Por Juan Pablo Cárdenas S.:
Todas las grandes acciones y transformaciones de nuestra
historia han exigido ideas, voluntad y mucho arrojo. Un firme e intransable
propósito de superar los obstáculos que siempre se les oponen, ejerciendo mucha
fuerza e, incluso, una saludable irreverencia. Sin descartar, además, una buena
dosis de radicalidad y legítima violencia. Por algo es que siempre los cambios
son promovidos por la juventud, esto es por los que no tienen intereses creados
respecto de lo que hay que modificar o revolucionar. Hasta en el avance de la
ciencia y el arte es dable comprobar la tozudez de sus grandes cultores; una
suerte de necesaria locura, como se reconoce. Nos es extraño, entonces, que
muchos de los líderes que venera la memoria de los pueblos sean reconocidos
como héroes, santos o mártires. Y su vida de haya extinguido en el calvario, la
prescripción o el ostracismo. Aunque tantas veces sean vindicados por el
reconocimiento postrero.
La joven y famosa ecologista sueca, Greta Tunberg, adquiere
en la actualidad un universal prestigio y reconocimiento. A sus cortos años ya
es una líder mundial, ante la cual se encantan con entusiasmo millones de seres
humanos y, aunque de forma oportunista, muchos de los más altos dignatarios
políticos de la Tierra. Con sus denuncias, ella tiene atónitos a los que serán
inevitablemente sus duros enemigos u oponentes, esto es los grandes
responsables del fenómeno del calentamiento global y del peligroso cambio
climático del planeta. Cuanto los promotores de la ideología que proclama el
consumo y la explotación inadecuada de los recursos naturales como un factor
del “progreso y el desarrollo” de la humanidad.
A sus 16 años, Greta ya fue a las Naciones Unidas y
pronunció un discurso que saca ronchas en los gobernantes del mundo, como entre
los poderosos y abusivos empresarios. En toda es cáfila de burócratas
internacionales, asimismo, que se llenan la boca y ganan mucho dinero con el
discurso medioambientalista, pero sin la convicción y el brío para golpear la
mesa de los poderosos que, entre otras instancias, sostienen un foro mundial
como el de las Naciones Unidas que claramente ya no sirve de mucho. Por lo mismo, ella hizo bien en no ubicarse
en primera fila durante la Asamblea General de este organismo sin amilanarse lo
más mínimo en sus reproches a las generaciones más antiguas. Tal como les
sacara el cuerpo, también, a tantos políticos hueros y aprovechados, como
nuestro propio Mandatario, que buscan posar con ella para los medios de
comunicación y se las quieren dar de salvadores del Planeta. Mientras se niegan
a firmar un tratado tan fundamental como el de Escazú y siguen tolerando en sus
países la existencia de las termoeléctricas y tantas empresas francamente
escocidas de las cuales Chile hace tanta gala.
Los primeros detractores de Greta ya la empiezan a acusar de
de fanática y voluntarista. Repudiando el “tono” de sus denuncias, sin
atreverse a reconocer su consistencia moral y la certeza de sus contenidos.
Juicios de una estudiante que son avalados por la comunidad científica mundial
y la simple evidencia que todos tenemos de cómo se nos descompone el medio
ambiente en esa retahíla de catástrofes cotidianas, desde los incendios de la
Amazonía, los huracanes que se multiplican en frecuencia e intensidad, cuanto
los desastres de la agricultura, el envenenamiento de nuestros océanos, ríos y
mares. El agotamiento de nuestros manantiales de agua dulce a causa de los
abusos que se cometen, además, contra los pescadores artesanales y los medianos
y pequeños labradores de la tierra.
Sería muy conveniente que, en su viaje a América, Greta se
informe de quienes lograron la hazaña de nuestros procesos independentistas y
de cómo en nuestro continente sus moradores originarios fueron capaces de amar
y cuidar la naturaleza sin trazarle esas fronteras limítrofes o políticas que
nos hacen derrochar millonarios recursos para afrontar guerras y diferendos
fratricidas. En la hipócrita idea de velar por nuestras respectivas “soberanías
territoriales” cedidas paradojalmente a dominio de las grandes potencias y
empresas transnacionales. Situación que tiene a Chile, por ejemplo, convertido
en uno de los principales paradigmas del neoliberalismo o capitalismo salvaje,
la inversión foránea y la camisa de fuerza de los tratados de libre comercio,
cuyas cláusulas y cancerberos se encuentran en Estados Unidos, Europa y, ahora,
en los denominados tigres asiáticos.
Ojalá que la joven Greta se llene de energía en su paso por
América y alimente aún más su enorme causa. Que no vaya a ceder ante los
políticos “ponderados” que la llenan de halagos en su intención de someterla y
morigerar su discurso. En su afán de sentarla a esas mesas de diálogo
universal, donde nada se obtiene realmente si no es solo desencantar a los
pueblos, desprestigiar nuestras pretendidas democracias y estimular la
arrogancia de los Trump y Bolsonaros que, en su delirio, creen que sus países
podrían escapar de la hecatombe climática que se nos avecina; más amenazante,
todavía, de lo que se predecía treinta o cuarenta años atrás. Cuando es la
suerte de todas las fuentes y expresiones de la vida las que están en peligro
por más armas y ejércitos que se tengan y se usen para aplacar el descontento
mundial.
Quiera Dios que la juventud y los adultos conscientes se
entusiasmen y se movilicen a su paso, reconozcan su liderazgo y se animen a
luchar como ella contra el viejo orden a objeto de que éste se desmorone lo
antes posible, evitando con ello que todo el planeta se precipite a un caos sin
retorno. Que anime a los jóvenes de todas las condiciones a emprender una lucha
soslayando las viejas estructuras controladas por los poderes fácticos y los
gobernantes dóciles o cómplices. Porque oponerse a los despropósitos
ambientales debe ser asumido como condición fundamental, urgente e ineludible,
para servir a la redención de los pobres y la igualdad entre los pueblos, la
causa de todos los humanismos. Tarea en
que Greta ha escogido la calle y la acción de las multitudes para expresar su
justa ira, concientizar al mundo y salvar la casa de todos.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
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