Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
Ocurren en el día a día del poder hegemónico de Colombia,
relatos salvajes, como los de la película argentina (Relatos Salvajes: Damián
Szifron, 2014), que entre risas y comedia descubre situaciones de máxima
tensión, como aquella de un simple y noble ciudadano que termina poniendo una
bomba ante el acoso de la autoridad de transito que rompe su tranquila manera
de vivir o; el de la fiereza de dos hombres que se matan de la manera más atroz
por un inadvertido episodio de carretera, llevado al extremo. Estos relatos de
película, son apenas una comedia triste, ante hechos contundentes de horror,
que, en la realidad colombiana, están presentes asociados a las actuaciones del
poder.
Un primer relato salvaje de la vida nacional, es el tono y
lamento del máximo general, despidiendo a un bandido. El relato estremece a las
mayorías de la población, cuyo común denominador es la búsqueda y construcción
de paz y convivencia sin barbarie. El lamento resulto ser un homenaje de
reconocimiento póstumo, hecho por el comandante del ejército, al sicario más
letal, cínico y ultraderechista criminal. Aparte de un ultraje es la conclusión
de que no hay manzanas podridas, ni hechos aislados en el poder cívico militar.
El cínico defendió su demencia criminal pero también las
posiciones políticas del partido en el gobierno, mezclaba trinos, mensajes de
YouTube y amenazas acompañadas de locuacidad mediática para resaltar sus
crímenes. El bandido como se autocalifico, hablo de haber cometido más de 3000
crímenes y parece que alcanzó a confesar 300 ante la justicia al tiempo que se
ufanaba de haber estudiado numerosos cursos y recibidos diplomas, incluidos
algunos de derechos humanos, en la cárcel para redimir días.
El comandante del ejército, al que el presidente le
encomendó la tarea de producir mejores cifras, mejores indicadores y mejores
sentimientos ciudadanos y que ya tiene más de 50 condecoraciones de guerra,
dijo que lamentaba la muerte del bandido, sin rubor de patria, ni lealtad o
aprecio por las víctimas del horror vivido, entre los que se cuentan en su
corto periodo de comandancia los continuos asesinados líderes sociales y
defensores de derechos humanos. Y como en un relato salvaje, el comandante
remató su discurso dolorido por la partida del bandido, pidiéndole con ansiedad
a sus tropas que despierten, que muestren resultados (de sangre), quizá
queriendo decir (ríos de sangre, no charcos), cifras, solo cifras, como ya lo
había indicado otro comandante, que fue anterior al anterior del ultimo que
estuvo acusado de ejecuciones extrajudiciales. En este relato no hay lapsus,
equivocaciones o frases sueltas, hay conciencia, plan.
Otro relato es el de la “bodeguita uribista”, creada por
altos cargos del gobierno, para concertar censuras, ataques, hostigamientos,
intimidaciones, falsas denuncias y tratar de convencer al país que los malos
son los adversarios y convertirlos en enemigos públicos fáciles de eliminar. La
bodeguita, según lo publicado, es un espacio real con cubrimiento virtual, un
centro de experimentación y ejecución del manual de goobels, que dentro del
partido nazi supo monopolizar el aparato mediático del estado y trazar la ruta
del desprecio a quien no estuviera del lado del furher. En la bodeguita, como
lugar de almacenamiento no de vinos, si no de odios y manipulaciones, se
organizan con sistematicidad y plena conciencia colectiva del partido ejecutor,
campañas y maneras de réplica de relatos de desprestigio, censura y acoso
contra los adversarios del partido en el poder.
En Alcalá hace pocos años fue descubierta una “bodega: meca
nazi”, un santuario del skin, que era el lugar de reunión de neonazis que
“salían de caza” y diversión en sus noches de horror. Antes de esta última
bodeguita, uribista hubo una “Andrómeda” asistida por militares y funcionarios
que realizaban tareas de “caza de información”, de espionaje contra los mismos
adversarios y periodistas hoy revictimizados. No es casual, ni inconsciente, no
es un lapsus, es persecución política contra opositores, personas y
personalidades que no comparten la voz, decisiones, análisis y actuaciones del
partido en el poder.
Y para cerrar otro relato tan salvaje como los anteriores,
es la búsqueda de consolidación de una política negacioncita del gobierno
respecto al conflicto armado, la barbarie padecida, los responsables del horror
y la existencia de una estrategia criminal de exterminio. El relato da cuenta
de la avanzada de destrucción de la gran obra llamada Centro Nacional de
Memoria Histórica (CNMH), creado para producir un relato colectivo de nación
como pieza fundamental para conocer, entender, comprender y encontrar salidas
para dignificar la vida y aborrecer la muerte. Destruir conceptual,
metodológica y materialmente el centro de memoria es equivalente a borrar el
cerebro de la nación, que entre sus grandes obras organizó cientos de
documentos, libros, investigaciones, experiencias de campo y referencias
irrefutables para pensar el país, como el libro “basta ya”, que dio cuenta de
los hechos, responsables y significado de la barbarie.
El nuevo director con intolerancia y fundamentos
ideologizados manipula la historia y las emociones del país dividido, para
poner el centro a disposición del partido en el poder con la pretensión de
negar el holocausto vivido, invalidar los alcances de la paz firmada y aumentar
el desequilibrio mental colectivo, para que ojala nos sigamos matando de manera
atroz y demencial, como ocurrió con los dos conductores que en carretera dieron
lugar al relato salvaje y sin sentido pero con tan aberrante crueldad que
terminó por producir risa.
mrestrepo33@hotmail.com
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