Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
La guerra es un fenómeno sumamente complejo en el que en sus
aspectos estratégicos, tiene estrecha vinculación con la política y la
economía, es a partir de estas que se puede explicar el origen, desarrollo y
las consecuencias que se derivan de los resultados obtenidos. Pero, las
complicaciones que la misma entraña, también vienen dadas por sus aspectos
operativos y tácticos, que se revelan en el mismo proceso del combate, o dicho
de otra manera en la manifestación bélica del conflicto armado.
Se suele suponer que las tropas que participan directamente
en las hostilidades, juegan el papel principal en el desarrollo de las mismas,
y tal vez esa aseveración sea indiscutible, pero no es menos cierto que sin los
aseguramientos que permiten la realización exitosa de los combates, la victoria
difícilmente será conseguida.
Existen aseguramientos de dos tipos: por una parte los de
carácter combativo, que van a facilitar la toma de la decisión del jefe y la
ejecución del mando durante las operaciones, aunque son varios, los más
importantes son la información y la inteligencia además de las comunicaciones y
la ingeniería. En el otro plano, a veces muy subestimadas, porque en muchas ocasiones
se realizan alejadas del borde delantero del combate, se encuentran los
aseguramientos logísticos: médicos, víveres, vestuarios, combustibles,
armamento y otros, sin los cuales tampoco se podría garantizar el éxito en la
batalla.
Toda esta reflexión, surge después de conocer la noticia de
que el barco hospital de la armada de Estados Unidos USNS Comfort se va a
trasladar a Colombia a fines de desarrollar “labores humanitarias” a favor de
los emigrantes venezolanos. Hay que ser demasiado inocente o demasiado imbécil
para creer eso. Visto lo anterior expresado, el Comfort como cualquier barco de
la armada de Estados Unidos, cumple misiones en la lógica bélica de garantizar
los aseguramientos médicos para las operaciones ofensivas de la Armada de Estados
Unidos, cuya función -según sus reglamentos- es: “Mantener, entrenar y equipar
para el combate a las fuerzas navales, capaces de conseguir la victoria de la
guerra, disuadir agresiones y mantener la libertad en los mares”. Podríamos
aceptar las dos primeras, pero la última es una auto atribución que Estados
Unidos se ha dado y que debe entenderse como la posibilidad de intervenir
militarmente en cualquier rincón del planeta donde el gobierno de Estados
Unidos por decisión propia, decida que debe hacerlo.
Se habla de “operaciones ofensivas” porque la última vez que
la armada de Estados Unidos realizó operaciones defensivas fue en diciembre de
1941, en Pearl Harbor, de manera bastante desastrosa, toda vez que su flota del
pacífico fue neutralizada tras el ataque japonés sin poder dar respuesta, salvo
en las películas de Hollywood.
Así, el Comfort es un instrumento de agresión de las Fuerzas
Armadas de Estados Unidos, toda vez que su subordinación al Pentágono, -no a la
Secretaría de Transporte ni a la de Salud de ese país- ubica su misión en
términos militares, siendo su objetivo dar soporte a las acciones bélicas que
ese país en su carácter imperialista desata en múltiples latitudes y longitudes
del planeta de forma permanente y como parte de su política exterior. En este
contexto, es evidente que la decisión tomada por el secretario de Guerra de
Estados Unidos James Mattis, acatada con la sumisión tradicional de los
gobiernos colombianos, no puede entenderse sino como otro eslabón en la
preparación de acciones militares ofensivas contra Venezuela.
En el contexto actual, en que el ex presidente Uribe -quien
siente una repulsión enfermiza hacia Venezuela-
ha regresado a la supremacía del Estado en Colombia, colocando a su
pupilo Duque en el palacio de Nariño, pero controlando a distancia los hilos
del poder, existen sobradas razones para temer cualquier acción desde
territorio colombiano.
Es sabido que la visita de este barco a otros lugares,
aparte de la atención médica que además podría ser provista por cualquier
organización civil, hace manifiesto el acoso a la población civil, el
incremento de la prostitución y una ostensible presencia de los marinos en los
bares de los puertos que visitan, como se atestiguó en Puerto Rico donde el
citado barco hizo presencia en octubre del año pasado.
En el trasfondo, estas operaciones se insertan en la
necesidad del entrenamiento regular que deben realizar las fuerzas armadas de
cualquier país para la realización de la guerra, los aseguramientos y los
servicios médicos como parte de ellos, no están ajenos a este proceso de
preparación combativa.
Ya en diciembre de 1999, tras el desastre natural producido
por las enormes inundaciones que se suscitaron en el estado Vargas, las fuerzas
armadas de Estados Unidos ofrecieron su “generosa” ayuda a Venezuela. El
presidente Chávez no titubeó en rechazar tal propuesta. En ese caso no ocurría
la “crisis de refugiados más grande la historia”, sino “el desastre natural más
grande de la historia”, así mismo fue la “intervención cubana más grande de la
historia” en Granada en 1983 y la búsqueda del “mayor narcotraficante de la
historia” en Panamá en 1989. Como buitres necesitados de carne muerte para
saciar su apetito intervencionista, Estados Unidos siempre anda indagando
formas que justifiquen su despreciable presencia, el resultado siempre es el
mismo: muerte y destrucción.
