Martin Klamper llegó a Shengal, la región de mayoría yezidí
que todavía sufre las consecuencias de sobrevivir a ISIS, para sumarse a las
fuerzas de autodefensa que derrotaron al Califato.
El 15 de febrero de 2018, el mismo día de su cumpleaños,
Martin Klamper sintió que las manos de la muerte, cargadas de fuego y pólvora,
le acariciaba la piel. En ese momento, todo se nubló. Martin todavía no sabe
cómo hizo para salvar sus huesos de los misiles que las fuerzas turcas dejaron
caer sobre él, luego de que un dron lo detectara.
A principios de ese año, el gobierno del presidente Recep
Tayyip Erdogan había ordenado una operación militar masiva contra el cantón
kurdo de Afrin, en el norte de Siria. Hasta que los bombardeos turcos empezaron
a destruir todo, esa porción de tierra había sido la más pacífica y estable en
todo el país. El conflicto armado interno, la guerra, los miles de muertos
después de varios años de combates quedaban lejos de las colinas y llanuras de
Afrin. Por eso mismo, cientos de personas de Siria se trasladaron al cantón,
huyendo del Estado Islámico (ISIS), del ejército sirio y de las decenas de
milicias islamistas que asolaban el territorio.
“El camino hacia Afrin no era muy fácil –recuerda Martin,
que en tierra yezidí es conocido como Sidar-. Teníamos que pasar por lugares
donde estaba el régimen sirio. Entre la ciudad de Manbij y Afrin, estaba el
régimen. Entonces, tuvimos que pasar de Manbij hasta Alepo y, de ahí, lo
intentamos, pero nos pararon los ejércitos sirio y ruso: no querían extranjeros
en la región del régimen”.
La invasión a Afrin, y su posterior ocupación por milicias
integradas por ex miembros de Al Qaeda e ISIS, dejó decenas de muertos. En la
actualidad, ese cantón rico en tierra fértil, con plantaciones de olivares y un
pequeño sector de industria artesanal, es un pozo oscuro controlado por Ankara.
El secuestro de hombres y mujeres, el robo de bienes de los pobladores, el
saqueo de reliquias milenarias, la apropiación de cosechas y la implantación de
una administración digitada por el gobierno de Erdogan son algunos ejemplos de
la política que Turquía quiere implantar en todo el Kurdistán sirio (Rojava).
Afrin fue el globo de ensayo para lo que vino después.
Aunque, en un principio, Martin no tenía la intención de
trasladarse a Afrin, su compañero Samuel Prada León lo convenció. Cruzar un
territorio bajo bombardeo y un férreo control militar era arriesgado y la
solución llegó del lugar menos pensado. “Nos ayudaron los Hashed Al Shaabi, que
es una milicia que viene del ejército iraní, y estaban en Alepo. Nos escondimos
en un convoy del ejército iraní desde Manbij hasta Alepo y, desde Alepo, ya
fuimos con las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) hasta Afrin”.
El miliciano de las YBS en un momento de descanso en
Shengal.
Entender la guerra
La historia de Martin Kampler comienza mucho antes de su
viaje a Afrin. Mientras estaba en la Fuerza Armada alemana (ya que es de origen
hispano-alemán, nacido en Tenerife), veía las masacres cometidas por ISIS en
Irak y Siria. Sin conocer quiénes eran los kurdos (“solo sabía que las YPG
combatían al Daesh”, recuerda), su interés por trasladarse a Medio Oriente iba
en aumento. Combatir contra ISIS era su prioridad. “Desde hacía un año, estaba
en la Marina alemana. Me echaron porque se enteraron de que quería viajar a
Siria para ayudar a los kurdos”, afirma.
Como muchos y muchas internacionalistas que, en los últimos
años, se trasladaron a Rojava para defender el territorio, Martin comenzó a
buscar las formas de dejar atrás su vida europea y sumarse a la resistencia
contra los mercenarios comandados por Abu Bakr Al Baghdadi. Cuando se le
pregunta por qué decidió viajar, su respuesta es concreta: “Para defender la
humanidad”.
