Por Homar Garcés:
Desde finales del siglo pasado se han visto y experimentado
diversos cambios en el ámbito político que desafían el sentido y los
procedimientos existentes en el pasado, con unas estructuras de Estado
concebidas para legitimar la hegemonía de sectores minoritarios (normalmente
económicos) y unas relaciones de poder que excluyen a la mayoría, segregada de
acuerdo a la edad, sexo, condición social, credo y origen étnico, entre otros
elementos. Sin embargo, pese a su contundencia y a su inminente arraigo, muchos
de estos cambios sufren el embate de quienes ejercen el poder, incluso de
aquellos que predican un discurso aparentemente revolucionario y/o innovador
sin proponerse llevarlo a cabo, menos a profundizarlo, en beneficio del interés
colectivo.
Los muchos movimientos sociales y/o populares que
irrumpieran contra la burocracia soviética en la Europa del Este, lo mismo que
aquellos que se deslumbraran con las ofertas engañosas del neoliberalismo
económico (especialmente en las naciones de nuestra América), tienen en común
la exigencia de un papel más visible y, en alguna escala mínima, de un
protagonismo en los asuntos de Estado; lo que incidió en la búsqueda de una
mejor definición de cuál sería el nuevo sujeto histórico llamado a transformar
el modelo de sociedad imperante.
La democracia evolucionó a un nivel mayor. Ya no se
denominaría representativa sino participativa, siendo ello una consecuencia
directa del discurso de izquierda, no obstante el colapso de la URSS y la
campaña de descrédito sobre el socialismo revolucionario que se extendió a
partir de ese momento hasta compartir la afirmación de Francis Fukuyama
respecto al fin de la historia y al triunfo del sistema capitalista. De este lado
del planeta, fue usual que se consagrara la democracia participativa y
protagónica como un logro revolucionario supremo mediante la cual los sectores
populares subyugados, excluidos y explotados podrían asumir la construcción
compartida de su propio destino, eliminando todo aquello que sólo favorecía a
las minorías gobernantes.
En esta perspectiva, el nuevo sujeto histórico que comenzó a
delinearse y a luchar desde diferentes trincheras, muchos teóricos coinciden en
que éste comprende un sujeto transversal e, incluso, multifactorial. No al modo
habitual como lo conciben los militantes de izquierda, determinándolo -como
clase social antagónica de la burguesía- en los trabajadores asalariados.
Para que éste surja y se consolide tiene que trabajarse
activamente en la promoción de un amplio tejido organizacional de los sectores
populares autónomos que, desde sus particulares intereses y reivindicaciones,
confrontan el mismo sistema de dominación. No es, en modo alguno, una tarea
simple. No obstante, la conformación y las funciones del poder popular soberano
que se origine de tal tejido tendrán que basarse, ineludiblemente, en las
premisas de una verdadera democracia participativa y protagónica, además de
aquellas que ésta origine, a medida que se consolide y sea una realidad diaria,
en pro del buen vivir y de los derechos de todos y de todas.
De acuerdo con lo anterior, es muy importante -de acuerdo
con Win Dierckxsens en “Política y mercado”- comprender una cosa: “La
democracia participativa no se puede decretar desde arriba. En efecto, si se
quiere instaurar la democracia participativa, es necesario que el pueblo se
convierta en el sujeto del poder. Para eso es necesario luchar por un nuevo
tipo de democracia, construido desde abajo, para los de abajo, a través de los
gobiernos y las comunidades de comunidades”.
Esto implica que la toma del poder estatal y su objetivo
máximo, la transformación estructural del Estado, deben responder a una visión
biocéntrica y policéntrica de la política. Se debe apuntar a la edificación
colectiva de una nueva diversidad y de una nueva identidad, sin que esto
implique que sean sacrificadas las diferencias que podrían existir en algún
momento, a pesar dársele preeminencia a los intereses generales de la sociedad.
Ello no solamente representa una meta eminentemente
política, sino que debe extenderse a todos los aspectos y órdenes sobre los que
se sustenta el modelo civilizatorio actual, con un sujeto histórico
diversificado y diferente, capaz de innovar y de crear una nueva hegemonía,
esta vez de una profunda raigambre democrática y popular. -
mandingarebelde@gmail.com
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