El Estado turco aplica una política de robo sistemático en
el cantón kurdo de Afrin, que mantiene ocupado desde principios de 2018.
“Pero Piatek no se dedica a la historia. Lo importante es la
tierra” (Ryszard Kapuściński en la crónica “Piatek en Grunwald”, del libro “La
junglapolaca”)
A lo largo de la historia, las luchas por el control sobre
la tierra y las riquezas que produce son una constante. Con el desarrollo del
capitalismo moderno, esas luchas se convirtieron en guerras cruentas, golpes de
Estado, invasiones militares y una profunda injerencia en la que siempre
participan las potencias mundiales, de las cuales Estados Unidos tiene el
historial más cruel en el siglo XX y en lo que va del XXI. En las últimas
décadas, las grandes empresas multinacionales también tienen a la tierra como
objetivo a conquistar.
En Medio Oriente, la situación territorial no es diferente a
la del resto del mundo. La región, rica en hidrocarburos, agua dulce y tierra
fértil, es cruzada por una permanente inestabilidad que tiene en el control de
esas riquezas como una de las razones fundamentales de los sucesivos
conflictos.
Turquía, una potencia regional que desde 2003 es gobernada
como mano de hierro por Recep Tayyip Erdogan, no escapa a esta lógica, que
siempre viene acompañada por la ocupación militar que expulsa a los pobladores
originarios. En la actualidad, el gobierno de Ankara despliega esta política de
conquista en el cantón de Afrin, región kurda del norte de Siria, que invadió
en marzo de este año con tropas del ejército regular y un sinfín de grupos
terroristas, entre los que destacan el Ejército Libre Sirio (ELS) y mercenarios
vinculados a Al Qaeda.
Para Erdogan y su administración, devorar pedazos de
territorio sirio es fundamental para la expansión de su poder, al mismo tiempo
que le permite combatir al pueblo kurdo de Rojava, que desde 2012 encabeza un
proceso revolucionario liderado por las mujeres de la región.
En Afrin el robo de la tierra y de sus frutos se convirtió
en algo cotidiano. Luego de que la región se transformara en la más pacífica de
Siria y recibiera alrededor de 500 mil refugiados internos, acogidos por las
autoridades del cantón, la invasión turca desbarató por el momento la
experiencia de autogobierno. Rojava siempre fue la zona más rica de Siria,
conocida como el granero del país, y Afrin se destacó por la fuerte producción
de olivo a través de un histórico sistema cooperativo.
Repartir los millones
El 24 de septiembre pasado se conoció que funcionarios del
Estado turco mantuvieron una reunión con los grupos terroristas que ocupan
Afrin para organizar el traslado de la producción de aceitunas, que se estima
en 60 millones de dólares, a la ciudad Hatay para allí ser procesadas y
posteriormente comercializadas en Europa.
La agencia de noticias ANF informó que el encuentro se
realizó hace más de diez días, en el cual el Estado turco demandó a los
terroristas entregar la producción de olivos –que es robada a los habitantes
que fueron expulsados- al “consejo de gobierno” impuesto por Ankara en Afrin.
En las negociaciones, los funcionarios turcos les ofrecieron a los terroristas
el 10 por ciento de los ingresos de la producción, que para este año se calcula
en 80.000 toneladas de aceitunas.
Entre los puntos acordados se destaca que los mercenarios
refuercen la protección de los miembros del “consejo de gobierno”, teniendo en
cuenta la resistencia armada desplegada por las fuerzas de autodefensa YPG/YPJ,
que ya le costó a Turquía más de 2500 soldados y terroristas que fueron
ultimados. A esto se suma que el “consejo de gobierno” entregue a los grupos
terroristas 22 millones de dólares hasta el 15 de febrero de 2019, reuniendo
entre el 10 y 15 por ciento del dinero de la población de Afrin. Para eso, el
consejo “gravará” a los habitantes que permanecen en la ciudad y poseen
olivares, para lo cual los terroristas “ayudarán” a cobrar esos impuestos.
Los funcionarios turcos y los terroristas además decidieron
formar un comité para supervisar la producción de aceitunas. El organismo
incluirá a representantes de los servicios de inteligencia turcos (MİT), de las
fuerzas ocupantes y de la ONG turca IHH, estrechamente vinculada al presidente
Erdogan. A esto se suma la apertura de una “nueva entrada” para la
comercialización de olivos en el distrito de Jindirese.
La agencia ANF recordó que “la mayoría de las más de 180
procesadoras de aceitunas en Afrin fueron saqueadas por los terroristas después
de la invasión” y “los equipamientos de las instalaciones fueron desmantelados
y llevados a Turquía”. El resto de las procesadoras sufrieron la misma suerte
después de que el Estado turco las marcara como supuestamente “pertenecientes
al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán)”.