“La civilización empezó en Medio Oriente hace muchos miles
de años –relata en un castellano trabajoso, que se mezcla con la dureza del
idioma germánico y la cadencia del kurmanji-. La civilización se ha extendido
desde ahí. Decidí viajar porque pasé seis meses en la Marina alemana, en la
Operación SOPHIA en el Mediterráneo, rescatando a los náufragos que huían de
Irak e Siria. Me di cuenta de que no tiene sentido rescatar a las personas del
agua, la solución no es esa. La solución era frenar a ISIS en Siria o Irak”.
“Si entiendes la guerra, entiendes cómo funciona el mundo”,
resumen Martin cuando le pregunto qué descubrió en sus días como combatiente
internacionalista. Sus primeros pasos dentro de las fuerzas de autodefensa no
los dio en Rojava, sino en Shengal (Sinjar), en Irak, una zona cercana a Bashur
(Kurdistán iraquí). Enrolado en las Unidades de Protección conformadas
principalmente por los yezidíes (YBS), en un principio, recibió entrenamiento
militar, formación política, conoció las bases del confederal ismo democrático
y asistió a clases de idioma. Sobre el con federalismo democrático, la
ideología por la que aboga el Movimiento de Liberación de Kurdistán, dice que
es un camino que todavía está recorriendo. “Tampoco sé qué ha hecho la
ideología conmigo, a cuál ruta me ha llevado”, agrega.
Mucho trabajo por hacer
“Los primeros meses en Shengal fueron muy difíciles
–cuenta-. La barrera del idioma nos molestaba y el calor fue como el infierno”.
Los yezidíes fueron uno de los blancos principales de ISIS. Abandonados por la
administración de Bagdad y por el Gobierno Regional de Kurdistán –liderado por
el clan Barzani-, los guerrilleros y las guerrilleras del Partido de los
Trabajadores de Kurdistán (PKK) se movilizaron desde las montañas de Qandil
hasta Shengal con el objetivo de contrarrestar los ataques de ISIS y abrir un
corredor humanitario para que los pobladores pudiesen escapar. Pese a todo el
esfuerzo, los yezidíes fueron víctimas de un nuevo genocidio: miles murieron y
más de 3.000 mujeres fueron secuestradas por los mercenarios para luego
convertirlas en esclavas sexuales o venderlas al mejor postor.
“El pueblo de Shengal, luego de sufrir, está igual que en
2014. Ahora se están construyendo obras y hay vida, pero creo que el 70 por
ciento de la ciudad sigue en ruinas. Es imposible arreglarlo todo, porque había
casas que tenían 500 años y Daesh lo destruyó todo”, grafica el miliciano de
las YBS.
En Shengal todavía se observa la destrucción producida por
ISIS.
Durante 13 meses, Martin fue parte de la resistencia de los
kurdos, junto a otros pueblos de la región, contra los ataques de ISIS y
Turquía. En ese tiempo, a lo que aprendió se sumaron momentos que lleva
marcados en su cuerpo. “He visto y vivido tanto aquí que no sé por dónde
empezar –dice-. La muerte de varios compañeros o cuando fui herido en batalla
por un mortero turco en Afrin son una de las tantas cosas que nunca olvidaré”.
Para Martin, convivir con el pueblo yezidí también fue una
enseñanza: “Para una persona que viene con una mentalidad muy distinta, por
ejemplo, de Europa, es importante tener mucha paciencia. Sin paciencia, no hay
camino. Aquí todo va a su ritmo, aunque tardes días o semanas. Los problemas se
resuelven de otra manera, la gente piensa y actúa de otra manera”. Otra de las
enseñanzas que recogió la sintetiza sin vacilar: “Sin mujeres, no hay
revolución. Eso es todo lo que tengo que decir”.
“Ahora estoy en Shengal y aquí me voy a quedar, porque hay
mucho trabajo que hacer. Estamos haciendo túneles, cuevas, porque, si Turquía
acaba con Rojava, va a seguir con Shengal”, sentencia.
“Daesh sabía perfectamente lo que hacía”
Desde junio de 2014, cuando ISIS ocupó la ciudad iraquí de
Mosul, su crecimiento fue maratónico. Desconocido para el mundo entero –y para
buena parte de los gobiernos-, el grupo encabezado por Al Baghdadi aplicó una
política de represión y conquista pocas veces vista. La responsabilidad de ISIS
en miles de muertos, cientos de atentados, saqueos de bancos y casas
particulares, y en el tráfico ilegal de petróleo, es algo innegable. En su
avance despiadado, ISIS convirtió a Shengal en un ejemplo descarnado de lo que
el grupo radical sunita proponía para Irak y Siria.
