Mientras el territorio yemení es arrasado desde hace casi
cuatro años por los bombardeos de Arabia Saudí, el mundo mira para otro lado.
Yemen es un infierno. Y a nadie parece importarle. El país
de Medio Oriente, uno de los más pobres del mundo, atraviesa una tormenta de
bombardeos y matanzas impulsadas por Arabia Saudí desde hace casi cuatro años.
La frontera entre las dos naciones del Golfo Pérsico se convirtió en una zona
de nadie por donde el reino de la familia Saud descarga miles de toneladas de
misiles que transformaron a Yemen en una tierra arrasada al borde del colapso.
Por estos días, las miradas están puestas en el príncipe
heredero, Mohammed Bin Salman (MBS), debido al asesinato del periodista Jamal
Khashoggi en el consulado saudí en Estambul. El escándalo internacional resuena
en todos los medios, Estados Unidos –principal aliado de Arabia Saudí- se
quiere mostrar decidido en condenar el hecho y el presidente turco Recep Tayyip
Erdogan se posiciona como un defensor absoluto de la libertad y filtra la
información escalofriante sobre lo que le sucedió a Khashoggi en sus medios de
comunicación afines. Pero a nadie parece importarle la crisis humanitaria en
Yemen.
Cuando MSB, que también se desempeña como Ministro de
Defensa, ordenó los bombardeos sobre Yemen, sus cálculos eran simples: la tribu
houti y su brazo político-militar Ansarolá, aliados de Irán, eran una excusa
perfecta para desatar una guerra justa contra la expansión persa; por otro
lado, un país azotado por una pobreza estructural y conflictos internos no iba
a resistir el poderío militar saudí. Luego de más de tres años de bombardeos
sobre Yemen, el horizonte planeado por MSB es cada vez más oscuro. Los houtis
controlan buena parte del territorio yemení, sus fuerzas militares no sólo
resisten la invasión, sino que dieron varios golpes de fuego en suelo saudí, y
el malestar contra la principal monarquía de Medio Oriente no para de crecer.
La invasión a Yemen no se puede entender como un “capricho”
de MSB o con el argumento de la disputa inter-estatal entre Arabia Saudí e
Irán. La nación de las tribus tiene, entre sus riquezas, el Estrecho de Bab Al
Mandeb, por el cual fluían casi cuatro millones de barriles de petróleo y
productos refinados diarios. Además, Yemen -con 527.000 kilómetros cuadrados-
es productor de petróleo y posee grandes reservas de gas natural. Se calcula
que, en el país, habitan un poco más de 28 millones de personas, de las cuales
22 millones necesitan ayuda para sobrevivir, según la Cruz Roja Internacional
(CICR), que describe la situación como “la mayor crisis humanitaria del mundo”.
Hombres, mujeres y niños son los objetivos de guerra de Arabia
Saudí. La invasión de la monarquía, comandada por el rey Salmán bin Abdulaziz,
tiene un respaldo internacional concreto, apuntalado a través de los
petrodólares. Estados Unidos y Europa siguen enviando armamento a Riad a cambio
de barriles de petróleo y cantidades de dinero pocas veces vista.
El poder saudí, para cubrir con un manto de silencio la
crisis humanitaria en Yemen, también llega a América Latina. En septiembre
pasado, el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) aprobó una resolución para prorrogar, por un año, el mandato de su
grupo de expertos internacionales y regionales que investiga las violaciones de
los derechos humanos en el país. La resolución fue aprobada con 21 votos a
favor, ocho en contra y 18 abstenciones. Entre los países que votaron en
contra, estaban Cuba y Venezuela.
A finales de agosto, los expertos internacionales y
regionales de la ONU presentaron un informe en el que evaluaron la situación en
Yemen entre septiembre de 2014 y junio de 2018, y responsabilizaron por los
crímenes de guerra a Arabia Saudí y a los Emiratos Árabes Unidos.
El 3 de septiembre pasado, el secretario general de la ONU,
António Guterres, alertó de que Yemen “se encuentra al borde del precipicio”.
El funcionario convocó a la comunidad internacional a evitar “una catástrofe
inminente” y a detener “la peor hambruna” de las últimas décadas en el mundo.
Desde la ONU, también advirtieron que si no se adoptan medidas concretas, la
mitad de la población yemení (unas 14 millones de personas) podría estar
expuesta a la hambruna durante los próximos meses.
Por su parte, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia
(Unicef) reveló, el miércoles, que los niños y las niñas yemeníes atrapadas en
la ciudad portuaria de Al Hudayda se encuentran en “riesgo inminente de
muerte”. Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef, puntualizó que los
ataques contra la localidad costera al oeste del país “se están aproximando
peligrosamente al hospital de Al Thawra, poniendo en riesgo inminente de muerte
a 59 niños, incluyendo 25 que están en cuidados intensivos”. Fore agregó que,
solo en Al Hudayda y en las provincias colindantes, vive el 40 por ciento de
los 400.000 niños y niñas de Yemen que sufren desnutrición aguda grave. Los
bombardeos de Arabia Saudí contra la ciudad se multiplicaron, ya que, por sus
puertos, ingresa el 80 por ciento de la ayuda humanitaria y las importaciones
comerciales a Yemen.
Unos días antes de las declaraciones de Fore, el director
regional del Unicef en Oriente Medio y el Norte de África, Geert Cappelaere,
resumió que los ataques saudíes convirtieron a Yemen en un “infierno terrenal”.
Aunque es difícil conocer datos concretos sobre Yemen, se
calcula que, desde que comenzó la invasión, fueron asesinados entre 10 mil y 15
mil civiles, a los que se suman miles de heridos. Además, la infraestructura
del país fue destruida completamente y existen brotes de difteria y cólera que
se expanden debido a la falta de servicios sanitarios. Pese a este panorama, a
nadie parece importarle Yemen.
leandroalbani@gmail.com
no entiendo que dices que entre los 8 que votaron en contra están Cuba y Venezuela, en contra de que?de prorrogar la investigación por un año mas al grupo de expertos internacionales? puedes por favor explicarme?
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