Por Nils Castro:
Por lo tanto, transcurrida la pasada marea progresista, la
experiencia de esos tres lustros de logros y errores ahora ofrece un acervo
continental de extraordinario valor, que ya toca revisar con autocrítica
responsabilidad. Y lo que da sentido a examinar este caudal es obtener las
conclusiones requeridas para erradicar las deficiencias y potenciar los
aciertos de esa experiencia, a fin de garantizarle mejor armazón ética, cultura
política, organización popular y eficacia a nuestras prácticas, y concretarlas
en el liderazgo de la venidera ofensiva popular.
Ahora, mientras los loros bizantinos olvidan los procesos de
emancipación nacional y popular, y especulan sobre “ciclos”, progresismos,
reformas o revoluciones, otra ola protestas sociales ha empezado a rodar. Las
barbaridades de Macri y similares vuelven a exhibir los abusos, incompetencias
y fracaso de las viejas o “nuevas” derechas como alternativa.
Como señala Joao Pedro Stedile, aunque Bolsonaro use todo el
tiempo toda la represión y el amedrentamiento, y libere todas las fuerzas
reaccionarias presentes en la sociedad, para dar toda la libertad al capital
con un programa neoliberal, esa opción es inviable, no da cohesión social y no
resuelve los problemas concretos de la población. Eso, continúa Stedile, aunque
complazca a los bancos agrava las contradicciones y genera un caos social que
lleva a los movimientos sociales a retomar la ofensiva.
Los despropósitos neoliberales causan inconformidades
populares que, a su vez, demandan liderazgos y proyectos confiables La sólida
votación obtenida por Gustavo Petro, las expectativas que ya levantan frentes
como Brasil Popular y Pueblo Sin Miedo y una izquierda reencauzada, así como la
aplastante victoria electoral de López Obrador, están entre sus nuevas
manifestaciones palpables.
Al propio tiempo, por su lado, en Washington DC los dislates
de un paquidermo arrogante evidencian que el sistema de dominación imperial
sigue perdiendo capacidad para proveerse de visión, eficacia y liderazgo estratégicos.
Así pues, de nueva cuenta la mesa de las condiciones
objetivas suficientes para comenzar otra ofensiva progresista está servida. Una
ofensiva que no solo es de segunda generación sino distinta, mejor dotada de
experiencias, ideas y expectativas. Con lo cual el asunto ya no radica en si
los procesos progresistas, de liberación nacional o con vocación socialista han
amainado o concluyeron, sino en cómo corresponde liderar sus próximas
aspiraciones, para que en las nuevas circunstancias su acometida sea más
abarcadora y asuma objetivos sostenibles de mayor alcance.
¿Cuánto hemos aprendido de nuestra anterior experiencia?
¿Cómo actualizar, compartir e instrumentar sus lecciones en las actuales
condiciones? La pasada ofensiva brotó en unas condiciones socioculturales que
las izquierdas afrontaron no solo fragmentadas, sino también sin aun sin
madurar una comprensión de la crisis del modelo soviético, ni de sus puntales
políticos e ideológicos, como tampoco del cambio de las circunstancias
internacionales, ni de las opciones que estas podrán deparar.
En aquella coyuntura fue posible captar el voto, más que la
adhesión, de unos pueblos exasperados pero aún cohibidos por la sombra de la
hegemonía imperial y recientes dictaduras. Y por eso culturalmente inhibidos de
aspirar a mayores expectativas, aún percibidas como riesgosas. En tales
condiciones, ese crédito electoral posibilitaba acceder al gobierno, no al
poder.
En contraste hoy, en vísperas de otra ofensiva progresista,
toca asumir dos misiones previas ante una situación que ya no es la misma. Por
una parte, colaborar con amplia parte del pueblo con la diversidad de sus comunidades
concretas para superar rezagos político
culturales y organizativos, tanto en el sector laboral como en sus asentamientos
locales. Por otra, ofrecer nuestras propuestas como parte del esfuerzo para
superar la fragmentación conceptual y política de las izquierdas. Es decir,
promoviendo vías de diálogo y cooperación para juntar fuerzas y hacerle camino
a nuevas posibilidades, no solo proponiéndose ir más lejos, sino articulando
las fuerzas necesarias para lograrlo.
Es malsano ignorar la pluralidad que dinamiza a cada pueblo
y clase social embrollando el concepto de unidad con el de su acepción
monolítica. Como asimismo equiparar a los sujetos políticos y sus vanguardias
con escuadrones militares, extrapolando una metáfora didáctica de tiempos de la
guerra civil en Rusia. Es indispensable apreciar las diversidades, una vez que
la unidad es un proceso que se construye entre diferentes, puesto que sin
diferencias no haría falta construirla.
Mientras se deja alargar discrepancias, las contraposiciones
resaltan sobre todo lo que haya en común. Sin embargo, entre corrientes de
izquierda y progresistas la mayoría de las veces será más y de mayor rango estratégico lo que ellas comparten, aunque se deje de
reconocer. Esto remarca lo acertado de la propuesta de empezar por poner sobre
la mesa los respectivos proyectos y hallar en qué campos coincide (con lo cual
no pocos prejuicios irán descartándose).
