Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
La semana pasada cerramos este espacio diciendo que: “El
gigantesco mercado chino es la primera arma que tiene ese país para enfrentar
la guerra de Trump…pero no es la única”. Efectivamente, en el desenvolvimiento
de este conflicto se ha podido observar como China con su habitual pensamiento
de largo plazo, comienza a prepararse para enfrentar el diferendo en esos
términos, tal vez esa sea otra ventaja a su favor: mientras Estados Unidos lo
asume en el plano coyuntural y específicamente hoy con la mirada puesta en las
elecciones del próximo año, el país oriental –fiel a su tradición- lo encara en
perspectiva estratégica y no circunscrito a la figura que está dirigiendo el
ejecutivo.
En este momento la frase más socorrida en los ámbitos
políticos y académicos chinos es que esta confrontación es una oportunidad para
ampliar, mejorar y acelerar los planes de inversión en ciencia y tecnología a
fin de lograr en cortos plazos, aquellos objetivos que se habían propuesto un
margen superior de realización.
Así mismo, sin ocultar la preocupación por los impactos que
la guerra comercial y tecnológica tendrá en lo inmediato en el país, los dirigentes
chinos no dudan en afirmar que al final saldrán fortalecidos y poseedores de
una significativa autonomía e independencia en todos los planos, pudiendo
colocarse en mejor situación para cumplir los planes de largo plazo, en
especial aquellos encaminados a la
conmemoración en 2049, del primer centenario de la fundación de la República
Popular China cuando se han propuesto llegar a ser un “país moderno, próspero,
fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y hermoso” tal como lo
declarara el presidente Xi Jinping en 2017 durante su informe al XIX Congreso
del Partido Comunista de China, asegurando además que este país y su sociedad,
serán socialistas.
En lo que respecta a la confrontación actual, otra de las
herramientas poderosas que posee China es la dependencia de Estados Unidos del
suministro de tierras raras por parte del país asiático, que representa el 80%
de las compras mundiales que hace Washington de estos materiales estratégicos,
imprescindibles para la fabricación de instrumentos y equipos de alta
tecnología como teléfonos inteligentes, paneles solares, vehículos eléctricos,
computadoras y hasta innovadores modelos de la industria militar como sistemas
de guiado de misiles y sensores avanzados para los aviones caza bombarderos. China
tiene las mayores reservas y es el primer productor mundial, en especial en
molibdeno, tungsteno, antimonio y magnesio cuya producción estuvo controlada
por Estados Unidos desde la guerra fría a través de convenciones y acuerdos
internacionales. En la actualidad, al tener China la supremacía y ser Estados
Unidos deficitario, se ha generado una situación que la potencia asiática
podría hacer valer o incluso, debería hacer valer, como afirma Jin Baisong,
investigador retirado de la Academia China de Comercio Internacional y
Cooperación Económica en un reciente artículo publicado en inglés en Beijing en
el periódico China Daily.
En otro ámbito, los especialistas anuncian que las pérdidas
previstas en la economía estadounidense duplicarán el impacto que las sanciones
tendrán sobre China. Esto se desprende de las declaraciones que ha hecho un
grupo de economistas del Banco de la Reserva Federal de Nueva York quienes
aducen una serie de factores para hacer esta afirmación. Entre ellos, la
necesidad de importar con menor eficiencia productos de otros países, que
además son más caros. Explican que”…el costo anual de los aranceles a las
importaciones chinas —valorado anteriormente en alrededor de 52.800 millones de
dólares para la economía de Estados Unidos en general y 414 dólares para una
familia promedio— subirá hasta los 106.074 millones y 831 dólares,
respectivamente”. De esta manera las medidas tomadas por la administración
Trump tendrán un efecto directo en las familias estadounidenses quienes
finalmente serán las que paguen por las sanciones.
Otra respuesta de China a esta crisis podría ser la
reducción de sus inversiones en la deuda estadounidense, lo cual ha comenzado a
estudiarse como posibilidad en China que posee bonos por valor de 1,13 billones
de dólares. En todo caso, los analistas especializados creen que esta
“solución” es poco probable dado que podría provocar la devaluación de los
bonos estadounidenses, lo que infligiría más daño a China que a Estados Unidos.
Sin embargo, la probabilidad de aplicar esta opción tiene más que ver con la
defensa de su moneda como ya se hizo en 2016 que con una acción retaliativa de
parte de China.
En cualquier caso, Beijing podría escalar el conflicto,
vendiendo bonos estadounidenses, (lo que se ha dado en llamar la opción nuclear
china) provocando el aumento de las tasas de interés al inducir el aumento del
rendimiento de los bonos y muy probablemente el encarecimiento de los créditos
a empresas y ciudadanos, e incluso generando un desplome del precio del dólar y
una inmediata desaceleración de la economía norteamericana. Aunque Beijing ha
truncado en aproximadamente un 4% su participación en el mercado de bonos de
Estados Unidos durante los últimos 12 meses, todavía ocupa el primer lugar
entre los acreedores extranjeros, lo cual tiene enorme incidencia en medio del
conflicto actual.
