Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
En un momento en que la opinión pública de Estados Unidos
observa y evalúa en estado de gran incertidumbre los primeros pasos para la
realización de un juicio político (impeachment) a Trump, este trata de salvarse
como lo hacen todos los presidentes estadounidenses: golpeando en el exterior a
fin de atraer a los ciudadanos, escudado en un discurso de defensa de la
seguridad nacional que persigue desatar ánimos nacionalistas y fortalecer
identidades buscando transformar en votos una coyuntura que los medios de
comunicación se esfuerzan en mostrar como adversa.
Los analistas que saben “de buena tinta” como se maneja el
sistema político estadounidense en sus profundidades, que es donde realmente se
toman las decisiones, descartan que Trump pueda ser destituido. Por dos razones
fundamentales, la primera es que nunca antes ha ocurrido y la otra, mucho más
tangible es que los republicanos tienen mayoría en el senado y no están
dispuestos a hundirse con Trump de cara a las próximas elecciones para las que
no tienen ninguna pieza de recambio.
A estas alturas, poco importa si Trump delinquió, tampoco si
es culpable o inocente en las causas que se le imputan. Eso no pasa de ser un
show más dentro del espectáculo de la política de este país en el que tanto
demócratas como republicanos saben que deben poner sus cartas sobre la mesa del
juego que realmente les interesa: las próximas elecciones.
El impeachment para los demócratas significa la posibilidad
de golpear a Trump en ciertos sectores de una derecha fundamentalista,
conformada por blancos mayores de cincuenta años para quienes ciertos valores
de la sociedad estadounidense tradicional siguen teniendo alguna importancia,
numéricamente (en términos electorales) todavía son la mayoría y, en la medida
que los jóvenes aún no se incorporan a votar masivamente, tienen una influencia
electoral no desdeñable.
Trump, por su parte, sabiendo –como se dijo antes- que es
muy improbable que pueda ser destituido, apuesta al desprestigio de los
demócratas que según él, malgastan tiempo y dinero de los contribuyentes en la
búsqueda de una quimera que aleja a los legisladores de la que debería ser su
principal responsabilidad.
Finalmente, en Estados Unidos el impeachment no es más que
eso: un instrumento del sistema para mantener entretenida a la opinión pública
mientras se siguen cometiendo toda clase de desmanes y perversiones en la
ejecución de la política real, la que afecta e influye en los ciudadanos.
El último de ellos, realizado contra Bill Clinton, fue
expresión de la hipocresía de la sociedad estadounidense cuando se quiso acusar
al presidente por acciones éticamente repudiables según los falsos cánones de
conducta que rigen a la sociedad de ese país. A Clinton no se le imputaba por
lo que hizo –que además, se sabe, ha sido propio de su proceder durante todo su
vida, antes durante y después de ser presidente- sino porque su desenfreno
sexual había tenido efecto en los inmaculados salones de la Casa Blanca.
Al final no pasó nada, el Congreso, los ciudadanos y hasta
la señora Clinton “perdonaron” al presidente por su actitud libertina que no le
impidió seguir desarrollando sus funciones como si nada hubiera ocurrido,
después de mantener al país en vilo durante varios meses.
Pero ahora, ante esta nueva puesta en escena, a diferencia
de Clinton que ya estaba en su segundo mandato cuando se produjo el
impeachment, Trump está aspirando a dar continuidad a su administración en las
elecciones del próximo año. Ello cambia sustancialmente su forma de actuar en
la coyuntura.
Pero, en este caso, dada la tradición estadounidense, en la
que las diferentes administraciones se escabullen de los bretes internos
realizando acciones de gran impacto fuera de sus fronteras, lo que se haga es
de extrema peligrosidad. Para esto, no se escatima en mover ríos de tinta,
muchas horas de televisión y millones de mensajes en las redes sociales. Todo
es posible en la estupidizada sociedad norteamericana que vive obnubilada entre
las drogas y la mentira hollywoodense creyendo que son una nación elegida por
Dios.
En días recientes hemos sido testigos de una nueva película
del “Capitán América”. Esta vez fue escenificada en algún lugar del Medio
Oriente, en la que Trump informó de la muerte de Abu Bakr al-Baghdadi máximo
líder de la organización terrorista Estado Islámico. Todo el mundo sabe que eso
es falso.
