Por Jesús A. Rondón:
El periodista Andy Robinson realizo un trabajo que tituló
“La corrupción (de los otros) os hará libres”, en el cual, luego de examinar lo
que ocurrió en Brasil, después de los mandatos de Lula Da Silva y Dilma Ruseff,
afirma que “La derecha latinoamericana utiliza las acusaciones de fraude como
excusa para desmantelar instituciones públicas y abrir nuevos mercados a bancos
y fondos”.
Animado por la premisa de Robinson, me dispongo a
reflexionar sobre el caso venezolano, donde la derecha venezolana, ahora en
oposición; asume como discurso recurrente las acusaciones de corrupción para
descalificar al liderazgo de la revolución bolivariana y devaluar el relato
socialista como opción política.
Siempre llama la atención de las audiencias las acusaciones
de corrupción, pues llenan titulares que todos miran y generan obligados
pronunciamientos. Nada de silencios, que son rápidamente interpretados como
complicidad.
Piense ahora en Diosdado Cabello, se pierde la cuenta de las
acusaciones de corrupción que hay contra él, lo que ha generado ríos de tinta y
bit de información en la red; pero quienes las promueven, no han presentado
prueba alguna, hasta ahora y creo que pocas veces han iniciado algún
procedimiento judicial. Es solo un ejemplo de una constante, en la matriz de
opinión que promueve la derecha en oposición, por lo cual termina siendo en los
hechos en un arma política.
Parafraseando a Cecilia Güemes y a Ludolfo Paramio, cuando
hablan de la clase media; la corrupción es una idea compleja e indeterminada, a
lo que hay que agregarle que ofrece múltiples enfoque de abordaje, por lo cual
es una idea también poliédrica. Persisten las discusiones epistemológicas en
las ciencias sociales, otras en el ámbito jurídico-institucional y por supuesto
en el en campo social, sobre esta idea, sin que se puedan encontrar una noción
común entre ellos. Se habla más de la idea de corrupción que de la idea de
ética, que es lo que contrapone y lo que debería orientar nuestras conductas en
todos los campos y en particular, la de aquellos que asumen responsabilidades
en lo público.
Esta situación es conveniente para los grupos que
usufructúan el poder, pues se achican o amplían la idea de corrupción de
acuerdo al desempeño de sus intereses en el clima político donde se
desenvuelven, quedando en un plano meramente instrumental. Se puede decir que
la representación más generalizada de corrupción en Venezuela, es aquella que
entiende que son los hechos donde existe la apropiación de fondos públicos y el
uso de medios públicos para un beneficio particular.
Hay quienes afirman que la corrupción es una característica
exógena a nuestra cultura, que fue inoculada con la violencia de la
colonización española y una vez en nosotros, no hemos podido erradicarla, así
que, aunque no se vea, la llevamos por dentro. No fue posible superarla con
nuestra independencia, lo que llevo a comprometer los postulados que se
promovieron en su lucha, quedando como recurso de una nueva clase política, que
no la descarto para lograr una correlación de fuerzas a su favor. Se acentuó al
encontrarse nuevos usos para el petróleo, sirviendo para poner a bailar al son
de las petroleras extranjeras, a todo aquel que decidiera en este país.
Chávez llego a la presidencia del Ejecutivo denunciando a un
testamento político corrompido y frente al cual esgrimió una propuesta alterna,
lo que le permitió erigirse como un referente ético, que se mantiene hasta
estos días imaginario social. Sin
embargo, el desplazamiento de la clase política tradicional, no significo que
se procesara a persona alguna, se creyó que con la derrota política era
suficiente y se dejaron impunes todos los crímenes, aunque en la retórica
chavista se mantuvo la idea de la corrupción de la cuarta república.
En este contexto es importante entender que el sistema judicial
venezolano, es una tenaza en la mano de quien mantenga la correlación de
fuerzas a su favor. Según los intereses que prevalecen, provee absolución o
brinda castigo. El sistema de administración de justicia venezolano no ha sido
afectado significativamente durante la revolución bolivariana, se ha mantenido
casi intacto en su desempeño, solo han cambiado las tribus judiciales que lo
administran.
Hoy quienes se oponen a la revolución bolivariana, formaron
parte de las organizaciones que administraron el poder político antes de su
llegada o son divisiones de estas; sostienen en su discurso que este gobierno
le roba al pueblo y se erigen como los puros e inmaculados, inertes, sin
vinculación a intereses particulares.
Los líderes de la oposición venezolana tratan de minimizar
hoy las acusaciones corrupción en su contra, como por ejemplo las realizadas
entre ellos mismos hacia Juan Guaido y su entorno, denunciándole por el uso
discrecional e inadecuado de los fondos que proveen los Estados Unidos de
América y los que se obtienen gracias a la apropiación ilegal de activos
venezolanos. En los Estados Unidos de América hay voceros del gobierno de Trump
que han admitido estar al tanto de algunas denuncias, pero obviamente no van a
descalificar abiertamente a sus aliadas.
La derecha en oposición ahora mismo mantiene el discurso,
pero utilizará todos los recursos necesarios en el sistema de justicia para
procesar a los que considere incomodos, bajo acusaciones de corrupción una vez
que la correlación de fuerzas este a su favor, y para esta condición se
necesita un sistema de justicia a su servicio. Es una forma de neutralizar
políticamente criminalizando por esta vía al adversario político, pero como en
Venezuela su influencia es muy poca, la acción por esta vía es limitada.
Si llegará la derecha venezolana a colocar la correlación de
fuerzas a su favor, no dudaría que se desarrollase un escenario como el que
describe Robinson en su artículo, es decir se utilizaría el discurso de la
corrupción para restaurar los beneficios del capital.
Lo anterior no niega la existencia de conductas corruptas en
la revolución bolivariana, de hecho, hay un crecimiento de la percepción de
corrupción a todos los niveles y este no es solo alimentado por el discurso de
la derecha opositora. Ante esta situación la dirigencia de la revolución
bolivariana guarda silencio en la mayoría de los casos, pero lo más grave aún
es que se evitan acciones de investigación por lo cual, se convierte esta
situación en un plomo en el ala política, para continuar. Zun Tzu afirmó que
para ganar una guerra se debe combatir toda forma de corrupción a lo interno,
así que es contradictorio que se afirme estar en una guerra y tolerar la
corrupción, como forma de resistencia.
El desafío de la revolución bolivariana es dotarse de una
dirección política, que se erija como un referente ético y que logre hacer lo
que hay que hacer, para transformar realmente el sistema de justicia y afectar
la corrupción en todos los niveles. Para construirla es clave la participación
organizada, que es el mejor antídoto contra toda forma de corrupción.
jesusalbertorondon@gmail.com
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