Por Jesús Sotillo Bolívar.
• Argentina
debe enmendar el error de estar al lado de gobiernos desprestigiados y
dictatoriales de la región contra Venezuela.
• Ninguna
política circunstancial puede separar la amistad histórica entre los hijos de
José de San Martin y Simón Bolívar
Cuando Mauricio Macri llegó al poder en la República de
Argentina, por arte de magia, pero sobre todo por la varita mágica manejada
desde los Estados Unidos, se transformó en una especie de Superman que
amenazaba a la izquierda y al progresismo en general en nuestra región. Y así
lo expresó envalentonado a los medios internacionales. De acuerdo a los planes
que le habían asignado desde el imperio él se proponía arrasar, sacar a la
izquierda del continente.
Las cosas no sucedieron como lo planearon y el cúmulo de problemas económicos, políticos y sociales, los empobrecimientos paulatinos de la población argentina fueron progresivamente cercándolo, hasta que el pueblo obstinado, no creyendo ya en sus promesas electorales demagógicas, terminó dándole una punta pie por donde no le pega el sol. Así salió repudiado por el pueblo, con las ganas quedó de cumplir a sus titiriteros las promesas de arrasar con la izquierda en nuestro continente.
Pero, sin embargo, lo reconocemos, hizo daño a la
posibilidad de conformar un bloque regional, para defender de tú a tú nuestros
intereses con las potencias que nos asedian y explotan.
Con la promesa de erradicar a la izquierda del continente,
los primeros cambios se evidenciaron en política internacional. Esa política
que hasta ahora caracterizaba a la Argentina de no injerencia, fue transformada
obedeciendo a los órdenes de sus tutores norteamericanos, en una agresiva
campaña favoreciendo a la injerencia e intervención de los Estados Unidos en
nuestra región y en particular, contra Venezuela. Con este propósito apoyó
todas las medidas que los Estados Unidos orquestó contra nuestro país y asumió
en muchas oportunidades un rol protagónico en esa ofensiva.
En sus discursos principales y ante foros de adláteres que
lo aplaudían como focas, calificaba al gobierno constitucional de Venezuela
como una dictadura y al Presidente Legítimo, Nicolás Maduro, como dictador.
Hizo reconocimiento público al Grupo de Lima, integrado por gobernantes
descalificados en nuestra región para y que defender los derechos humanos que
se violaban en Venezuela. Por supuesto que no tocaba ni con el pétalo de una
rosa a los miembros de las dictaduras que había tenido su país, seriamente
cuestionados por las Madres de Plaza de Mayo, que todavía buscan a sus nietos
secuestrados y ofrecidos a otras familias.
En ese mismo orden, apoyó e hizo reconocimiento público, al
autoproclamado presidente de Venezuela, quien fue investido por los Estados
Unidos, contrariamente a toda la normativa constitucional de nuestro país. Así
mismo, atentó contra el proceso de integración regional separándose de UNASUR,
apostando a que nuestros países se desarticularan y desintegraran.
Fue promotor junto al golpista Michel Temmer de Brasil,
cosas que a veces se olvidan, de instigar la suspensión de Venezuela en
Mercosur.
La guinda de su triste papel a nivel internacional, la puso
en la OEA, donde Argentina fue mandataria de los Estados Unidos y luego en la
Cumbre de las América, para congraciarse y no decir otra palabra, los
representantes de Argentina, reivindicaron el bombardeo de los Estados Unidos
al pueblo de Siria. Eso fue en
sinopsis, el triste papel de la política internacional del Macrismo.
Pensábamos que, con el advenimiento del nuevo presidente de
Argentina, Alberto Fernández, reivindicara la históricamente política Argentina
de la no intervención e injerencia hacia otros países.
Pero pecamos de buena Fe. Nos sorprendió sobre manera, que
los representantes de la Cancillería Argentina en la Comisión de DDHH, de la
ONU, consignaran un voto a favor de las políticas imperiales, apoyando una
resolución condenatoria contra Venezuela en materia de Derechos Humanos. Es
decir, Argentina, votó contra Venezuela, apoyándose en gobiernos
desprestigiados como el Grupo de Lima, apoyándose en la política entreguista
del actual Secretario General de la OEA, fiel al imperialismo norteamericano y
apoyándose, en algunos gobiernos europeos, poco respetables, toda esa cumbancha
manejada desde los Estados Unidos.
Pero pecamos nuevamente de buena. Pensado que el presidente
Alberto Fernández, pudiera públicamente enmendar la plana y reivindicar la
política no injerencista de Argentina. Al contrario, cuando se refirió al tema
en los medios internacionales, lo hizo de manera tautológica, señalando que la
violación a los Derechos Humanos es una violación a los Derechos Humanos.
Luego para complementar esta especie de acertijo, declaró
que el tema de los Derechos Humanos no es ideológico. Nos preguntamos, Será que
una persona con un cargo de esa magnitud, como lo es ser presidente de la
República, puede ignorar en estos momentos, que los Estados Unidos, hoy por
hoy, han politizado e ideologizado el tópico y lo han convertido, a pesar de
que no aprueban importantes convenios sobre estos derechos, en un arma política
contra los pueblos que no se pliegan a sus intereses¬.
Digamos que estamos, por lo menos, sorprendidos y
CONVENCIDOS DE QUE HA SIDO SÓLO UN ERROR, el voto contra Venezuela. Por esta
razón titulamos esta reflexión: EL MACRISMO CONTINUA EN LA POLITICA
INTERNACIONAL ARGENTINA.
Profesor de la UCV
jesussotillo45@gmail.com
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