Pero ISIS no fue una anomalía en la región ni tampoco su
conformación humana se debió sobrestimar. En su apogeo, el Estado Islámico
administró grandes ciudades, acaparó un capital de al menos 2.000 millones de
dólares y persiguió a las minorías étnicas y religiosas de forma sistemática.
“En los medios, siempre ponían que en el Daesh que eran locos o tontos, que no
sabían nada de armas, que era gentuza –reflexiona Martin-. Pero no era así,
porque hay que tener en cuenta que ISIS pudo conquistar la mitad de Irak y de
Siria. Algunas personas no sabían lo que hacían, pero Daesh tenía muchísima
gente que tenía experiencia en el combate. Y sabían perfectamente lo que hacían
ahí”.
Milicianos de las YBS en las afueras de Shengal.
Para el miliciano de las YBS, luchar contra ISIS no era nada
sencillo: “Si estás en el combate, no estás combatiendo contra una persona,
sino contra una ideología. Y la ideología, en algunos momentos, es más poderosa
que el arma. El combate ha sido muy duro. Cuando estuve en Raqqa, y ya
estábamos en el centro de la ciudad, ahí estaban los últimos del Daesh. Y ellos
eran los buenos, los francotiradores que hacían blanco a 500 metros o a 1
kilómetro, y que se escondían perfectamente”.
Aunque la derrota militar de ISIS se concretó en marzo de
2019 en la aldea de Baghouz, en la provincia siria de Deir Ezzor, el grupo
terrorista sigue activo y goza de buena salud gracias al apoyo que recibe de
Turquía. Las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS, en las que participan las
YPG/YPJ) fueron las encargadas de darle el golpe final a los seguidores del
Califato. Pese a esto, las FDS denunciaron en reiteradas oportunidades que el
resurgimiento de ISIS puede ser inminente si las potencias internacionales no
frenan los planes expansionistas turcos.
“Hace seis o siete meses, estuvimos en Shengal luchando
contra una célula de Daesh –cuenta Martin-. Estábamos con un periodista alemán
y Daesh atacó con 15 personas, y dos de ellos se hicieron explotar. Al resto,
los combatimos. En esa operación, no sólo estábamos nosotros, también estaban
los Hashed Al Shaabi y el ejército iraquí. Nuestra relación con los Hashed Al
Shaabi no es buena, pero ese día nos juntamos para combatir al mismo enemigo”.
“Perder a un amigo, a un hermano, a un camarada”
Aunque Martin estaba enrolado en las YBS, todavía no
entendía la magnitud de que lo estaba viviendo. Por eso, cuando se desató la
invasión turca sobre Afrin, su intención era no ir. “Pensaba que no era mi
batalla, porque contra Turquía pensaba que era otra guerra y por otras razones.
También decidí no ir porque acababa de llegar de Raqqa”.
Durante su participación en la liberación de la provincia de
Raqqa, que entonces era la capital del Califato de ISIS, conoció al miliciano español
Samuel Prada León, que luego se trasladó a Shengal. “Ahí estuvo varios meses y,
cuando empezó la batalla de Afrin, cuando vimos, creo que el 18 de enero de
2018, que Turquía empezó la invasión, ahí Samuel Prada León me dijo que quería
ir a Afrin a proteger a los kurdos”. Martin le contestó que no le interesaba la
propuesta, porque, como reconoce ahora, “en esa época, no entendía la relación
entre Turquía, el Estado Islámico, Al Nusra y Al Qaeda. Además, pensaba que
Turquía era un ejército de la OTAN y, como soy alemán y español, decía que eran
nuestros amigos y aliados”.
Después de la insistencia de Prada León, Martin le dijo que
se iba a sumar a la resistencia en Afrin. “Estuvimos yo y varios extranjeros:
chinos, alemanes, españoles, franceses, de varios países, todos estábamos en el
frente”, asegura. “Mi frente estaba en una ciudad que se llama Jinderes, que
está a 10 o 15 kilómetros de Afrin –rememora Martin-. Ahí estaba junto a Samuel
Prada León y, en la misma noche que llegamos, él se separó, porque al
comandante le faltaba una persona, y, como en ese momento Samuel estaba
despierto, lo agarraron a él y yo me quedé durmiendo. Al final, me mandaron con
otro español a un frente donde teníamos que proteger una ciudad”.
