Por Gloria Gaitán:
El hecho de que las redes sociales, los WhatsApp y los
correos electrónicos se hubieran llenado de mensajes de colombianos de
izquierda, de demócratas y de humanistas, sospechando que el acto terrorista
contra la Escuela General Santander fue un atentado craneano y ejecutado por
los sempiternos guerreristas nacionales y extranjeros, me ha llenado de
esperanzas. Quiere decir que ellos y yo misma no podíamos creer, no nos cabía
en la cabeza, que un grupo guerrillero que dice interpretar al pueblo y
proclama su voluntad de hacer de Colombia una tierra de paz y justicia, pudiera
jamás apelar al terrorismo, inmolando a jóvenes que, sean lo que sean, son
colombianos que, en general, pertenecen a las clases populares, porque los
hijos de los oligarcas no escogen como carrera ser policías, ya que sólo
conciben esa institución como una herramienta para servirles.
En la lógica que manejamos los que pensamos en un “falso
positivo”, los autores debían ser los eternamente belicistas, y la idea se
afianzó cuando el presidente Duque, - que prefiere las soluciones violentas a
los diálogos de paz -, decidió romper toda posibilidad de interlocución con los helenos, poniendo en
dificultades a Cuba al exigir la entrega de los miembros de la mesa de paz y
del COCE, rompiendo los previos acuerdos internacionales que fueron avalados
por los países mediadores, según los cuales, en el caso de un rompimiento de
las conversaciones, se garantizaría la seguridad de los combatientes mientras
llegaban a suelo colombiano.
El presidente Duque había mostrado anteriormente su talante
belicista al pedirle al ELN que, en plena guerra, se comportara como
organización cívica y el atentado en la Escuela Santander le caía de papayita
para romper la posibilidad de diálogo, que era lo que traslucían todas sus
intervenciones.
De ahí que a muchos nos pareció lógico no ir a marchar en un
evento convocado a todo timbal por el presidente Duque. Rechazábamos, como lo
hicieron Gustavo Petro y la FARC, sumarnos a un evento donde el llamado a
manifestarse lo hacía quien, con precipitad, rompía la posibilidad de llegar a
la paz por el camino del diálogo.
Cuando ingresé a hacer un máster de derechos humanos, me
escandalicé al ver que existen normas, acogidas por los entes internacionales,
donde hay crímenes legales y crímenes ilegales. No lo podía creer. Pensaba que
era una lógica y una moral propia de quienes son proclives a la solución de los
conflictos a través de la guerra y carecen de principios humanos y de respeto a
la vida. De ahí mi desconcierto e indignación cuando leo un comunicado del alto
mando del ELN donde legitiman su crimen bajo la misma óptica, diciendo que “la
operación realizada contra dichas instalaciones y tropas es lícita dentro del
derecho de la guerra, no hubo ninguna víctima no combatiente”. Leyeron bien:
lícita, o sea que se volvieron legalistas para justificar su crimen.
Es de una sutileza cruel y morbosa establecer a quien es
legítimo matar y a quién no. Es un razonamiento que me horroriza, que me
asquea. Pero también me llena de esperanzas constatar que la Plaza de Bolívar
solo se llenó a medias, a diferencia de la convocatoria de los estudiantes que
colmó la plaza, lo que significa que los colombianos queremos llegar a la paz
total por el camino del diálogo y que bien valdría la pena que los líderes que
abanderan este camino pacífico, como ruta para llegar a la paz, convoquen a una
manifestación pidiendo que cesen – de
uno y otro lado – los asesinatos “legitimados” por los tratados internacionales
y que se retorne a la mesa de diálogo, esperando que Cuba vuelva a aceptar ser
la sede de ellos, ya que su canciller, Bruno Rodríguez, tuvo que declarar en un twit que "#Cuba
jamás ha permitido ni permitirá que su territorio sea usado para la organización
de actos terroristas contra ningún Estado. #Cuba ha cumplido estrictamente su
papel como Garante y Sede Alternativa de la Mesa de Diálogos de #Colombia entre
el Gobierno y el ELN", diciendo en un segundo twit que “condenamos el
terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, sean cuales sean sus
motivaciones”. Así se habla.
En esta ocasión, Cuba nos interpreta a quienes somos de
izquierda y humanistas. Por eso bien vale la pena que nos manifestemos
públicamente para que se retome el camino del diálogo, sean cuales sean las
motivaciones bélicas que impulsan a los guerreristas a la muerte como supuesto
camino para lograr la paz.
oquinterofer@gmail.com
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