Por Oscar Rotundo:
El capitalismo ha quedado desnudo ante la pandemia del
Covid-19, mostrando todas sus miserias y su incapacidad para satisfacer las
necesidades de las mayorías populares.
La concentración de riquezas y capital en cada vez menos
familias y grupos oligopólicos, no ha generado el tan anunciado “derrame” de
recursos para lograr la felicidad y el bienestar con el que se ilusionara a
varias generaciones y las consecuencias de tanta explotación y desigualdad hace
que millones personas en el mundo cuestionen las formas de vida que devienen de
las políticas neoliberales.
Muchos países durante el siglo XX trataron de construir
alternativas que posibilitaran mejores condiciones de vida para los sectores
del campo popular y siempre encontraron en su camino, las restricciones
económicas, la conspiración o la guerra desatadas por las élites mundiales
lideradas, después de la segunda guerra mundial, por los Estados Unidos.
Siempre, con una excusa por delante, Estados Unidos,
desplego un sinfín de estrategias y herramientas bélicas para lograr el control
de los mercados mundiales y la imposición de sus intereses sobre la vida de las
personas, dentro y fuera de sus fronteras.
Con la complicidad de las potencias capitalistas, la
criminalidad de los gobiernos norteamericanos ha recurrido a bombas atómicas,
invasiones, bloqueos navales, golpes de estado, o a utilizar a sus lacayos para
desatar ataques terribles como la guerra biológica de Irak contra la República
Islámica de Irán.
En el siglo XXI, después de la concreción de un bloque de
gobiernos alternativos en América Latina, liderados por la Revolución
Bolivariana de Venezuela, Estados Unidos se ocupó sistemáticamente de que esa
construcción no prosperara y de que sus mentores sufrieran las consecuencias
por haber sembrado una semilla de esperanza ante la imposición del “Destino Manifiesto”
con el que los amos del norte pretenden subyugar a los países del mundo.
En Venezuela, el imperialismo desplegó todas sus
alternativas subversivas, golpes de estado, bloqueo, magnicidio, sabotaje,
utilización de un estado lacayo para alentar una provocación militar,
manipulación financiera, corrupción de funcionarios públicos, guerra
psicológica, subvención de actividades terroristas, acoso mediático y
difamación para justificar una intervención militar directa.
Todas ellas impactaron sobre el pueblo venezolano generando
condiciones de vida difíciles en aras de llevar adelante la caída de su
gobierno.
Precisamente en medio de una pandemia como la del Covid-19
el pueblo bolivariano vuelve a vivir la amenaza de una agresión militar por
parte de una coalición integrada por EE.UU, Francia y Reino Unido.
En plena crisis económica y sanitaria a nivel mundial, el
gobierno de Donald Trump, acusa de narcotráfico al presidente de Venezuela
Nicolás Maduro, ofreciendo 15 millones de dólares de recompensa por su captura
y genera la operación antidrogas “más grande de Occidente”.
Quizás la celeridad de esta ofensiva contra Venezuela, no
haya que buscarla en las circunstancias de la nación caribeña, sino en las
graves condiciones en las que el mandatario norteamericano tenga que enfrentar
una pretendida reelección en noviembre del 2020.
Quienes hayan estudiado el sistema político de Estados
Unidos sabrán que las guerras suelen revertir la declinante popularidad de los
presidentes que pretenden ser reelegidos.
Donald Trump en diciembre del 2019 contaba con un 45 por
ciento de aprobación, antes de que su actitud ante la pandemia desnudara la
escandalosa política sanitaria que excluye a millones de personas dejándola
desamparada ante un flagelo incontrolable.
Con un déficit comercial y fiscal en crecimiento y la
aparición inesperada (y luego menospreciada) del Covid-19 que hasta la fecha*
ha generado 23.000 fallecidos y una cifra superior a los 572.160 casos de
infectados, la administración norteamericana necesita imperiosamente revertir
esta realidad que también se expresa en el incremento de la desocupación y la
tasa de pobreza.
Desde la llegada de Trump al gobierno, la pobreza y la
indigencia se han profundizado seriamente. Según las cifras de organismos
internacionales, de los 41 millones de personas en situación de pobreza, 18,5
millones se encuentran en pobreza extrema, colocando al país con la tasa más
alta de pobreza juvenil entre los países industrializados.
Las premuras electorales del gobierno norteamericano y esta
nueva crisis del sistema capitalista han generado este desesperado escenario
bélico contra Venezuela, que, de elevarse a una confrontación militar,
precipitaría el colapso económico a nivel mundial y agravaría la situación
sanitaria de manera inimaginable.
rotundointernacional2020@gamail.com
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