Por Eduardo Blasina:
En la nueva versión de la Ley de Urgente Consideración,
abajo del todo, a lo último, pero no por ello menos importante, aparecen dos
artículos que por haber llegado de sorpresa casi no se podrán discutir en el
Parlamento. Si pensamos en nuestros hijos y nietos, son de los más importantes
de la ley. Si se aplican, habrá paisajes que nuestros hijos y nietos nunca
podrán ver. Plantas únicas en el mundo, que solo habitan en Uruguay, que pueden
desaparecer, paisajes maravillosos que se borrarán.
Por ejemplo, quién sabe si en caso de aplicarse estos
artículos será posible que se pierda para siempre la Cypella aurinegra, una plantita
que está en Paso Centurión, una de las zonas en las que la vida silvestre
peligra.
Esta planta descubierta por el agrónomo y botánico uruguayo
y carbonero Andrés González merece ser vista, al menos por los peñarolenses que
tal vez no saben que tienen una planta exclusiva que homenajea su casaca.
Es posible que esta planta no aporte al Producto Bruto, es
posible que no solucione el déficit fiscal. Pero si se pierde es para siempre.
Es como quemar todos los ejemplares de un libro y convertir un texto que tiene
millones de años en ceniza.
Vivimos un momento tan crucial de la historia de la
humanidad, en el que la biodiversidad es valorada como nunca. Por primera vez
millones de personas se han dado cuenta de la gravedad que tiene esta extinción
masiva de especies que atraviesa el planeta (la sexta en los cientos de
millones de años que lleva la vida en su existencia).
En todo el mundo surgen voces de científicos que nos
advierten que las penurias que pasamos tienen un origen inequívoco en agredir a
la vida silvestre.
A menos biodiversidad más problemas y no solo pandemias. En
todo el mundo hay cientos de pensadores preguntándose y preguntándonos si
después de esto cambiaremos nuestra lógica de funcionamiento en relación a la
naturaleza. Y justo en este momento se presentan dos artículos sobre los que
nadie habló durante la extensa campaña electoral, que frenan por completo y
seguramente llevan a un retroceso de las áreas protegidas de Uruguay.
Muchos lectores pueden pensar que las áreas protegidas son
zonas de exclusión donde nada puede hacerse. Pero eso no es así. Hay una
ganadería que ha funcionado siempre y que sigue funcionando. Las áreas
protegidas no impiden tener animales, plantar praderas, darles fardos,
producir. Las limitaciones son básicamente tres: no se pueden tener corrales de
engorde a grano, forestación con especies foráneas ni molinos de viento.
Es una ganadería que desearíamos mostrar a un visitante del
exterior: la vida silvestre, la producción de fibras naturales (lana) y de
alimentos mancomunadas. El sistema nacional de áreas protegidas existe porque
los productores ganaderos mantuvieron los campos así durante generaciones: con
arroyos cristalinos, con paisajes maravillosos, con praderas y montes
naturales, con ñandúes y mulitas.
Cuando su área queda protegida, el productor no cambia en
nada su producción. Solo quedan inhibidos de establecerse en ese territorio
producciones que claramente erradican la flora y fauna nativa para implantar un
sistema completamente diferente.
Los artículos planteados frenan el desarrollo de áreas
protegidas de dos maneras: en primer lugar, exigen que el productor dé su
consentimiento para que el área se proteja, en segundo lugar, exigen una
indemnización al productor para que ceda su campo. ¿Con qué fondos? ¿Quién
administraría un área expropiada?
Será en la práctica imposible que haya nuevas áreas
protegidas y muchos juicios vendrán de quienes ya están dentro de ellas con
otro marco normativo. En el fondo el sistema de áreas protegidas pone ciertas
restricciones en áreas sensibles, del mismo modo que quien tiene un terreno en
la rambla de Carrasco sabe que allí no puede construir un rascacielos porque
hay cualidades paisajísticas que preservar o del mismo modo que quien hace
agricultura debe hacer un plan de uso y manejo de suelos porque tiene el
derecho al uso de su propiedad, pero no a romper el suelo que debe preservarse
para las generaciones futuras. Los paisajes y la biodiversidad también deben
preservarse para las generaciones futuras y Uruguay lo hace inteligentemente
valorizando su ganadería en esas zonas.