En 1999, se demostró que las Fuerzas Armadas de Venezuela,
el pueblo y el gobierno bastaron para derramar apoyo y solidaridad a fin de
salir de la terrible situación por la que pasó el país, sin necesidad de la
intervención militar “humanitaria” de las fuerzas armadas imperiales.
Si Estados Unidos tuviera el más mínimo sentimiento
humanitario no habría intervenido militarmente al menos 48 veces en América
Latina y el Caribe en los dos últimos siglos; ni hubiera apoyado a Stroessner,
Pinochet, Videla, Banzer, Trujillo, Batista, Somoza y cuánto sátrapa se haya
encumbrado en el poder en los países de nuestra región; no le hubiera robado a
México un tercio de territorio; tampoco hubiera financiado al mercenario
William Walker para intentar apoderarse de Centroamérica; no se hubiera
apoderado de Puerto Rico ni de Guantánamo en Cuba, ni le hubiera impuesto la
Enmienda Platt a este país; tampoco hubiera estimulado la segregación de Panamá
de Colombia para apoderarse por casi un siglo de un territorio de ese hermano
país reprimiendo a sangre y fuego a los valientes panameños que se opusieron a
ello; no hubiera intervenido militarmente en República Dominicana en 1904, 1916
y 1965, en Cuba en 1906, en Panamá en 1908, 1918, 1925 y 1989, en Nicaragua en
1910, 1912 y 1927, en México en 1911 y 1914, en Haití en 1915, en Honduras en 1924, en Guatemala, en 1954 y 1966 ni en
Granada en 1983 provocando miles de muertos, no precisamente de forma
humanitaria en esos países; no hubiera financiado los escuadrones de la muerte
que asesinaron a Monseñor Romero, a los seis sacerdotes jesuitas en la
Universidad Centroamericana y a las cuatro monjas maryknoll en El Salvador en
1980, por un partido político al que siguen apoyando hasta hoy; no hubieran
apoyado militar, logística y financieramente la guerra de los contras en
Nicaragua ni hubiera minado los puertos de ese país a partir de 1981; no
hubiera ordenado el asesinato del general Torrijos en Panamá en 1981; tampoco
hubiera lanzado el Plan Colombia para asegurar los envíos de cocaína a Estados
Unidos mediante vías controladas por la DEA, a fin de hacerse de los
multimillonarios ingreso que produce la droga en ese país y que van a parar a
su sistema financiero y que sirve como base importante del funcionamiento de su
economía, sin importarle para nada la vida y el futuro de los jóvenes de su
propio país; no hubieran organizado los golpes de Estado contra Chávez en 2002
y Correa en 2010 ni la secesión de Bolivia en 2008; tampoco hubieran
secuestrado al presidente Jean Bertrand Aristide en Haití en 2004, para
posteriormente invadir ese país y permitir que Bill Clinton y su esposa
hicieran multimillonarios negocios a costa del sufrimiento de ese pueblo; no
hubieran apoyado los golpes de Estado en Honduras, 2009, Paraguay, 2012 y
Brasil, 2016; ni los descarados fraudes electorales en Honduras 2017 y
Paraguay, 2018. No parece, en definitiva, que estados Unidos tenga un
expediente humanitario que mostrar, sin hablar de los desmanes que ha cometido
a través de la historia por todo el mundo, incluyendo las “humanitarias” bombas
atómicas que lanzó en Hiroshima y Nagasaki contra la inerme población civil de
esas ciudades.
Muchas de estas acciones fueron realizadas por la marina de
Estados Unidos y han contado con apoyo logístico de barcos como el Comfort u
otros similares, varias de ellas se han disfrazado de operaciones humanitarias,
no hay que ser demasiado inteligente para entender que esta orden emanada de forma
directa del ministro de la guerra de Trump y emitida desde Colombia se inscribe
en los preparativos de invasión a Venezuela para lo cual han visitado la región
-solo durante este año- el vicepresidente Mike Pence dos veces, el ex
secretario de Estado Rex Tillerson, le embajadora ante la ONU, Nikki Haley, el
actual secretario de Estado Mike Pompeo y el jefe del Comando Sur almirante
Kurt Tidd, además del ministro de guerra James Mattis. Entonces, resulta válido
o no preguntarse, ¿Cuándo antes en la historia había ocurrido este
despliegue? y ¿Para qué lo realizan?
Todos, absolutamente todos, han manifestado en las declaraciones públicas que
sus viajes persiguen el derrocamiento del presidente de Venezuela, por tanto,
no hay nada oculto.
El despliegue del USNS Comfort en las costas cercanas a
Venezuela solo se puede interpretar como una medida logística que se inscribe
en los preparativos de invasión a Venezuela de un ejército paramilitar
colombiano con el apoyo de su gobierno. Al pueblo venezolano, le queda estar
preparado y movilizado y organizarse para que si Estados Unidos, utilizando a
Colombia desata tan insensata medida, repeler la agresión y hacer morder el
polvo de la derrota a los invasores. Recordar que Sun Tzu, el filósofo y
teórico chino de la guerra decía que “En el ámbito castrense existe la premisa
de no suponer que el adversario no atacará, sino contar con la propia presteza
en presentar batalla; de no confiar en que no atacará, sino hacerse uno mismo
inderrotable”
sergioro07@gmail.com
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