En el plano global, esto podría significar un caos mundial
absoluto en los mercados de divisas y en los mercados de valores globales, por
lo que es poco probable que China lleve adelante acciones en este ámbito.
En la perspectiva de la posibilidad de que se desate un
conflicto de alcance global, hay que observar que el valor de las acciones en
New York cayó bruscamente el lunes 13 de mayo, cuando China informó que
aumentaría los aranceles sobre algunos productos estadounidenses, después de
que el presidente Trump dijo que podría incluir en los mismos aranceles unos
325.000 millones de dólares adicionales en mercancías chinas: el NASDAQ tuvo el
peor día del año cayendo 3,4%, el Dow Jones cayó 617 puntos, o casi 2.4%. El
S&P 500 también bajó 2.4% en una muestra de lo que podría ocurrir en las
bolsas de valores en caso de mantenerse el conflicto. Un observador externo podría decir que es
completamente inequitativo el aumento de aranceles de 325 mil millones de
dólares por parte de Estados Unidos frente a “sólo” 60 mil millones de China,
pero Beijing está siendo fiel a su tradición: efectivamente el monto podría ser
mayor, pero al hacerlo de esta forma no agotan todas sus posibilidades que son
mucho mayores y dejan un espacio a la negociación, en la cual creen como vía de
solución de la controversia. Por otro lado, el aumento de aranceles chinos está
orientado a afectar áreas vitales para Estados Unidos y en especial para Trump
en la cercanía de las elecciones, sobre todo en el sector agrario de estados
tradicionalmente republicanos que serán los primeros afectados por las medidas.
La decisión estadounidense de centrar sus ataques contra las
empresas tecnológicas chinas, en especial Huawei, ha sido interpretado en el
país asiático como una “declaración de guerra” en los campos económico y
tecnológico, ocasionando una radicalización de ciertos sectores de la sociedad
china que han empezado a enarbolar un discurso nacionalista radical que
contrasta con la mesura con la que el gobierno ha manejado el conflicto. De
esta manera, se insta a las autoridades de Beijing a "desprenderse de sus
ilusiones", ya que el compromiso "no conducirá a la buena voluntad de
Estados Unidos" por lo que solo queda prepararse para el “escenario
extremo” en el que habría nula cooperación entre ambos países, para el cual las
compañías chinas se han preparado desde hace mucho tiempo con la convicción de
que no serán derrotadas.
La radicalización del discurso de algunos actores chinos en
el diferendo es expresión de un cambio en la mentalidad tradicional del país
asiático. Hoy es normal escuchar que Estados Unidos ha planteado llevar
adelante una guerra real que va más allá de lo estrictamente comercial, ante lo
que Beijing ha dicho que no se quedará con los brazos cruzados, pero respetando
las normas internacionales y las propias tendencias de sus desarrollo iniciado
en 1978, bajo la opinión de que en las condiciones creadas China no debería
"ser demasiado amable o estar preocupado por la opinión occidental"
según afirma el periódico Global Times, que a su vez indica que "una
rivalidad estratégica más feroz es inevitable" y que "Huawei no puede
perder, ni China tampoco".
Por otra parte, aunque es indudable que las sanciones han
traído impactos en la economía china, la realidad es que hasta el momento, el
país ha podido responder positivamente a la agresión. Para el primer trimestre
de 2019 la economía creció 6.4%, tal como en el período previo. No son los
ritmos de años anteriores, pero, a pesar de todo, los indicadores son muy
superiores a los de Estados Unidos y Europa, impulsados tal vez por proyectos
estratégicos como la Ruta de la Seda que además de generar crecimiento,
producen una mayor influencia de China en la economía mundial, a tal punto que,
incluso Italia, país miembro del G-7, se incorporó oficialmente al programa en
marzo de este año durante una visita al país del presidente chino.
Debe considerarse también que la contribución de las
exportaciones al crecimiento del PIB desde 2011 no ha sido superior al 1%,
mientras que, por ejemplo, en el año 2017 cuando este indicador fue de 0,6%, el
consumo final público aportó el 3,9% y el privado 2,3%. Además, es de destacar
que en 2018, primer año del aumento de los aranceles estadounidenses a los
productos chinos, su superávit comercial con ese país continuó aumentando.
Por otra parte, la estructura exportadora china muestra que
contrario a lo que se supone, el 50% está referido a productos de tecnología,
en esto Huawei ha tenido un papel esencial, además de haber arribado primero a
obtener la tecnología 5G, esto podría permitir entender la causa del encono
estadounidense contra la empresa.
Estas cifras posibilitan afirmar que China está preparada
para afrontar los retos de esta guerra económica. Se espera que su economía
mantenga sus ritmos de crecimiento con una cifra estable alrededor del 6%
anual, la cual duplica y en algunos casos triplica a los países
industrializados. Según un informe de los académicos de la Universidad Nacional
Autónoma de México Oscar Ugarteche y Alfredo Ocampo: “Para 2018 su importancia
[de la economía china] en el PIB mundial fue de 18.7% seguido de los EE.UU. con
un 15.1%. No obstante, la diferencia entre el PIB per cápita de ambos países
está muy lejos, para el primero es de 16,000 dólares PPA y para el segundo de
55,600 dólares PPA. Tomando como referencia los últimos 6 años y suponiendo
constantes las tasas de crecimiento del producto y la población, el PIB per
cápita chino superaría al de los EE.UU. para 2045”. Justo cuatro años antes de
la celebración del centenario de la fundación de la República Popular China.
