Por Sylvia Ubal:
Bolsonaro fascista y destructor de las amazonas y de las
etnias originales
La fuente de vida, riqueza y hogar ancestral de cientos de
comunidades, la Amazonia es mucho más que el “pulmón del planeta”. Con una
extensión de seis millones de kilómetros cuadrados, constituye la mayor selva
tropical del mundo y abarca territorios en nueve países diferentes. Pero la
sostenibilidad de la selva amazónica y la vida que alberga se ve amenazada por
una gran deforestación desde que asumió la presidencia Jair Bolsonaro los
niveles de la deforestación en la Amazonas crece sin parar la Amazonia ha
perdido casi dos millones de kilómetros cuadrados de masa forestal.
Lo que equivale a más de una quinta parte de su superficie
porque los madereros ilegales aumentaron su actividad y el Gobierno de
Bolsonaro, ha desmantelado las agencias de conservación, ha mostrado
escepticismo sobre la lucha contra el cambio climático y ha recortado el
presupuesto de fiscalización ambiental. y la comisión forestal de protección
ambiental de Brasil, IBAMA se trasladó al Ministerio de Agricultura, que está
dirigido por aliados de la industria agrícola del presidente de ultraderecha.
Hace unos años hice un artículo de mi autoría titulado La
Amazonas no se vende se defiende, pero vemos que son las multinacionales las
que impulsan la deforestación en la Amazonia es la explotación de su inmensa
riqueza que provoca graves daños a la selva más grande del mundo, causando
deforestación y presentando otras amenazas ambientales. La destrucción de los
bosques amazónicos no solo afecta a la naturaleza, sino que extingue
comunidades ancestrales.
La desaparición de masa forestal es la conversión del
terreno en plantaciones agrícolas o en zonas de pastoreo, la construcción de
carreteras, la extracción maderera, las actividades mineras o la especulación
agraria, todas ellas, en muchas ocasiones, realizadas de manera ilegal o, cuando
menos, irregular. Desde los años 90, los protagonistas de la deforestación han
sido la expansión de terrenos para la cría de ganado y para plantaciones de
soja y aceite de palma.
El peso de la ganadería como aliciente para la eliminación
de selva es particularmente importante en Brasil. Se calcula que el 80% de la
deforestación en la Amazonia brasileña ha tenido como objetivo la expansión de
pasturas, hecho que responde tanto a patrones internos como externos: a pesar
de que tan solo una cuarta parte de la producción de carne de res se destina al
mercado internacional, Brasil es, junto a Estados Unidos, el principal
exportador de carne del mundo.
Vinculado a la industria de productos animales encontramos
el segundo factor que está alimentando la desaparición de la Amazonia: la soja.
El boom del consumo de carne y de productos derivados de animales en Europa,
Estados Unidos y China ha convertido esta selva tropical, particularmente la
zona brasileña, en la plantación de soja de los países desarrollados. Así, la
soja se ha convertido en la principal exportación de Brasil.
Según afirma el periodista Pablo Quiroga, hay varios
proyectos que destruyen la selva amazónica. Uno de estos es el Corredor norte,
una iniciativa brasileña-neerlandesa para el transporte de soja. A pesar de que
el plan fue anunciado como «sostenible», las zonas en las que antes predominaba
el verde de la naturaleza han sido opacadas por la construcción de infraestructura
de transporte.
Las comunidades indígenas amazónicas constituyen otro frente
perjudicado por la desaparición de la selva y las actividades económicas que se
ensañan extrayendo su riqueza. En la Amazonia habitan alrededor de 400 tribus
indígenas; la Amazonia brasileña, en particular, concentra el mayor número de
tribus no contactadas del planeta: unas 70 de las aproximadamente 100 que
existen podrían habitar la región.
