Por Juan Chaneton
"El principal problema de Venezuela es la «descarada»
intervención de Trump pero hay que ver qué la hizo posible", dice Horacio
Verbitsky en la habitual nota de los domingos que su portal ofrece a la infatuada
autocontemplación de sus lectores, un target con predominancia de progresismo
blanco. Y termina su danza con un pas de deux en línea con el introito:
"oportunidades perdidas", dirá el melancólico post sciptum que cierra
su nota.
Pero antes de entrar en "qué la hizo posible",
recuerda que él es distinto a Daniel Santoro y Jorge Lanata. Operación self
promotion necesaria para entrar a jugar el partido con razonables perspectivas
de éxito. Y eso que no es un partido difícil. Basta con sorprender a propios y
extraños acoplándose al relato dominante acerca de lo mal que le va a Venezuela
con Nicolás Maduro. Es esa, al fin y al cabo, la esencia de la nota de
Verbitsky. El Tata Yofre ha quedado gratamente
sorprendido.
Inmediatamente, afirma que el golpe contra el proceso
soberanista venezolano que encabezó Hugo Chávez fue el punto de partida de unos
hechos que "... pusieron en evidencia el hielo fino sobre el que patinaban
los gobiernos populistas".
Es decir, previo a todo que se sepa bien a quién se está
leyendo: a un no populista. El lenguaje
-académico y periodístico-
allanó, en Alemania, el camino del infierno, escribió Karl Kraus.
Y esos hechos que hicieron patinar al populismo -dice
HV- fueron, ni más ni menos, que la ola
de golpes de Estado e intentos de revoluciones de colores o en blanco y negro
con que el imperio estadounidense iniciaba, en América Latina, el proceso de
restauración neoliberal.
Se refiere luego, encomiásticamente, al ex presidente
Frondizi, lo cual, tratándose de HV, es un avance en punto a forma y modos en
que se manifiesta la educación de una persona, ya que en el pasado supo
referirse al declinante ex presidente que aun participaba en actos públicos,
con el ciertamente feo (también injusto) sintagma de "los restos del
Arturo Frondizi". Dice HV, en este punto de su nota: " ...No hay en
la Argentina de hoy ningún político con la visión que en 1961 impulsó al
presidente Arturo Frondizi a tender puentes entre el Che Guevara, a quien
recibió en secreto en la residencia de Olivos, y el gobierno estadounidense de
John F. Kennedy".
Ese párrafo, que bien pudo haberlo escrito Perogrullo, se
detiene en el límite que habría que haber franqueado para entender por qué
ocurren las cosas; y entendido que fuere el porqué de las cosas, el párrafo
seguramente no se habría escrito. En efecto, Trump como opción al descrédito de
la banda Bush-Clinton, y los
neofascismos europeos como alternativa a la inoperancia del ménage a trois
Merkel-Macron-May, están expresando una crisis de representación que, por
global y extendida, no permite abrigar
esperanza alguna de que aparezca, por esta región, ningún "político
con visión" más que para administrar la casa, con las para mí muy evidentes
excepciones de Cristina Kirchner y el Papa Francisco. Pero HV no navega por
ahí. Está en su derecho.
Entrando ya en el tema de fondo (que, objetivamente, resulta
en una deslegitimación del presidente Maduro), se dispone HV a despejar
equívocos que estarían obnubilando el magín de una progresía torpe de
entendederas o, por lo menos, ingenua hasta la estupidez, por cuanto,
sedicentemente, esa progresía cree que Maduro es Chávez, que Putin es Kruschev,
que Xi Jinping es Mao Tse Tung, que la tempestad sobre el petróleo en Venezuela
2019 es igual al huracán sobre el azúcar de Cuba 1959 y, finalmemte, que los
venezolanos que se exilian constituyen un grupo de extras parecido al que
contrató Seguei Bondarchuk para filmar Waterloo. Y agrega, con vocación de
servicio, el ex peronista: "Nada de eso es cierto, pero disipar tales
confusiones no es una tarea simple". Y se dispone a desconfundirnos.
Cuestiona los títulos de Maduro para estar en la presidencia
de la Nación. Es decir, cuando ahora arrecia la campaña criminal (que antes incluyó guarimbas con chavistas degollados y quemados vivos),
un periodista progresista de este país increíble llamado Argentina, prorrumpe,
en línea con la mejor Beatriz Sarlo, en unas puntualizaciones que ingresan, de
emboquillada, en el arcón de filibusteros de los Bolton, Pompeo y Abrams como
activo fijo para engrosar su arsenal de mentiras y falacias orientadas al
derrocamiento de un gobierno venezolano sostenido, hasta hoy, a sol y sombra,
por los pobres y trabajadores de ese país.
