Hasta hace poco algunos jefes políticos tradicionales se
reclamaban amos y señores, ahora son simplemente señores, no necesitan dar
órdenes, porque con el peso del tiempo y la persistencia en su manera de mentir
quieren parecer modernos y no amos medievales. Ahora comunican recomendaciones
con trinos y entrevistas sus verdades a medias, útiles para confundir y desviar
la atención de los grandes problemas del país, resumidos en desigualdad y
exclusión. Estos jefes ocultan la verdad al pueblo y, según ellos, lo hacen
para protegerlo de que caiga en el vacío u otras manos y guiarlo hacia su
salvación.
Para ellos la mentira política es “el arte de hacer creer al
pueblo falsedades saludables con vistas a un buen fin” (Swift, J. El arte de la
mentira política). Estos jefes, actúan
como si fueran la medida de todo y se creen facultados para orientar el destino
del país. Creen que el pueblo no tiene derecho a la verdad, ni la justicia, ni
tampoco a poseer bienes, tierras y derechos.
Ridiculizan a la verdad como bien público y riqueza
saludable y colectiva y la asumen como su propiedad privada, que no puede ser
tocada, buscada y menos publicada. El No del plebiscito en contra de la paz, recogió
los sucesivos antecedentes de evidentes mentiras políticas del poder hegemónico
del siglo XXI, y cerró un ciclo que incluía los falsos positivos
(imprescriptibles crímenes de lesa humanidad), las falsas desmovilizaciones de
paramilitares, los falsos atentados al presidente, la impunidad a altos
funcionarios del estado y otros que fueron traducidos a simples escándalos
mediáticos, que sirvieron para bloquear la justicia y promover el anuncio de
catástrofes posibles que vendrían, que sirvieron para atemorizar a la gente
común con un futuro sombrío, del que hacen creer que es preferible el
irremediable y trágico presente al futuro incierto.
A las madres de jóvenes ejecutados sistemática y
extrajudicialmente, se les quiso convencer que la muerte de sus hijos había
sido para mejor y a las víctimas del desplazamiento, que era preferible ser
desterrados que asesinados.
La clase política, de carrera en los partidos, salvo mínimas
excepciones, usa la mentira como principio, estrategia y valor. Rechaza la verdad
y miente para sostener su poder. Sustraen las mentiras a cualquier verificación
o refutación y logran diversificar los temores por la tragedia que podría
ocurrir si no aceptan que solo ellos podrán remediarlas o impedirlas. Es común oír que llamen buen político, al mas
diestro en el arte del engaño, al artista de la ilusión, la prestidigitación y
el espejismo, que con perfección lleva cada historia al limite de lo creíble,
calcula la mentira, la sopesa, la dosifica.
El “buen político” de hoy, es totalmente contrario a lo que
debiera ser, se burla de la ética y destroza la política. Es el que mejor
miente, el cínico, el cafre. Este político en singular, promueve al sistema de
la mentira, que para su reproducción incuba y mantiene aprueba (in situ y de facto),
hechos y marañas de corrupción. Cuando este político dice defender lo público
es porque está defendiendo lo privado y cuando señala un crimen ajeno es para
ocultar el que él mismo ha cometido.
El sistema social colombiano, forjado entre mentiras, le
enseñó al pueblo a creérselas. La masa de crédulos esta creada y dispuesta a
repetir, diseminar, difundir y distribuir por canales y redes las falsas
noticias y anuncios y extenderá la mentira como si dijera su propia verdad,
porque no tiene la menor duda de la casa matriz que produce mentiras de prueba
y mentiras de verdad. Unas sirven para
dilatar rápidamente algo que puede crearle problemas al sistema político
manipulado por ellos y las otras sirven para garantizar la gobernabilidad por
un tiempo prolongado. En estos días un ejemplo es que como mentira de prueba el
fiscal general dijo que habría un atentado contra el presidente si cumplía la
palabra de ir al lugar en que lo esperan los indígenas y la mentira de verdad
fue dicha por el jefe del partido de gobierno, que señaló con odio que los
indios pueden ser masacrados por terroristas.
El sistema social forjado entre mentiras y cebado con
clientelismo y corrupción, está probado y le permite apartar de la vida
política, primero a todos sus adversarios y después a aquellos de los suyos, de
quienes tenga alguna sospecha de que pueden ser sinceros, éticos u honestos o
que logren el éxito político, no basados en la mentira, si no en la verdad. De
los jefes políticos, hoy solo señores, ya no amos, nunca podrá beber la
democracia real, ni llamarse políticos a secas, siempre tendrán la mancha de
ser los responsables de la mentira que mata y produce daño y destrucción.
Judicialmente hoy estos señores tienen bufetes disponibles para pasar factura.
Son supuestos defensores de la moral (cuestionados moralmente) o doctos en
leguleyismo exacerbado, a la manera del emblemático doctor mata, que con
artimañas y mentiras vendió la idea del hombre respetable, del que finalmente
se supo que su título de abogado era falso y su riqueza la había robado a las
víctimas que defendía.
Cuando el político del sistema se descarrila y “pierde
prestigio” es porque “se advierte que al soltar una mentira se sonroja, pierde
la compostura o falla en algo exigido, entonces debe ser excluido y declarado
incapaz”. El principio nodal del poder sostenido con falsedades es hacer de la
mentira una obligación y producir mentirosos imperturbables. Así funciona la
clase política, que engaña para tratar de volver al espíritu de guerra, para
desgracia del país entero, de su democracia y de sus anhelos de paz, de
diálogos abiertos y de convivencia pacífica.
Sin embargo, hay que advertir que hay cientos de ejemplos de
que la mentira no es eterna y que, por tal razón, los jefes políticos no pueden
hacer creer que la historia no cambia o que la verdad nunca triunfa. Deben
saber que medio país duda y está cansado de odios y mentiras y que más temprano
que tarde llegará a poner su lógica de verdad por encima de la mentira y de los
mentirosos, adalides de la manipulación y la falsedad, que serán los primeros
derrotados. La verdad y la justicia conducen a la paz y la tranquilidad, la
mentira a la muerte.
mrestrepo33@hotmail.com
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