Por Rolando Prudencio Briancon:
Es en el tiempo de la decadencia de los imperios cuando
pasan las más patéticas paradojas. Nerón ordenó la decapitación de todos los
niños, y aquel niño es hoy inmortal.
En el caso del ocaso del imperio norteamericano las
paradojas están también presentes. La llegada de Trump a la casa Blanca ha
puesto la casa patas arriba. Vale decir, varias de las políticas que se habían
implementado en la anterior administración de Obama han sido echadas por la
borda, provocando un retroceso en lo conseguido.
Por ejemplo, el Proceso de Normalización de Relaciones entre
Cuba y los EE.UU., alcanzado en 2015 entre La Habana y Washington ha vuelto a
punto cero. Es más, Trump como un troglodita pretende aplicar la ley Helms
Burton, para que todo a todo norteamericano a quien la Revolución les confiscó
sus bienes, planteen demandas contra el gobierno cubano para que se les resarza
económicamente.
De igual modo los acuerdos alcanzados en la suscripción del
protocolo de Kioto para la reducción de las emisiones gas, han sido desechados
por Trump. Pues para él el Calentamiento Globales un cuento chino. Lo propio ha
ocurrido con el el reconocimiento que hace poco hizo de Jerusalén como capital
de Israel, que echo por la borda aquel otro que la ONU en su conjunto, hace más
de medio siglo, reconociendo a Jerusalén como capital de Palestina, y que con
el reciente reconocimiento de Trump el estado terrorista y genocida de Israel
es cada vez más abusiva y asesina de sus actos ante una Corte Penal
Internacional inmutable ante su impunidad.
Pero lo que ya sobre pasa -y ojalá se pronuncie la ONU, como
organismo que defiende los derechos humanos, y que a Maduro la comisionada
Michelle Bachelet quería llevarlo al patíbulo- es la reciente decisión de Trump
de ordenar cobardemente -él no va hacerlo por si acaso- que la Policía
fronteriza norteamericana “dispare a las piernas a los inmigrantes”; amén de
ordenar que se construyan fosas repletas de cocodrilos y serpientes para que no
ingresen a los EE.UU.
Vale decir que Trump se está cobardemente convirtiendo, como
dice ese viejo refrán en: “El hombre lobo del hombre”, pues su abuelo
Frederick, rogó, imploró, suplicó, para que no lo entregaran cuando fue
descubierto como un
Desde ya esa es la catadura moral de Trump, que cuando su
abuelo rogaba para no ser deportado, hoy su nieto se porta como un verdadero
mother fucker.
prudenprusiano@gmail.com
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