Saqueo, robo y desplazados
Ante el saqueo masivo de la producción en Afrin, el
co-presidente del Consejo de Agricultura del cantón, Saleh Ibo, denunció las
políticas de confiscación de los campos de cultivo por parte de Turquía. Ibo
puntualizó que este año se producirán alrededor de 2,6 millones de barriles de
aceite de oliva y que el 80 por ciento de esa producción “está siendo llevada a
Turquía sin compensación alguna, a través de los grupos mercenarios y el
consejo que ellos mismos formaron”.
En declaraciones a medios kurdos, alertó que el objetivo de
los ocupantes es cosechar los campos de olivos y comerciar la producción “a
través de compañías europeas y de los grupos mercenarios”. El Consejo de
Agricultura de Afrin –que integra el autogobierno ahora exiliado en la región
de Shehba- calculó que en la región existen más de 18 millones de plantas de
olivos, de las cuales 14 millones están en producción. Desde el Consejo de
Agricultura señalaron que en 2018 se podrían llegar a recoger 210.000 toneladas
de aceitunas verdes.
Ibo se refirió al saqueo cometido por los ocupantes y
puntualizó que había “más de 218 fábricas dedicadas al sector olivarero, pero
tenemos información que docenas de ellas han sido saqueadas, sus máquinas robadas
y llevadas fuera de Afrin”. “Las máquinas que han robado los grupos mercenarios
fueron llevadas a Turquía a través del paso de Azaz e Idlib”, advirtió el
funcionario, que a su vez criticó a los ocupantes por “matar a la naturaleza”.
Daños económicos
Como si fuera poco, Ibo apuntó que desde el inicio de la
invasión “el 80 por ciento de los recursos económicos de Afrin han sido
dañados. Esto es particularmente grave en el caso de la agricultura”. “Muchos
árboles, incluyendo los olivos, fueron quemados. Los invasores robaron 20
toneladas de trigo y se lo llevaron a Turquía ante la mirada de todo el mundo
–agregó-. Lo compraron a un grupo muy reducido de personas y nosotros hemos
confirmado que lo hicieron a un 25 por ciento del precio de mercado”.
El integrante del Consejo de Agricultura detalló que el 80
por ciento de la población de Afrin vive de los olivos y la producción de
aceite, pero que el Estado turco desplazó a la mayoría de la población. “Ahora
están intentando conseguir que los que se han quedado se marchen a través de la
violencia y la penuria económica, para completar el proceso de cambio
demográfico”, denunció Ibo.
Entre las decenas de denuncias por la situación en Afrin, a
mediados de septiembre el Centro para la Documentación de Violaciones en el
Norte de Siria (CDVNS) -un observatorio de derechos humanos-, afirmó que la
operación militar “Rama de Olivo”, con la cual Turquía ocupa Afrin, diezmó la
economía de la región.
Desde el CDVNS recordaron que antes de la ocupación, Afrin
era un centro agrícola e industrial que producía oliva, jabón y casi todos los
textiles del norte de Siria. Por su ubicación geográfica, lograba un grado
relativamente alto de autosuficiencia económica, sobre todo a través de
cooperativas. El diario Yeni Ozgur Politika informó en 2016 que Afrin tenía 400
talleres textiles, que en conjunto empleaban a 17.000 personas.
En un testimonio recogido por el CDVNS, Kawa Al Yusuf,
miembro del Comité Económico de Afrin, expresó que se perdieron “miles” de
empleos debido a los ataques aéreos turcos contra las fábricas. Al Yusuf dijo
que aproximadamente el 60 por ciento de la infraestructura económica del cantón
había sido destruida en los combates o saqueada por los mercenarios respaldados
por Turquía. A principios de septiembre, el Centro documentó que miles de
árboles habían sido quemados en el distrito de Rajo, incluidos cinco mil
árboles de la misma granja. En julio, se reveló que miembros de la milicia
terrorista Hamza quemó unas 20 hectáreas tierras agrícolas en una sola aldea en
Sherawa.
En la invasión de Afrin, Turquía violó todas las normativas
vigentes y convenciones internacionales con respecto a las obligaciones que
tiene una fuerza ocupante de un territorio, al igual que todos los días lo hace
Israel en suelo palestino. Aunque Erdogan encienda sus discursos con una
retórica anti-israelí, en los hechos concretos aprendió muy bien las lecciones
de su “enemigo” sionista.
leandroalbani@gmail.com
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