Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
El torrentoso caudal informativo de marzo y abril sobre las
características, formas de expansión y maneras de enfrentar al coronavirus se
ha ido ralentizando relativamente para dar paso ahora a múltiples
especulaciones sobre lo que va a ocurrir en la etapa de post pandemia.
Digo especular porque a ciencia cierta no se sabe cuáles
serán las consecuencias y hasta donde llegarán las repercusiones en términos
políticos, económicos y sociales de esta situación que ha estremecido los
pilares de las sociedades locales y del escenario internacional.
Pero la especulación sobre el futuro es algo posible de
permitirse en términos intelectuales, desde la comodidad que produce “crear”
con todas (o la mayor parte) de las necesidades resueltas. La abrumadora suma
de la población del sur del planeta no tiene posibilidades de especular sobre
el futuro. Para ellos, el futuro ya llegó, tienen que actuar de inmediato para
resolver las necesidades vitales. En esa medida, no es posible “especular”
sobre la alimentación, la salud, la educación de los hijos y el techo donde
dormir.
Puestos en esa situación, resulta muy complicado solucionar
la disyuntiva que plantea cumplir las medidas de cuarentena y distanciamiento
social para no morir por el virus o seguir realizando las actividades
cotidianas para no morir de hambre. Esa disyuntiva solo se solventa –en alguna
medida- si el Estado asume las funciones que le corresponden en el marco de sus
responsabilidades constitucionales y se preocupa por asegurar los derechos que
a todo ciudadano de este planeta le concede la Declaración Universal de
Derechos Humanos.
Esto es imposible en el ámbito del sistema capitalista que
ha transformado el respeto a los derechos humanos en un “slogan comunista”. Por
eso, Estados Unidos se retiró en junio de 2018 del “hipócrita y egoísta” (así
lo caracterizó) Consejo de Derechos Humanos de la ONU, solo porque éste no
avala los desmanes de Israel en la Palestina ocupada. Para contrarrestarlo,
puso como Alta Comisionada de Derechos Humanos a la pusilánime y fácilmente
manejable Michelle Bachelet con la misión de proteger a sus aliados y crear las
condiciones para la intervención en los que no lo son. Esta despreciable
figura, asesina de mapuches y represora de estudiantes ha cumplido con creces
su tarea.
Efectivamente el coronavirus está cambiando todo: hábitos de
comportamiento, relacionamiento y consumo, las restricciones están permitiendo
“redescubrir” la vida desde las limitaciones que produce una forma de
existencia totalmente distinta a la que había al comenzar este año. La gran
pregunta es que si esta situación generará cambios ”hacia adelante” o conducirá
a una situación aun más retrograda.
Como dije en un artículo anterior, las expectativas respecto
del futuro van “desde las más apocalípticas hasta las más optimistas”: En
Venezuela tenemos una mirada muy particular al respecto. Hasta la semana pasada
el coronavirus estaba casi totalmente controlado con índices muy bajos de
infección y fallecimientos (solo 10 hasta hoy), pero esta semana miles de
personas que “habían huido de la dictadura” y que hoy desamparados en los
“oasis de felicidad” a donde habían llegado, están regresando y amenazan la
estabilidad y la fiscalización que las autoridades habían logrado. En una
semana se han duplicado los casos obligando al gobierno a tomar medidas
especiales que no habían sido necesarias aun.
No obstante eso, la pandemia no es la principal preocupación
de la ciudadanía. Las sanciones y el bloqueo al país por parte de Estados
Unidos y Europa hacen mucho más difíciles las condiciones de vida de la
población. La imposibilidad de acceder a alimentos, medicinas, piezas de
repuesto y mantenimiento afectan la prestación de los servicios públicos. A
ello se suman los actos de sabotaje promovidos por la oposición terrorista con
el amparo de los gobiernos de Estados Unidos y Colombia coadyuvando a crear un
clima de extrema tensión que apunta a la búsqueda del colapso de la sociedad.
El problema principal es la carencia de combustible por la
aplicación de agresivas medidas tomadas por el gobierno de Estados Unidos que
robó los activos de la empresa petrolera CITGO propiedad del Estado venezolano,
donde se elaboraban aditivos y otros insumos necesarios para la producción de
gasolina y lubricantes lo que ha estrechado a niveles indecibles los márgenes
de maniobra del gobierno para solucionar estos problemas que también apuntan a
la generación del colapso.
El nuevo punto de tensión está puesto en el límite de las
aguas territoriales de Venezuela.. Por acuerdo con el gobierno de Irán, éste
envió cinco barcos con gasolina y otros insumos necesarios para la plena puesta
en funcionamiento de las refinerías existentes en el país. Los navíos deben
arribar alrededor a partir del próximo viernes 22.
Algunas fuentes en Estados Unidos, en países satélites sobre
todo desde Miami y Bogotá y de la oposición terrorista de Venezuela han llamado
a que la Cuarta Flota del Comando Sur de Estados Unidos impida la llegada de
los barcos iraníes transformando esta misión en un punto de honor para el
presidente Trump. Así, atizan la guerra que indudablemente se desataría de
forma simultánea en el Mar Caribe y el Golfo Pérsico con consecuencias de
difícil escrutinio para la totalidad del planeta.
Al respecto, el Almirante Craig Faller jefe del Comando
Sur en una teleconferencia realizada en
la Universidad Internacional de Florida, dijo que aunque las relaciones entre
Irán y Venezuela son un desafío, no se realizarían intercepciones a los barcos
de combustibles iraníes en alta mar, o sea que no se impediría el acceso de
estos buques a aguas venezolanas.
No obstante, la volatilidad mental del presidente Trump, su
irracional odio contra la humanidad y su desvergonzada intención de ocultar el
desastre al que ha llevado a su país por el manejo desafortunado de la
pandemia, obliga a no rechazar una opción de guerra abierta en contra de los
buques iraníes violando el derecho internacional, el libre comercio y las
libertades de navegación, preparando un típico acto de piratería que puede
derivar en graves consecuencias. El vocero del gobierno de Irán Ali Rabiei ha
asegurado que si Estados Unidos comete el error de impedir el tránsito de sus
buques hacia Venezuela “nos reservamos todas las opciones y tomaremos las
respuestas proporcionales para preservar la libertad de navegación e imponer un
costo sin precedentes por las ilegalidades”.
En la mencionada conferencia, Faller analizó esta situación
en términos geopolíticos estratégicos. Afirmó que Irán al igual que China y
Rusia, al calor de la pandemia de COVID-19, pretende “reescribir el orden
mundial” a través de “narcodictaduras” como la venezolana. Su preocupación fundamental es que: “Tenemos
que mirar a las tendencias globales más allá de esta crisis sanitaria. China
está tratando de reescribir el orden mundial que ha permitido que este
hemisferio haya prosperado desde la Segunda Guerra Mundial”. Lo curioso es que
esta fue su respuesta cuando le preguntaron por los barcos iraníes.
Así, en medio de la pandemia, en el caso particular de
Venezuela, resulta difícil separar el presente del futuro y la coyuntura de lo
estructural. Junto a otros países amenazados como Cuba, Nicaragua, Siria, la
República Popular Democrática de Corea y el propio Irán, entre otros, están
obligados a diseñar simultáneamente medidas de carácter táctico y estratégico.
Las dos grandes amenazas a la paz, la estabilidad y la vida en el planeta: el
coronavirus y Estados Unidos obligan a ello.
sergioro07@hotmail.com
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