Uruguay ha firmado el pacto de Nagoya sobre biodiversidad
biológica que tiene entre sus compromisos “Para 2020, al menos el 17 por ciento
de las zonas terrestres y de aguas continentales y el 10 por ciento de las
zonas marinas y costeras, especialmente aquellas de particular importancia para
la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas, se conservarán por
medio de sistemas de áreas protegidas administrados de manera eficaz y
equitativa, ecológicamente representativos y bien conectados y otras medidas de
conservación eficaces basadas en áreas, y estarán integradas en los paisajes
terrestres y marinos más amplios.” Uruguay por ahora tiene 1% de su área
protegida. En la tabla de posiciones global, va abajo.
Hay quienes ven en estos artículos una defensa de la
propiedad privada. Soy un defensor de la propiedad privada sin ambigüedad. Pero
ese derecho no puede ser el de arrasar con seres vivos que están amenazados de
extinción. Toda propiedad inmobiliaria, urbana y rural está sujeta a
reglamentaciones.
Hay quienes dicen que las propiedades en esas zonas se
desvalorizan. Pero el valor se construye. Las áreas silvestres son cada vez
menos en el mundo y la gente culta las valoriza cada vez más. Mientras, se
puede hacer ganadería igual que hasta ahora.
Cuesta entender la urgencia en desmantelar las zonas protegidas,
aunque leyendo el diario Atlas de Cerro Largo se tienen algunas pistas. Allí el
ex intendente Sergio Botana anuncia que ya está acordado desmantelar el área
protegida de Centurión. Dice el actual senador que “existen algunas diferencias
entre distintos actores de la coalición, pero nos da la sensación de que va a
haber buen acuerdo en ese sentido, pero ya adelanto que el área de Centurión la
tenemos negociada. Con la intendenta Carmen Tort tuvimos una conversación con
el director de DINAMA y con la ministra Moreira, y acordamos allí la reducción
del área y algunas ventajas compensatorias para los afectados”. Más que urgente
parece apurado o incluso anticipado, como que ya antes de que se apruebe una
eventual ley ya se ha acordado reducir el área de reserva. Algo que ha causado
sorpresa en habitantes de Centurión que desde hace años sentían el respaldo del
otrora intendente.
La vida silvestre no tiene un buffet de abogados que la
patrocine, no tiene como pedir entrevistas a autoridades, solo la puede
defender difusamente la enorme mayoría de la población desde una pantalla de
computadora, o viajando a conocer estos lugares maravillosos, pero sin peso
económico ni político.
Hizo bien el presidente Lacalle en nombrar una junta
científica para analizar el enfrentamiento a la pandemia y le está dando un
buen resultado. Afortunadamente, los científicos también se han pronunciado en
un documento muy didáctico y con abundante cantidad de académicos firmantes
sobre la inconveniencia de estos artículos. Uruguay puede consolidar el camino
de tomar decisiones políticas escuchando más a la ciencia que a los grupos de
interés y presión. Todo el sistema político tiene que reflexionar sobre el
sistema de áreas protegidas, cómo mejorarlo, cómo potenciar a los productores
que están en estas áreas sensibles del territorio, cómo desarrollar un turismo
responsable del amor hacia la naturaleza, y productos que tengan
certificaciones que los valoricen. Uruguay tiene además convenios
internacionales firmados que serían contradichos por una ley de este tipo. La
imagen del Uruguay Natural con esta noticia circulando por el mundo quedaría
dañada.
En parte esto sucede por una pereza uruguaya a la hora de
salir a conocer los lugares más lindos de este país. Pocos conocen Treinta y
Tres, un departamento de peculiar belleza. Mucho menos Paso Centurión que está
en Cerro Largo. Lo que no se conoce no se ama. Lo que no se ama no se defiende.
Esperemos que el sistema político vuelva a escuchar a los
científicos que se han pronunciado claramente. Evalúe el funcionamiento de
estas áreas y analice que errores se cometieron en el pasado. Pero que no se
frenen legalmente ni se achiquen, que eso sería ir a contrapelo del mundo.
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