En esta ocasión, Trump no hizo el anuncio del hecho por
twitter, su principal instrumento que usa para exponer la perversión mediática
con la que logra atraer incautos a través de la improvisación, la mentira y sin
aportar pruebas. El showman-presidente supone que cualquier cosa que diga, se
transforma en verdad indesmentible por la fuerza del poder militar, económico y
mediático de Estados Unidos.
En la citada operación nocturna que supuestamente duró dos
horas y en la que participaron fuerzas especiales del ejército de Estados
Unidos que se trasladaron en ocho helicópteros volando “muy, muy bajo y muy,
muy rápido” durante una hora y media por un “territorio muy, muy peligroso”
según Trump, fue aniquilado al-Baghdadi junto a algunos de sus secuaces y tres
hijos que murieron cuando el líder terrorista activó un cinturón explosivo
adherido a su cuerpo. En el momento de informar, el presidente de Estados
Unidos agradeció a Rusia por su asistencia, así como a Turquía, Siria, Irak y a
los kurdos sirios.
Todo podría parecer muy real y muy plausible, los problemas
comenzaron a surgir cuando el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Mayor
General Igor Konashenkov, aseguró que el ejército de su país no tenía “
información confiable" sobre operaciones especiales en la provincia de
Idlib, en Siria, donde según Trump tuvo lugar la operación, toda vez que ni el
día en que aparentemente se realizó tal acción ni en días sucesivos se
produjeron ataques aéreos en esa zona por aviones estadounidenses. Pero además,
ante la referida asistencia rusa a la operación Konashenkov informó que su
institución armada no tenía “conocimiento de ninguna presunta asistencia para
el paso de la aviación estadounidense al espacio aéreo de la zona de Idlib
durante esta operación".
Esta información llevó al canciller ruso Serguei Lavrov a
afirmar que la muerte de al-Baghdadi es “una creación de Estados Unidos”, pero
además recordó que el líder terrorista “es, o era si ya está muerto, una
creación de Estados Unidos”.
Mucho más lejos fue el presidente sirio Bashar el Assad
quien en una entrevista concedida a la televisión de su país afirmó que:
"No sabemos de verdad si esta operación tuvo lugar efectivamente o no”. Al
caracterizar esta maniobra como un truco, el Assad afirmó que todo había surgido
de la imaginación norteamericana, recordando además que el Baghdadi estuvo
detenido en prisiones de Estados Unidos en Irak, de donde lo dejaron salir para
que desarrollara acciones terroristas contra el gobierno de su país.
El presidente sirio explicó que las doctrinas
fundamentalistas dentro del islam que son las que han desarrollado el
terrorismo a lo largo de la región tienen más de dos siglos de antigüedad y no
desaparecerán con la muerte de una persona, sugiriendo que toda esta escena es
un arreglo entre Estados Unidos y el Estado Islámico para que emerja de una
forma diferente en el nuevo escenario del conflicto, tras la casi absoluta
derrota de este engendro criminal.
En los hechos, contrasta el festín y la celebración
alborozada que hizo Estados Unidos tras el asesinato de Hussein en Siria y
Gadafi en Libia (en la que incluso la secretaria de Estado Hillary Clinton
exhibió su alegría al ver el cuerpo de Gadafi abatido y sodomizado), con lo
ocurrido con Osama bin Laden en Pakistán y ahora esta nueva fantasía
imaginariamente acaecida en Siria, en ninguna de las cuales hay pruebas ni
experticias, salvo la palabra de los presidentes de Estados Unidos.
El Assad agregó que el afán de Estados Unidos de agregar a
otros países como participantes de la acción sólo intenta dar credibilidad por
una parte y no sentirse avergonzados por otra.
Muy probablemente, nunca se sabrá la verdad, solo que esta
acción se agrega a la deleznable lista de mentiras que adorna el curriculum de
la presidencia de Estados Unidos. A fin de sumar votos, viene bien un poco de
circo en Washington y otro poco en los medios.
sergioro07@hotmail.com
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