Por Rolando Prudencio Briancon:
Si bien la ex URSS ya no existe como una realidad palpable
de lo que fue aquella gran federación de soviets socialistas que fuera formada
después de la revolución de octubre de 1917; no menos cierto que el espíritu
que encarnó aquella gesta, como el papel que jugó para derrotar al nazismo es
una emancipadora herencia que el mundo no puede darse el lujo de quedar
desheredado.
Vale decir que nuevamente Rusia y su presidente Vladimir
Putin está reasumiendo su rol; no de gendarme global de un unilateralismo que
hegemónicamente ha encarnado los EE.UU., hasta el día de hoy, y que a partir de
la elección de quien no representa sino la extrema derecha supremacista y
racista en los EE.UU., como es Donald Trump, que aunque no se trate del
liderazgo personificado de cada quien, es un referente de resistencia a las
corrientes ultraderechistas y fascistas que han comenzado a cobrar fuerza en
distintas regiones del mundo.
Y esta resistencia que representa Rusia al avance del
fascismo no es porque sea parte del juego político polarizar con el otro, con
el que políticamente piensa distinto del otro, sino porque cada vez más las
políticas de la administración Trump se acercan al más puro renacimiento de un
neofascismo, ligado a un radical racismo xenofóbico que ha puesto al migrante
en la mira.
Y es que así Trump ha trazado sus políticas que se traducen
en la construcción del Muro en la frontera con México. La expulsión de
migrantes y la separación y encarcelamiento de los hijos de los padres
migrantes. El apoyo incondicional a las políticas racistas y genocidas del
Estado israelí contra los palestinos. Pero no sólo son políticas, sino ya
discursos xenofóbicos los que Trump ha lanzado contra el “otro”, como el caso
de los mexicanos a quienes llamó, delincuentes y la peor gente que hay. O el
caso de la intolerancia, y que ya se da a nivel de la misma sociedad civil
estadounidense contra quienes no “hablan inglés”.
O el caso de la ministra de justicia del gobierno israelí
Ayelet Saked -aliado incondicional de los EE.UU.- que advirtió que había que
matar como a las ratas a las madres e hijos palestinos. Vale decir hay una
innegable internalización de la intolerancia que no es sino el caldo de cultivo
para el renacimiento del neofascismo.
Es en ese sentido que hoy en el mundo es gravitante el rol
de Rusia, y que no sería la primera vez que salve al mundo de la vuelta del
racismo, que con Rusia se ha topado.
prudenprusiano@gmail.com
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