miércoles, 20 de mayo de 2020

¿Quién protege a las áreas protegidas?



Por Eduardo Blasina:

En la nueva versión de la Ley de Urgente Consideración, abajo del todo, a lo último, pero no por ello menos importante, aparecen dos artículos que por haber llegado de sorpresa casi no se podrán discutir en el Parlamento. Si pensamos en nuestros hijos y nietos, son de los más importantes de la ley. Si se aplican, habrá paisajes que nuestros hijos y nietos nunca podrán ver. Plantas únicas en el mundo, que solo habitan en Uruguay, que pueden desaparecer, paisajes maravillosos que se borrarán.



Por ejemplo, quién sabe si en caso de aplicarse estos artículos será posible que se pierda para siempre la Cypella aurinegra, una plantita que está en Paso Centurión, una de las zonas en las que la vida silvestre peligra.

Esta planta descubierta por el agrónomo y botánico uruguayo y carbonero Andrés González merece ser vista, al menos por los peñarolenses que tal vez no saben que tienen una planta exclusiva que homenajea su casaca.

Es posible que esta planta no aporte al Producto Bruto, es posible que no solucione el déficit fiscal. Pero si se pierde es para siempre. Es como quemar todos los ejemplares de un libro y convertir un texto que tiene millones de años en ceniza.

Vivimos un momento tan crucial de la historia de la humanidad, en el que la biodiversidad es valorada como nunca. Por primera vez millones de personas se han dado cuenta de la gravedad que tiene esta extinción masiva de especies que atraviesa el planeta (la sexta en los cientos de millones de años que lleva la vida en su existencia).

En todo el mundo surgen voces de científicos que nos advierten que las penurias que pasamos tienen un origen inequívoco en agredir a la vida silvestre.

A menos biodiversidad más problemas y no solo pandemias. En todo el mundo hay cientos de pensadores preguntándose y preguntándonos si después de esto cambiaremos nuestra lógica de funcionamiento en relación a la naturaleza. Y justo en este momento se presentan dos artículos sobre los que nadie habló durante la extensa campaña electoral, que frenan por completo y seguramente llevan a un retroceso de las áreas protegidas de Uruguay.

Muchos lectores pueden pensar que las áreas protegidas son zonas de exclusión donde nada puede hacerse. Pero eso no es así. Hay una ganadería que ha funcionado siempre y que sigue funcionando. Las áreas protegidas no impiden tener animales, plantar praderas, darles fardos, producir. Las limitaciones son básicamente tres: no se pueden tener corrales de engorde a grano, forestación con especies foráneas ni molinos de viento.

Es una ganadería que desearíamos mostrar a un visitante del exterior: la vida silvestre, la producción de fibras naturales (lana) y de alimentos mancomunadas. El sistema nacional de áreas protegidas existe porque los productores ganaderos mantuvieron los campos así durante generaciones: con arroyos cristalinos, con paisajes maravillosos, con praderas y montes naturales, con ñandúes y mulitas. 

Cuando su área queda protegida, el productor no cambia en nada su producción. Solo quedan inhibidos de establecerse en ese territorio producciones que claramente erradican la flora y fauna nativa para implantar un sistema completamente diferente.

Los artículos planteados frenan el desarrollo de áreas protegidas de dos maneras: en primer lugar, exigen que el productor dé su consentimiento para que el área se proteja, en segundo lugar, exigen una indemnización al productor para que ceda su campo. ¿Con qué fondos? ¿Quién administraría un área expropiada?

Será en la práctica imposible que haya nuevas áreas protegidas y muchos juicios vendrán de quienes ya están dentro de ellas con otro marco normativo. En el fondo el sistema de áreas protegidas pone ciertas restricciones en áreas sensibles, del mismo modo que quien tiene un terreno en la rambla de Carrasco sabe que allí no puede construir un rascacielos porque hay cualidades paisajísticas que preservar o del mismo modo que quien hace agricultura debe hacer un plan de uso y manejo de suelos porque tiene el derecho al uso de su propiedad, pero no a romper el suelo que debe preservarse para las generaciones futuras. Los paisajes y la biodiversidad también deben preservarse para las generaciones futuras y Uruguay lo hace inteligentemente valorizando su ganadería en esas zonas.

