Por Homar Garcés:
El odio de clases, la colinealidad del pensamiento, el
racismo y la violencia extrema son los rasgos principales que marcan la acción
golpista de la derecha en Bolivia. Rasgos que tienden a repetirse y ser comunes
en Venezuela y otras naciones de nuestra América, según un patrón fijado por
Estados Unidos, en correspondencia plena con su doctrina de dominación
imperialista. Para la clase gobernante estadounidense, la hora oscura de
Bolivia es la oportunidad buscada de recuperar el papel preponderante perdido
al sur de sus fronteras, en momentos que el gobierno de Donald Trump mantiene
su asedio contra el gobierno de Venezuela, Luiz Inácio Lula Da Silva inicia el
camino de su liberación total, Mauricio Macri pierde la presidencia en
Argentina y la protesta social sigue sacudiendo las calles de Chile.
No causa extrañeza,
por consiguiente, que sea derrocado y se le endilgue a Evo Morales Ayma la
responsabilidad de todo lo sucedido en su país. De esta forma, los diversos
atropellos y violaciones de los derechos humanos perpetrados por grupos
vandálicos contra una población mayoritariamente indígena cumplen la finalidad
de atemorizar y segregar a quienes defienden al gobierno derrocado; imponiendo
una visión sesgada de la realidad y, de este modo, lograr revertir todo aquello
logrado durante el mandato presidencial de Morales.
Vistos en conjunto, semejantes rasgos dan cuenta de un
perfil de la derecha boliviana abiertamente antidemocrático, en lo que coincide
con sus pares de otras naciones, independientemente de cuáles sean la época,
sus representantes y su ubicación geográfica. De ahí que, más que preservar
derechos democráticos, la derecha protege privilegios, al estilo de los
acostumbrados bajo el antiguo régimen colonial. Por eso, la inclusión social,
el Estado de derecho y la democracia participativa y protagónica no tienen
cabida alguna en su reducido ideario político. Su concepción del Estado
conforma un sistema de creencias y actitudes explícitamente excluyente e,
indudablemente, racista donde la democracia es concebida como una democracia de
espectadores pasivos, carentes de conciencia social y de iniciativas
autogestionarias, sólo convocados al realizarse elecciones cada cierto tiempo,
ajustadas a sus propias reglas, propicias siempre a la preservación de su
hegemonía.
Esto les induce a ver en el resto de la población a una masa
ignorante e incapaz de asumir una conducta ciudadana y democrática, lo que les
obliga a tratarla con un desprecio poco disimulado, justificando su miseria,
marginación y explotación como algo intrínseco a su idiosincrasia; lo que les
hace compartir, sin pudor, iguales criterios con quienes dirigen la maquinaria
imperialista gringa.
Aunque se niegue, distorsione o invisibilice, en Bolivia
existe desde hace largo tiempo una confrontación de clases (de forma similar al
resto del continente), puesta de relieve dramáticamente una vez fuera electo
Evo Morales presidente, y azuzada desde Washington, contando para ello con un
ingente arsenal mediático que cubrió todos los frentes posibles, promoviendo un
clima de intolerancia política, con su saldo de destrucción, asesinatos y
agresiones físicas contra dirigentes políticos y sociales indígenas; sin
merecer una condena categórica de gobiernos y organismos internacionales.
La reiterada cita de Simón Bolívar respecto a que “los
Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar de hambre y
miseria a los pueblos de América en nombre de la libertad” tiene en la
actualidad una evocación de profecía cumplida. Lo ocurrido en Bolivia, al igual
que en Honduras, Paraguay y Venezuela, en el pasado reciente, confirma cuánta
razón tuvo El Libertador en advertirlo, ya que -a pesar de su negación- el
principal beneficiario de este golpe de Estado (lo mismo que cualquiera de los
propiciados en toda la historia común de nuestra América) es el imperialismo
gringo.
Sus grandes compañías transnacionales estarán prestas, como
lo aspiraban, a participar en la rebatiña de los recursos naturales, las
empresas y los servicios públicos de la nación andina, subordinando la
soberanía boliviana a los intereses geopolíticos y capitalistas
estadounidenses. Sin embargo, continuará latente la utopía del pueblo boliviano
por hacer realidad su completo reconocimiento, su concepción comunitaria de
democracia, la redistribución equitativa de la riqueza y su derecho a la paz;
en condiciones de verdadera igualdad y soberanía, como le corresponde a todo
pueblo realmente libre. -
mandingarebelde@gmail.com
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