Por Víctor Manuel Barceló R.:
La raza humana demuestra su fragilidad cíclicamente. La
naturaleza en su evolución o la ciencia del ser humano en su conformación, la
ponen en vilo y se cobran la dificultad para superar situaciones inéditas.
Hablamos desde las catástrofes terráqueas como el diluvio –por más esotérico
que parezca- hasta las erupciones volcánicas, temblores de magnitud superior,
huracanes, sunamis y otras expresiones con que nuestro planeta nos muestra que
aún está vivo y en constante transformación.
Pero hay otros fenómenos que son producto del accionar
humano, del desarrollo de la ciencia y la tecnología mismas, que se centran en
el bien estar de quienes las poseen para vivir en el confort más completo, sin
importar que ello representa la afectación de los mares, la corrupción del aire
que respiramos y el socavamiento de la tierra para extraerle sus elementos que
la integran, pero que en su uso descontrolado provocan catástrofes menos
visibles en su evolución, pero que a la larga afectan mayormente a la Tierra,
el único vehículo en que circula la vida conocida.
Las afectaciones a nuestro planeta tienen una secuencia que
se inicia hace milenios y van creciendo conforme la población humana aumenta y
se distribuye por continentes y territorios. Junto a ello viene la evolución en
su búsqueda de bienestar, factor que muestra diferenciaciones en trato a
diversos grupos.
Unos, los dueños del capital en todas sus manifestaciones,
culturas, pueblos y comunidades en general, logran un confort en veces
excepcional, pero causando graves estragos a la conformación
físico-biológica-ambiental de la superficie en que habitan, terminando cada vez
más con especies vegetales y animales, incluso grupos humanos cercanos a las
explotaciones de hidrocarburos y minerales, quienes sufren de enfermedades que
alteran su hábitat y acortan sus vidas.
El más reciente acontecimiento que altera la vida en el
Planeta es el Covid-19. Dentro de su singularidad no es evento novedoso para la
humanidad. La peste negra, el cólera, la gripe española, nos dieron lecciones
que no aprendimos en su totalidad. Sus afectaciones van más allá de la parte
médica, lo radical de su accionar sobre el cuerpo humano para llevarle a
grandes sufrimientos, incluso a la muerte, cuyo asunto está siendo gestionado
con variantes, producto de la idiosincrasia de cada continente, región, país,
incluso localidades al interior de estos últimos. Pero los resultados hasta
ahora permiten hacer algunas apreciaciones válidas.
Podríamos separar en dos grandes grupos a naciones y
continentes por su manera de gestionar la pandemia: aquellos cuyas
determinaciones oficiales son abiertamente acatadas por los habitantes,
respondiendo a regímenes cuya rigurosidad es considerada afirmativamente en
este caso. Otros, que lo están haciendo con ciertas “libertades”, en los que
depende del grado de comprensión del problema, de la civilidad con que se
atiendan las determinaciones medicas oficiales, de la humidad en que la
reacción popular asuma los requerimientos para su combate, llegar a resultados
positivos y perspectivas de solución previsibles y medibles.
Es que no solo se trata de atender a la pandemia, sino
ajustar clavijas en las afectaciones colaterales. Unas positivas, porque al
estar bien o medianamente preservados los habitantes de ciudades o comunidades
en los hogares, al detenerse en un alto porcentaje la movilidad social, dejar
de volar aviones comerciales, movilizarse autos y vehículos de transporte de
personas y mercancías, trasatlánticos turísticos, barcos de contenedores,
maquinarias y equipos motorizados en fábricas, explotaciones agrícolas y otros
aparatos para el confort humano, paralizados momentáneamente, dan un respiro
formidable al Planeta.
En poco tiempo se
pueden apreciar, desde animales en extinción deambulando por mar, tierra y aire
hasta admirar cielos azules limpios de impurezas y la recuperación de lluvias
en ciudades y campos, que las habían visto alejarse peligrosamente para la vida
toda.
El preocupante “cambio climático” se amortiguó y dio cabida
a condiciones climáticas más o menos normalizadas. Las cosechas mostraron
reacciones positivas por diversos puntos del Planeta, asegurando la
alimentación humana. La lucha por la soberanía alimentaria podría encontrar
cobijo en nuevas formas de gestionar la economía, desde lo local para construir
un mundo que atienda a las necesidades de todos y olvide la servidumbre de los
muchos ante unos pocos, dentro de nuestros países y a unas cuantas naciones
controlando el proceso vital de la mayoría de pueblos y comunidades, como signo
de la relación entre naciones.
Las condiciones descritas y muchos elementos más que se van
constituyendo conforme avanza la pandemia en ruta a su control, nos hacen
pensar en que no será igual la vida toda en la Tierra como la conocimos y hemos
intentado anotar, líneas arriba. Entraremos a un tiempo nuevo que requerirá de
libertades hasta hoy conculcadas en muchas regiones. Debemos ser renovadores,
creativos, autocríticos, resueltos en nuestras decisiones de formas novedosas
para gestionar todo lo relativo a la vida sobre el Planeta.
Pero ¿cómo podemos prepararnos y preparar a las nuevas
generaciones, en este caso latinoamericanas y caribeñas, para arribar a condiciones
de conciencia colectiva y política en esa ruta? En tanto superemos la pandemia
–que puede requerir una temporada larga- debemos afinar los instrumentos
capaces de aprovechar las TyC y crear nuevos mecanismos que reciban un influjo
razonado, preciso, que penetre en la vida y la conciencia de todos, chicos y
grandes, con formación universitaria o sin ella. Una tarea adecuada al medio en
que nos movemos y más en el que transitaremos tras superar el Covid-19, que
abre la compuerta a un mundo diferente para el ser humano.
Las amenazas a la existencia de la vida, requieren de
liderazgos consistentes, seres humanos probados en las contingencias, cuya fortaleza y honestidad les permita entender
la dimensión del desafío a que hay que dar la cara. Líderes que convencen e
inducen a la acción colectiva, sobre todo de esos pobladores que no son
considerados en las decisiones sobre su manera de existir, que
desafortunadamente son las mayorías de nuestros pueblos.
La Región cuenta con liderazgos de esa naturaleza, algunos,
los más, acosados por fuerzas internas y externas a sus países que les impiden
avanzar rápidamente en sus pretensiones de cambio social, avalados por grupos
poblacionales cada vez más amplios. Otros, los menos, dirigen países,
comunidades y pueblos para su bienestar en todos los órdenes, enfrentando una
avalancha de intereses económicos, políticos y sociales, que no se resignan a
compartir la riqueza producida por los más. Son quienes la detentan en enormes
capitales fuera de toda razón.
Gestionar un Nuevo Orden al servicio de las mayorías de la
humanidad es una meta formidable. Cada paso será complejo, a veces doloroso,
pero solo la persistencia permitirá alumbrar un Planeta sustentable, que abrace
a todos sus seres vivos.
v_barcelo@hotmail.com
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