Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
Petróleo, ferrocarril y aseo, cambiaron el curso del mundo a
comienzo del siglo XX que Internet, robótica y especulación financiera
cerraron. Las guerras que abrieron el siglo con grandes movilizaciones de
soldados harapientos emboscando al enemigo en campo abierto, al ritmo de
tanques y camiones, en el S.XXI mutaron hacia enemigos asimétricos, difusos,
creados en laboratorio y atacados para justificar victorias que distraen los
grandes negocios y dominio político que subyace. Así ocurrió con Afganistán, Iraq,
Siria, todos bajo la expresión de “infectados”.
Para ocupar lugar de
aislamiento basta que le toque su turno en la baraja del poder hegemónico para
ser bloqueado, encerrado, exterminado, con la lógica de la peste y de la
guerra, que hace 70 años llevan la herencia nazi técnicamente perfeccionada.
Peste y guerra azotan con mayor violencia a vulnerables, apátridas, marginados,
pobres, que reciben por igual los azotes de la plaga, sea de mariners, cabezas
rapadas, paracos, militares en ejercicio o bacterias y virus letales como este
covid19 en sus dos cepas S y L.
Los barbaros ejércitos, “inteligentes”, son mitad máquina,
mitad humanos, digitales y mecánicos, drones, bombarderos no tripulados,
máquinas de precisión, hombres sin humanidad, francotiradores en línea
apostando a matar, salen de la nada, dan miedo, aprovechan la sombra y la
legalidad que les da impunidad, reciben la paga como antiguos mercenarios, sus
asesinatos valen oro, cobran en bolsa. Los gobernantes declaran y anuncian al
“enemigo universal” a ser atacado de manera implacable, ante la impotencia de
sus vecinos y hermanos. Estos días los Estados Unidos le anuncian a América
Latina, que viene una guerra, así de repente como la peste y nadie duda que su
poder le alcanza para cooptar gobernantes (calificados por quienes los
eligieron para conservar la paz de pusilánimes, entreguistas y traidores) y
hacer alianzas de negocios con empresarios y políticos para adelantar acciones
abiertas y encubiertas, de guerra regular o sucia y uso del terror general o
selectivo.
El virus invisible, llega sin anuncio no declara la guerra,
se mete en el cuerpo de los más expuestos y se expande, permitiendo que los
gobernantes abandonen la agenda social y la concertación y busquen equilibrios
entre un temor manipulable (útil para experimentar una nueva disciplina y
control de conductas sociales) y contener el contagio. América Latina con el
anuncio de guerra, anticipa su lenta muerte como continente próspero y
esperanza de futuro, su tenacidad no va a alcanzar para vivir al mismo tiempo
el contagio y una guerra inesperada, creada a la sombra del virus letal. Los
vientos de guerra contra Venezuela, se extenderán y todo el continente va a
arder. Lo que ocurra no podrá ser exhibido como victoria de nadie, es una gran
vergüenza para todos.
La gran perdedora será Colombia, que con sus siete bases
americanas será convertida en el “nido del águila” (donde el furher ordenaba su
crueldad) para organizar la destrucción de lo poco que le queda de grandeza a
la patria grande soñada por Bolívar, que en su soledad cuenta sus muertos, en
tanto espera completar el contagio del 10% de su población total, inerme,
desigual, excluida y olvidada, lista para morir.
Los hechos del siglo XXI, que era el siglo de América
Latina, impiden ser optimistas y más bien invitan a prepararse para entender
que después del trance de covid19 nada quedará igual y la vida será de otra
manera, pero no para vivir un post de alegrías, porque la guerra prometida
estará ahí como otro virus letal. Colombia podrá quedar encerrada en el
triángulo macabro de una violencia endémica con visos de retorno a la guerra
interna; una guerra internacional y; una pandemia que se niega a irse. Las
consecuencias previsibles anuncian afectación de fondo a la estabilidad del
trabajo, al aparato productivo de baja capacidad de respuesta y una economía
inestable, en medio de un tejido político y social polarizado, que impide
avanzar en la solidaridad y respeto a la naturaleza, al otro y a sí mismos, lo
que dificulta regresar a una normalidad de renovados deberes y
responsabilidades que permitan un fraterno reencuentro.
El covid19 se irá, llegará un antídoto, pero la guerra que
empieza estará más cerca, mortal y certera. Todo cambia drásticamente de
repente y ojalá haya tiempo para preguntarnos en estos días: ¿Quién soy yo como
ser humano? Y ¿Quién soy yo para la humanidad? El covid19, es el “enemigo
invisible” y la conciencia indica que desigualdad y exclusión son la base de
permanencia del “enemigo visible”: el gran propietario, que no abandona su
ímpetu de guerra, ni cesa en su empeño de permanecer así, hasta que realmente
el sistema de acumulación sea golpeado.
mrestrepo33@hotmail.com
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