La prolongación de la cuarentena evidencia que el problema
de salud es muy grave. Y a eso se suma la no menos crítica situación económica.
Es una crisis doble. No van la aspirina ni el geniol.
El Covid-19 sigue cobrándose en enfermos y muertes. Que las
estadísticas locales sean mejores que la de otros países comprueban que se
tomaron buenas medidas políticas y sanitarias. Pero no deben sacarse
conclusiones erróneas, por ejemplo, que los argentinos somos los más grandes
del mundo. Tampoco que el problema está solucionado y se puede volver a la
normalidad.
El drama continúa. Según sanitaristas y epidemiólogos puede
venir una oleada aún más dolorosa en mayo o junio. Está bien que Alberto
Fernández prorrogue la cuarentena por un par de semanas, flexibilizando
actividades en zonas donde sea posible. Es de sentido común, a veces el menos
común de los sentidos.
Tampoco hay que consolarse comparando nuestras bajas con las
de otras nacionalidades. Sería de pésimo gusto incurrir también en la zoncera
de «mal de muchos, consuelo de tontos». Hay que mejorar la performance y dar
una mano a nuestros vecinos, próximos y lejanos. Por caso, qué lindo sería que
llegaran cajas de alimentos argentinos a China, retribuyendo la solidaridad
recibida y en vez de ir con frases del Martín Fierro fueran con algunas citas
de Confucio o Mao.
Como la solidaridad empieza por casa, lo más importante es
ver cómo están los compatriotas y mejorar su situación. Si bien es una
responsabilidad central del gobierno nacional, los argentinos de a pie también
debemos involucrarnos. Así quedarían más aislados los imbéciles que amenazan a
médic@s y enfermer@s; los quieren confinar en algún asilo o cárcel lejos del
vecindario, en vez de agradecerles lo que hacen por la gente.
La pandemia ha ilustrado los márgenes peligrosos de la
situación sanitaria. Se ha remarcado poco que los presupuestos de Salud fueron
achicados por el gobierno anterior y su lógica de mercado. El ministerio fue
rebajado a secretaría. Y los jubilados (franja etárea tomada como blanco
principal por el virus) sufrieron la reforma previsional en diciembre de 2017.
Hay mucha población vulnerable al Covid-19. Esa gente no
puede guardar la cuarentena porque vive hacinada en una vivienda que no es tal.
Y debe salir a buscar un peso fuera de casa porque no tiene ahorros ni medios
para sobrevivir.
El gobierno actual parece consciente de esa realidad, pero
subestima el drama. El ministro de Desarrollo Social se vio sorprendido al
constatar que en vez de 8 millones de personas pobres y vulnerables en marzo
eran 11 millones. Y cuando se vio apremiado, Daniel Arroyo aprobó, en el apuro,
licitaciones que no eran correctas ni en precios ni formas.
Lo que viene.
Para una apreciable mayoría de argentinos y de ciudadanos
del mundo, luchar contra la pandemia es la tarea de la hora. Siempre hay
ultrareacionarios que, en cambio, ponen en el banquillo de los condenados a
otras personas de carne y hueso, y a ideas humanistas.
Siguiendo la huella criminal de Donald Trump y Jair
Bolsonazi, una runfla de políticos y algunos literatos devenidos en políticos,
emitieron un documento condenando al populismo y gobiernos democráticos como el
de Argentina. Bajo la pluma novelesca -en este caso de terror- de Vargas Llosa,
firmaron Mauricio Macri, Álvaro Uribe, José María Aznar, Ernesto Zedillo,
Alberto Lacalle y otros políticos e intelectuales orgánicos del neoliberalismo.
Ese documento virósico tiene dos cosas positivas. Una, es un
reconocimiento de lo que se está haciendo bien: «ladran Sancho, señal de que
avanzamos». Otra, les recuerda a los ingenuos y oportunistas que luchar contra
la pandemia y la crisis requiere una fuerza política que excluye a personajes
como aquellos 147 firmantes. No por una cuestión de nacionalidad peruana,
colombiana o española, sino de límite político e ideológico. Es el mismo error
que comete el presidente cuando apuesta a alianzas con Horacio Rodríguez
Larreta, Gerardo Morales y Jorge Macri.
Lo adecuado es prepararse para lo peor y semanas más duras
por daños provocados por el coronavirus. Todo lo que se planifique en salud es
bienvenido, no sólo la lamentable y necesaria cuarentena, incluyendo el
preacuerdo aún no concretado de traer 200 médicos cubanos a Buenos Aires. La
noticia despertó otra vez el odio del anticomunismo cerril y el corporativismo
de las sociedades anónimas vestidas de galenos.
El Estado deberá invertir muchos más centenares de miles de
millones de pesos en esta emergencia y para salir de la misma, que aún no se
avizora. Las cuentas finitas no se hicieron pues aún no se ve la luz al final
del túnel, pero es obvio que se gastará más en salud y en mantener viva a la
Argentina, dos fines altruistas y elementales.
