Por Ilka Oliva Corado
Como costales de
basura, como bultos, como despojos son lanzados hacia la nada, los parias; a
quienes les arrebataron todo desde el momento de su nacimiento y en esa nada:
moribundos, sin anhelo alguno y sin piel dónde detener los huesos deambulan en
las migraciones forzadas. Esos otros exilios invisibilizados y estigmatizados
por todo aquel que es incapaz de sentir en nervio propio el dolor del otro.
En otros tiempos a las migraciones forzadas se les conocían
como exilios políticos, esos exilios políticos siguen existiendo y siguen
siendo migraciones forzadas. Es muy fácil señalar, enjuiciar y degradar cuando
no somos nosotros los que estamos en circunstancias extremas que pongan en tela
de juicio nuestra integridad, nuestra salud mental, nuestras necesidades
básicas y nuestros sueños.
Cuando no somos nosotros los que sufrimos hambre, nos partimos el lomo de sol a sol obteniendo a cambio salarios de miseria que
nos obligan a la subsistencia en condiciones de esclavitud. Cuando no son
nuestras vidas ni las de los nuestros las que están en peligro. Cuando no es a
nosotros a los que la violencia gubernamental nos ha deshecho la familia.
Cuando no es a nosotros a los que les han arrancado los sueños a golpes de bota
de capataz.
Cuando no somos
nosotros los que hemos crecido sin oportunidades de desarrollo:
excluidos, oprimidos, violentados por un
Estado ausente, que solo es capaz de ver cuando se trata de reprimir a quienes
no pueden defenderse de la maquinaria de destrucción masiva que es el racismo,
el clasismo, la corrupción, el neoliberalismo y las bandas de criminales de la
oligarquía que hacen con los recursos, la
justicia y la impunidad lo que se les ronca la gana.
Es muy fácil, no se necesitan escrúpulos ni agalla alguna
para lanzar piedras en manada a quien no puede defenderse, somos un tropel de
sinvergüenzas que se sienten con la autoridad y el derecho para amedrentar a
quienes creemos inferiores, cuando los inferiores somos nosotros: mamarrachos.
Esos otros exilios, tienen la particularidad de la pobreza
extrema, una miseria a la que han sido
obligados a padecer por su origen y su clase social. Esos otros exilios que no
consisten en subirse a un autobús, a un barco, a un tren o a un avión con los
papeles correspondientes que abran las fronteras o las puertas de embajadas o
consulados; son exilios a consecuencia de las políticas de impunidad y
apropiación de recursos y de vidas que aplican los gobiernos sucumbidos a
disposiciones de injerencia, oligarquía y bandas criminales.
Mortales que en nuestra mediocridad nos creemos dueños de
una tierra en donde estamos solamente de paso, un viaje de un simple soplo de
vida que puede terminar en cualquier instante. Todo es superior a nosotros en
este universo, todo. Y aun así defendemos fronteras, denigramos por clase
social, color, credo, origen…
Un día nos puede tocar a nosotros, un día cualquiera la
violencia nos puede tocar de cerca, un día también nos vamos a ver a lomo
partido sobreviviendo la agonía de la explotación. Un día la impunidad se
ensañará con nosotros y los nuestros, la injusticia nos escupirá a la cara, la
suerte que creemos que tenemos nos volteará la espalda y nuestros privilegios
acabarán.
Un día seremos expuestos por nuestra clase social, por
nuestro credo, por nuestro origen y un día también nos lanzarán piedras en
manada y nos cerrarán las puertas de los
enormes muro fronterizos que ahora defendemos: un día vamos a estar del otro
lado en los zapatos del otro y ahí sí y ahí sí…, vamos a padecer el escarnio,
la ira y la crueldad que un día lanzamos como puntapiés de botas de capataz
contra quienes fueron obligados al destierro y a la peregrinación en busca de un bocado de comida y de oxígeno para seguir
viviendo.
Un día vamos a ser nosotros los protagonistas de los otros
exilios, de las migraciones forzadas que hoy tanto señalamos con fanfarronería
de dueños de ni mierda.
Ojalá suceda, tal vez así aprendamos en el dolor propio
sobre el dolor ajeno.
ilka@cronicasdeunainquilina.com
0 comentarios:
Publicar un comentario