Dice nuestro hombre en Buenos Aires que la Revolución
Bolivariana que encontró el país -agrego yo-
con un legado adeco-copeyano de 80 % de analfabetos, ahora ha derivado (por obra de una muy extraña transformación de su humanismo inicial en
vocación por el mal) en un gobierno que incurre en violaciones a los derechos
humanos. Pero el argumento de Verbitsky es una falacia ad hóminem al revés:
postula su verdad por las calidades personales que, presuntamente, exornarían a
la señora Michelle Bachelet, quien ahora preside la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
Pero la señora Bachelet ha sido fulminada en su propio país
por suscribir una política de olvido selectivo respecto de los genocidas
chilenos jefeados por Pinochet. Hija del ilustre aviador legalista Alberto
Bachelet, se trata de una mujer cuyos
valores e ideología están en línea con una extracción de clase que no
valora -sino, más bien, teme- la instauración del negro, del indio y del
pobre en el lugar del poder político. Y es esa misma mujer la que -sin sorpresa
alguna dados sus antecedentes-
suscribió, línea a línea, una decisión contra Venezuela firmada por
Macri, Piñera, Bolsonaro y Duque, entre otros hombres que componen un
instrumento injerencista y cuasidelictivo que opera en tiempo real en la
consola geopolítica manejada desde Washington: el grupo de Lima. Aquí, para
menesteres semejantes, contamos con Rosa Castagnola.
Se entiende que para seguir al tope de un organismo de
derechos humanos fundado por el ilustre Emilio Fermín Mignone (¿qué diría
Mignone hoy sobre Venezuela?) haya que entregar el alma al diablo y calumniar,
en línea con Washington, a los enemigos de Washington, como Venezuela y ...
Cuba. Porque Verbitsky también dice que Cuba viola los derechos humanos. Es
para tomar nota, por cierto. Podrá haber perdón sobre esto, pero lo que nunca
habrá será olvido.
Agrega HV otra flor
de su gajo para deslegitimar a Maduro. Dice que esas "violaciones a los
derechos humanos" han sido
constatadas "por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en materia de protesta social, libertad de expresión y
derechos económicos, sociales y culturales". La pregunta cae de maduro,
hablando de Maduro: ¿cuántos y cuáles fueron los casos de semejantes
violaciones por causa de un accionar sistemático del gobierno venezolano?; ¿y cuántas y cuáles de esas violaciones
hallan su etiología en la prohibición a las empresas del mundo de comerciar con
Venezuela y a la negativa de entregar depósitos
genuinos del gobierno venezolano por parte de bancos que juegan en la
geopolítica latinoamericana con Estados Unidos? No es serio (o lo es en
demasía) no mentar estas circunstancias cuando de emitir opinión sobre la
Venezuela de hoy se trata.
No hay ninguna prueba que abone que el del presidente Maduro
sea un gobierno que sistemáticamente viola los derechos humanos y que se niega
a investigar las denuncias. Linda con lo
antiestético imputar al gobierno venezolano "... ejecuciones
extrajudiciales en operativos de represión al delito y ausencia de
investigación sobre esas muertes...". Se supone que esa denuncia imputa
sistematicidad en la ejecución extrajudicial y represión constante como
política del Estado venezolano, ya que es
dable presumir que no se está refiriendo al impulso loco de algún
policía que haya delinquido. De modo que si estamos presumiendo bien, resulta
asombroso que un periodista que se reclama del campo progresista de la
Argentina pueda poner por delante, en el ejercicio de su profesión, el
revalidar títulos en la defensa de los derechos humanos y no la verdad de los
hechos históricos que están ocurriendo en Venezuela. Porque son históricos esos
hechos. Como lo fue Allende en Chile, en 1970-73. Con una diferencia, entre
otras: la "vía venezolana al socialismo" tiene el apoyo activo de más
de la mitad de la población.
Y esto es así por mucho y tanto que se apele a la imputación
genérica que, por genérica y sin pruebas, deviene calumnia lisa y llana. El
propio artículo 28º del Reglamento de la CIDH, en sus nueve incisos, no acoge,
por cierto, ninguna imputación genérica a los Estados; y el procedimiento de
admisibilidad del artículo 30º ha solido
ser interpretado de un modo
ideológicamente sesgado cada vez que ha estado en la mira de las
administraciones de Washington un gobierno desafecto a la Casa Blanca. La CIDH
es un órgano de la OEA que, antes de que su actual secretario general Luis
Almagro traicionara la confianza de toda una formación política que lo había
propuesto para el cargo (el Frente Amplio uruguayo) parecía que podía abjurar
de su triste pasado, pero hoy las cosas han quedado claras: sigue siendo el
"ministerio de colonias" de Estados Unidos, según la acertada
caracterización de Fidel Castro.
Hay casos en que el progresismo blanco se encuentra en una
aporía que resuelve siempre del mismo modo: mediante la coartada. Como la
ideología (o la militancia política
continental) dicta condenar al villero-lumpen-pobre que se organiza y deviene
poder político del Estado, es imprescindible hacerlo pero diciendo que lo que
se hace es otra cosa y trepándose, previamente, al púlpito de la imparcialidad.
Francisco Eguiguren (funcionario de la CIDH para Venezuela) construye esa
imagen cuando visita a Milagro Sala; luego, ya puede denunciar. ¿Qué cosa puede
denunciar? ¿Que el negrerío es poder político en Venezuela? No. Sería un
sincericidio. Lo que denuncia es que ese gobierno de vagos y malentretenidos es
corrupto, represivo y antidemocrático. En línea con Eguiguren, Verbitsky, luego
de la visita de Egiguren a Jujuy,
difunde que un funcionario impoluto e insospechado de parcialidad, dice
que Maduro es un dictador abominable. La operación no es mala. Es moralmente
débil, por fraudulenta.