Todo esto es lo que se manifiesta en la superficie del
problema, pero en las profundidades del mismo subyace la idea de que Estados
Unidos y Trump en particular están tratando de usar el dispar comercio con
China para justificar las debilidades de su economía tras varias décadas de
deslocalización de sus empresas y aprovechando supuestas ventajas de la
globalización que hoy se le revierten. Esto es lo que lo que ha llevado a
Estados Unidos a regresar al proteccionismo en lo económico y al unilateralismo
en lo político.
Su problema es que se ha encontrado con una nación china
cohesionada en lo político, fuerte en lo económico y poderosa en lo militar que
no acepta avasallamientos de otras potencias, de manera tal que las presiones
no tienen resultados positivos, al contrario la primera respuesta que ha dado
China ha sido la aceleración de sus procesos de innovación tecnológica con lo
que la grieta tenderá a profundizarse.
No obstante, a diferencia de Occidente, China no apela ni
apelará a la guerra y seguirá insistiendo en una negociación entre iguales. Es
difícil comprender tal situación desde esta parte del planeta, pero quien
conoce el talante del pueblo chino, su filosofía milenaria y una cultura
firmemente acendrada en la población, entenderá que ese comportamiento está
soportado en estos pilares de carácter identitario.
Negociando con la mayor flexibilidad posible para llegar a
un acuerdo mutuamente ventajoso, China, sin embargo, se ha negado a hacer el
más mínimo cambio en aquellos aspectos que dan viabilidad y solidez a su
sistema político. En esa medida, China no aceptará el tradicional chantaje, la
habitual arrogancia ni la conocida intimidación con que Estados Unidos se
conduce en sus relaciones internacionales y no es un país susceptible de
amilanarse ni amoldarse a Occidente como lo hizo Japón en el pasado.
China no aceptará hacer modificaciones en cuanto a un
sistema económico que tiene en las empresas estatales el soporte principal para
la realización de las metas económicas de desarrollo y combate a la pobreza y
considera esta demanda de Estados Unidos como una “invasión a su soberanía”.
Así mismo, ha asumido esta guerra con carácter nacional y
patriótico, su confianza se basa en la solidez económica del país, pero de la
misma manera está resurgiendo el espíritu que la llevó en solo 40 años de ser
un país pobre y atrasado a convertirse en la segunda potencia mundial. Junto a
ello, los medios de comunicación del país transmiten apelaciones a su poderoso
desarrollo industrial, científico y tecnológico, sus tierras abundantes, su
gigantesco capital humano, además de sus históricas tradiciones de lucha y de
victoria.
Por todo ello, consideran que este conflicto es una batalla
más que será superada. La coyuntura los ha llevado a enarbolar un nuevo lema
"Si quieren hablar, la puerta está abierta; si quieren luchar, lucharemos
hasta el final". En este marco, el investigador gallego Xulio Ríos, uno de
los sinólogos más reconocidos de Occidente ha destacado que el presidente chino
Xi Jinping ha depositado una ofrenda floral en un “monumento conmemorativo al
inicio de la Larga Marcha en la provincia de Jiangxi”, mientras que “En
paralelo, en diferentes medios, se anunciaba la disposición a iniciar
´contraataques` a modo de respuesta a las invectivas estadounidenses,
reiterándose asimismo una incólume voluntad de resistencia. La disposición
moral y el patriotismo tocan a rebato como claves de la nueva etapa que se abre
en el serial sino-estadounidense”. La mención de la Larga Marcha hace alusión a
la que tal vez sea la epopeya más trascendente de la historia china reciente.
Sin estar ajena a sus debilidades, China invoca hoy sus
fortalezas, la primera de las cuales es su “conciencia histórico-nacional
compartida que hoy invita a no bajar la cerviz apoyándose en la escala de sus
dimensiones y en la fortaleza de su economía”, como afirma Ríos. Vienen tiempos
difíciles, advirtió el presidente Xi, haciendo un llamado al pueblo para prepararse
para los avatares que el devenir de la historia les pueda traer.
Mientras tanto, apelan a la música para enfrentar el
conflicto. Una canción titulada “Guerra comercial” se ha vuelto viral en China.
En una de sus partes, dice "Si el perpetrador quiere pelear, lo
superaremos en ingenio" y repite el estribillo "¡Guerra comercial!
¡Guerra comercial! ¡No temamos este indignante desafío!”
En el contexto, a partir del pasado 27 de mayo los medios
audiovisuales de comunicación en China comenzaron a transmitir el himno
nacional del país, “La marcha de los voluntarios”, todos los días a las siete
de la mañana hasta el final del año.
sergioro07@hotmail.com
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