No es necesario lograr unidad en cada uno de los aspectos
conceptuales y propuestas, sino allí donde ya es posible coordinar
colaboraciones. Como proceso que es, la unidad se construye haciendo camino al
andar, pues al propiciar acercamientos donde ya cabe cooperar, se amplían las
posibilidades de coincidir en otras áreas y perspectivas. La fertilidad de la
estrategia frenteamplista consiste en que se empieza por lo mínimo esencial y
las convergencias crecen en tanto se lucha en común por objetivos que lo
ameriten, sin que las diferencias obstruyan la marcha. Lo que asimismo es
prueba de buena fe.
Para abrir camino
En tiempos en que prevalecía el marxismo dogmático, una de
las primeras lecciones de Fidel Castro y la Revolución cubana fue sobre la
efectividad de la acción y la experiencia conjuntas como medio para producir
organización y pensamiento compartidos. El Movimiento que salió a la luz el 26
de Julio de 1953 se inició tras convocar a jóvenes honestos y patrióticos martianos con base en una condición, sin detenerse a
discriminar su pluralidad de ideas políticas y orígenes sociales. La condición
moral mínima de estar dispuestos a tomar las armas contra la dictadura para
erradicar la política corrupta, hacer efectiva la independencia nacional y
erigir una democracia socialmente comprometida. Propuesta que poco después
sería argumentada en La historia me absolverá, un proyecto de liberación y
desarrollo nacionales. Desde esa condición inicial, combatir juntos y compartir
las vicisitudes populares sustentó la formación ideológica de esos jóvenes y de
la mayor parte del pueblo cubano, más que cualquier catecismo doctrinario.
Doctos analistas hoy calificarían ese proyecto de
reformista, desarrollista, socialdemócrata o progresista, dictaminando que no
pasa de proponer un adecentamiento del capitalismo, no una propuesta
revolucionaria. Pero en su condición de proyecto de liberación nacional, ese
del Moncada se fundó en poderosas convicciones patrióticas y de solidaridad
social, y tuvo gran capacidad de convocatoria no solo por sus argumentos sino
por el ejemplo cívico de sus militantes. Proyecto que, a partir de 1959,
avivado por su rápida ejecución y por el hostigamiento norteamericano, en
vísperas de Playa Girón hizo posible darle piso popular efectivo a la vocación
socialista emanada de su matriz nacional liberadora y desarrollista.
Esa experiencia debe recordarse ante los encabezados con que
algunos hoy pontifican sobre el progresismo latinoamericano. Califican este
fenómeno latinoamericano y actual apelando a clichés estáticos y excluyentes
como los de reforma o revolución, o de intención anti neoliberal o anti
capitalista, que reducen el análisis a las taxonomías con que la lógica formal
disecciona un objeto aislado y estático. Y así eluden la fatiga de discernir e
interpretar la red de contradicciones con que la lógica dialéctica opone y
asocia una diversidad de factores, en el trabajo de comprender y explicar un
proceso.
En la actual situación de las naciones latinoamericanas y su
contexto continental y global, somos parte activa de una transición histórica
distinta de la confrontada en 1962 cuando la II Declaración de La Habana, o
durante la retracción, crisis y derrumbe del modelo soviético, y bajo la
ofensiva neoconservadora y el apogeo del neoliberalismo, o en medio de la
primera oleada progresista iniciada por Hugo Chávez. No pocas veces, los
esquemas o clichés verbales que en uno o más de esos períodos parecieron útiles
para entenderlo no son apropiados para comprender las potencialidades de otro.
En situaciones tan modificadas, los anteriores modos de concebir y alcanzar las
metas deseadas pueden dejado de ser eficaces, y tocará calificarlos con otros
adjetivos.
Para abrirle camino al otro futuro posible, durante esta
transición no solo es deseable y necesario ir más allá que en la anterior
oportunidad, sino indispensable articular y formar las fuerzas requeridas para
emprender camino, ampliarlo y sostenerlo. En la inminencia de esta nueva marea
de inquietudes populares, urge capacitar esas legiones, al tiempo que luchar
para revertir la contraofensiva de la derecha y discutir qué objetivos
proponernos al recuperar iniciativa, y cómo avanzar a corto y mediano plazos en
esa dirección, con los destacamentos sociales que efectivamente lo pueden hacer
posible.
Son estas fuerzas reales quienes determinarán cuánto y hasta
adónde se puede hacer y sostener en la práctica política, no los juegos de
palabras más sutiles, ni menos una campaña de caza y lapidación de presuntos
reformistas. Las indignaciones organizadas de la gente atizan el acontecer
mejor que las exhibiciones verbales, donde algunos articulistas malgastan sus
pericias intercambiando sentencias y entierros políticos en vez de aportar
ideas que resuelvan problemas y despejen caminos.
Porque si de fuerzas se trata, hay que formarlas. Por lo
pronto, tal como Frei Betto resume la actual perspectiva, antes de que se haga
tarde “solo le queda a la izquierda volver al trabajo de base, organizar a las
clases populares, promover la alfabetización política del pueblo” .
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