Uruguay ha firmado el pacto de Nagoya sobre biodiversidad biológica que tiene entre sus compromisos “Para 2020, al menos el 17 por ciento de las zonas terrestres y de aguas continentales y el 10 por ciento de las zonas marinas y costeras, especialmente aquellas de particular importancia para la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas, se conservarán por medio de sistemas de áreas protegidas administrados de manera eficaz y equitativa, ecológicamente representativos y bien conectados y otras medidas de conservación eficaces basadas en áreas, y estarán integradas en los paisajes terrestres y marinos más amplios.” Uruguay por ahora tiene 1% de su área protegida. En la tabla de posiciones global, va abajo.

Hay quienes ven en estos artículos una defensa de la propiedad privada. Soy un defensor de la propiedad privada sin ambigüedad. Pero ese derecho no puede ser el de arrasar con seres vivos que están amenazados de extinción. Toda propiedad inmobiliaria, urbana y rural está sujeta a reglamentaciones.

Hay quienes dicen que las propiedades en esas zonas se desvalorizan. Pero el valor se construye. Las áreas silvestres son cada vez menos en el mundo y la gente culta las valoriza cada vez más. Mientras, se puede hacer ganadería igual que hasta ahora.

Cuesta entender la urgencia en desmantelar las zonas protegidas, aunque leyendo el diario Atlas de Cerro Largo se tienen algunas pistas. Allí el ex intendente Sergio Botana anuncia que ya está acordado desmantelar el área protegida de Centurión. Dice el actual senador que “existen algunas diferencias entre distintos actores de la coalición, pero nos da la sensación de que va a haber buen acuerdo en ese sentido, pero ya adelanto que el área de Centurión la tenemos negociada. Con la intendenta Carmen Tort tuvimos una conversación con el director de DINAMA y con la ministra Moreira, y acordamos allí la reducción del área y algunas ventajas compensatorias para los afectados”. Más que urgente parece apurado o incluso anticipado, como que ya antes de que se apruebe una eventual ley ya se ha acordado reducir el área de reserva. Algo que ha causado sorpresa en habitantes de Centurión que desde hace años sentían el respaldo del otrora intendente.

La vida silvestre no tiene un buffet de abogados que la patrocine, no tiene como pedir entrevistas a autoridades, solo la puede defender difusamente la enorme mayoría de la población desde una pantalla de computadora, o viajando a conocer estos lugares maravillosos, pero sin peso económico ni político.

Hizo bien el presidente Lacalle en nombrar una junta científica para analizar el enfrentamiento a la pandemia y le está dando un buen resultado. Afortunadamente, los científicos también se han pronunciado en un documento muy didáctico y con abundante cantidad de académicos firmantes sobre la inconveniencia de estos artículos. Uruguay puede consolidar el camino de tomar decisiones políticas escuchando más a la ciencia que a los grupos de interés y presión. Todo el sistema político tiene que reflexionar sobre el sistema de áreas protegidas, cómo mejorarlo, cómo potenciar a los productores que están en estas áreas sensibles del territorio, cómo desarrollar un turismo responsable del amor hacia la naturaleza, y productos que tengan certificaciones que los valoricen. Uruguay tiene además convenios internacionales firmados que serían contradichos por una ley de este tipo. La imagen del Uruguay Natural con esta noticia circulando por el mundo quedaría dañada.

En parte esto sucede por una pereza uruguaya a la hora de salir a conocer los lugares más lindos de este país. Pocos conocen Treinta y Tres, un departamento de peculiar belleza. Mucho menos Paso Centurión que está en Cerro Largo. Lo que no se conoce no se ama. Lo que no se ama no se defiende.
Esperemos que el sistema político vuelva a escuchar a los científicos que se han pronunciado claramente. Evalúe el funcionamiento de estas áreas y analice que errores se cometieron en el pasado. Pero que no se frenen legalmente ni se achiquen, que eso sería ir a contrapelo del mundo.

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