Los argumentos de Verbitsky que lo ubican en sintonía con
Washington son los mismos que blande el gobierno de Macri. Fidel Castro no
estaría (no estuvo nunca) contra esa revolución que lo único que quiere es
construir futuro (no sólo material, también
-y principalmente- espiritual) para los niños. Pero la opinión de Fidel
Castro aparece reñida con la corrección política. Foucault tendría algo que
decir aquí. Si hablamos con lenguaje prestado y metemos de contrabando lógicas
del enemigo en nuestro propio discurrir intelectual, estamos reproduciendo
capilarmente el poder y enervando la capacidad de resistencia a ese poder.
Después, gana la derecha. Tal vez eso diría Foucault.
Se busca buenos abogados HV. Heinz Dieterich y Oliver
Stuenkel. El primero opina, con todo derecho, como cualquiera que quiera opinar
sobre Venezuela. Además, argumenta bien. Es un intelectual sólido y bien
formado, Dieterich. Pero no deja de ser su opinión. Con ese método, lo traemos
a Chomsky (lúcido en sus percepciones acerca del futuro que le espera a
Latinoamérica si Estados Unidos lograra derrocar a la revolución bolivariana)
y... tachame la doble, estamos a mano. Stuenkel, por su parte, dice que
Sudamérica debería haber presionado a Chávez para que adoptara el organigrama
institucional pensado por un francés en el siglo XVII. Foráneo y anacrónico
hubiera sido. Se trata de un sistema institucional que, además de obsoleto, fue
pensado para la dominación, no para la libertad. Por eso, ese sistema no
contempla el poder popular, como sí lo contemplaba Chávez y esto resulta ser el
núcleo innegociable de los bolivarianos.
Entonces, no hay que derrocarlos por sus errores sino por sus aciertos.
Y tiene que ser ahora, antes de que sea demasiado tarde. EE.UU. no puede
esperar, y las elecciones no esperan a Trump.
Habría que dejar en paz a la revolución bolivariana y
denunciar el bloqueo criminal de Estados Unidos que, por otra parte, también
mantiene bloqueada a Cuba y pretende derrocar a Evo Morales (ejemplo histórico,
Bolivia, con datos de PBI, crecimiento anual de la economía e índice Gini que
deberían servir para certificar el valor histórico de esa revolución y no para disponerse
a asesinarla). Pero de todo esto no dice una palabra HV. Su norte y meta ha
sido y es seguir participando, esta vez,
en la gesta que el progresismo blanco viene librando en pos de merecidos
laureles dispensados en los olimpos de la virtud republicana y en las escuelas
de la venganza jurada contra todo aquel analfabeto y pobre que no admita que su
condición es acorde con la naturaleza de
las cosas y no efecto del sistema social capitalista.
Concluye con un poco de cal, el periodista. Dice: "Nadie
invistió a Estados Unidos de autoridad alguna para intervenir en los países de
nuestra América. Que su gobierno mencione los derechos humanos como
justificación es grotesco. Que se hable con tal naturalidad de opciones
inadmisibles es también consecuencia de las oportunidades perdidas que
permitieron llegar a este punto" (dest. mío). Todo bien, pero al final
habría que desambiguar. No se trata de oportunidades perdidas. Y el punto al
que llegamos es el punto al que siempre van a llegar (más allá de sus errores y
aciertos) los gobiernos que anoten en su agenda el problema del poder. Y cuando
lo hacen, es de sus aciertos que abomina el enemigo, no de
sus errores.
Si Bolsonaro reivindica la picana en el Parlamento, y Trump la injerencia y la invasión, ello no
se debe a ninguna oportunidad perdida. Así hablan los conservadores. Por el contrario, ello se está debiendo a que
atardece y el crepúsculo envuelve en sombras a los violentos. Siempre es
demasiado tarde para hablar del tiempo, dijo el ínclito Derrida. Pero hay que
hacer aparecer el tiempo, y hay que hacer aparecer la historia. La
globalización no nos ha vencido y Venezuela ya ha hecho aparecer el tiempo y
está haciendo aparecer la historia.
Esos pobres, esos negros, esos indios, trabajan, por fin, para
sus choznos. Y eso es mucho. Y si mañana el imperio invadiera ese territorio de
Bolívar, a buen seguro HV denunciaría el crimen. Pero su anacronismo de fecha
3/2/2019 habría sido, ahora sí, una oportunidad perdida para evitar un nuevo
crimen del imperio.
jchaneton022@gmail.com
considero muy importante que las personas dignas pasen a la ofensiva en desenmascarar a todos los ideologos que estan en contra de las politicas que que hacen dignas a las grandes mayorias de las poblaciones del mundo, y no son capaces de criticar los crimenes que se cometen en nombre de la libertad, yo que soy un ciudadano comun y corrirnte los clasificaria como diria un tipico espanol "los lameculos del imperio"
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