lunes, 4 de noviembre de 2019

Un paso delante de una larga, muy larga, marcha

Por Sergio Ortiz:


Al final no hubo balotaje porque la patriada se resolvió en primera vuelta. Está muy bien festejar la derrota de Macri, pero la lucha contra los monopolios será de larga duración.

El ciclo de neoliberalismo y de un gobierno atendido «por sus propios dueños» duró cuatro años, cuando sus beneficiarios y operadores estaban convencidos que se prolongaría. Lo imaginaban así en una región donde habían aparecido especímenes como Bolsonazi, Pinochera y otros obedientes de Washington.


Habla bien del pueblo argentino, tantas veces estigmatizado de ignorante, superfluo y globo ludo, que haya golpeado certera y ampliamente en las urnas, poniendo punto final a ese experimento criminal del neoliberalismo.
Y también habla bien del kirchnerismo y demás aliados en el Frente de Todos, por ser capaces de articular una alianza electoral que dio ese golpe a la mandíbula.

Esta pelea no durará sólo diez rounds y habrá que ver si los ganadores mantienen unidad y coherencia a la hora de gobernar. Empezó una larga marcha. Los derrotados del domingo están agrandados y opondrán resistencia a cada vuelta del camino, una y otra vez. En otras oportunidades de la historia lograron cortar esa marcha esperanzada de las mayorías, y ahogarlas en ciclos golpistas militares o de gobiernos conservadores como el del ingeniero de Socma que ahora deberá dejar Olivos y Balcarce 50.
La victoria del Frente de Todos fue por una diferencia importante. No fueron 2.50 puntos como los de Mauricio Macri en 2015 sino de 8 puntos, que al cabo de 12 días de escrutinio definitivo podrían estirarse uno o dos puntos.

No fue un «empate técnico» como opinó Luis Majul, caído de La Cornisa, ni tampoco una «derrota heroica» como pintaron otros medios. Para decirlo en términos futbolísticos, Macri perdió ante Fernández mucho peor que Boca ante River en la Libertadores. Al menos los de Alfaro ganaron un partido y quedaron 1-2 en el global. El ajustador serial perdió los dos partidos por goleada.

La victoria del FDT se realza porque su oponente contó con una financiación extra del FMI, que al momento de votar le había entregado 48.000 millones de dólares. Fue la campaña electoral más cara de la historia, como reprochó Alberto Fernández en declaraciones al The Wall Street Journal a fines de agosto. Otra demostración de que a veces «billetera no salva al galán». La política, la militancia, los sentimientos, el bolsillo maltratado y otros factores encadenados pueden pasar por arriba a montañas de dólares.

Una autocrítica.
La victoria sobre Macri fue por menos margen que la de 76 días antes. Aquella fue de 15 puntos y la del domingo de 8, que podría ser mayor pues resta contabilizar casi el 3 por ciento de los votos. El macrismo reunió 2.35 millones de sufragios más que en agosto, en tanto el FDT sumó sólo 267 mil votos extras.
¿Qué pasó? En las redes sociales varios simpatizantes K encontraron una explicación facilista: el oficialismo habría cometido fraude. No encontraban otra explicación a ese crecimiento de Juntos por el Cambio.
Tal hipó tesis parece falsa, o al menos no se han presentado pruebas. Las denuncias de los apoderados del FDT se centraron en casos graves pero puntuales y de ninguna manera redondearían un fraude global masivo.

La explicación sobre cómo el macrismo mejoró su performance hay que buscarla en el terreno político. Y eso debe conllevar a alguna autocrítica del fernandismo.
Con el triunfo holgado de agosto, la oposición se relajó. No siguió peleando el voto a voto. Se intoxicó con el opio destilado por las encuestadoras; sobre 15 hubo 13 que pronosticaban una victoria por 18, 20 y hasta 22 puntos de diferencia.

En segundo lugar, el macrismo se lanzó, perdido por perdido, con el cuchillo entre los dientes, a matar o morir. Espoleó a su base con una campaña del terror: el país caería al fondo del mar en caso de victoria de los Fernández. Ese agite superó al «terrorismo ideológico» de 2015 contra Daniel Scioli. Goebbels sonreiría satisfecho con estos herederos que repetían mentiras y las potenciaban con el discurso «ario», gorila y concheto, de un odio profundamente antiperonista.

Larga marcha.
La victoria fue sólo un primer round. El macrismo contará con el 40 por ciento de los votos y fuertes bancadas en ambas cámaras. Ganó en la región central, CABA, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y San Luis, con fuerte votación en la región pampeana bonaerense y zonas del conurbano. Esa fuerza, no importa si con Macri o con Horacio Rodríguez Larreta más Alfredo Cornejo, seguirá haciendo daño y obstaculizando todo avance democrático y popular.

Eso no es todo. Los organismos financieros internacionales apretarán al nuevo gobierno para que pague sumas millonarias de la deuda externa, revisando su programa económico. Los banqueros ya expusieron sus criterios usureros en el reciente coloquio de IDEA; ellos no cambian de idea. La Suciedad Rural y la Mesa de Enlace siguen sin liquidar sus divisas y son la sede partidaria del PRO en el Palermo de tantas Exposiciones. Aún con algunas jubilaciones, la corpo macrista de Comodoro PY seguirá emitiendo órdenes de procesamiento a Cristina y manteniendo presos políticos como Milagro Sala.

Los monopolios mediáticos continuarán limando la cabeza al público, con leves diferencias. Clarín, de buenos vínculos con AF, lo hará con más diplomacia. «Gaceta Ganadera» (La Nación) no guarda las formas y su editorial del 28/10 planteó: «esa convivencia interna entre sectores con intereses disímiles en el próximo gobierno será clave para saber si soplarán verdaderos vientos de recuperación y crecimiento o se impondrán las vetustas y destructivas ideas de un populismo que en el mundo no ha hecho más que oprimir, castigar y, ciertamente, involucionar».
Enfrentar y derrotar a este bloque del poder dominante será muchísimo más arduo que ganarle a Macri en las PASO y en octubre.

ortizserg@gmail.com

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