Por Carolina Vásquez Araya:
Un sistema corrupto de gobierno afecta a todo el tejido
social, sin excepciones.
Las estadísticas solo muestran números y estos, por lo
general, no provocan emociones ni reflejan el verdadero impacto de las
decisiones políticas, sociales y económicas sobre una nación. Esto marca la
diferencia entre el desempeño político y la misión de quienes tenemos la
obligación, como comunicadores, de traducir esos mensajes en clave y ponerlos
al alcance de la ciudadanía. Sin embargo, cuando un país se encuentra en manos
de grupos capaces de coartar los derechos y libertades de la población impidiéndole
tener acceso a una educación de calidad y a la información sobre el desempeño
de sus autoridades, se alteran estas correlaciones de manera radical creando
las condiciones perfectas para el establecimiento de gobiernos dictatoriales y
represivos.
Uno de los momentos clave en el ejercicio democrático es la
celebración de los comicios electorales para elegir a las autoridades de
gobierno. Guatemala estuvo ayer inmersa en esa dinámica y fue posible constatar
cuánto daño ha ocasionado a ese país la sucesión de gobiernos corruptos
comprometidos con sectores de poder económico y bajo la bota siempre presente
de un ejército involucrado en crímenes de lesa humanidad. Los prolegómenos de
las elecciones marcaron la tónica con un desempeño turbio de las autoridades
electorales y otras instituciones –como el Ministerio Público y las Cortes-
totalmente aliadas con los sectores que han impedido el desarrollo del país
haciendo del Estado un botín para satisfacer ambiciones personales y de grupo.
Es probablemente esa la razón por la cual las estadísticas
en las cuales se demuestra la degradación de los indicadores de desarrollo
social no llegan a la conciencia de sus habitantes. La abstracción de la
miseria en la cual se hunde más de la mitad de la población es y ha sido un
instrumento político para convencer a una ciudadanía poco informada de cómo la
situación es culpa de las víctimas. La desnutrición infantil es, de acuerdo con
este tipo de mensaje, un resultado “natural” de la poca educación de las madres
y los asesinatos de mujeres y jóvenes, una consecuencia de sus malos pasos y no
del abandono criminal de gobiernos cuyo único interés ha sido debilitar el
tejido social para aprovecharse del patrimonio nacional.
El drama de la emigración de miles de habitantes –especialmente
desde las comunidades más abandonadas- es considerado por los políticos un
hecho divorciado de su desempeño. Es decir, no solo no asumen su
responsabilidad en el empobrecimiento de la población y en el dramático
incremento de la violencia, sino además adjudican a las víctimas de sus delitos
todo el peso de una situación ya insostenible de injusticia y violaciones de
los derechos humanos contra quienes han resultado los chivos expiatorios de los
desmanes del gobierno. Mientras tanto, en los sectores urbanos de clase media
se profundiza la influencia de organizaciones religiosas fuertemente aliadas
con los gobernantes quienes se resisten a perder sus privilegios, cuyos
mensajes fundamentalistas adormecen el sentido común y se prenden fuertemente
de la ignorancia de sus adeptos.
Las posibilidades de transformación de las condiciones de
privación y subdesarrollo acelerado en las cuales se encuentra Guatemala chocan
de frente con un poderoso muro construido desde la época colonial para evitar
toda oportunidad de cambio. De darse el salto hacia una auténtica revolución
democrática con la abolición de esos espacios de poder que han explotado la
riqueza para su propio beneficio, sería un milagro: uno de esos momentos
históricos capaces de marcar un antes y un después, una ventana hacia el
futuro. De no darse (esto fue escrito antes de los resultados) Guatemala habrá
dado otro paso hacia su destrucción.
elquintopatio@gmail.com
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