El presidente norteamericano y sus aliados de esta parte del
mundo, del Cartel de Lima, están entre los peores gobiernos del mundo al
enfrentar la pandemia.
Donald Trump es el mayor responsable político de la pésima
performance norteamericana contra el Covid-19. Los números así lo cantan. Tiene
la mayor cantidad de contagiados y de muertos, más que los fallecidos sumados
de Italia, España y Francia. Ha recibido críticas por haber desfinanciado el
sistema de salud e incluso suprimido órganos estatales que podrían haber jugado
un buen papel en esta crisis.
Una vez que empezó la epidemia, el magnate estuvo lejos de
preocuparse. Pensó que este drama dejaría en gran inferioridad de condiciones a
China, su principal adversario mundial. La OMS declaró que la epidemia habría
trocado en pandemia, el 11 de marzo, pero la Casa Blanca no tomó las medidas
urgentes de cuarentena. El cretino pensaba con el bolsillo, con el suyo propio
y el de las corporaciones más poderosas, que verían disminuir sus negocios en
caso de cierres de actividades económicas.
Después ya fue tarde. EEUU quedó como el epicentro
internacional de la pandemia. En vez de admitir sus culpas políticas y
sanitarias, hacer autocrítica y relanzar medidas, Trump se dedicó a calumniar a
China y a la OMS, a la que el 14 de abril cortó el aporte económico de 400
millones de dólares. Si alguien tenía alguna duda sobre el carácter criminal de
su gobierno, ese cese del aporte a la Organización Mundial de la Salud la habrá
disipado. Eso lo hacen los genocidas, que cometen delitos contra la humanidad.
Trump lo hizo.
Una escuadra de presidentes latinoamericanos que siguen sus
pasos hace sufrir a sus pueblos en proporción parecida a los afroamericanos,
los latinos y en general a la población más humilde en EEUU.
Bolso nazi
Uno de los principales aliados en esta región es Jair
Bolsonaro, que subestimó la enfermedad y se negó a tomar medidas apropiadas.
Era una «gripecita» que ya iba a pasar. Los brasileños se bañan en
alcantarillas y no se enferman. Esas frases tristemente célebres no salvaron a
Brasil de ser el país con más contagios y muertes en la región.
Hasta el martes 14 tenía 23.830 enfermos confirmados y 1.355
muertos. San Pablo y Río de Janeiro eran las dos ciudades más afectadas,
especies de Nueva York del subdesarrollo. El alcalde y el gobernador de Nueva
York, y los de varios otros estados, entraron en colisión con Trump. También
los gobernadores Wilson Witzel del estado de Río de Janeiro y Joao Doria, de
San Pablo, chocaron con Bolsonaro. El ministro de Salud, Henrique Mandetta,
estaba esperando el telegrama de despido del presidente.
Lo de Bolsonaro es provocador. En vez de cuarentena el tipo
visita panaderías y negocios sin barbijo, saluda y se saca fotos con personas.
Sigue pensando que el virus es un mariquita, a los que desprecia tanto como a
los lulistas, negros, indígenas, mujeres, pobres, extranjeros, ecologistas,
etcétera.
Cartel de Lima.
Entre los catorce países del Cartel de Lima armado por Luis
Almagro y la administración Trump en el seno de la contagiada OEA, hay varios
con mala nota.
Uno es el ecuatoriano Lenin «Kausky» Moreno. Durante 2019 y
mucho antes de la aparición de los primeros casos en Wuhan, provocó una
rebelión popular con su plan de ajuste, deuda externa, retrocesos de las
conquistas sociales y represión a los ecuatorianos. Con esa receta de
neoliberalismo extremo Ecuador colisionó de frente con el Covid-19.
En Guayaquil muchos fallecidos estaban en las calles: no
habían tenido atención médica cuando conservaban vida y quedaban a la
intemperie una vez muertos. Cero sensibilidades y cero aparatos sanitarios del
gobierno. Eso sí, el traidor Moreno, tuvo tiempo e influencias para que su
antecesor en el cargo, Rafael Correa, fuera condenado a 8 años de cárcel por
supuestos sobornos a empresas privadas. Lo hizo sin pruebas, para impedirle
presentarse como candidato en la próxima elección presidencial, en operativo
similar al utilizado contra Lula da Silva.
El portavoz del gobierno, Jorge Wated, informó el 2 de abril
que una fuerza de tareas conjunta de militares y policías había levantado 150
cadáveres en los últimos tres días en Guayaquil. Según diarios de Ecuador los
cadáveres recogidos en la vía pública fueron 500 en la primera semana del mes.
Ese país tiene 7.529 casos confirmados y 355 muertos. Y el
ministro de Salud Pública, Juan Carlos Zevallos, admitió que en los próximos
días vendrá el pico más alto de la curva, sobre todo en Guayaquil, capital del
estado de Guayas, donde los expertos médicos estiman que habrá entre 2.500 y
3.500 muertos.
Muertos de Piñera.
El Chile de Sebastián Piñera, otro de los socios plenos del
Cartel de Lima, registraba hasta el martes 7.917 casos y 92 muertos.
La cuarentena no ha sido generalizada como en Argentina,
sino parcial sobre determinados barrios de algunas ciudades. Por ejemplo, hasta
el lunes 13 había seis barrios de la capital chilena con restricción, pero a
partir de allí fueron liberados al tránsito y la actividad. Según la consultora
Cadem, el 79 por ciento de la ciudadanía desaprueba ese levantamiento de
cuarentena.
Pero el mandatario no es un sanitarista sino un empresario
devenido político, y en su escala de valores está primero la obtención de
plusvalía. Él se enojó mucho con la presentación que hizo su colega argentino
Alberto Fernández, el viernes 10 de abril en una conferencia de prensa,
reivindicando la performance de este lado de la cordillera.
El gobierno chileno contraatacó mediante su ministro de
Salud, Jaime Mañalich, asegurando que su gobierno tiene la capacidad de testeo
más alta de la región y que «hasta el 11 de abril se habían realizado 4.228
tests por millón de habitantes, un equivalente a 15 veces lo testeado por la
Argentina, que está en el orden de 435 por millón de habitantes».
Algunos números son relativos y discutibles, pero ese
ministro es indefendible. Está en contra de las cuarentenas: «El destino de
esto es que toda la población mundial se infecte, no hay ninguna manera de
evitarlo, a menos que exista una vacuna».
Los números chilenos son poco confiables porque hasta el 7
de abril el ministro contaba como enfermos curados a… ¡los muertos! Los incluía
como «recuperados», porque «ya no contagian». Después del escándalo tuvo que
dejar de contar los muertos como recuperados.
En la dolorosa estadística deben entrar los 33 muertos y
3.400 heridos, entre ellos 300 con pérdida de la vista por perdigones de
Carabineros, durante la rebelión popular iniciada en octubre.
Así de enfermo terminal está el Cartel de Lima. ¿Qué espera
Fernández para retirar a Argentina de ese peligroso club de amigos de Trump?
ortizserg@gmail.com
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