Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
La movilización por la defensa de la universidad pública, ha
dado muestras de que cuando se quiere avanzar en colectivo se puede para
recuperar garantías a derechos o conquistar nuevos. En pocos días ya hay frutos
importantes, hay atención de la sociedad colombiana y del conjunto de
organizaciones sociales, el tema es noticia y motivo de preocupación, el
gobierno entre la displicencia y solapadas actuaciones, ya prometió escasos
pero importantes recursos para atender las urgencias próximas y los
gobernadores asumieron otro aporte, aunque sumado todo no supera la quinta
parte de lo requerido.
La regla y conducta
social de la movilización ha sido la de “unir en lo que une” y el núcleo es la
defensa de la Universidad pública Colombiana, para impedir la muerte anunciada
de su existencia pública, laica, plural y democrática y convertirla de manera
radical y definitiva en una empresa más del estado atendida con mecanismos de
gestión privada y gobernada por gerentes y asociados. La movilización nacional
está compuesta de una compleja trama de movilizaciones locales, que marcan su
fortaleza para resolver los problemas del conjunto y de cada una de las 32
universidades del sistema público y de las otras 50 instituciones técnicas y
tecnológicas con iguales dificultades.
La movilización no es ajena a la dinámica social del país,
es solo una de sus partes, Colombia es un país ampliamente desigual, que firmó
la paz, pero su implementación está llena de obstáculos y barreras, que ya
prevén incluso la entrada de la Corte Penal Internacional, ante una presumible
maraña de impunidades a terceros incluidos y militares que actuaron con
barbarie. El péndulo de guerra regional y la paz nacional es producto de
conflictos no resueltos, como la inequitativa distribución de la tierra y la
capacidad militar y de barbarie de los despojadores, la exclusión política de
toda tercera fuerza distinta al bipartidismo liberal-conservador asentado en el
poder del estado hace 200 años, y los miedos y amenazas presentes que evocan
todo el tiempo el levantamiento comunero de 1789 contra los elevados tributos y
el mal gobierno y finalmente el desprecio de las elites contra el resto de la
población, a la que solo entiende como subalterna y humillada y se niega a
verla educada, prospera y libre. A eso se suma la creación ficticia de una
clase media, que sin serlo, es atacada como si lo fuera, con impuestos y
créditos personales impagables, desempleo del trabajo calificado y quiebra de
pequeñas y medianas empresas atacadas por los tratados de libre comercio.
Todos estos aspectos, impiden diferenciar con claridad las
causas y las consecuencias, lo que es aprovechado por las elites para mantener
una confusión permanente, que le facilita mantenerse en pie firme y sólida, a
pesar de sus fisuras y debilidades, que sabe superar muy bien con nuevas
medidas de poder, caracterizadas porque cada una es peor que la anterior y
cuando se queda sin salida hace uso de verdades a medias, cortinas de humo o
uso intensivo y desmedido de la fuerza policial o militar.
La movilización universitaria, ha sabido moverse entre todas
estas dificultades y mezclar transversalmente el contenido de su lucha que
incorpora partes de distintas demandas como la precariedad laboral del
profesorado y trabajadores, la ineficiencia del sistema de salud, el
endeudamiento de jóvenes para pagar sus estudios y otros factores propios del
contenido del derecho a la educación. También ha sabido salirle al paso a
tiempo y con prudencia a la espontaneidad y modular la velocidad de la
negociación con el gobierno, propenso a minar, crear fisuras, desgastar e
interrumpir el ímpetu y capacidad del movimiento, del que desconfía porque
puede generarle complicaciones de fondo a su gobernabilidad y credibilidad, en
un momento en que el presidente no logra asentar su poder, mantener las
alianzas de sus asociadas clientelas, ni obtener la aceptación que necesita
para gobernar, a lo que suma la incidencia de los pasos en falso del partido de
gobierno, que aparece escuálido, incoherente, arbitrario y arrogante en su
lenguaje frente a quienes se niegan a aceptar sus deseos.
La movilización universitaria es jalonada con total
legitimidad por los estudiantes, en eso basan su potencia, en la legitimidad
del movimiento y justeza de su causa. Y aunque empieza la entrada del fin de
año su capacidad es de largo aliento y sabrá sortear esta coyuntura. La clase
social beneficiaria de la universidad pública, empieza también a hacer
conciencia y a comprender que está en juego no la salvación del semestre
académico, sino la de la universidad como concepto, símbolo, institución y base
material del derecho a la educación de la clase social que ni hace parte del
poder del estado, ni es tenida en cuenta para construir la democracia y sus
instituciones.
La movilización universitaria, es conducida por jóvenes,
cuyos modos de acción pacífica y alegre mezclan lo viejo con lo nuevo, la
pancarta tradicional con la besaton y la poesía, la arenga del pueblo unido
jamás será vencida, con los canticos de repudio al patriarcalismo y al
machismo. La vanguardia es colectiva, junta militancias múltiples con
independientes comprometidos. El profesorado va a su lado y espera poner sobre
la mesa las otras demandas que falta tramitar. La conclusión es que es un
movimiento joven, independiente, democrático y democratizador, que permanece en
situación de paro nacional, conducido por una amplia delegación de estudiantes
que conforma la Mesa Nacional que funciona en Bogotá y Mesas Locales en cada
universidad regional. Hay dinámicas que incluyen aulas abiertas en las calles,
observaciones, deportes, música, danza, cine, ayunos, marchas permanentes,
plantones y diversas actividades festivas para anunciar que algo pasa y es de
fondo para recomponer el sistema de educación universitaria pública.
mrestrepo33@hotmail.com
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