Por Jorge Aniceto Molinari:
El mundo cambió, el avance tecnológico parece transformarlo
todo, sin embargo, hay compañeros y organizaciones políticas a las que
pertenecen esos compañeros que cuando tienen que definir una situación
cualquiera, comienzan definiendo a un enemigo: el imperialismo y quién no lo
haga corre el riesgo de considerársele, que pasa a revistar filas en ese
enemigo.
No se puede negar las relaciones asimétricas que existe
entre las naciones y tampoco que mucho del desarrollo industrial de alguna de
ellas tiene mucho que ver con su accionar fuera de fronteras, y con recursos
naturales de ese origen, eso no tiene otra definición que la de imperialismo,
pero lo que cambió es el gobierno del mundo. Lo cual entorpece la búsqueda del
enemigo sino comprendemos el cambio y seguimos aplicando anteriores esquemas.
Ejemplos como el del imperialismo inglés y toda su red de
influencia, económica, cultural, etc. etc., es innegable.
Ahora la vida es un poco más compleja, y así como es por lo
menos irracional no comprobar la intervención criminal de los servicios de
EE.UU. en Venezuela, también lo es resumir la realidad en solo la denuncia del
hecho y no ver lo que objetivamente está pasando y las dificultades de esa
sociedad no solo para repeler la injerencia yanqui sino para organizarse
socialmente.
Es cierto Cuba pudo hacerlo y con mil sacrificios, que aún
perduran, hoy es vanguardia en el mundo en muchos aspectos de la vida humana,
pero existía la Unión Soviética y el capitalismo de Estado aún no conocía el
derrumbe que luego sobrevendría.
Existía todo un desarrollo que explicaba a contrapelo de lo
que su momento habían analizado Marx, Engels, Lenin, los más destacados, y que
hablaban de esa experiencia como la del socialismo realmente existente. Si
existían análisis profundamente críticos que advertían que eso no era
socialismo sino una construcción que pretendía ser alternativa y competir con
el capitalismo “realmente” existente.
Ahora pretender ignorar lo que ello significaba y que muchos
avances sociales se dieron en el marco de esa confrontación, no es correcto. Es
ignorar las alternativas de la propia lucha de clases que no se desplazan en
línea recta sino sinuosa.
Otra cosa hubiera sido teorizar que ese sistema estatista
podía superar al propio sistema capitalista expandido a todo el planeta, con
esta realidad actual de EE.UU. y China.
Lo nuevo que hay que comprender y es una lección para los
venezolanos, es que los cambios en el mundo son de tal magnitud que hoy el
centro del capitalismo mundial está pasando a ser China gobernada por un
Partido Comunista, liderando además el libre comercio en el mundo, mientras
EE.UU. amuralla su economía.
Sin embargo, el cambio no es fácilmente asimilable. ¿Cuántos
partidos Comunistas en el mundo, y cuantos partidos que se reclaman de
izquierda, siguen elaborando propuestas donde el centro es el aparato
productivo estatizado o la idea de líneas de producción propios o de agregados
de valor libremente determinados? Y que cuando tienen dificultades sin resolver
acuden a la imagen de que el obstáculo viene por el lado de la existencia del
Imperialismo. Pero una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. La
diferencia en el potencial económico de los países existe, no se puede ignorar.
EE.UU. hoy puede amurallar su economía y crecer un 3,5% en su PBI, incluso
Trump puede pensar en su reelección. Y a la vez dar alce a la industria de
guerra, para el respiro de esa economía, comandando agresiones de todo tipo en
el mundo. Pero no lo puede hacer Uruguay, no lo puede hacer Venezuela, pero
tampoco España, y ni siquiera ya Inglaterra.
Tampoco lo puede hacer Argentina, aunque la Dra. Cristina
Fernández hable en la presentación de su libro de que el gobierno argentino
debería tomar como ejemplo la política proteccionista de EE.UU.
Trump puede pensar hoy lo importante que es que a los demás
países no se les ocurra utilizar al dólar como su moneda porque ello haría
imposible a EE.UU. cerrar sus fronteras. Y hoy especula con una producción
propia sin la competencia del mercado mundial, pero cuánto puede durar esto.
Este es además un debate a dar fundamental, el de la moneda,
-es una materia pendiente en los cursos de economía- pues incluso se habla de
la vuelta al patrón oro, como si fuera posible retrotraerse en el tiempo y
volver a convertir el oro en una mercancía privilegiada para el intercambio de
las otras mercancías. Es claro que lo que en última instancia marca el valor
monetario es el valor real de la producción que es el que pueden determinar los
que están en el centro de su realización y que hoy especulan con los paraísos
fiscales y la acumulación trágica de millones y millones de valores en
distintas monedas, aún las digitales, que no pueden ser aplicadas con
rendimiento y rentabilidad en la organización de la producción actual. ¿Es que
alguien ha podido descubrir otro árbitro para determinar los valores de la
moneda?
Hemos oído hablar en distintas ocasiones en que se
reivindica la producción en un determinado país del valor de una matriz
productiva nacional, de agregar valor a las distintas líneas de la producción.
Todo ello es loable pero debe tener en cuenta el desarrollo productivo a nivel
mundial que barre con todas las barreras nacionales que lo puedan obstaculizar.
Una realidad económica a observar para comprobar esto que
estamos exponiendo es la actual de EE.UU. y las presiones que comienzan a
señalarse en el plano interno.
El problema es que no barra con las necesidades de la gente
y precisamente para eso que debemos darnos un programa que transforme esta
realidad donde las inversiones productivas son tales solo sin son rentables y
redituables dentro de la predominancia del marco capitalista.
A eso es que debe apuntar el programa que reivindique medir
los hechos económicos de igual manera en todo el planeta: una sola medida
monetaria universal. Que los recursos que la sociedad en su conjunto necesita
para la salud, la enseñanza, la vivienda, también para organizar el trabajo
–nadie debería no aportar su esfuerzo a las necesidades propias y de la
sociedad- deben provenir de un sistema impositivo basado en la circulación del
dinero dando muerte a los paraísos fiscales, y a los impuestos al consumo, al
trabajo y a las jubilaciones y pensiones. Ninguna operación con dinero puede
ser legal sin estar debidamente registrada donde la sociedad lo determine.
Establecer entonces los organismos universales que puedan
planificar en el marco de la mayor expresión democrática los planes para que
todo el mundo tenga trabajo y aporte su esfuerzo a la sociedad en el marco de
planes de construcción de ciudades autosustentables y extendidas en jardines
terrenales. ¿Es solo un sueño? No, hoy ya es posible, hay que construir la
voluntad política para hacerlo.
O es que hoy por ejemplo se deja contaminar a la naturaleza
porque es un problema de dejadez de los seres humanos: ¡¡¡no!!!, se deja
contaminar porque las inversiones en ese plano no le son rentables al
capitalismo. No es un problema del ser humano en sí, es un problema por la
existencia de la predominancia de un modo de producción que necesita morir en
paz e iniciar el tránsito a uno superior.
sipagola@adinet.com.uy
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