kurdo”.
Al recordar sus días en la prisión de Erbil, capital de
Bashur, Barber contó que “fue horrible, como lo es para todo el mundo que ha
pasado por ahí dentro. No voy a aburrir con los detalles, porque en su día ya
los conté. Estando encarcelado, se batió el record de número de personas en una
celda, tanto es así que se produjo un motín a raíz de lo cual se llevaron a los
presos de ISIS. Más o menos, la mitad de los presos con los que compartía la
celda eran de ISIS. Metían a 154 tíos en un espacio de 50 metros cuadrados.
Para dormir, había que hacer turnos. De hecho, no logré dormir más de 10
minutos seguidos durante esos 30 días. Fue un infierno en todos los sentidos”.
¿Revolución?
Aunque la situación de guerra se despliega sobre Rojava como
un muro que deja a la sombra un proceso político inédito en la región, el
debate sobre el carácter revolucionario de esta experiencia siempre flota en el
aire. Si bien, en el documental, este tema no se aborda en profundidad, Barber
reflexionó al respecto: “Nunca he creído que lo que ha sucedido en Rojava sea
una revolución, porque muchas izquierdas hablaban de revolución cuando ni los
propios kurdos hablaban de eso. Se hablaba más bien del proyecto Rojava. Que
alguien me diga qué clase de revolución, en el sentido clásico que se entiende
por revolución, puede llevarse a cabo bajo la tutela de Estados Unidos, porque,
al fin y al cabo, los kurdos se aguantaron el tirón militarmente gracias al
apoyo militar estadounidense”.
La alianza de las Fuerzas Democráticas de Siria con
Washington es otro de los debates más espinosos cuando se observa lo que sucede
en Rojava. Para las autoridades políticas y militares del autogobierno del
norte y el este de Siria, esta alianza es táctica, ya que les permite continuar
la lucha contra ISIS y demás grupos irregulares, y, al mismo tiempo, intentar
conseguir reconocimiento internacional.
“Cuando Daesh empieza a empujar, las vidas de la gente
estaban en juego y había que defenderse. La situación política creó una
oportunidad y un vacío de poder en esa zona, que permitió ensayar una nueva
solución política para zona norte y este de Siria”, analizó el periodista.
Barber agregó que no considera que en Rojava exista un proceso revolucionario
clásico, “en el sentido de que no se puso en cuestión la propiedad privada ni
se colectivizaron los bienes por la fuerza. Muchas veces, la iconografía que
acompañaba a los cambios era más propia de una dictadura totalitaria que de un
grupo de gente que estaba tratando de sacar algo parecido a una democracia a
trancas y barrancas”.
La reflexión del periodista también contiene la complejidad
del proceso, por eso manifestó que “la valoración” de Rojava “es muy positiva,
porque, juzgado en ese entorno, hubo avances y cambios importantes. Hubo
cambios importantes porque muchas veces estas ‘revoluciones’ lo que hacían era
tratar de introducir estos cambios a sangre y fuego, y forzando a la gente de
la noche a la mañana. Por ejemplo, el modo en que la Rusia revolucionaria trató
de implantar el ateísmo de Estado: es probable que ese no sea el modo, porque,
en el momento en que sacrificas las libertades, me da igual cuál sea tu
proyecto, pero no va a tener mi respeto”. A esto, agregó:
“En el caso de Rojava, era un cambio maravilloso en ese
contexto, y lo sigue siendo, solamente que es un proyecto completamente
dinamitado a raíz de la decisión (de retirar las tropas) de ese perturbado
mental que es Donald Trump, y sabemos que los turcos no van a permitir que nada
bueno suceda ahí. Turquía es el principal valedor del Daesh y de todas esas
franquicias islamistas. Con todos sus defectos, hay cosas que son criticables,
pero se ha construido un marco para las libertades, se horizontal izó el poder
y, sobre todo, se ha hecho un trabajo de base para que la propia mujer se
emancipe, y no para que sea emancipada, sino para que ella misma se empodere.
Además, para combatir el sectarismo, porque, al final, el sectarismo es uno de
los mayores problemas que devasta a esas sociedades”.
Imágenes: Milicianos de las Fuerzas Democráticas de Siria en Raqqa / Ferran Barber
leandroalbani@gmail.com
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