Por Jesús A. Rondón:
Las víctimas de esta pandemia, son los adultos mayores. A
fecha constituyen el mayor porcentaje de los fallecidos. Es posible que en el
curso de esta crisis esto cambie un poco, ya se empieza a observar con
preocupación el aumento de personas jóvenes y hasta niños que mueren debido al
virus.
Afirman los especialistas en base a los informes
epidemiológicos, que este virus afecta a aquellas personas con más edad, que
tienen patologías previas, dicho de otro modo, estas dos condiciones erigen el
escenario ideal para que actué con más letalidad.
Nos informan los noticieros que las residencias de ancianos,
al menos en España e Italia son los lugares donde la tasa de mortalidad es más
elevada. Narran que se ha llegado a residencias de ancianos y se han encontrado
sus cadáveres. En concreto estas personas no accedieron al derecho a la
atención médica adecuada, el derecho a la salud.
Es cruento escuchar esas voces que a diario dan ese parte de
guerra, donde se habla que han fallecido ochocientos y tantas personas en
veinticuatro horas, la mayoría ancianos y ancianas. Es imposible verlas como
una cifra, sin esa carga de humanidad. Esta realidad reclama algunas reflexiones
para justificar el retorno del debate sobre de la importancia del cuidado
comunitario de los adultos mayores, porque socialmente esta situación tiene que
estremecernos, tiene que sacudirnos, en definitiva, tiene que cuestionarnos el
modo en que vivimos y en marco de desarrollo que determina este vivir.
I) Los expertos coinciden hasta ahora en tres acciones claves
para actuar frente a la pandemia, primero las medidas de aislamiento,
cuarentena o distancia social, seguido por las pruebas de diagnóstico y finalizan
con la disposición del sistema de atención medico asistencial para atender los
casos de sintomatología compleja. Evidentemente cada una de estas medidas
claves tienes sus implicaciones, que no desarrollaremos ahora. Los gobiernos del mundo se han relacionado
con estas medidas, al menos tres maneras, a saber: oportuna, de manera tardía y
forzosa.
De manera oportuna se toman pronto medidas de aislamiento
social, distancia social y cuarentena, así como el despistaje de amplio
espectro y se prepara lo que se dispone del sistema de atención medico
asistencial. En la segunda manera, se pudo haber preparado la atención medico
asistencial, pero se pospuso el aislamiento, cuarentena o distancia social, así
como disponibilidad la aplicación de las pruebas de diagnóstico. En la tercera
manera, se toman medidas gracias a la fuerza de la realidad. Ahora mismo todos
los países del mundo han logrado diagnosticar al menos un caso. Como referencia
podemos decir que Venezuela se puede ubicar en el primer horizonte, en el
segundo están la mayoría de los países del mundo y en el tercero, otra minoría,
pero con una elevada población, como por ejemplo los Estados Unidos Mexicanos,
los Estados Unidos de América, Ecuador y Brasil.
¿Qué lógica ha privado para que los gobiernos de los países
del mundo se relacionen de una determinada manera con estas medidas? Las
declaraciones de sus jefes de gobierno apuntan a que corresponden a un cálculo
económico. Es decir, cuanto afecta la implementación de medidas en la economía,
contra la estimación de fallecidos y su valoración societal. Es una discusión
fría y hasta escalofriante para cualquier persona, pero es la lógica que impera
en la gestión del capital cada día, solo que las dantescas consecuencias no son
tan evidentes ni tan públicas.
Para quienes laboramos en el ámbito de salud y seguridad en
el trabajo, no es extraño encontrar estos cálculos, y puedo colocar como
referencia que, en muchos casos, cuando se emprende la construcción de una
edificación, los proyectistas incorporan la estimación del número de personas
que van a fallecer (sobre la base de información previa) y las indemnizaciones
máximas que hay que pagar. En los hechos se relaja la ejecución del presupuesto
para prevención y protección de los trabajadores y las trabajadoras. Al final
el balance es bueno, si se gastó menos. ¿A quién le importa quién muere?
En el caso del gobierno de los Estados Unidos de América, ya
se han estimado el número de personas que serán víctimas, además de las
consecuencias económicas y los paquetes de ayuda para las empresas y personas.
Son aceptables estas muertes, en función de un razonamiento económico y en un
contexto socio-político que las tolera. Se puede examinar los cálculos
realizados en Alemania también.
Solo un detalle del cálculo, quienes se estiman que mueran
son los adultos mayores, que son en esta perspectiva una carga para los
sistemas de pensiones y servicios de salud públicos, porque hay que invertir
más recursos para atenderlos; y en los privados porque hay reducen la tasa de ganancia.
Distinto sería el cálculo si afectará a personas en edad productiva. Es un
mundo peligroso para los viejos y las viejas el de hoy día, pues en esta
lógica, son los primeros candidatos (sin saberlo) para el sacrificio. Ya un
senador norteamericano lo decía sin rubor alguno, hace un par de semanas.
