Por Pascual Olivas López:
John Bolton ha realizado unas extraordinarias declaraciones
en las que ha afirmado que la actual administración de Estados Unidos se guía
por los principios de la “Doctrina Monroe” en sus políticas hacia América
Latina, donde Washington quiere un cambio de régimen en Venezuela, Nicaragua y
Cuba.
Desde el punto de vista ideológico, estas afirmaciones
resumen la base teórica del “giro a la derecha” que ya comenzó la
administración Obama cambiando gobiernos sudamericanos cuando los gobiernos de
izquierdas intentaban defender su soberanía y ser autónomos y Estados Unidos
respondía instalando gobiernos de derechas dependientes de Estados Unidos [como
ocurrió en Honduras con Hillary Clinton al frente del Departamento de
Estado-Ed].
El motivo de estos movimientos está evidentemente ligado al
hecho de que un giro a la izquierda amenaza la posición de Estados Unidos en la
región y puede llegar a crear para China una plataforma para extender su
influencia (con inversiones financieras y de infraestructura, cooperación técnico-militar,
la malograda estación espacial en Argentina, el canal de Nicaragua, etc.) en lo
que Estados Unidos llama su “patio trasero”. Los cambios de régimen son vistos
como una forma de acabar con tendencias antiestadounidenses.
Sin embargo, la administración Obama evitó a toda costa
cualquier asociación con la “Doctrina Monroe”, ya que defendían una agenda
neoliberal de intervencionismo en todo el planeta, no solo en un continente.
En la época de Trump, las cosas han cambiado drásticamente:
África se ha convertido en un campo de lucha por las esferas de influencia en
el que activamente participan China y Rusia. Estados Unidos ha sufrido una dura
derrota en Oriente Medio y ha perdido el control completo de la región. En el
Extremo Oriente, la República Popular de Corea ha conseguido desarrollar armas
nucleares y China muestra cada vez más deseo de que cambie el statu quo.
Objetivamente, Estados Unidos no puede controlarlo todo, de ahí que se hable
del sistemático debilitamiento de su influencia a escala global.
La idea ahora es recuperar posiciones en el hemisferio
occidental y las referencias a la Doctrina Monroe son un paso hacia el
reconocimiento de nuevas realidades en las que la hegemonía absoluta parece
fuera de lugar, pero el deseo de consolidarse en la “esfera de influencias
natural” lleva a la vuelta del “viejo imperialismo”, ese que hace no tanto
tiempo la propaganda neoliberal presentaba como un desfasado fenómeno inventado
por Marx y Lenin. Ahora a Estados Unidos ya no le avergüenza esta “vuelta al
pasado” en la que la administración de la Casa Blanca abiertamente habla de la
necesidad de controlar América Latina como ya hiciera Estados Unidos en los
siglos XIX y XX.
Los principales objetivos del “programa” incluirán:
1. Eliminar
cualquier influencia económica o política de cualquier sujeto que se oponga a
Estados Unidos, principalmente China y Rusia.
2. Reemplazar
los gobiernos independientes y fuera del control de Washington en Venezuela,
Cuba, Nicaragua y Bolivia.
3. Obstaculizar
al máximo el proyecto del canal de Nicaragua. El canal de Panamá debe preservar
el monopolio de Estados Unidos en el transporte directo entre el Caribe y el
Océano Pacífico.
4. Liquidar
los efectos del “giro a la izquierda” y mantener la situación actual en países
clave de América Latina para garantizar la continuidad a largo plazo del actual
giro a la derecha, que se ve como algo necesario para promover los intereses de
Estados Unidos.
5. Eliminar
la presencia militar china de Argentina y bloquear la cooperación técnico-militar
de China y Rusia con los países de la región, lo que incluye garantizar los
intereses de la industria militar estadounidense: por ejemplo, que Argentina
compre armas estadounidenses, no chinas.
6. Evitar
una situación en la que territorios como Venezuela o Cuba puedan ser utilizados
para el despliegue de bombarderos estratégicos o misiles con capacidad nuclear
rusos, especialmente si se toma la decisión de desplegar nuevos misiles en el
este de Europa.
7. Conseguir
el control sobre el petróleo de Venezuela permitiría a Estados Unidos tener más
influencia sobre el mercado y los precios y añadiría más presión a sus
oponentes: China, Rusia e Irán.
8. Garantizar
los intereses de las multinacionales estadounidenses, que serían compensadas
por los efectos de las nacionalizaciones del “giro a la izquierda” y
reforzarían su dominio en América Latina.
Lograr con éxito estos objetivos desde el punto de vista de
la “Doctrina Monroe 2.0” permitiría a Estados Unidos demostrar un éxito
estratégico serio tras una serie de reveses en Eurasia y demostrar que, si bien
su hegemonía se ha debilitado, no se puede hablar de que vaya a desaparecer en
un futuro próximo.
De ahí la importancia de lo que está ocurriendo en
Venezuela. La cuestión no es solo el cambio de régimen en un país, sino que es
también una prueba a la capacidad de Estados Unidos de cambiar a su antojo los
gobiernos en su “patio trasero” en el contexto de un debilitamiento de la
influencia de Estados Unidos en el mundo.
Sí Estados Unidos tiene éxito, se puede esperar un aumento
de la presión sobre Cuba y Nicaragua, e incluso intentos de aplicar el modelo
de Venezuela en otras regiones en las que Estados Unidos pretenda lanzar una
contraofensiva contra las posiciones de China y Rusia (en Eurasia y África).
La insistencia de China y Rusia en la cuestión venezolana no
solo se trata de la defensa de Maduro y de Venezuela, sino de comprender un
simple hecho: que lo que está ocurriendo en Venezuela, de una manera o de otra,
tendrá implicaciones a nivel global tanto para América Latina como para la
hegemonía global de Estados Unidos en general.
olivas.lopez45@gmail.com
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