Por Rubén Alexis Hernández:
Tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 en
Estados Unidos, la élite de esta nación, liderada políticamente por George Bush
hijo, declaró el inicio oficial de la guerra mundial contra el terrorismo, que
conceptualizado de acuerdo a los intereses estadounidenses y de sus aliados,
representaba un gran peligro permanente para la seguridad, la democracia y la
libertad en Estados Unidos y el resto del orbe “libre”; consideraron los
halcones de la guerra que desatar una respuesta militar amplia contra los
“responsables” de los “atentados” era más que necesario, y que sería una acción plenamente respaldada por la
opinión pública.
Pero en realidad el conflicto originado no fue más que una justificación y una estrategia para intentar mantener la hegemonía internacional de la nación norteamericana, en un mundo aparentemente unipolar, pero en el que países como Rusia y China ya amenazaban con una importante proyección de cara a disputarle a Estados Unidos el dominio en el planeta, como de hecho ya está pasando (2020).
Entonces el peligro que en teoría representaba el
terrorismo, específicamente el islámico para Estados Unidos y el resto del
mundo “libre”, no fue más que otra de tantas excusas que a lo largo de más de
200 años ha tenido la élite estadounidense para iniciar conflictos militares o
participar en ellos durante su transcurrir. En el caso de la “guerra contra el
terrorismo”, significó claramente la justificación “perfecta” para intervenir
de forma contundente, en primer lugar, en varias partes del Cercano y Medio
Oriente hasta nuestros días, y defender así sus intereses económicos y
geoestratégicos, y mantener su influencia geopolítica y dominio militar en esa
región tan importante en varios ámbitos, con obvio apoyo de Israel y de algunas
naciones europeas, integrantes de la OTAN.
Y cómo no podía ser de otra manera, pronto esta guerra
abarcó prácticamente a cada rincón del planeta donde tienen sus narices metidas
el Imperio norteamericano y sus “amigos”, y en plena crisis sanitaria por la
pandemia de COVID-19 y consecuente recesión, esta guerra parece intensificarse,
quizá tratando de aprovechar la complicada situación socioeconómica que afecta
especialmente a los pobres. Ahora bien, si abordamos la palabra terrorismo como
debe ser, en un sentido amplio, no limitado conceptualmente de acuerdo a los
intereses de Estados Unidos y sus aliados “democrático-libres”, está claro que
terroristas son Estados Unidos, Israel y otras naciones que durante muchos años
han estado al lado del imperio norteamericano derramando la sangre de numerosos
seres humanos, en el marco del dominio global estadounidense.
En este contexto el terrorismo ejercido por Israel no conoce
límites, considerando, por ejemplo, lo que su ejército ha hecho contra los
palestinos, reprimiendo con brutalidad y asesinando en su mayor parte a
mujeres, niños y discapacitados, con el objetivo de arrinconar cada día más a
todo un pueblo en una porción territorial cada vez menor.
De manera que en la famosa “guerra contra el terrorismo”
Estados Unidos, su principal aliado Israel y el resto de socios, sí que
desataron un terrorismo a gran escala, y no sólo en el Cercano y Medio Oriente,
donde se suponía estaban localizados sus enemigos, un puñado de
fundamentalistas islámicos. Es una verdadera agresión global, el terrorismo
mundial ejercido por una banda de delincuentes de élite liderada por el binomio
Estados Unidos-Israel mediante el sionismo, supuestamente para derrotar a Al
Qaeda y otros grupos terroristas islámicos, pero que en realidad sólo ha buscado
la continuidad del dominio estadounidense en el orbe.
Es tal el nivel criminal de esos delincuentes, que formaron
un grupo bien oscuro, conocido como ISIS o “Estado Islámico”, que han sembrado
el terror en Siria y otras naciones del Cercano y Medio Oriente en nombre de
Estados Unidos, Israel y sus aliados mundiales. Y dentro de dicha continuidad
hegemónica, la “guerra contra el terrorismo” en países como Irak y Afganistán también ha sido una suerte de
lucha indirecta contra Irán, Turquía, Rusia y China, potencias con intereses en
toda Asia, además de funcionar, o así lo cree la élite sionista-estadounidense,
como especie de muro de contención regional del creciente poder y progresiva
influencia de Rusia y China en toda la Tierra, lo que por supuesto es un
problema para el Imperio norteamericano y sus socios.
ruhergeohist@yahoo.com
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