Por Julio Yao
Villalaz:
El levantamiento
nacional del pueblo ecuatoriano, que se coronó exitosamente gracias a la
insurrección indígena, fue traicionado por Ele Moreno (para no llamarlo Lenin
ni seguir blasfemando a Ulianovsk, según consejo del Dr. Juan Carlos Mas).
Después de “negociar” con la dirigencia de la CONAIE y
aceptar derogar el Decreto 883 que suspende el subsidio a los combustibles --
motivo inmediato del movimiento -- emprendió esa misma noche una campaña de
represión a los seguidores y exfuncionarios de la Revolución Ciudadana del
expresidente Rafael Correa y también a los propios dirigentes indígenas. Algunos de sus negociadores cayeron
arrestados en el mismo sitio de la negociación, ante el estupor de la
Conferencia Episcopal y los mediadores de la ONU.
Desde el inicio de las mal llamadas “negociaciones”, estaba
claro que la dirigencia pecaba de ingenua al creer a pie juntillas que Ele
Moreno era sincero y transparente cuando, casi que, llorando, se deshacía en
elogios al “pueblo que tanto amaba y para el cual solo quería la paz.” Eso sí, en un parpadeo de fugaz sinceridad dejó
entrever que a ese pueblo que tanto amaba no pertenecían los seguidores de
Correa.
Los indígenas, que protagonizaron un levantamiento no visto
en décadas en Latinoamérica que hizo huir pero no renunciar al presidente, se
conformaron con la palabra de un traidor sociópata en serie y, creyendo
que la
paz era un hecho automático, no pidieron que se liberasen inmediatamente
a los presos; se atendiesen a los miles de heridos y familiares de los muertos;
se investigara los desaparecidos, como
tampoco que se levantase el Estado de Excepción ni que cesara toda
represión, como preámbulo a la negociación.
Tampoco exigieron que se rechazaran las recetas del FMI que
agravan la situación social del pueblo y enriquecen a los más ricos y a las
empresas extranjeras, recetas mucho más perjudiciales que la suspensión de los
subsidios al combustible y el contrabando de gasolina.
Era evidente que el objetivo del paquetazo del FMI era
reducir los impuestos a los que más ganan y aumentárselos a los más
pobres. Así, se dejaron intactas las
recetas para disminuir los salarios y vacaciones, la pérdida de empleos, salud
y educación, entre otros.
Mientras nadie sabía cómo se reemplazará el Decreto 883 por
otro ni que contendrá el nuevo, sin esperar a que amaneciera, allanaron a
múltiples residencias de exfuncionarios correítas en medio de la noche, en base
a listas preparadas de antemano por la Inteligencia y el ministerio de la
Defensa para acusarlos falsamente de un conjunto de delitos, para lo cual
obviamente plantaron las evidencias, las huellas del delito, y niegan toda
posibilidad de defensa a los perseguidos.
En efecto, Ele Moreno se ha embarcado en una cacería de
brujas como nunca antes se ha experimentado en Ecuador y que seguramente cuenta
con el aval de Washington, que intentará descabezar la rebelión que pudiera dar
un vuelco a la Doctrina Monroe y su agresión a nuestros pueblos.
Los indígenas dieron por cerrado el caso sin que Ele Moreno
se comprometiese a cobrar los 5,000 millones que los más ricos le deben al
fisco y que hubiesen hecho totalmente innecesaria la suspensión del subsidio a
los combustibles que provocó la insurrección en primer lugar.
Ahora, ya desmovilizados y felices porque pensaban haber
triunfado, los indígenas, agotados, estropeados, con hambre luego de dos
semanas de combate, se la verán en dificultades para reaccionar. Muchos lo harán, pero también muchas
correítas más correrán para salvar sus vidas.
Antes de levantarse de la mesa, la CONAIE debió pedir
elecciones anticipadas, autonomía comarcal, garantías contra la
persecución. En vez, quienes debieron
alzarse con una victoria que se ganaron palmo a palmo; quienes confundieron a
policías y militares; quienes gritaron como nunca, “el pueblo unido jamás será
vencido”, ahora se ven obligados a refugiarse en los montes, embajadas e iglesias
de Ecuador y a replantearse la lucha en más difíciles condiciones.
Ele Moreno, con un gobierno seriamente debilitado por la
jornada, será presa fácil, un manso cordero ante los sectores dominantes
nacionales y extranjeros y deberá escoger pronto entre ser dictador
sanguinario, huir como una rata o suicidarse.
Pero Ele Moreno, cobarde y traidor, no tiene agallas, valor ni dignidad
para lo último.
Analista Internacional y ex Asesor de Política Exterior.
julioyao1@gmail.com
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