La crisis ecológica que envuelve al mundo -aunada a la
aparición y extensión de la pandemia del Covid 19, sin distinción de clases,
religión o nacionalidad- niéguese o no, tiene su origen en la acción
depredadora del sistema capitalista, ahora en su versión neoliberal
globalizada. Siendo así, la solución a la misma no puede limitarse a la
implementación de reformas que solo buscan atender y minimizar el impacto
negativo de las coyunturas que se vayan presentando, sin ahondar demasiado en
sus causas, lo que sirve para mantener en un segundo plano todo lo relativo a
la preservación de la naturaleza y, junto con esto, la necesidad de llevar a
cabo una transformación estructural del modelo de civilización creado y
sostenido por la lógica capitalista.
Bien lo confirma Michael Lowy al señalar que «el cambio
climático empezó con la Revolución Industrial del siglo XVIII, pero fue después
de 1945, con la globalización neoliberal, cuando tuvo lugar un salto
cualitativo. En otros términos, es la civilización industrial capitalista
moderna quien es responsable de la acumulación de CO2 en la atmósfera y, con
ello, del calentamiento global». Una cuestión que comenzó a generar interés
durante la década de los sesenta del siglo pero que no preocupó mucho hasta no
conocerse la gravedad del deterioro incesante de la capa de ozono que protege a
nuestro planeta, desde el ámbito científico hasta extenderse a la población en
general.
El aumento no controlado de dióxido de carbono, el cual
afecta altamente la química atmosférica, la alteración del ciclo hidrológico,
la amenaza de destrucción que pende sobre la biodiversidad, la degradación de
la fisiología de los suelos, los brotes de plagas y de enfermedades, la
desaparición continua de grandes extensiones selváticas y boscosas, la
extinción progresiva de especies animales y la urbanización incesante (creando
todo tipo de problemas de infraestructura y de servicios) requieren soluciones
prontas y radicales.
Las condiciones actuales que vive la humanidad y, junto con
ella, toda otra forma de existencia sobre la Tierra está creando lo que algunos
especialistas llaman el mundo connatural de la naturaleza. En referencia a este
hecho, Erlie Ellis expresa que «desde un punto de vista filosófico, la
naturaleza es ahora naturaleza humana; no hay naturaleza salvaje ya, sólo
ecosistemas en diferentes estadios de interacción con los seres humanos que
difieren así en su grado de naturalidad y humanidad».
La comprobación y comprensión de esta realidad cotidiana
debiera constituir motivo más que suficiente para tomar cartas en este asunto,
independientemente de lo hagan o dejen de hacer gobiernos y empresas, abocados
como están, en su gran mayoría, en la promoción y sostenibilidad de los
intereses del mercado capitalista. La depredación neoliberal capitalista tendrá
que ser atajada, sin más dilación ni excusas, en función de la preservación de
la vida en general de nuestro planeta, lo cual implica la búsqueda y
construcción de una civilización de nuevo tipo, ajustada al interés colectivo y
no únicamente a los intereses mezquinos de una minoría dominante.
mandingarebelde@gmail.com
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