Por Rolando Prudencio Briancon:
La escalada del estallido social que se ha desatado en toda
la Unión por el cobarde asesinato de George Floyd se ha convertido en una caja
de pandora, que como la pandemia del coronavirus no se sabe cuándo, ni cómo
terminará, pues la posiciones se han polarizado a tal extremo que ninguna de
las partes -aunque en el caso de Trump, se trata de la voluntad unipersonal de
él más que de la mayoría de los estadounidenses- están dispuesta a encontrar un
punto de reencuentro, y menos de reconciliación.
Precisaba que en el caso del presidente Trump, pareciera que
esta irreductible posición de no llegar a ningún nivel de entendimiento se ve
reflejada en el hecho de que en vez de calmar los ánimos, asumiendo el
asesinato de Floyd como un acto arrepentimiento- aunque como es obvio su
responsabilidad está representada solamente por su condición de máxima
autoridad- institucional del Estado mismo frente a lo ocurrido, Trump parece
estar más bien decidido a echarle gasolina al fuego, en vez de que su posición
se traduzca en una reafirmación radical contra el racismo, ya que éste no
debería ser tolerado en ninguna de sus manifestaciones.
Es más, y como parte de un trabajo sucio -dirty job- de las
fuerzas represoras, los aparatos de inteligencia de la Guardia Nacional,
parecen haber infiltrado ya desde revoltosos que a propósito promuevan saqueos,
hasta francotiradores que produzcan bajas entre los sublevados, tratando de
dividirlos, a la vieja usanza de: "Dividir para reinar".
Y es que su respuesta ha sido todo lo contrario a lo que
hasta el propio sentido común daba casi como un hecho de que la misma fuese un
rechazo a esta barbarie racista, pues de lejos lo menos que se esperaba era que
llamase a la paz y la cordura, o que pidiese perdón por lo sucedido, pero lo
que en todo caso ha hecho, ha sido lanzar duras advertencias, como decisiones
que ya están en curso de hacer valer el principio de autoridad, pidiendo s la
Guardia Nacional que sean "duros y fuertes". Incluso Trump está
decidido a invocar el Acta de Insurrección para aplacar las movilizaciones, tal
como le transmitió el jefe del Pentágono Mark Esper, quien ha rehusado cumplir,
y que en buen romance se trata de una postura que es de desafío, de desacato a
la orden ejecutiva de Trump.
Es así que más allá de que se trate de que ésta sea una
confrontadora consigna, en la práctica ha ordenado la militarización de todos
los Estados donde las movilizaciones ha escalado exponencialmente. Claro que
como rechazo ha recibido la posición de gobernadores de varios Estados de
oponerse a tomar el camino fácil de la represión. Es el caso de Frank Cuomo del
Estado de Nueva York; con quien ya mantenía diferencias irreconciliables por la
medida de la "apertura de la economía" frente al coronavirus.
Pero además parece ser que la mala hora se le ha presentado
a Trump, y que no sólo se trata de las diferencias en cuanto a resolver los
problemas, por lo que en todo caso es a que está conduciendo a que se produzca
muy pronto una crisis de Estado, provocado por el cobarde asesinato de George
Floyd. Pero además porque en medio de la misma se están acumulando los
antecedentes personales de pedofilia de Trump tuvo en el pasado, cuando fue
parte del Club de la isla de los pedófilos en Litle St James Island hace dos
décadas atrás, junto a su entrañable y extinto amigo Jeffrey Epstein.
Las depravadas desviaciones que tuvieron entonces fueron con
varias menores de edad; en especial con dos de ellas: Katie Johnson 13 años
años y María Dohe de 12, con quienes a
cambio de dinero y promesas de modelaje tuvieron relaciones sexuales,
forzándolas a tener sexo oral, y ordenándoles que aborten si se llegaran a
embarazar.
La administración Trump está atravesado una coyuntura
política que es un potencial polvorín que incluso a riesgo de que se agrave más
la crisis sanitaria, sea la de la salud democrática de los EE.UU., que no
encuentre ninguna solución al conflicto desatado, quedando demostrado que ésta
crisis se está traduciendo también en una crisis de ausencia de liderazgo
político; pero además MORAL, que como es obvio tampoco durará mucho tiempo,
pues la violencia en sí misma tampoco transmite ningún tipo de liderazgo.
Por ahora quienes han tomado la iniciativa en la acción
política son los alzados, los insurrectos, quienes tienen la oportunidad de
que, desde el seno mismo de la movilización, sean ellos mismos quienes también
tengan la oportunidad de tener un referente un líder; ya no para mantener el
estatus quo, sino para transformarlo en verdaderos valores democráticamente
igualitarios, y moralmente valederos.
prudenprusiano@gmail.com
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