La explotación de la Amazonia en las poblaciones indígenas,
cuyo medio de vida depende de su entorno natural. La expansión agrícola, la
ocupación de tierras, las actividades de minería o la construcción de
carreteras, gasoductos, plataformas de extracción petrolera y centrales
hidroeléctricas son actividades que les afectan directamente. Dependientes de
actividades recolectoras, caza y pesca para su subsistencia, la degradación o
destrucción de la selva les da pérdida de la soberanía alimentaria y graves
problemas de malnutrición, así como empobrecimiento y problemas de alcoholismo.
Las construcciones y llegadas de colonos conllevan
desplazamientos forzosos, muertes por contracción de enfermedades ante las que
los indígenas carecen de defensas inmunológicas y una variedad de desastres
medioambientales: contaminación de las aguas por vertidos de petróleo,
modificación de los cauces fluviales, pérdida de caudal o disminución de
poblaciones animales. Algunos de los proyectos más controvertidos han sido el
de la presa de Belo Monte, en Brasil; el megaproyecto de gas de Camisea, en
Perú, o las represas Bala-Chepete, en Bolivia.
Otra polémica se produce alrededor de la famosa empresa
noruega Norsk Hydro, la refinería de dióxido de aluminio más grande del mundo.
Varias comunidades indígenas del municipio de Barcarena, en el estado de Pará
(Brasil), denuncian que la compañía está contaminando sus aguas, envenenando
sus productos locales y causando vómitos en la población. El hecho llevó a una
demanda legal contra el Gobierno del estado de Pará por daños ambientales y
morales.
Otra tribu indígena, Xikrin, también sufre las consecuencias
de la contaminación, ya que vive gracias al río Cateté, pero hoy está al borde
de la extinción. La compañía Mineração Onça Puma, uno de los mayores
productores de níquel en el mundo, comenzó a extraer ese metal en unas colinas
cercanas. Como resultado, su contaminación llegó al río, afectando a la
comunidad.
El problema de la contaminación de la Amazonia no es
exclusivo de un país, sino que afecta a casi toda Sudamérica, sin distinción.
El valor de la selva amazónica como ecosistema y como
barrera ante el cambio climático es inconmensurable. Hogar de millones de
especies animales y de plantas, se calcula que en la Amazonia habitan una de
cada diez especies conocidas. Desgraciadamente, la tala y quema indiscriminada
de árboles amenaza la que es la biorreserva más grande y variada de la Tierra.
Actualmente el gobierno brasileño protege la región
amazónica por medio de la designación de parques nacionales, bosques
protegidos, corredores ecológicos, entre otros espacios. En este régimen, las
áreas protegidas reciben financiamiento del gobierno para la construcción de
obras públicas y la prestación de servicios enfocados a la preservación de las
comunidades y los ecosistemas. Sin embargo, la ganadería y el cultivo de soja
en grandes extensiones de tierra han contribuido a su deforestación
Según el Instituto Brasileño de Investigación Espacial INPE,
el sistema de alerta Deter registró una deforestación de 739 kilómetros
cuadrados Estos datos se suman a que Bolsonaro ha desmantelado las agencias de
conservación, ha mostrado escepticismo sobre la lucha contra el cambio
climático y ha recortado el presupuesto de fiscalización ambiental.
“Con Bolsonaro, las personas que destruyen bosques se
sienten seguras y quienes protegen los bosques se sienten amenazados”, ha
alertado Marcio Astrini, coordinador de políticas públicas de Greenpeace Brasil
Para ampliar: “For illegal loggers in the Brazilian Amazon,
‘there is no fear of being punished’”, Sam Eaton en PRI, 2018
“La clase media china
y la deforestación del Amazonas”, Astrid Portero en El Orden Mundial, 2018
https://www.bbc.com/mundo/noticias-48060343
Proporción de deforestación por países y causas. Fuente:
“State of the World’s Forests”, FAO, 2016
sylviaubal@gmail.com
Excelente artículo de la gran periodista,Silvia Ubal, especialista en estos temas. Grande Sylvia, felicitaciones!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Gracias
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