Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
La polarización, convertida en la estrategia central del
partido de gobierno, vuelve a hacer su aparición con todas sus herramientas
mediáticas y de intimidación, para tratar de dividir a la gran mayoría de la
población, que como una sola masa padeció pasivamente el horror de la guerra y
fue la victima de sus terribles consecuencias.
El gobierno con cada hecho de vulneración que propicia o
produce debilita el tejido social, crea impotencia generalizada, hace celebrar
a pocos y sufrir a muchos, cuando con arrogancia arremete contra la Paz
pactada, que ha sido sin lugar a dudas la mejor obra colectiva del siglo XX. Tres
generaciones derrotadas por la guerra siguen creyendo que su esfuerzo de
generosidad y perdón vale la pena y que los tiempos de la paz estable y
duradera aún es posible y hay que empezar a formular políticas y destinar
recursos, aunque toda tienda a derrumbarse, a causa de un hombre, un trino, un
partido, un gobernante, que lo empañan todo, oscurecen el ánimo, crispan el
ambiente e impiden ver la luz que asoma al final del túnel.
Colombia está siendo arrastrada hacia un momento de vacío,
de patria autista, enajenada, movida por pasiones y emociones de un reality
real, en el que la gente común es apenas parte de un experimento de estructura
nazi movida por cifras y cálculos, que instalan la sensación de que el país es
como lo pinta el gobierno y la verdad como la dice el partido de gobierno,
presuroso en regresar al país al tránsito entre el medioevo a la modernidad,
con la gente del común, condenada a permanecer en el medioevo a merced del
régimen del odio, que le impida lograr su anhelo por un digno vivir, con
derechos, garantías y libertades, como ocurre en la sociedad moderna, con el
estado de su lado y no contra ella, no convertido en su verdugo, ni en su juez
aliado de su injusticia.
Los obreros, como hace varios siglos, tienden a quedar a
merced de Tratados de Libre Comercio, que acabarán por inundar de mercancías de
costo casi cero todos los mercados locales de plaza y de almacén, y
resquebrajar el sistema productivo, como ocurrió en el país vecino asediado por
un bloqueo sin compasión, que no le quitó el hambre, ni le produjo una mejor
democracia.
La máquina de la política, asistida por la “posverdad” tiene
un mercado cautivo para el odio que destruye al país, reduce a nada el valor de
la vida y elimina el futuro de 8 millones de víctimas, 10 millones de
campesinos, 2 millones entre estudiantes, profesores y trabajadores
universitarios, además de negar la autonomía de mas de 3 millones entre
indígenas, afros y raizales y de otros varios millones de jóvenes sin
oportunidades de empleo, ni expectativas de cambio para su destino.
El gobierno está produciendo un discurso incendiario, que no
apacigua si no que ofende y llama a la camorra, al pleito, a la ofuscación y
alienta de manera deliberada unas prácticas de guerra que promuevan la
desesperanza, impidan la reconciliación, y se incrusten en el cuerpo débil de
la sociedad y del individuo solitario y descorazonado que fácilmente recaiga en
su ideal de venganza creyendo que es justicia. El odio mejor que nada sabe
encontrar rápidamente condiciones propicias para propagarse en todos los
espacios de la vida cotidiana, en el seno de las familias que reproducen
maltrato y feminicidio, en los centros escolares que incrementan el bullyng y el
desprecio por los débiles, en las calles repletas de agresiones, robos, atracos
y miedos a caminar, reír, mirar, a ir sin temores ni esperar humillaciones.
Los sentimientos que se están distribuyendo desde el
gobierno promueven el rechazo, el repudio, la discriminación y animadversión
contra excluidos, marginados, victimas, reinsertados, desmovilizados,
inmigrantes y empobrecidos en general, cuyo sueño de salir de la barbarie era
la paz posible que los condujera de regreso a la vida con dignidad.
El país parece estar siendo conducido al regreso a los
peores momentos de barbarie, con una sociedad dividida por cuenta de la mala
político que alindera barras bravas a las que poco les importa la pérdida total
del sentido de soberanía, la pusilanimidad de los altos funcionarios del
estado, el voluntarismo del jefe del partido y del gobierno y sus arpías
circundantes y no quiere entender la importancia de la poca democracia que
queda.
La puesta en ejercicio del modelo de gobierno, basado en la
polarización, hace retroceder y como en la antigüedad revertir al país a ser
esclavo de su amo del norte; como en la edad media siervo de los nobles señores
propietarios de la tierra que están regresando con motosierras, notarios y
técnicas del horror a completar su reforma agraria incompleta y ávida de
extracción de biodiversidad y bienes minerales y energéticos, que consideran
amenazada por la paz que vendrá; y como en la modernidad, la democracia es “su
democracia”, la de ellos, que se proclaman la primera clase en la esfera
política, sostenida en la interpretación de la ley y la justicia, que hacen
ellos, y cuya capacidad hacen efectiva definiendo la verdad, el significado de
ser humano, el uso del debido proceso o de su arbitrariedad para decidir quién
puede vivir y quien debe morir o su espectáculo de imponer el método de muerte
bien entre el escarnio y la crueldad o de manera lenta y silenciosa a causa de
la precariedad.
Los mensajes del gobierno están empujando al país al
desastre sin retorno, a la hecatombe que le permita también el regreso al jefe
del partido y del gobierno. Hay razones suficientes para entender que la paz
está siendo mutilada, destrozada, y que esto empuja a la desesperanza que para
salir de la patria autista podrá terminar con una rebelión pacifica sin
precedentes ni destino final, pero en todo caso para impedir que el estado se
vuelva a convertir en una máquina de guerra y de crueldad sin límite.
mrestrepo33@hotmail.com
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