Los números ilustran la gravedad y amplitud del fenómeno a
atender; a veces el gobierno no lo ve o lo hace en forma limitada. Aunque hiera
prejuicios, también hay que ocuparse de la gente en las cárceles. Descontando
genocidas, son seres humanos.
La pobreza se ha disparado del 38 por ciento al 45, según la
Universidad Católica Argentina. Esto significa que en el país hay 16 millones
de pobres, según el Indec. O sea, ministro Arroyo, no son 11 millones como
usted admitió esta semana sino 5 millones más.
Según la Cepal de Alicia Bárcena, buena amiga de Argentina,
el PBI del país caerá este año 6,5 por ciento, en el podio negativo de los tres
que verán más estrellada su economía. En Latinoamérica habrá 11 millones más de
desocupados, hasta totalizar 37,7 millones; y habrá 30 millones más de pobres,
hasta completar 83,4 millones. De eso no hablan Vargas Llosa, Macri y sus
amigos anticomunistas del club de Trump.
Emitir, ma non tropo.
¿De dónde sacar recursos para afrontar la crisis pandémica y
económica?
Argentina no abonó un bono de deuda de 500 millones de
dólares vencido el miércoles 22. Por lo tanto, arrancó, en principio, su rumbo
mensual hacia el default. Mal puede esperar préstamos internacionales.
Por otro lado, la economía semiparada no genera ingresos
para sus habitantes ni para el fisco, vía recaudación; tampoco dólares mediante
exportaciones (los sojeros siguen con sus silos bolsa a full aguardando que el
dólar llegue a 150 pesos o más).
Unas 420.000 empresas pequeñas, medianas y algunas grandes,
privadas, han pedido ayuda al Estado para abonar sueldos de sus empleados. Otra
prueba del rol esencial del Estado, reafirmado en esta crisis y que no debería
desdibujarse y mucho menos retroceder cuando las aguas hayan bajado.
Una vía de financiación es la emisión. Para horror de los
Melconián, Espert, González Fraga, Cachanosky, De Pablo, la caricatura de
Lennon y otros adoradores del Dios Mercado, el Frente de Todos tomó la justa
decisión de emitir.
Por supuesto no debe ser la única forma de financiación
porque si la máquina de imprimir billetes no se detiene llegará un punto en que
prende el motor de la inflación. El gobierno de Fernández tiene que definir qué
otras fuentes legítimas tienen de financiación.
Y, ligado con eso, debe analizarse en forma crítica en qué
se empleó lo emitido hasta el momento. Durante marzo se emitieron 600.000
millones de pesos, de los cuales 125.000 millones fueron del Central al Tesoro
como adelantos transitorios y otros 60.000 millones como pago de utilidades.
Sorprendente y lamentablemente, más de 304.000 millones fueron a pagar Leliq a
los bancos, con la ilusoria idea que estas entidades prestaran en forma rápida
y amplia a las empresas privadas. (Fuente: BCRA, reproducido por Página/12,
I-Profesional y BAE). Los bancos no hicieron eso ni respetaron el tope del 24
por ciento de interés marcado por el Central para prestar a las firmas que lo
solicitaban para abonar sueldos.
La Patria Financiera.
Destinar la mitad de lo emitido a pagar a los bancos es un
gravísimo error y no precisamente de Miguel Pesce, titular del Central, sino
del presidente Fernández. Significa que él hasta hoy confía política y
financieramente en la tristemente célebre «Patria Financiera».
Es exactamente al revés del Pepino. Hay que enfriar un poco
la emisión monetaria, pero sobre todo cambiar el destino de los fondos,
cortando todo favor a los bancos. En medio de esta durísima pandemia parece
llegado el momento de nacionalizar la banca, que ganó 314.044 millones de pesos
en todo el año 2019, según informe del Banco Central.
El país necesita esos recursos, que en buena medida se
hicieron usando plata depositada por la población y los dineros del Estado con
los negocios macristas de las Lebac y Leliq. Además de un problema de liquidez,
en esta crisis se necesita disponer de un aparato financiero nacional que se
utilice con similar criterio al de una planificación sanitaria a nivel país
(algo que aún no se pudo hacer por el peso decisivo del negocio de la medicina
privada, que vetó el plan de ser englobada en un plan nacional e hizo retroceder
al gobierno).
No es una receta médica sino posibles soluciones:
nacionalizar la banca, cobrar impuesto a la riqueza y suspender los pagos de la
deuda externa. Pueden ser los tres remedios para salir del hospital con mucha
vida.
Dirán que son medidas muy serias. Lo grave es la crisis
capitalista dependiente y la enfermedad, que no se cura con aspirina ni geniol.
ortizserg@gmail.com
#QuedateEnCasa
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