Por Carlos Flanagan:
En estos días, el Cr. Danilo Astori (Ministro de Economía),
el ex presidente José Mujica y luego el actual candidato a presidente por el
Frente Amplio Ing. Daniel Martínez, afirmaron que en Venezuela se vive una
dictadura.
Al mismo tiempo entre el 25 y el 28 de julio, se llevó a
cabo en Caracas el XXV Encuentro del Foro de Sao Paulo cuya declaración final –
votada por la totalidad de la delegación oficial del Frente Amplio (miembro
fundador y titular de la Secretaría Regional del Sur del FSP) presente en el
evento máximo de la izquierda de América Latina y el Caribe – expresaba su
apoyo a la Revolución Bolivariana en los siguientes términos: “De forma
enérgica rechaza las amenazas de intervención militar contra Venezuela y
condena en todas las instancias posibles el bloqueo económico, financiero, comercial
y el cerco diplomático por parte del gobierno de los Estados Unidos. Preservar
la paz en Venezuela es preservar la paz en la región y una de las prioridades
de los partidos que integramos el FSP.”
Lo que el
neoliberalismo nos dejó
Queda claro que estas declaraciones de tres connotados
dirigentes del FA no representan la postura orgánica del mismo y corren
exclusivamente por su cuenta y riesgo, cual regalo del cielo han regocijado a
la derecha y le han hecho un flaco favor político a la coalición y más aún a
tres meses de las elecciones nacionales.
Previo a un análisis particular del contenido de estos
dichos, no está de más analizar este tipo de conductas en un marco más general.
Hemos subrayado hasta el cansancio la vigencia y acierto de
la definición del neoliberalismo hecha por el Frente Amplio en su III Congreso
Extraordinario de noviembre de 1998: “vivimos en un mundo en el cual el
imperialismo impone una estrategia global neoliberal que abarca aspectos
económicos, políticos, ideológicos, culturales y militares”
Y vuelvo a repetir que esta estrategia no pasó de largo por
las puertas de las organizaciones de izquierda. Por el contrario, se enquistó
en el tejido social de todas nuestras sociedades.
Nos dejó el lastre del individualismo a ultranza.
La soberbia manifestada en la irrefrenable pulsión a opinar
- si es ante un micrófono mejor - sobre todos los temas del universo: desde
deportes, política o mecánica cuántica; en el mal entendido que decir que no
conocemos a fondo una temática porque no somos especialistas en ella, o que
debemos estudiar más un asunto antes de opinar sobre él, va en desmedro de
nuestra imagen mediática.
En definitiva vivimos en el reino de la vanidad, el
egocentrismo y la incontinencia verbal, cada vez más lejos de aquel viejo dicho
sabio que aconsejaba “procura que tus palabras sean mejores que tu silencio”.
El “tema” Venezuela
Como todo hecho o proceso social es la resultante de la
confluencia e interacción de múltiples factores; por lo que debe ser analizado
desde distintos ángulos.
En primer lugar, hay que señalar la incidencia del criminal
bloqueo económico del gobierno de los Estados Unidos, sólo comparable al que
somete a Cuba desde los años sesenta del siglo pasado.
Muchos políticos y gobiernos se “horrorizan” por la falta de
medicamentos y muchos alimentos que sufre la población venezolana. Habría que
preguntarles: ¿cómo se manejarían ustedes si de un plumazo les quitaran el
acceso a 40.000 (sí, cuarenta mil) millones de dólares mediante el bloqueo a
los ingresos generados por empresas de su país en el exterior?
Un artículo aparte merecería el sesgado informe de fecha 4 de
julio (hasta la fecha parece una ironía) de la Alta Comisionada para los
Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet.
Me remito al demoledor análisis realizado por Pablo
Sepúlveda Allende (Presidente de la Fundación Salvador Allende) en el cual lo
tilda de “parcializado, deshonesto, cobarde y peligroso”. Se lo puede ver en el
enlace--.
https://werkenrojo.cl/pablo-sepulveda-allende-nieto-de-salvador-allende-analiza-informe-bachelet-sobre-venezuela-y-lo-califica-de-parcializado-deshonesto-cobarde-y-peligroso/
A esto hay que sumarle la sustantiva baja del precio
internacional del petróleo. En la época de los gobiernos de Hugo Chávez (1999 -
2013) el barril llegó a valer más de 100 dólares y la renta petrolera mensual
se ubicaba entre los 2.000 y 3.000 dólares. En 2014 descendió hasta los 24
dólares y hoy su precio es de 55,82 dólares.
Estos factores no pueden ser ignorados en cualquier análisis
que se haga sobre la situación venezolana. Lo que no niega en absoluto que haya
luces y sombras en el proceso de la Revolución Bolivariana.
A mi juicio existen al menos dos factores de inocultable
gravitación: 1) se desperdició en el período de bonanza económica una gran
oportunidad de diversificar la producción y comenzar a salir de la condición de
país mono productor y dependiente de la renta petrolera y eterno importador de
bienes y alimentos. 2) tampoco para nada es igual la estatura política de Hugo
Chávez que la de Nicolás Maduro.
“No aclares más que oscurece “o el maltrato de las
categorías
Luego de reacciones críticas de sectores del Frente Amplio a
los dichos sobre el carácter dictatorial del gobierno de Venezuela (incluyendo
a Oscar Andrade dirigente del Partido Comunista), Mujica no tuvo mejor reacción
que afirmar el día martes 30: "¿Los otrora defensores de la dictadura del
proletariado se horrorizan por una palabra? Porque tiene un régimen duro y
metió soldados por todas partes no se la llevaron puesta".
Igualar el concepto materialista de dictadura del
proletariado con el de “dictadura” a secas, que se utiliza habitualmente para
denominar a los regímenes de corte fascista resultantes de los golpes de Estado
cívico-militares dados en nuestro continente en los años 60 y 70 del siglo
pasado, revela o una ignorancia supina – que creo que no es el caso – o una
evidente mala intención (“mala leche” como decimos en lenguaje coloquial
uruguayo).
Muchas categorías de la teoría materialista han sido
utilizadas de forma incorrecta, reduccionista, en aras de una supuesta más
fácil asimilación conceptual. El de dictadura a mi juicio ha sido una de ellas.
Para el materialismo, el concepto “dictadura” se refiere a
la forma histórica concreta por la cual una clase social realiza su hegemonía
sobre el resto de la sociedad.
En las sociedades feudales, la clase dominante (familias de
la nobleza propietaria de las tierras) ejercía su hegemonía sobre el resto de
sus miembros.
Luego de la Revolución Francesa y hasta hoy en el
capitalismo, es la burguesía quien pasa a ejercer su hegemonía en tanto clase
dominante y propietaria de los medios de producción, bajo la forma de la
democracia burguesa. Es la “dictadura de la burguesía”.
Y en el socialismo será el proletariado quien ejercerá su
hegemonía de clase. De ahí el término “dictadura del proletariado”. La
diferencia radica en que, por vez primera en la historia, será la mayoría de la
sociedad que ejercerá su hegemonía sobre la minoría.
Sólo en una sociedad comunista, no será necesaria una
dictadura de clase, como consecuencia de la desaparición de las clases
sociales.
Por ende y en mi opinión – para ser más rigurosos con las
categorías y evitar malos entendidos - sería más adecuado llamar “tiranías “a
los regímenes que rompen la legalidad burguesa mediante golpes de Estado en
lugar de “dictaduras”. Pero esto puede ser materia de otro debate.
carlos.flanagan@gmail.com
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