En esas horas donde el tiempo fluye en el frente de combate
entre la tensión, las charlas, la vigilancia y los intentos de dormir sin
sobresaltos, Martin podía ver y hasta oler a los mercenarios. “Enfrente de
nosotros, a cien o doscientos metros, estaban los turcos, los de ISIS. Estábamos
escondidos en un bosque y todo el día hubo un dron turco”, señala. Fue en la
mañana de su cumpleaños cuando la muerte lo acarició: “Llega un dron, me ve y
la aviación o la artillería turca empieza a bombardearme. Me cayeron varios
morteros o misiles, yo no sé lo que me cayó, a varios metros de mi posición. El
último mortero que me cayó fue como a dos metros. Dejaron de disparar porque
pensaron que había muerto. Es imposible que una persona sobreviva a un mortero
a dos metros. No sé por qué sobreviví”.
Milicianos de las YBS en Shengal.
Cuando los estallidos se detuvieron, Martin pudo respirar.
El bombardeo le dejó trozos de metal en el cuerpo, que todavía no pudieron
extraerle. Luego de que le hicieran las primeras curaciones en sus heridas,
tuvo que enfrentar otra noticia fatal. Samuel Prada León, su compañero de ruta
en Afrin, había muerto el 10 de febrero. “Estaba en un edificio y le cayó un
misil o un mortero, la casa se derrumbó y murió”, dice Martin. El caso de Prada
León fue bastante conocido, sobre todo, en medios españoles. De 24 años y
oriundo Ourense, viajó a Rojava con la intención de brindar ayuda humanitaria.
Ante la gravedad de la situación, no dudó en sumarse a las YPG. Durante siete
meses, Prada León se entregó a la defensa del territorio kurdo de Siria.
La muerte de su compañero todavía resuena en la mente de
Martín. “Lo que me ha marcado mucho fue perder a un amigo, a un hermano, a un
camarada por primera vez –susurra, con la voz casi quebrada-. Duele mucho,
duele, porque no estás preparado y ahí tampoco nadie te puede ayudar, porque
cada persona es distinta, entonces eso…”. Las palabras de Martin se detienen y
su voz no puede terminar la frase.
Al regresar de Rojava a Alemania por primera vez, Martin no
estuvo exento de problemas. Como a otros internacionalistas, en sus países de
origen, las autoridades los acusaron de “terroristas”. Aunque suene
descabellado –porque las YPG/YPJ fueron la principal fuerza para derrotar a
ISIS en Siria-, cuando llegó a Alemania, en julio de 2018, la policía lo estaba
esperando. De forma automática, le secuestraron su pasaporte y le prohibieron
traspasar las fronteras de la Unión Europea (UE). Los uniformados también se
quedaron con “mi carné de identidad, el móvil y varios souvenir, parches y
banderas. Pero a los 10 meses, la fiscalía cerró el caso –finaliza Martin-.
Hasta hoy, no me devolvieron las cosas”.
leandroalbani@gmail.com
This way my friend Wesley Virgin's autobiography starts in this SHOCKING AND CONTROVERSIAL VIDEO.
ResponderEliminarYou see, Wesley was in the military-and shortly after leaving-he revealed hidden, "MIND CONTROL" tactics that the government and others used to get everything they want.
THESE are the EXACT same secrets lots of celebrities (notably those who "come out of nothing") and elite business people used to become rich and successful.
You probably know that you use only 10% of your brain.
That's because most of your brainpower is UNCONSCIOUS.
Perhaps this thought has even taken place INSIDE OF YOUR very own mind... as it did in my good friend Wesley Virgin's mind around 7 years ago, while driving an unregistered, beat-up trash bucket of a car without a license and with $3 on his bank card.
"I'm very fed up with going through life check to check! Why can't I become successful?"
You've been a part of those those thoughts, am I right?
Your very own success story is going to start. You just have to take a leap of faith in YOURSELF.
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