II) La situación de los adultos mayores en relación al
coronavirus, demanda que expongamos el papel y el lugar en la sociedad
occidental que estos tienen. En primera instancia es necesario recordar que antes
de ser adultos mayores, estas personas fueron jóvenes, a los cuales se les
preparo para ser trabajadores y trabajadoras, también consumidores y
consumidoras, en los países donde es necesario tributar, se le preparo para ser
contribuyentes, que luego tributaron efectivamente, trabajaron y consumieron.
Gracias a las luchas de las organizaciones de la clase trabajadora, es decir
nuestros sindicatos; unos más pronto que otros, accedieron al derecho de
jubilación, diferenciado según cada país.
Conviene recordar que estas personas en su edad productiva
(en términos generales y reducidos a la lógica del capital) se expusieron a
condiciones inseguras e insalubres y al estilo de vida que impone la dinámica
del consumo y en su conjunto esto configuro las patologías que hoy sufren. No
significa que se ignoren ciertas predisposiciones, pero la determinación social
de la enfermedad en un elemento central en esta situación. Dicho de otro modo,
estas personas no están enfermas por obra divina o una determinada configuración
biológica, lo están porque vivieron y viven dentro de una determinada sociedad.
Una sociedad para la cual la enfermedad es una oportunidad negocio, por lo
tanto, se trata, pero no se cura, ni se previene.
Ahora, esta sociedad que los enfermo, mercantiliza también
el retiro y apertura residencias de adultos mayores, donde si bien es cierto
hay una participación importante del sistema público, también la hay de la
empresa privada, que siempre es más atractiva y con mejor mercadeo. Se cuenta
ahora con toda una red que se configura como depósitos de adultos mayores y
además incorpora la profesionalización del cuidado.
El cuidado de estos trabajadores y trabajadoras en retiro se
externalizo. Ahora la familia, está muy ocupada laborando o consumiendo, o
preparándose para ello. No hay lugar para los viejos y las viejas en ese
mundo. Un noticiero presentaba el video
de una chica en Madrid que lloraba la muerte de su abuela, pero en su mensaje
me llamo la atención que decía que tenía cuatro años sin verle. Solo pensé, que
esta pandemia tiene menos de tres meses.
En algunos momentos ya se ha denunciado la situación de los
adultos mayores, relatando la muerte de ancianos en la soledad de sus casas,
que solo son evidentes, por el olor putrefacto que molesta los vecinos y por
ello llaman a los servicios de emergencia; o el trato en las residencias
colectivas (públicas o privadas).
La modernidad occidental nos propuso el individualismo y lo
aceptamos, por eso es natural, no es un problema que las familias externalicen el
cuidado de los adultos mayores. En sociedades no tan modernas, menos penetradas
por los cánones del occidente deslumbrante, los adultos mayores cumplen un rol
importante en la comunidad de diversa índole, bien sea en los procesos de
socialización, como referencia para la resolución de problemas de la vida
comunitaria o como trasmisores de la memoria histórica no escrita. Por lo
tanto, disfrutan del cuidado de la comunidad, de la familia. A los niños, niñas
y jóvenes se les enseña la importancia que tienen y se les dota de habilidades
para relacionamiento y su cuidado.
Yo que estoy cerca de los cincuenta, y ahora mismo me veo en
el espejo presente. Es posible que no sirva de mucho, pero es mejor que nada.
Quizás muchas personas son indiferentes a esta discusión, pero a su tiempo se
llegará, porque hoy tenemos más posibilidades se llegar a viejos.
Hoy hay que poner en el debate varios asuntos, el primero de
ellos el rol de los adultos mayores en nuestras sociedades, ¿Qué papel tienen?
La importancia del cuidado comunitario de los adultos mayores, sin negar la
incorporación de profesionales, ¿cual es el rol de las familias? ¿Cuáles son
los mecanismos sociales para reconfigurar esta realidad? y que la vejez sea una
etapa plena, que se corresponda con la dignidad de estas personas.
Si mañana el virus decidiera suicidarse y su acción parara
de inmediato, quedan pendientes muchos debates. Este es solo uno de ellos. Creo
que no hay que posponerlo. Este mundo no tiene que ser más peligroso, por el
hecho de tener la buena nueva de vivir más años.
jesusalbertorondon@gmail.com
MUY BUENO , ME GUSTO LO QUE ESCRIBEN AQUÍ
ResponderEliminarEl gobierno mundial con un paradigma economicista fue degradando la vejez por improductiva...y es una realidad que se materializa en una sociedad que asina a sus viejos en "residencias" .
ResponderEliminarEl gobierno mundial con un paradigma economicista fue degradando la vejez por improductiva...y es una realidad que se materializa en una sociedad que asina a sus viejos en "residencias" .
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